LOS PREMIOS DEL CINE

Oscar 2023: ¿Quién vota y cómo funcionan los premios?

Respuestas a las numerosas preguntas que surgen año tras año sobre el funcionamiento de la Academia de Hollywood y el proceso de selección y entrega de los galardones

Estatuillas de los premios Oscar.

Estatuillas de los premios Oscar. / EFE

Año tras año, entre aquellos que siguen con pasión el largo proceso de selección que culmina en la entrega de los premios Oscar, surgen varios interrogantes tras los anuncios de las nominaciones y sobre todo justo después del reparto de las estatuillas. ¿Cómo ha podido pasar algo así? ¿En qué estaban pensando los votantes? ¿Y quién demonios son los votantes? A solo unos días de la 95ª edición de los galardones, proponemos algunas respuestas.

¿Quién decide los premios?

Los Oscar son propiedad de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos, que se compone enteramente de profesionales que han acreditado su participación efectiva en la industria. Para formar parte de ella es necesario o bien ser apadrinado por al menos dos de sus miembros o bien haber recibido una nominación al premio. Solo los académicos que demuestren haber trabajado en al menos una película en los últimos 10 años tienen derecho a votar; en concreto, este año han participado en la elección 9.579 personas, un 65 % más que las que lo hicieron en 2014. 

¿Cuál es el perfil del académico?

En los últimos tiempos la Academia se ha esforzado por aumentar la presencia de mujeres, minorías raciales y talentos procedentes de otros países en su seno. La asociación se organiza por secciones; hay una sección para los guionistas, otra para los directores, otra para los montadores, otra para los intérpretes y así hasta 17. En general, cada una de ellas confecciona la lista de nominaciones de las categorías vinculadas a su propia disciplina profesional, y todos los académicos tienen derecho a participar en las nominaciones a la Mejor Película.

¿Cómo se elaboran las candidaturas?

En cada categoría existe lo que se conoce como un “número mágico” de votos necesario para lograr una nominación. Para determinarlo, se toma el total de votos recibidos para una categoría específica y se divide por el número de nominaciones a determinar más uno; así pues, en aquellas categorías que se componen de cinco candidatos -la mayoría-, el montante de votos inicialmente se divide entre seis, y el proceso se va repitiendo hasta completar la lista de aspirantes. Para elaborar la lista de candidatos a Mejor Película, que se compone de 10 títulos, el total de votos se divide inicialmente entre 11. Es complicado. Sobre el papel, la elección de los ganadores es más sencilla: una vez decididos los nominados, cada académico emite un voto por categoría y listo. 

El ‘voto preferencial’ a Mejor Película

En la categoría de Mejor Película, sin embargo, se usa un sistema llamado Voto Preferencial. De entrada, los votantes deben clasificar a los nominados de mayor a menor favorito, y si una nominada logra ocupar el primer puesto en más del 50 por ciento de los votos automáticamente se convierte en la ganadora. Eso, en cualquier caso, casi nunca pasa, de manera que los votos son sometidos a una sucesión de recuentos hasta que una de las nominadas alcanza ese objetivo. El sistema favorece que, a menudo, la ganadora acabe siendo no una película que levanta pasiones -en uno u otro sentido- sino una que genera simpatía generalizada y no disgusta a nadie.

Los sobres con los ganadores

Tras completar el proceso de contabilización, la empresa consultora PricewaterhouseCoopers ensobra los nombres de los ganadores, por duplicado en previsión de robos o extravíos, y deposita los sobres en sendos maletines que dos empleados de la firma se encargarán de transportar hasta la gala, por separado y acompañados de guardaespaldas. Las medidas de seguridad, por supuesto, no garantizan nada; para demostrarlo no hay más que acordarse de la gala de 2017, durante la que el Oscar a la Mejor Película fue otorgado erróneamente a La La Land durante unos segundos.

¿Sirven los Oscar para recompensar la calidad?

Si usted está entre quienes creen que la respuesta a esa pregunta es afirmativa, quizá esté interesado en comprar un terrenito en la luna; para demostrar lo contrario, después de todo, basta con recordar que Hollywood es un lugar muy pequeño en el que todos se conocen y hacen negocios los unos con los otros -y se casan y se divorcian, y se van de fiesta juntos, y comparten secretos y rumores-, y que en el mundo del arte la calidad es exclusivamente cuestión de gustos y subjetividades. En realidad, el criterio que impera a la hora de adjudicar los Oscar es una gran campaña de politiqueo que cada año se inicia solo unas semanas después de la ceremonia de entrega y se prolonga durante los siguientes 10 meses, y que durante los últimos cinco se vuelve especialmente encarnizada.  

Politiqueo, ‘influencers’ y músculo financiero

Para participar en ella, en función de su músculo financiero, las pequeñas productoras y los grandes estudios pueden gastarse entre unos miles de dólares y varias docenas de millones. Cuanto más, claro, mejor. Necesitan que los académicos vean sus películas, que conecten con ellas y que se acuerden de ellas a la hora de votar, y con ese fin se organizan cócteles, cenas y desayunos, y demás eventos presentados por celebridades e influencers; se organizan proyecciones durante las que actores y actrices hacen apariciones inesperadas; se llenan las agendas de participaciones en podcasts y programas de televisión; se destinan partidas enormes de presupuesto a publicidad enviada por correo o insertada en prensa, redes sociales, vallas y estaciones de metro, o en aviones privados que recorren el país sin cesar. 

Cada película apuesta por una narrativa

Se trata de generar una narrativa alrededor de los potenciales candidatos y candidatas con la intención de decantar hacia ellos el favor de los académicos, y todas las ficciones que este año aspiran al Oscar a la Mejor Película abanderan una: Todo a la vez en todas partes encarna la innovación, el cine del futuro. Sin novedad en el frente, Tár y Ellas hablan, por ejemplo, son obras que promueven debates necesarios. Los Fabelman es el tipo de homenaje al arte cinematográfico por el que los votantes siempre han demostrado sentir debilidad; premiando Top Gun: Maverick, los votantes demostrarían que no están tan alejados de los gustos del gran público como se dice de ellos. Y así. 

Lo que está prohibido

En busca del voto, eso sí, no todo vale, al menos en teoría. El reglamento de la Academia establece una serie de normas que determinan qué comportamientos son admisibles, y cuáles no, durante el proceso. No se permite, por ejemplo, llamar por teléfono directamente a un académico para promover una película o una interpretación, y también está prohibida toda forma de publicidad basada en el ataque al oponente. Pero la primera regla de la Academia sobre la campaña de los Oscar, parafraseando El club de la lucha, es que no se habla de la campaña de los Oscar. Nadie de quienes participan en ella confesará hacerlo en busca de votos. Lo que les mueve, con una energía pura y desinteresada, es celebrar la magia del cine.