ESPEJO DE PAPEL

William Chislett, el inglés que resucitó en España a Arturo Barea

Chislett tuvo la gentileza de acudir a la redacción de EL PERIÓDICO DE ESPAÑA para responder sobre la curiosidad que inspira que haya sido el pilar de la recuperación de Barea para la memoria de España

William Chislett, historiador inglés. FOTO JOSÉ LUIS ROCA

William Chislett, historiador inglés. FOTO JOSÉ LUIS ROCA / José Luis Roca

Juan Cruz

Juan Cruz

Un inglés constante, William Chislett, enamorado intelectual de un español transterrado (como llamaba José Gaos a los que fueron expulsado por la guerra), ha rescatado del todo la obra de Arturo Barea, que fue olvidado de España, aislada su memoria en la Inglaterra en la que éste se exilió.

El enamoramiento, intelectual, político, literario, fue lento y denso, decidido, y a él se debe ahora que por fin todas las obras de Arturo Barea sean ampliamente conocidas en las bibliotecas, en las librerías e, incluso, en la conciencia de España. Pues Barea, el autor de La forja de un rebelde, emblema de la escritura sobre la guerra civil que él mismo vivió en sus carnes y en su transtierro inglés, fue durante años preterido, en favor de exiliados quizá más vistosos, e incluso ese libro singular que ya es inolvidable figura en la vida española de ahora como un título que se parece a la vida actual. Pues sin rebeldía, sin la forja de la rebeldía, no se entiende la obligación intelectual de oponerse a la opresión, que era el objetivo intelectual del extremeño.

Barea nació en Badajoz en 1897 y murió en Farington, Inglaterra, en 1957. Fue en la BBC de Londres la voz española, y de la contienda civil española y de la lucha posterior por denunciar los desmanes del franquismo, hacia América Latina. Pasados los años de su muerte y de su desaparición desgraciada de la actualidad literaria española, un inglés milagroso, William Chislett, lo descubrió, se enamoró de su literatura, y de su historia, y se lanzó a rescatar lo que hizo y lo que supone.

Ahora este inglés admirable, que no presume, sino que trabaja en el objeto de su pasión, ha culminado su larga excursión por la vida y la obra de Barea con un libro que recoge dos inéditos (Lucha por el alma española y España en el mundo de la posguerra) que aparecen en el libro que se titula Contra el fascismo y que publica Espasa Clásicos.

Corresponsal que fue en España del diario The Times, en la Transición y después, ya es también español, tarea civil que ha apuntalado con su pertenencia como investigador en el Instituto Elcano, William Chislett tuvo la gentileza de acudir a la redacción de EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, de Prensa Ibérica, para responder sobre la curiosidad que inspira que haya sido el pilar de la recuperación de Barea para la memoria de España, a la que éste sirvió desde el destierro.

He aquí las preguntas y las respuestas de este encuentro.

¿Cómo arranca su pasión por Arturo Barea?

A raíz de la serie de Mario Camus, en el 91 o 92, si no recuerdo mal. Luego, unos años después, descubrí que Barea vivió a las afueras de mi ciudad natal, Oxford, en un pueblo que se llama Faringdon. En 2005 o 2006 fui a ver a mi madre a Oxford y fui a ese pueblo y descubrí una lápida conmemorativa en el cementerio de la Iglesia de Todos los Santos. Resulta que Barea había sido incinerado en Oxford y sus cenizas fueron depositadas en una tumba donde están sus suegros austriacos, los padres de Ilsa; el padre era judío y la madre no. Escaparon de Viena poco antes de la Segunda Guerra Mundial y terminaron viviendo con Arturo y con Ilsa en Farindon. Barea murió en el año 57, después de sus suegros. En los 70, bastantes años después de su muerte y de la muerte de Ilsa, que murió en Viena, en el 73, una amiga de los dos puso una lápida conmemorativa. Esa fue la que descubrí cuando fui a visitar a mi madre. La lápida estaba muy mal y lo comenté con Antonio Muñoz Molina y con Javier Marías y juntos decidimos pagar la restauración. Después dijimos: ¿y dónde habrá vivido exactamente? Buscamos su casa, pero no la encontramos. Le preguntamos a una de sus sobrinas y nos dijo: ¿por qué no ponen una placa conmemorativa en su pub favorito, The voluntaire? Y pusimos una placa ahí, mira la foto. La placa la diseñó un amigo que se llama Herminio Martínez, con tornillos y pegamento para que nadie pudiera arrancarla. Eso fue en 2012 o 2013. Luego dije: me parece que a Barea no lo recuerdan mucho en España. Por eso convencí al Ayuntamiento de Carmena para que Barea tuviera una calle o una placa o algo. Uno de los concejales del Distrito Centro, donde está Lavapiés, nos dijo que ahí estaba la Plaza Agustín Lara y que ahí podíamos ponerle una placa a Arturo Barea. Así se hizo y develamos la placa Manuela Carmena, yo, Elvira Lindo y el embajador británico y Pepe Esteban. Bueno, pues este año habrá otra placa sobre la fachada de lo que fueron las Escuelas Pías, que es donde estudió Barea hasta los 13 años. Entonces, así estamos recuperando la figura de Arturo Barea. Yo empecé a investigar sobre él y encontré unas cartas que le mandó a su hija y otras cosas y dije: estaría bien hacer una exposición con esto. Puse mi archivo en una maleta y se la llevé Juan Manuel Bonet, que dirigía el Instituto Cervantes. Pedimos prestadas otras cosas, como la máquina de escribir de Barea, y montamos la exposición para el Cervantes de Madrid, Manchester y Dublín. Entonces: placas y exposición… ¡figura recuperada! Pero luego dije: ¿y sus obras? Su ensayo sobre Lorca no se publicó en España hasta 2018, a raíz de la exposición. Su ensayo sobre Unamuno se publicó en España en el 2021, en pleno Covid. Pero faltaba este libro. Y ahora sí todas sus obras están disponibles en España. ¡Misión cumplida, ¿no?

Misión cumplida, sí señor. Pero cuénteme qué sentido ha tenido esta misión para usted.

Barea representaba para mí la tragedia de España: exiliado, de familia pobre, un chico muy inteligente, gran escritor… Pero digamos que también representa un exilio fructífero. Gracias a Ilsa tuvo una carrera literaria exitosa. En el 48, Barea se convirtió en británico y, durante casi 20 años, dio cientos de charlas en la BBC, para el servicio de América Latina, y se hizo muy popular.

¿Por qué le ha dedicado tanto tiempo a Barea?

Porque mucha de la historia de España ha sido escrita por ingleses y yo dije: pues yo soy inglés y quiero contribuir.

¿Cómo se va a llamar el libro que va a publicar Renacimiento?

Todavía no tiene título. Se van a publicar más de doscientas de sus charlas en la BBC porque no se publicarán todas. El total es más de 800, así que… no hay espacio. Mira: sus charlas tratan sobre su vida en Inglaterra, pero nunca habló de España en ellas.

¿Cuál es la importancia de Barea para la Guerra Civil Española?

Cuando alguien me pregunta a mí qué libro le recomiendo para entender la historia de España, siempre digo que hay que leer a Barea para que se entiendan los primeros cuarenta años del siglo XX español. Porque me parece más didáctico ver la historia a través de los ojos de una persona. De hecho, el año pasado The Economist sacó un pequeño artículo con el título Los mejores libros sobre España y en esa lista estaba la trilogía de Barea. The Guardian ha hecho lo mismo y también en su lista aparece Barea. ¡Es que Barea representa la tragedia de España! Por eso no sé por qué su trilogía ha sido descatalogada…

¿Por qué un anglosajón como usted se ha empeñado en que Arturo Barea no muera?

Repito: si yo no hubiera nacido en Oxford y Barea no hubiera vivido tan cerca a lo mejor no me hubiera interesado tanto en él. Pero como su lápida estaba a media hora de la casa de mi madre, pues… Además, mis primeros seis años de vida son los últimos seis años de Barea. Eso me llamó la atención también. Si él hubiera vivido más tal vez habría vivido el fin del franquismo y él habría venido y entonces yo lo habría conocido, ¿no te parece? Me gusta pensar ese tipo de cosas.