LIMÓN & VINAGRE

Gérard Depardieu, el golfo más talentoso

La mayor parte de su tiempo lo pasa navegando por el Mediterráneo y es altamente probable que en los próximos años navegue más que nunca y se abstenga de pisar Francia

El actor Gérard Depardieu en Limón&Vinagre.

El actor Gérard Depardieu en Limón&Vinagre. / EPE

Algunos comienzan a sospechar que Gérard Depardieu decidió abandonar Francia no únicamente por razones fiscales, sino para evitar las denuncias y querellas por abusos sexuales que desde hace algunos años se ciernen sobre él. Es probable. Depardieu ha sido, siempre, un golfo inescrupuloso de una vitalidad feroz con un inmenso talento actoral. Quizás esa esa combinación lo que les resulta irresistible a los franceses y no los valores interpretativos de una carrera cinematográfica muy irregular.

Nació en 1947, todavía la posguerra, y su familia no tenía un franco que no fuera estrictamente para comer. Su padre era un alcohólico analfabeto. Su madre, una mujer destruida que intentó abortarlo. Abandonó el sistema escolar a los 14 años. Solo aprendió a leer y escribir fluidamente más tarde. Tres años después ya estaba en París. Trabajó para un contrabandista de tabaco. De portero en bares y salas de baile. Robó coches. Según cuenta él mismo en sus memorias, antes, en su Châteauroux natal, con apenas diez años, se prostituía con camioneros. Una lucha diaria a cara de perro por la supervivencia.

Cuando en París se matricula en una escuela de actores tiene una suerte descomunal: Jean-Laurent Cochet, el gran educador del teatro francés, repara en él. Se le antoja un joven con un potencial excepcional y lo convierte en su discípulo. Muchas veces le pagará un bocadillo o una tortilla con una botellita de vino. Para que pueda seguir trabajando y estudiando. Depardieu se entrega desaforadamente a la actuación. Se traga los papeles sin dejas nada fuera, como hace con las piernas de cordero. Pero sigue cogiéndose borracheras épicas. Y lo echan de las pensiones. Y roba a algún que otro admirador homosexual.

Todo comienza a cambiar después del 68, que en ese momento se le antojó al actor en ciernes una huelga estudiantil más; ahora piensa que fue una intrascendente rebelión de pijos. Filma una decena de cortos y largos en un lustro hasta el éxito de una película que se tituló en España Los rompepelotas (1974), dirigida por Bertrand Blier, salvaje, hermosa, trepidante y al cabo melancólica historia de dos compinches libres y rufianescos. Depardieu parece en el filme un pedazo de verdad sacado directamente de la vida. Es puro esplendor.

El actor Gerard Depardieu intenta besar a la actriz francesa Isabelle Huppert en el Festival de Cine de Cannes, en 2015.

El actor Gerard Depardieu intenta besar a la actriz francesa Isabelle Huppert en el Festival de Cine de Cannes, en 2015. / EFE/Sebastien Nogier

A partir de ahí ascenderá a los cielos filmando con Godard, Truffaut, Pialat, Resnais. Y en los noventa hace de todo: de Cyrano a Obélix. Cuando parece una figura ya rutinizada por las grandes producciones y los premios y distinciones del cine y el Estado francés ofrece un recital de inteligencia, expresividad y contención interpretando a un otoñal Maigret en la película homónima dirigida por Patrice Leconte el año pasado. ¿Está mejor que Jean Gabin? No. Tampoco peor. Gabin era un actor menos explosivo y carnal pero quizás más emocionante y eficaz, y un hombre mucho más decente.

Porque ha empezado a caer una tormenta sobre Depardieu y no tiene visos de amainar. Más bien lo contrario. En diciembre de 2008 una actriz, Charlotte Arnould, presentó cargos de violación contra el actor. Después de un rápido archivo se abrió el caso de nuevo en 2020, aún no hay sentencia. Ahora son trece las mujeres (actrices, técnicas, becarias) las que le acusan de agresiones sexuales en una investigación periodística publicada por Mediapart. Aunque aún no lo han hecho varias de las afectadas, con toda seguridad, acudirán a la justicia. Depardieu lo ha negado todo.

Desde 2013 tiene la nacionalidad rusa, concedida por directamente por Putin, al que ha enjabonado patéticamente –todo sea por eludir los impuestos– por más que afirme ahora que rechaza la invasión de Ucrania. También circula el rumor de que le han concedido la nacionalidad en los Emiratos Árabes Unidos. La mayor parte de su tiempo lo pasa navegando por el Mediterráneo y es altamente probable que en los próximos años navegue más que nunca y se abstenga de pisar Francia demasiado a menudo. Es difícil que una citación judicial llegue puntualmente a un yate.