LITERATURA

Capítulo Uno: la charla literaria se apodera de Matadero

La segunda edición del festival trae a Madrid algunos de los autores más relevantes del panorama nacional e internacional

Elisabeth Duval y Édouard Louis, en una de las charlas organizadas en Capítulo Uno.

Elisabeth Duval y Édouard Louis, en una de las charlas organizadas en Capítulo Uno. / CAPÍTULO UNO

Desde ayer y hasta el próximo domingo 26 de marzo, se celebrará en Madrid la segunda edición de Capítulo Uno, festival Internacional de literatura organizado por Matadero Madrid en colaboración con La Casa del Lector. En estas tres jornadas, el público que se acerque hasta el popular barrio de Legazpi podrá escuchar a escritores españoles y extranjeros de primera línea, entre los que se encuentran Enrique Vila-Matas, Irvine Welsh, Maggie O’Farrell, Andrés Felipe Solano, Pau Luque y varios autores que forman parte de la Hallyu, la ola cultural surcoreana. Además, el festival se completa con sesiones de música electrónica, un ciclo de cine de Corea del Sur, un festivalito dedicado a los más pequeños con talleres, podcast, encuentros con autores y cómic coordinado por los miembros del Colectivo HUL y un concierto para toda la familia a cargo de La Fantástica Banda, que ha puesto música a textos de poetas y escritores como Pedro Mañas, Mónica Rodríguez, Carmen Gil, Javier Salinas y Blanca Lacasa. El único target de público que queda un tanto desatendido en Capítulo uno son los adolescentes, protagonistas, sin embargo, de fenómenos como Wattpad, toda una revolución en lo que se refiere a la literatura colaborativa.

Aunque tradicionalmente se ha sostenido que España es un país en el que se edita más de lo que se lee, desde la pandemia el porcentaje de lectores frecuentes no solo ha crecido sino que se ha consolidado. Según los datos del Ministerio de Cultura y Deporte, un 64% de la población considera la lectura una actividad de ocio y un 52% compró libros a lo largo del ejercicio 2021 —un incremento de 0,6 puntos respecto al año anterior—, decantándose principalmente por el libro físico, que vuelve a recuperar terreno frente a los soportes digitales.

Este buen momento del sector editorial fue refrendado por Patricia Escalona, comisaria de Capítulo Uno que, en su intervención inaugural del festival, afirmó convencida y a sala llena que, a pesar de todos los cambios y transformaciones experimentados en los últimos tiempos, "la literatura ha sobrevivido". Para los que aún alberguen dudas, no tienen más que pasarse por el auditorio de La Casa del Lector y ver las colas de acceso a las charlas, algunas de las cuales están ya a punto de agotar las entradas. Un detalle importante, habida cuenta de que, a diferencia de otros eventos semejantes, los actos de Capítulo Uno son de pago.

Literatura con raíces proletarias

La sesión inaugural de ayer contó con dos charlas. La titulada Creatividad sin límites, en la que la escritora londinense Bernardine Evaristo conversó con Mar García Puig sobre su particular proceso de escritura que ella misma ha denominado "ficción fusión", donde mezcla la prosa con el verso libre, el estilo directo y el indirecto, y La literatura hiriente, en la que el escritor francés Édouard Louis respondió a las preguntas de Elisabeth Duval en un momento en que ambos autores están de actualidad, aunque por diferentes causas.

Duval, que a sus 22 años era posiblemente la persona más joven de la sala, había sido objeto de los ataques de Pablo Iglesias a través de las redes sociales día anterior y, ayer mismo, llegaba a las librerías Cambiar métodos, la nueva novela de Édouard Louis de la cual leyó un fragmento del capítulo uno en su idioma original.

Además de ese hecho coyuntural, Duval y Louis comparten algunos otros aspectos tanto en lo que se refiere a sus biografías como a su obra. Por ejemplo, proceder de familias proletarias en las que la cultura no estaba demasiado presente. Un hecho que, lejos de haber sido olvidado, ha sido empleado como material para sus libros. "Si una vida se ve arrasada por una reforma laboral, ¿cómo no se va a escribir sobre ello?", le preguntaba Duval a Louis, cuyo padre sufrió el acoso de las autoridades francesas para reincorporarse al trabajo después de sufrir un accidente bajo la amenaza de perder las ayudas públicas que recibía y cuyo hijo, hermano del escritor, murió por problemas derivados de su situación de exclusión y pobreza.

"Siempre se habla de los hombres blancos y heterosexuales como los que ostentan el poder, pero en el caso de mi familia fue justamente ese poder lo que les acabó destruyendo. Mi padre era autoritario porque consideraba que eso era ser un hombre. En la escuela no respetaba la autoridad porque pensaba que un hombre debía comportarse de esa manera desafiante. Si a mí no me destruyó ese poder fue, únicamente, porque nunca lo tuve", explicaba Louis que contraponía la personalidad de su padre a la de su madre, víctima de esa actitud autoritaria pero que, a diferencia de su esposo, consiguió emanciparse.

"En la literatura el héroe que consigue escapar a su hecho social es aquel que es el más inteligente. En mi caso y en el de mi madre, lo que nos permitió salir fue el darnos cuenta de que éramos menos libres", explicaba el escritor francés que, como les sucede a los supervivientes de hechos traumáticos y emocionalmente devastadores, reconocía sentir una mezcla de felicidad y culpa.

A pesar de ese sentimiento, o posiblemente a consecuencia del mismo, el escritor francés reivindicó el papel de la literatura como herramienta de confrontación. Según Louis, en un mundo hiperconectado la escritura ya no debe jugar un papel meramente informativo, sino que debe exponer con nombres y apellidos a aquellos que son responsables de la indefensión, precariedad y pobreza de gran parte de la sociedad. De hecho, Duval y Louis volvieron a coincidir en que, muchas de esas críticas que se hacen a la literatura actual por parte de algunos críticos, como su exceso de melancolía, su sentimentalismo o su carácter coyuntural por no abordar temas intemporales sino hechos de la historia reciente, no son más que formas que la élite cultural y política tiene de ejercer violencia de clase o de género contra los autores que no proceden de esas oligarquías sociales.

"¿Por qué no van a hacer llorar mis historias si lo que describo son vidas de personas que sufren? ¿Por qué hemos permitido que la melancolía sea solo válida cuando la utilizan las clases dominantes?", se preguntaba Louis, que no oculta la satisfacción que le genera ser invitado a eventos que, de no haber sido por la literatura, hubieran resultado inalcanzables. "Cuando me invitan a este tipo de festivales a veces pienso que es una forma de recuperar todo el dinero que me ha robado la clase dominante", una frase que resonó como un trueno en un recinto como Matadero, gestionado por un ayuntamiento en manos del partido de la Gürtel y la Púnica.