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Elena Trapé se deja querer en el Festival de Málaga con su película 'Els encantats'

Elena Trapé, en el centro de pie, junto al actor Daniel Pérez Prado, os productores Marta Ramírez y Fernando Riera, el guionista Miguel Ibáñez Monroy y la actriz Ainara Elejalde.

Elena Trapé, en el centro de pie, junto al actor Daniel Pérez Prado, os productores Marta Ramírez y Fernando Riera, el guionista Miguel Ibáñez Monroy y la actriz Ainara Elejalde. / EFE

La directora catalana Elena Trapé es particularmente querida en el Festival de Málaga que le dio un buen empujón a su segunda película, Les distancies, con las biznagas a la mejor película, dirección e interpretación, así que las posibilidades que se abren con Els encantats, que participa este domingo en la sección oficial, huelen a éxito. Este drama intimista nace de las conversaciones que Trapé ha mantenido con sus amigos y de su propio estado de la ánimo, en fin de la vida misma. En especial de ese momento en el que nos vemos obligados a cerrar una etapa sentimental que nos vapulea de arriba abajo y no sabemos a dónde dirigirnos. Y para llevar a esto a cabo, Trapé cuenta con una superlativa aliada, Laia Costa, que acaba de recoger el Goya a la mejor actriz por sus Cinco lobitos y sigue trabajando imparable. No ha podido acudir a Málaga porque está rodando en La Rioja con Isabel Coixet la adaptación de la novela de Sara Mesa Un amor.

Costa en Els encantats es Irene, una mujer que se ha separado recientemente, con una hija que ha quedado al cuidado del padre, y que en pleno trajín de cambio de piso, decide hacer un paréntesis para acudir al pueblo de su madre, Antist en la Vall Fosca, en el Pallars. “Yo a Laia, la quiero”, explica Trapé para explicar desde la emoción lo que ha supuesto trabajar con la actriz . No hay muchas intérpretes que como ella sean capaces de revelar las turbulencias interiores del personaje con esa trasparencia. “Pensé en ella tras una conversación con Isabel Coixet, cuando yo estaba haciendo el casting y ella me dijo que Laia era madre. Eso era algo que yo tenía muy claro: mi actriz debía serlo. Cada vez que veo la película, y la he visto muchas veces, percibo en ella nuevos matices en la interpretación. Es algo brutal”, explica Trapé que es madre a su vez y conoce bien las trampas y contradicciones de la condición.

En el pueblo Irene se va encontrando con una serie de personajes que ayudan al espectador a entender todas las capas de su conflicto. “El caso más evidente el de ese chico (Daniel Pérez Prada) que llega allí y con el que podría entablar una nueva relación: eso nos ayuda a entender ese momento en el que no estás preparado para tener una intimidad con alguien por muy estupendo que parezca o sea. Luego está Agustí (Pep Cruz), el último habitante del pueblo que se ha empeñado en recuperar el lugar y que simboliza el hogar,: Así como Gina (Ainara Elejalde), una joven que evidencia la energía y la determinación que quizá Irene ha perdido” .

El campo como estado mental

Fundamental en la narración es el peso del paisaje, la Vall Fosca, un lugar que Trapé conoció a través de una amiga cuya casa familiar sirve de localización en su película. “El personaje de Agustí existe. Es un homenaje que le hicimos al último niño que nació allí y que ha dedicado toda su vida a que el pueblo no se declare en abandono. Todo lo que aparece en la vida es tal cual, los bares, los restaurantes… En un lugar con solo 280 habitantes permanentes y en cada pueblo, apenas uno o dos”. La

directora se define como urbanita vocacional pero muchas veces fantasea con la casa en el campo: "Estar en un piso no significa nada y el campo te obliga a vincularte a la tierra. El problema es que rodeada de silencio e inmensidad te vas a ver obligada a enfrentarte a ti misma”.

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