LIBROS

Pedro Mairal, escritor: "Por el hecho de tener hijos, tengo la responsabilidad de no ser pesimista"

Después del enorme éxito de 'La uruguaya', con su adaptación cinematográfica circulando por festivales, se edita en España 'El año del desierto', una novela distópica que publicó en Argentina en 2005

El escritor argentino Pedro Mairal.

El escritor argentino Pedro Mairal. / Cedida

La obra del escritor argentino Pedro Mairal se agranda con el tiempo. Años después de ser publicada, la novela La Uruguaya se convirtió en un fenómeno internacional, con decenas de traducciones y ediciones (trece ediciones ya en Libros del Asteroide). La versión cinematográfica de La Uruguaya se presentará en el BCN Film Fest en abril. La crítica y el boca a boca coronan a Mairal como uno de los escritores más populares de nuestros tiempos. Libros del Asteroide rescata ahora también El año del desierto, publicada en Argentina originalmente en 2005. En la novela, Mairal fabula una Buenos Aires distópica y caótica. Mientras el sistema se derrumba, la protagonista huye al interior en un viaje que, a su vez, rebobina la historia. El escritor, en vídeo conferencia desde su ciudad de residencia, Montevideo, afirma que la Inteligencia Artificial no reemplazará las labores humanas creativas. "El robot nunca va a tener sentido del humor", afirma.

P. ¿La crisis argentina de 2001 inspiró El año del desierto?, ¿o retrata la eterna crisis argentina?, ¿o la crisis del ser humano en general?

R. Un poco todo eso. En 2001 cayó el telón pintado y se vio la realidad. Había un engaño de que estábamos en el primer mundo. Se aceleraron las historias de deterioro. Todo se terminó de romper.

P. ¿Cómo cree que se lee hoy en día El año del desierto?

R. Cada vez que se republica, me hablan de la actualidad. Al instalar la novela en un ciclo distópico la lectura se renueva constantemente. Por otro lado, tiene algo de una sensación de fragilidad. En el 2020 vimos que este sistema que armamos puede fallar. No tiene que venir el apocalipsis, con que desenchufen alguna cosa el resto se derrumba.

En este continente se percibe cierta precariedad de lo instalado. En América hay una sensación de que debajo de todo este cemento hace poco soplaba el viento, había un descampado y un pastizal"

P. "La intemperie", "el desierto", cercan la ciudad. ¿Qué representan?

R. No lo tengo muy claro. Mientras estaba escribiendo mi madre estaba enferma, deterioro degenerativo cognitivo, parecía que iba hacia atrás en el tiempo. Uno no sabe muy bien qué está escribiendo, hay impulsos subterráneos. En este continente se percibe cierta precariedad de lo instalado. En América hay una sensación de que debajo de todo este cemento hace poco soplaba el viento, había un descampado y un pastizal. La intemperie es poner en duda la seguridad de la civilización.

P. Precisamente, la huida de la protagonista es también un viaje en el tiempo. De repente, empieza a haber muchas tribus indígenas e interventores españoles. La paz solo le llega cuando ella está con mujeres indígenas. ¿Quiso rebobinar lo colonial y deconstruir la patria?

R. Efectivamente, solo encuentra paz en esa especie de momento precolombino. Me interesaba llegar a ese lugar primigenio, previo a la escritura. Me liberé de lo histórico, y llegué a lo prehistórico.

P. Al final, ella llega a Buenos Aires. Pero es un regreso fallido al hogar. ¿El viaje del héroe está caduco?, ¿los propios héroes lo están?, ¿o ya no hay lugar al que regresar?

R. En Buenos Aires queda una torre que parece desvanecerse en el pastizal, el fantasma de una ciudad... Me interesa la idea de una persona que realiza un viaje a un lugar que ya no existe. En realidad es la pérdida de la infancia.

P. En medio de la madrugada suena una grabación. "Ya entramos en la ciudad, capital, capitalinos, nosotros somos la patria, ustedes son asesinos". Todo un alegato del campo contra la ciudad. ¿Tuvo intención de retratar el conflicto (o la relación) del campo con la ciudad?

R. Conflicto... sí, hay algo de eso. Tuve el privilegio de conocer una provincia, Entre Ríos, y eso me permite a veces irme para esos espacios. Como al comienzo de Una noche con Sabrina Love o Salvatierra. Tener la doble mirada siempre te ubica en un lugar de ser un poco bisagra, un fusible. A Buenos Aires le viene bien esa mirada de ese otro mundo. Toda capital necesita el interior.

La gente en las zonas rurales está supeditada a fenómenos naturales. La discusión pasa por la naturaleza. La capital ni siquiera tiene en cuenta la noche. La ciudad es un día permanente"

P. Parece que el abismo entre el campo y la ciudad aumentó en todo el mundo. El resultado de la extrema derecha, con algunas excepciones, es mejor fuera de las grandes ciudades

R. Las capitales son más progresistas. La gente en las zonas rurales está supeditada a fenómenos naturales. La discusión pasa por la naturaleza. La capital ni siquiera tiene en cuenta la noche. La ciudad es un día permanente. Las discusiones acontecen dentro de esas burbujas extrañas. La gente del interior tiene otro vínculo con el trabajo y la naturaleza. Además, el interior se está despoblando. La gente ya no quiere vivir lejos del Wifi, del estímulo urbano. La maquinaria agrícola depende cada vez menos de lo humano, se puede trabajar con quince tractores con GPS.

P. En un momento de la novela, "los partidos de fútbol que pasan en la radio son inventados". ¿Siempre fue difícil saber qué es fake o real, mito o hecho?

R. Hay un cuento de Borges y Bioy Casares, Esse est percipi, que habla de unos tipos que se dan cuenta que hay una jugada que se repite mucho en los partidos en la radio. Van a hablar y a ver y, efectivamente, los partidos los inventa un locutor y los estadios están medio abandonados. Ellos estaban ya viendo lo fake, que incluso el deporte puede ser inventado.

P. En la novela cita, con cierto carácter visionario, la pandemia de la fiebre amarilla de Argentina. ¿Cómo le afectó la pandemia COVID19 a nivel personal y creativo?

R. La sensación opresiva de la muerte está en la novela... y en 2020 se vivió esta sensación horrible. Si instalás un libro en un lugar distópico, va a ser un vaticinio, porque este sistema que vivimos empieza a hacer agua.

P. ¿No vislumbra esperanza?

R. Por el hecho de tener hijos, tengo la responsabilidad de no ser pesimista, de no ponerme apocalíptico. Tenemos el deber moral de ver la salida. Me asusta el hipercontrol de la inteligencia artificial.

Por ahora, la IA es mimética. Copia muy bien [...] Después está la rareza humana, ese pintor que hace algo muy extraño, una elaboración propia, una mirada subjetiva... Eso va a ser muy difícil de hacer"

P. En las últimas semanas, saltaron las alarmas sobre la Inteligencia Artificial. Puede escribir una novela en unas horas. ¿Qué va a pasar con los escritores?, ¿La IA va a sustituir a los humanos en sus labores creativas?

R. Por ahora, la IA es mimética. Copia muy bien. Le ponés, "quiero un cuadro al estilo Caravaggio de Jimi Hendrix", y lo hace perfecto. Después está la rareza humana, ese pintor que hace algo muy extraño, una elaboración propia, una mirada subjetiva... Eso va a ser muy difícil de hacer. Hay algo demasiado líquido, las enzimas, las conexiones neuronales, la parte viscosa del ser humano. También el humor. El robot nunca va a tener sentido del humor. Siempre te vas a poder reír del robot, y probablemente seamos juzgados por ese robot que no ha entendido nuestro chiste.

P. ¿El arte, la literatura, el cine, la creatividad en general, con humor, se convertirán pues en la última isla protegida de la IA?

R. Sí. El humor es una falsificación, un momento de farsa. Estás contando una tragedia a un amigo y te da un ataque de risa. Eso salva.

P. Volviendo a El año del desierto. Escribe como mujer. ¿Por qué?

R. Elegí un personaje femenino porque me convenía. La vida de los hombres no cambió mucho desde el siglo XIX. A las mujeres les cambió mucho más la vida, lograron derechos. En mi novela, las mujeres los van perdiendo. Eso me permitió descubrir algunas trampas. En Argentina las mujeres no podían votar, porque se votaba con la libreta de enrolamiento del ejército.

P. Hablemos de la versión cinematográfica de La uruguaya, su novela más popular. Siendo su novela más masculina, la dirige una mujer, Ana García Blaya.

R. Me gusta mucho. La novela está atrapada en la subjetividad masculina de Lucas Pereira, y la película sale de ahí, porque hablan las mujeres. La voz en off del personaje masculino quedaba como arrogante. Esa voz se fue silenciando. La película le contesta de alguna manera al libro, y lo amplía. Yo colaboré lateralmente. Escribí una canción.

P. ¿Qué le aporta la música? ¿Qué narrativa tiene la música y qué musicalidad tiene la escritura?

R. Yo vengo de la poesía, donde se cruzan las dos cosas. Una canción cuenta una historia. En tres minutos comunica una emoción por medio de acordes y una letra que narra algo. Una canción es un dispositivo de concentración de sentido muy fuerte. A mí, lo que me gusta es escribir canciones.

P. Creo que le echan broncas porque las letras son demasiado largas...

R. Exacto, muchas veces tengo que podar al escritor que hace demasiada letra... y dejarle aire a la música.

La narrativa es un intento de salir del caos, como cuando uno mira atrás su propia vida y entiende el porqué de las cosas"

P. Si las canciones cuentan una historia, ¿lo que importa de verdad es contar una historia, independientemente del formato?

R. Vivimos en tiempos de mucha fragmentación. La gente necesita que alguien le arme un hilo conductor. Las conversaciones con los amigos, los vínculos, los tiempos de comunicación se fragmentaron. Hay una necesidad de que algunos formatos hilen un poco todo esto y le den cierto sentido. La narrativa es un intento de salir del caos, como cuando uno mira atrás su propia vida y entiende el porqué de las cosas.

P. ¿Las series cumplen esa función de hilvanar, de continuar historias en el tiempo?

R. Curioso, por un lado disminuyó la capacidad de atención, las series son cortas, 30 minutos por episodio. A la vez se volvieron largas: 13 capítulos por serie. Es una telenovela cuyo tiempo lo controla el espectador. El gran monstruo de las plataformas está devorando la literatura. No hay novela con trama atractiva que no sea comprada por las plataformas. Por más que se hable del miedo a la IA, es un gran momento para los narradores, para la gente que inventa tramas.