LIBROS

Juarma: "Si Ayuso dice en mi pueblo que no hay clases sociales, la tiran al pilón"

El autor prosigue con 'Punki' (Blackie Books) el ciclo narrativo iniciado con 'Al final siempre ganan los monstruos'

Juarma, ante una reliquia de los altos hornos, en el Port de Sagunt, este martes.

Juarma, ante una reliquia de los altos hornos, en el Port de Sagunt, este martes. / DANIEL TORTAJADA

Ramón Vendrell

Ramón Vendrell

A Juarma (Juan Manuel López en el DNI; Deifontes, 1981) le salen por las orejas al menos dos cosas por las que muchos escritores matarían (es un decir): historias y personalidad narrativa. Al final siempre ganan los monstruos, su primera novela, se forjó en un grupo de Facebook, tuvo una tirada minúscula y más que subterránea a cargo de Camping Motel Ediciones, sello creado para la ocasión, y en 2021 fue publicada por Blackie Books con notable éxito: 25.000 ejemplares vendidos. También en Villa de la Fuente, trasunto de Deifontes, sucede Punki, nueva entrega de un ciclo generacional que tendrá más títulos. Al habla con Juarma en El Port de Sagunt, donde vive actualmente.

P. ¿Cómo es Deifontes si pasas por allí?

R. Ha cambiado muchísimo respecto a cuando yo vivía allí y está precioso. Hay incluso una papelería que vende libros. La pasada Navidad pusieron luces y parecía aquello Nueva York. Es un pueblo bonito con varios parajes naturales que está a veinte minutos de Granada por la autovía. Pero también está en una zona muy deprimida económicamente [la comarca de Los Montes], que acumula pueblos entre los más pobres de España, entre ellos Deifontes. La gente se dedica sobre todo a hacer temporadas en el campo en Francia y hay mucha albañilería.

P. ¿Cómo es Deifontes vivido desde dentro?

R. Yo lo que más quería era salir de allí. Me habría encantado vivir en el pueblo como está ahora, con actividades hasta para gente mayor. Entonces no había ningún apoyo a la gente joven con una miguilla de inquietud.

P. "Hasta los 37 años me daba igual si me moría a la mañana siguiente", escribe en el fancín biográfico 'Amor y rabia', que se regalaba con la preventa de 'Punki'.

R. No lo digo desde una amargura o una tristeza, pero cuando te matas a trabajar para nada llega un momento en que te da igual todo porque no ves futuro. Es muy jodido pero es así. Ahora mismo ya no siento esa sensación.

Cuando no encontraba trabajo, por lo menos con el dibujo y la escritura tenía algo que hacer para no abrirle la cabeza a la gente con un palo

P. ¿Cómo es la vida a salto de mata, encadenando trabajos precarios en el campo, de albañil, en la hostelería?

R. Ya no solo los trabajos temporales en el campo. Es que te vas a la obra, te llega una crisis y te vas a tomar por culo. Si estás en la agricultura muchas veces tienes que ir sin contrato y si te pasa algo te buscas la vida porque no consta en ningún lado que has estado trabajando allí. Y las épocas que pasas buscando trabajo... He experimentado en la vida muchas situaciones malas, pero la de vivir al día es la peor. Es horrible no poder hacer ningún plan. Te quema y te asfixia. Pero luego también te da una fortaleza. No voy a idealizar eso, pero no te asusta nada. La suerte que he tenido es que siempre he dedicado un tiempo a dibujar y a hacer fancines y a escribir, y eso me ha dado siempre un poquito de orden. Cuando no encontraba trabajo, pues por lo menos tenía algo que hacer para no abrirle la cabeza a la gente con un palo.

P. ¿Ha destruido mucha obra?

R. Muchísima. Historietas no porque me compraban originales y siempre había proyectos de recopilaciones y cosas. Historietas es lo que más he conservado. Por ejemplo yo empecé escribiendo poesía y sobrevivió porque la metí en un archivador que ponía 'Tebeos'. Sobrevivió accidentalmente. En prosa sí he hecho escabechinas.

P. ¿Por qué la quemaba?

R. ¿Adónde iba yo con eso? No tuve máquina de escribir hasta muy tarde y si escribía un relato para un concurso lo tenía que mandar a lápiz. Una vez me planteé dejar de estudiar y escribir una novela, y cuando tenía 40 o 50 folios pensé "cómo coño voy a mandar esto". Tenía mucha voluntad de contar una historia, de construir los personajes, siempre lo he tenido todo muy pensado. Pero llegaba un momento en que veías que no tenía salida y decías: "Lo quemo". Disfrutaba quemándolo. Siempre pensaba: "¿Y si me pasa algo, me atropella un coche o un camión, un patinete no porque no había, y encuentra alguien en mi casa eso?" Joder, en la tumba sentiría vergüenza. Era una manera de librarme del bochorno y de ir aprendiendo. Eso siempre lo he tenido muy claro. A lo mejor suena… siempre he querido tener mi voz, mi forma de contar las cosas, y todo eso servía de aprendizaje.

P. ¿Por qué se atrevía a mover historietas y no narrativa?

R. Cuando me planteé dejar los estudios para escribir no me hizo ni puto caso nadie. En Filología Hispánica me sentía un bicho raro. Yo con esa gente no encajaba. En cambio llevé cuatro hojas fotocopiadas al Salón del Cómic de Granada y le gustaron a todo el mundo, la gente era muy natural, te tomabas unas cervezas con ellos... Y fui tirando por ahí aunque dibujo de una manera un poco estrafalaria, de hecho en el colegio y el instituto suspendia siempre dibujo. Lo otro me aterraba y aún me sigue dando corte.

P. Ahora que está dentro del mundo literario, ¿le sigue pareciendo estirado?

R. Ahora me da igual. Me he ahorrado el proceso de haber tenido que entrar. Yo he escrito unos libros y han salido. Es una cosa con la que no contaba que me iba a pasar. No tengo ni idea de cómo va el mundillo literario.

Si fuera un texto real, pondría 'basado en hecho reales' en la portada"

P. 'Al final siempre ganan los monstruos' era una novela coral. 'Punki' se centra en un personaje, con lo que se acentúa la sensación de que hay muchos elementos autobiográficos. ¿Hasta qué punto lo es?

R. Si fuera un texto real, pondría "basado en hecho reales" en la portada. Todo lo que yo escribo es ficción. Los escenarios son reales, las emociones pueden ser reales, no hace falta ser Sherlock Holmes para ver que muchas cosas son reales, pero es ficción. No me interesa dónde estoy yo en la historia, me interesa más el nosotros y reflejar un contexto. Estas novelas son unos mentirosos contándote historias, te puedes creer lo que quieras.

P. ¿Cómo se sintió empezando a trabajar a los 14 años?

R. Con el paso del tiempo lo ves criminal. Pero somos tres hermanos y mis padres siempre tenían problemas para dejarnos con alguien cuando se iban a hacer temporadas a Francia. Yo soy el mayor y me hicieron el regalo de cumpleaños de llevarme con ellos. Ese año empezaba en el instituto y llegué a mediados de octubre. Me integré fatal. Creo que empecé a ir a clase en enero después de que mis padres fueran a por las notas y les dijeran que yo solo aparecía por Educación Física, Ética e Inglés. Te deconectas un poco. No es que madures, porque sigues siendo un niño, pero aprendes a trabajar, estás con gente más mayor. En resumen, ojalá hubiera más inspecciones de trabajo para que no pasaran cosas así. Pero son cosas que ya no se pueden cambiar y que tengo muy asimiladas. Siento un poco de rabia pero también un poco de orgullo. Intento entender a mi familia. Si tomaban esas decisiones era porque no había otra posibilidad.

La violencia que reflejo está suavizada respecto a la violencia que haya podido ver o en la que haya podido participar

P. Hay mucha violencia en sus dos novelas. ¿La vivió de cerca?

R. La violencia que reflejo creo que incluso está suavizada respecto a la violencia que haya podido ver o en la que haya podido participar. Hay una cosa que vimos un amigo y yo al entrar al instituto que he intentado meterla en los dos libros y no he podido porque es tal salvajada que no resultaría creíble. Intento reflejar la violencia que había, muy estúpida y muy absurda. También había una violencia de "me dejo pegar o pego". Era lo que había.

P. ¿Puede contar ese episodio tan salvaje?

R. No porque quiero intentar meterlo en un libro próximo.

P. ¿De dónde cree que salía toda esa violencia?

R. Estaba en el ambiente. De la rabia de nuestros padres, de nuestros abuelos, de todos los que han penado porque no tenían nada. Ahora hay pelas y la gente se denuncia, antes la gente se descalabraba y ni por equivocación venía nadie. En un pueblo pequeño si alguien le hace algo a un amigo pues ya está la gresca liada. No está puesta la violencia ahí en mis libros para impactarte y que digas"joder, qué tipos más duros", sino para mostrar que es ridícula y bochornosa y a veces cruel.

P. ¿Es desaconsejable pelearse con usted?

R. Ya he cumplido 42 años y no estoy como con veintitantos. Cuando había que defenderse había que defenderse. Con el tiempo aprendes a manejar las situaciones de otra manera y a controlar los impulsos.

Yo del punk me quedé con el 'hazlo tu mismo'. A mí eso como actitud me ha dado la vida

P. ¿La rabia ha sido un motor creativo para usted?

R. Sin esa rabia, ese odio de clase, esas ganas de quemarlo todo nunca habría hecho nada. Está eso, pero también está el amor a las cosas que haces, a dibujar y escribir.

P. ¿Qué es para usted el punk?

R. Yo del punk me quedé con el "hazlo tu mismo". A mí eso como actitud me ha dado la vida. No podía comprarme una guitarra, no podía comprarme una máquina de escribir, pero tenía un lápiz y un papel y más barato que escribir y dibujar...

P. ¿Qué odiaba cuando era adolescente?

R. Creo que menos a mis abuelos y a mis hermanos, a todo lo que se movía.

P. ¿Qué odia ahora?

R. Intento no odiar, pero a la gente que está en contra de los derechos de otras personas o a la gente que está a favor de las desigualdes la odio a muerte y no quiero saber nada de ella. Ahora intento quedarme con lo bueno, y dar todo lo que pueda a la gente que tengo cerca, y hacer las cosas lo mejor que pueda.

P. ¿Qué piensa cuando escucha a Isabel Díaz Ayuso decir que en la Comunidad de Madrid no hay clases sociales?

R. Pues qué suerte tienen en Madrid. Si va a la plaza de mi pueblo, donde están los hombres esperando para echar un jornal y los abuelos que han penado toda la vida para salir adelante, y les dice que no existen las clases sociales igual la tiran al pilón. Estoy bastante desconectado de la actualidad y esa cosa no la había escuchado. Me parecería graciosa si fuera una viñeta. Es contendio como de viñeta.

P. ¿Ve su experiencia vital reflejada a menudo en novelas?

R. Leí una novela de María Huertas Zarco que se llama Nueve nombres, sobre un manicomio de Valencia en el que había mujeres que se habían tirado 40 años encerradas sin motivo y que no tenían ni nombre. En que te quiten la memoria me vi reflejado, porque no he leído una novela ambientada en Los Montes Orientales [zona de la comarca de Los Montes]. Que las mías hayan llegado a las librerías para mí no tiene explicación. Es muy difícil acceder a ese mundo según de dónde vengas.