HASTA EL 11 DE MARZO

Festival de Jerez: el kilómetro cero del baile flamenco

El evento, que llega este sábado al final de su 27 edición, reúne a la afición de hasta 38 nacionalidades distintas en torno a los espectáculos y los cursos que ofrecen bailaoras como las Premios Nacionales Olga Pericet y Ana Morales

Ángeles Castellano

Ángeles Castellano

Alemania, Israel, California, Nuevo México, Singapur. Parecen personajes de La Casa de Papel, pero en realidad son los lugares de origen de cinco amigas que lo son gracias al Festival de Flamenco de Jerez. Se conocieron aquí en 2018, les unió su afición al baile (todas bailan a diferentes niveles en sus lugares de origen) y sus ganas de conocer una de las cunas del flamenco. Desde entonces, pandemia mediante, reservan una semana de febrero para disfrutarlo y seguir profundizando: taller por la mañana, conciertos por la noche. Se encuentran para cenar la noche previa al arranque, se ponen al día del último año y se preparan para vivir en plenitud la semana de flamenco que les queda por delante.

La de 2023 es la edición número 27 del festival. Entre el 24 de febrero y el 11 de marzo se han venido ofreciendo dos o tres espectáculos diarios en diferentes espacios escénicos de Jerez de la Frontera, con el Teatro Villamarta a la cabeza y casi todas las entradas vendidas. No suelen ser grandes estrenos. Este año, la programación ha recogido algunos de los espectáculos estrenados en la pasada Bienal de Flamenco de Sevilla -Olga Pericet, Eva Yerbabuena, Lucía Álvarez la Piñona, Israel Galván, Patricia Guerrero, Marco Vargas y Chloé Brûle, María Moreno, Paula Comitre, entre otros-, la propuesta más reciente de la flamante Princesa de Asturias, María Pagés, el Ballet Nacional y artistas locales como María José Franco, María del Mar Moreno y Mercedes Ruiz, o casi locales, como Marco Flores.

El público es fundamentalmente extranjero, aunque algunos espectáculos sí cuentan con el favor del público local. En estos días se han podido oír, a las puertas del teatro, toda clase de acentos e idiomas, de hasta 38 nacionalidades distintas. Pero son aficionados cabales. Olga Pericet, bailaora, lo explica: "A mí me gusta mucho el entendimiento del público en Jerez, es más abierto".

Nacida en Córdoba en 1975, para esta bailaora, Premio Nacional de Danza en 2018 en la modalidad de Interpretación, el desarrollo de su carrera está muy ligado al Festival. "Aquí, aunque no conecten con lo que estás haciendo, te escuchan". Ella lo vivió en primera persona. A pesar de que ya tenía una carrera en el baile, su presentación junto a Belén Maya de Bailes tristes para personas alegres le dio en 2010 el impulso definitivo.

Pericet ha venido a Jerez este año a presentar su último espectáculo que estrenó en la Bienal de Sevilla, La leona, pero además, convive una semana con su propio público a través del taller sobre técnica y estilo de los 'abandolaos'. Los cursos (alrededor de 40) son el corazón del festival y están organizados por éste, que decide la materia (los palos) y los profesores/artistas que los impartirán: normalmente, nombres de especial relevancia en ese año o muy vinculados en su trayectoria al festival. Acuden fundamentalmente mujeres extranjeras, y el rango de edad es amplio: las más jóvenes son las que tienen un acercamiento más profesional al flamenco, porque lo desarrollan de forma profesional o semiprofesional, a veces en la enseñanza, en sus lugares de origen, o por ser bailarinas de otras disciplinas que quieren acercarse al flamenco. Las más mayores quieren conocer el flamenco desde dentro. Pero las cursillistas son las que garantizan el funcionamiento de un festival que depende, en un 60%, de los ingresos de su propia taquilla.

"Es un público muy aficionado", explica la directora del festival y del teatro Villamarta, Isamay Benavente (La Línea, 1965). La reserva de un curso, explica, incluye un paquete de seis entradas para ver espectáculos en la semana del taller. "La gente nos compra los cursos sin saber qué espectáculo va a ver, confía mucho en nosotros. Es un festival muy consolidado".

Las cursillistas suelen repetir profesora. Las siguen a lo largo del año y quieren profundizar en su manera de entender el flamenco, convivir con ellas, aprender elementos que tienen que ver con su filosofía artística. Otras, más profesionalizadas, pretenden ampliar conocimientos de la mano de los artistas más relevantes del momento y los grandes maestros.

Existe el tópico del aficionado japonés, un país ligado al flamenco desde hace décadas por su gran afición, pero Benavente desmiente que sea el principal lugar de origen de los espectadores de Jerez. En 2023, Alemania es la primera nacionalidad y Francia le sigue muy de cerca, siempre al mismo nivel que Japón. Estados Unidos, sobre todo California y Nuevo México, es otro de los países que más aficionados trae al festival.

También Brasil. Brasileñas son las cuatro amigas que participan en el curso sobre técnica y conciencia del movimiento y baile por caña de Ana Morales (Barcelona, 1982), Premio Nacional de Danza 2022 en la modalidad de Interpretación. Morales explica que lleva tiempo trabajando en esto y las cursillistas siempre le pedían que ampliase el tiempo que le dedicaba a la técnica, así que se lo propuso a Benavente. El objetivo es que conozcan el por qué de los movimientos, y que permitan al cuerpo expresarse con naturalidad. "Ellas agradecen que sea generosa en ese aspecto y les dé herramientas para conectar con su propio baile, que al final es el objetivo del flamenco".

A la salida del taller, las cursillistas le piden fotos. En las calles de Jerez, Morales, como Pericet, conviven con el resto del público y es posible verlas cada noche en el patio de butacas como espectadoras de los compañeros o en los tabancos de los alrededores del Villamarta degustando un vino de la tierra. "Para nosotras también es una semana de aprendizaje total", explica Pericet. "La otra noche estábamos en La Reja [uno de los locales de la zona] y uno canta, te pegas una pataíta por bulerías y las alumnas te siguen. Se crea una convivencia muy bonita, que es lo que nos gusta a todos y hace que el flamenco sea mágico, vivo, algo que cada vez ocurre menos en los festivales", añade Morales. "Y luego, en el teatro, el público lo recibe todo con mucha voracidad y mucho respeto".

María José Franco (Cádiz, 1977) es una artista local. Este año, además de en su faceta formativa, presenta en el Villamarta Bailar para ser, un estreno de baile tradicional flamenco sin más argumento que ese. Por las mañanas, ofrece un curso de nivel básico -Técnica de los caracoles con mantón-, y explica que además de la técnica que explica en el curso, también entrega lecturas a sus cursillistas para que sigan profundizando. Ella, que debutó en el festival en su primera edición como bailaora principal del Ballet Flamenco de Andalucía (entonces llamado Compañía Andaluza de Danza, dirigida por María Pagés), mantiene abierta una academia de baile todo el año y, explica, en las tres semanas que dura el Festival de Jerez recibe numerosas peticiones de cursos y clases privadas. Como presidenta de la asociación de escuelas de flamenco de Jerez, reclama un mayor acercamiento del festival al público infantil, con el que ella trabaja todo el año. "Deberíamos crear una fórmula que permita a los niños que están empezando a acercarse al flamenco acudir al teatro, es la única manera de que entiendan la magia que tiene y sean los aficionados del futuro".

Cuna de flamenco

El festival pudo consolidarse gracias al público extranjero. En 1999, cuando organizaba su segunda edición, una chica belga que apenas había cumplido 18 años vino al festival por primera vez. Céline García Navio se apuntó a las clases del bailaor Javier Latorre, que enseñaba alegrías a partir de La aurora de Nueva York de Enrique Morente, y en el taller trabó amistad con un chico de Arcos, una localidad a 35 km de Jerez. Tocaba la guitarra y estaba empezando a formarse en el baile. Aquel chico es Marco Flores (Arcos de la Frontera, 1981), que en la edición de 2023 ha presentado en Jerez su décimo espectáculo, Sota, caballo y reina, jondismo actual, inspirado en el Concurso de de Cante Jondo de 1922. "Para él era un poco diferente, aunque estoy casi segura de que era la primera vez que se apuntaba a una masterclass", explica Céline. "Él bailaba de una forma muy bonita, y aprendía muy rápido".

El caso de Flores no es único. El festival ha visto crecer la carrera de muchos bailaores que tuvo primero como cursillistas: Leonor Leal o David Coria son otros ejemplos. "Marco es un artista de artistas, el otro día el patio de butacas del Villamarta estaba lleno de otros compañeros que veníamos a verle bailar con mucho respeto", explica Pericet sobre la presencia de Flores en Jerez. "En este festival siempre me queda el recuerdo de que después de un gran espectáculo que te hace vibrar, como ocurrió el otro día con Marco, vivimos una buena fiesta. Estábamos todos en La Reja, fue una fiesta de aprender y ver cómo se baila y cómo se canta en Jerez, todo el mundo fue bienvenido. Las cursillistas tanto como los artistas".

"Yo digo siempre que soy la directora de la crisis"

Isamay Benavente llegó a la dirección del Festival de Jerez poco antes de que estallara la Gran Recesión, que dejaría a Jerez como el segundo municipio más endeudado de España (que sigue siendo en 2023). Sin embargo, ella explica que el festival no sufrió tanto, a pesar de que el Ayuntamiento estuviera hundido, pero sí tuvo que aparcar las ideas que tenía en mente para ampliar la cita. Ahora, explica, trabaja para hacer crecer el público nacional. "Yo quisiera que este se convirtiera en un festival como el de Almagro, o el de Avignon, que fuese una cita obligada también a nivel nacional". Además, en próximas ediciones dice querer vincular el festival con actividades en torno a la industria del flamenco, y sumarse a las tendencias de coproducciones y apoyos artísticos a través de residencias. "Aquí hay espacios para hacerlo, sólo hace falta que el Ayuntamiento se los plantee y permita habilitarlos".