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Rudi Vrba: el primer judío que escapó de Auschwitz y trató de advertir al mundo de las atrocidades nazis

El periodista británico Jonathan Freedland recoge en 'El maestro de la fuga' el relato de un hombre cuyo nombre debería figurar en la historia junto a otros históricos héroes del holocausto como Ana Frank, Oskar Schindler o Primo Levi

Rudolph Vrba, en Londres unos años después de la guerra.

Rudolph Vrba, en Londres unos años después de la guerra.

Con solo 19 años, Jonathan Freedland acudió con su padre a un cine de Londres para ver Shoah, un documental estrenado en 1985 y dirigido por Claude Lanzmann, con una duración aproximada de diez horas, que reúne testimonios en primera persona de víctimas, testigos y verdugos del exterminio judío por parte de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.

Para Freedland fue una experiencia extraña ver aquella interminable sucesión de personas grises, ancianas, que habían sufrido tanto. Pero hubo un personaje que le llamó la atención. Estaba lleno de carisma y, según recuerda, guardaba cierto parecido con Al Pacino en Scarface. Llevaba un abrigo de cuero, tenía una cabellera espesa, oscura y lustrosa y, curiosamente, hablaba en inglés, cuando todos los demás participantes en la película hablaban en polaco, ruso o alemán. Más que una figura del pasado, era una persona actual, dinámica y que, como de pasada, explicaba que se había escapado de Auschwitz.

El documental no prestaba mucho interés a un hecho que para un chico de 19 años parecía algo importantísimo. Era casi imposible que un prisionero judío escapara de Auschwitz, casi nadie lo había conseguido. Y, desde entonces, Freedland supo que alguna vez investigaría su historia, era solo cuestión de tiempo.

Ahora, tras haberse convertido en columnista de The Guardian y publicar regularmente en The New York Times, el autor se ha visto con fuerzas suficientes para escribir El maestro de la fuga, un libro en el que repasa la historia de aquél hombre que ha pasado a la historia como Rudi Vrba.

P. ¿Por qué decidió escribir este libro precisamente ahora?

R. Durante 40 años he estado pensando en hacerlo y tras darme cuenta de que estábamos en un mundo acosado por las mentiras, con ejemplos tan obvios como la campaña del Brexit y la de Trump en 2016, pensé que Rudi lo había arriesgado todo para sacar la verdad de debajo de una montaña de mentiras. Su ejemplo me pareció una especie de caso definitivo de lucha contra la post verdad y las fake news.

P. ¿Quién fue Rudi Vrba (o Walter Rosenberg)?

R. Rudolf Vrba fue un hombre extraordinario que nació como Walter Rosenberg (se cambió el nombre tras su fuga) hace casi 100 años, en 1924. Creció en Eslovaquia y fue un niño muy inteligente con un don para los idiomas y para la ciencia. Pero lo principal que lo distinguió fue que cuando, como judío, se le exigió que se presentara en una fecha determinada para ser deportado al este, simplemente se negó a hacerlo. Encontró la orden, según sus palabras, "estúpida". Y así comenzó la primera de lo que sería una larga serie de fugas. Por eso llamé al libro El maestro de la fuga, porque él fue un escapista en serie a lo largo de su vida, negándose a cumplir con cualquier mandato que restringiera su libertad o amenazara su vida. Tras ser detenido e internado en Auschwitz, Rudi se da cuenta de lo que es ese lugar realmente. Y planea algo descabellado: huir del campo para informar al mundo de lo que estaba ocurriendo ahí para que las potencias extranjeras actuasen y los judíos se sublevasen. Es uno de esos casos que escapan un poco a la razón.

P. ¿De dónde sacó la fuerza para intentar algo así?

R. Creo que, primero, tenía el impulso de ser libre, algo que marcó a Rudi desde el principio. Incluso de niño, era alguien que anhelaba ser libre. Y eso le hizo rechazar cualquier instrucción bajo cualquier régimen, en cualquier país, que restringiera su libertad. Pero además de eso tenía la intuición de que una de las armas más importantes de los nazis era el engaño. Les mintieron a sus víctimas para que subieran de una manera tranquila y ordenada a los trenes que les llevarían a la muerte. Creían que estaban comenzando una nueva vida en el este, porque eso era lo que les habían dicho. Y ese orden y calma fue esencial para los nazis y su método de asesinato en masa. Su cadena de montaje de la muerte no podía funcionar sin él. Rudi se dio cuenta de que la única forma en que podría arrojar arena a los engranajes de esa máquina de matar era rompiendo ese engaño y acabando con la ignorancia de los judíos de Europa, para que por fin supieran su destino. Así que creo que tanto su perspicacia como su edad jugaron un gran papel, junto con el puro valor físico y el tremendo ingenio. Por no hablar de su asombrosa memoria, que le permitía almacenar los datos de la muerte en su cabeza.

El periodista británico Jonathan Freedland.

El periodista británico Jonathan Freedland. / Philippa Gedge

P. Tras escapar de una forma increíble que cuenta muy bien en el libro, Vrba y su compañero de fuga, Alfred Wetzler, redactan un informe para denunciar el holocausto nazi. ¿Bajo qué condiciones lo hicieron?

R. Llegaron a la pequeña comunidad judía de Eslovaquia, los que quedaban, y en el sótano de un hogar de ancianos judíos en la ciudad de Zilina dictaron todos los hechos de los que habían sido testigos a los líderes judíos. Salió un informe de 32 páginas.

P. ¿Cómo empezaron a moverlo en una época en que no existían las redes sociales? Hoy es casi inconcebible que no produjera una conmoción internacional.

R. El informe no se podía enviar con solo pulsar un botón, como se haría hoy. Cada copia tenía que ser mecanografiada a mano y luego pasar de contrabando a través de la Europa ocupada por los nazis, lo que era toda una hazaña. Fue pasado en secreto, de mano en mano y a través de las fronteras, por activistas de la resistencia y diplomáticos, hasta que finalmente llegó a los escritorios de Churchill en Londres, Roosevelt en Washington y el Papa en Roma.

P. Hay un capítulo muy oscuro en esta historia que involucra a judíos que conocían el informe (como el caso del dirigente judío Kasztner en Hungría) y prefirieron salvar a una élite que alertar a la mayoría, lo que llevó a la deportación masiva y el asesinato de miles de personas. ¿Cómo pudo pasar algo así?

R. Parte de la explicación es simple incredulidad. Había colegas de Kasztner en Budapest que simplemente no podían creer lo que les decían: asumieron que el informe era, como dijo uno, el producto de la imaginación febril de dos jóvenes impetuosos. Pero también se dice que Kasztner tenía otras razones para no publicar el informe. Algunas personas dicen que no transmitió el informe porque no quería poner en peligro las negociaciones en las que estaba involucrado personalmente con los propios nazis, con el objetivo de salvar a los judíos de Hungría. Otros dicen que esas conversaciones, con Adolf Eichmann y otros, tenían un objetivo diferente: no salvar a los judíos de Hungría, sino salvar a una pequeña fracción de esa comunidad. Al final, Kasztner salvó a 1684 judíos que fueron puestos en un tren que los llevó a un lugar seguro. Muchos de ellos eran amigos y parientes suyos. Sus críticos creen que el precio que los nazis sacaron de Kasztner por esas vidas fue su silencio, de ahí su negativa a publicar el informe escrito por Fred y Rudi. Si ese es el caso, entonces habría salvado 1684 vidas a expensas de las vidas de los 437.000 judíos húngaros que fueron enviados a las cámaras de gas en solo 56 días.

P. Quizás lo más impactante de toda esta historia es que cuando el informe llega a personas realmente importantes, no pasa nada.

R. Creo que hubo múltiples razones por las que los Aliados, por ejemplo, no intentaron bombardear las vías del tren que iban hacia los campos de exterminio nazis, que fue lo que solicitaron los líderes judíos cuando hicieron circular el informe de Fred y Rudi. Una objeción era práctica. La fuerza aérea tanto en Londres como en Washington decidió que habría sido una "distracción" de su esfuerzo de guerra. Y estaban convencidos de que la mejor manera de ayudar a los judíos era derrotar a Adolf Hitler. También había un cierto grado de prejuicios. En parte, eso significaba que no siempre se creían los informes judíos sobre asesinatos en la Europa nazi. Se pensaba que los judíos exageraban. También sucedió que, tanto en Londres como en Washington, los políticos se mostraron reacios a que su país pensara que estaban peleando la guerra por el bien de los judíos. Los líderes se preocuparon de que hubiera una reacción violenta contra la guerra si la gente pensaba que era para salvar vidas judías.

P. Dice que Rudi Vrba debería ser uno de los héroes del Holocausto a la altura de Ana Frank o Primo Levi. ¿Por qué no lo está?

R. Gracias al informe Vrba-Wetzler y la serie de movimientos diplomáticos que puso en marcha, finalmente se salvaron 200.000 vidas judías en Budapest. ¿Por qué no está clasificado junto a esas figuras? Creo que en parte porque Rudi fue un testigo incómodo. Incluso ahora que los supervivientes del holocausto son muy, muy viejos, esperamos que de alguna manera nos consuelen, que nos digan que, al final, los seres humanos somos buenos. Pero Rudi se negó a hacer eso. Él señaló con su dedo acusador a todos aquellos que no habían transmitido o actuado de acuerdo con el informe que él y Fred habían sacado de contrabando de Auschwitz. Como una vez le dijo a un productor de televisión de la BBC: "No soy el cliché sobreviviente del Holocausto". Y el resultado fue que la gente no lo invitó a las plataformas que podrían haberlo hecho famoso. Dicho de otra manera, estaba contando una historia que no era cómoda de escuchar: la gente quería que le dijeran que todos los que no estaban del lado de los nazis eran héroes, que los Aliados (Estados Unidos y el Reino Unido, así como los judíos líderes en Hungría) se comportaron perfectamente. Y Rudi insistió toda su vida en decir que la historia no era tan simple como eso.