POLÉMICA LINGÜÍSTICA

Armisticio después de "la tormenta" en la RAE sobre la tilde de 'solo'

La Academia ha refrendado, esta vez por unanimidad, lo que ya se había estipulado la semana pasada: que solamente se acentuará cuando pueda haber ambigüedad en la expresión.

El director de la Real Academia Española (RAE), Santiago Muñoz Machado, en la rueda de prensa posterior al pleno de la institución en la que se discutía sobre la tilde de 'sólo'.

El director de la Real Academia Española (RAE), Santiago Muñoz Machado, en la rueda de prensa posterior al pleno de la institución en la que se discutía sobre la tilde de 'sólo'. / Kiko Huesca

Juan Cruz

Juan Cruz

Armisticio total, ni vencedores ni vencidos, en el debate sobre la tilde en la palabra 'solo'. Una decisión unánime que los académicos llevarán al próximo Congreso de la Lengua Española en Cádiz. 'Solo' seguirá sin tilde, excepto cuando el que la escriba sienta que puede haber ambigüedad en la expresión.

El pleno transcurrió en armonía, lejos de la “tormenta” que auguraba el académico Arturo Pérez-Reverte, de modo que el litigio terminó siendo de guante blanco. Tan masticada fue la diatriba que al final hubo un solo árbitro, el presidente de la Academia, Santiago Muñoz Machado, el encargado de la rueda de prensa que siguió a las más de dos horas de debate. El portavoz excepcional de esta comparecencia académica insistió, además, en que del mismo modo que antes no había habido tormenta, esta vez el encuentro fue aún menos. "No hay posturas tildistas o antitildistas, somos personas con una formación diferente", especificó.

"Hoy ha sido ratificada por unanimidad la posición de la Academia respecto a un tema que empezó a debatirse hace diez años y ha situado en distintas posiciones tanto a escritores como gramáticos. Pero nadie ha dado su brazo a torcer ni hay vencedores, por más que algunas comunicaciones públicas aparenten otra cosa", explicó Muñoz Machado en su comparecencia. "Sin embargo, las excepciones no están formuladas con toda la claridad posible, por eso llegamos a la conclusión de que se podía mejorar la redacción del Panhispánico de dudas para responder a esta duda, estableciendo un inciso mínimo, la posibilidad de tildar cuando haya riesgo de ambigüedad".

Lo que se apreciaba los últimos días como tormenta ya se había ido convirtiendo en parte en guasa. Cuando pareció que la Academia decidía levantar los truenos de la tilde que debía, o no, acompañar a solo cuando puede decirse también solamente, uno de los doctos que se sientan a dirimir el futuro de la lengua hasta en los acentos recibió en su wasap esta ironía: “Menudo follón tenéis con el sólo sólo es sólo”.

Fue tan popularizada aquella discusión del primer jueves de marzo que parecía coincidir adrede con la más famosa de las controversias políticas recientes, la referida a la riña abierta entre el PSOE y sus socios de Gobierno acerca de la oportunidad, o no, de variar la ley del sí es sí, capaz todavía de derribar la actual administración política del Estado.

La sangre parecía haber llegado al río esta primera semana de marzo, cuando uno de los académicos más activos en su relación con lo que ocurre en la Docta Casa, Arturo Pérez-Reverte, divulgó que lo que había advertido sobre el uso o no de la tilde, un portavoz de la Academia no respondía a la realidad ocurrida en la sesión percedente.

La RAE terció para que la sangre no cayera sobre la tilde, o no la empañara, después de que el autor de El Capitán Alatriste desenvainara la espada. La institución avisó entonces de que se trataba, más bien, de la propuesta de “un cambio de redacción” para dejar más clara, seguían diciendo las fuentes periodísticas, “la opción de tildar el adverbio en caso de ambigüedad, una posibilidad que ya incluía la norma desde 2010”.

Un académico que por la tarde iba expectante a ver cómo se desarrollaría la reunión que Pérez-Reverte adivinaba “tormentosa” le dijo a este periódico que nada había cambiado, que todo lo que pasaba constituía en realidad una serpiente de verano, porque, según los estatutos, y también los estatutos del sentido común, hasta que todas las academias, la Española y las latinoamericanas, se pongan de acuerdo no hay posibilidad alguna de cambiar ni siquiera una tilde.

Es una vieja querella que parecía haberse aguado porque desde hace muchos años (al menos desde 2005 o 2010, estaciones en las que se residenciaron las revisiones pertinentes de la ortografía) no se ha tomado decisión alguna sobre la dichosa tilde. La costumbre que domina es que no se toca una tilde, ni para unos ni para otros, mientras no haya acuerdos plenos, y esos no se producen todos los días tampoco en la Academia que tiene su sede en España. Otra cosa es la obediencia de escritores que forman o formaron parte de la Academia y que se han opuesto a prescindir de la tilde. Los casos de Mario Vargas Llosa, Javier Marías, Pérez-Reverte o Pere Gimferrer se utilizan habitualmente para explicar que la obligación no genera adeptos.

La tormenta estaba lejos de calmarse antes de la nueva reunión de ayer tarde. En un artículo publicado en El País sobre estas cuestiones, por quien es quizá el periodista que más sabe de estas cuestiones, Álex Grijelmo recogía lo que Francisco Ayala, escritor y académico, explicó en Cambio 16 en enero de 1991: “Las reformas ortográficas se pueden hacer desde la Administración, desde la Academia o desde cualquier otra institución. Da igual. Luego, la gente pone las faltas de ortografía que quiere”.

Es probable que la controversia hubiera hallado otro acomodo en la realidad si tanto los legos como los sabios hubieran recurrido a un texto publicado por el académico Pedro Álvarez de Miranda el 4 de abril de 2014 en la revista Rinconete, del Instituto Cervantes. 

Decía Álvarez de Miranda: “A raíz de la publicación en 2010 de la última edición de la Ortografía de la lengua española de la Academia, se ha extendido en la idea de que entre las (muy pocas) palabras que ahora no llevan tilde y antes sí la llevaban se encuentran el adverbio solo y los demostrativos este, ese, aquel, y sus femeninos y plurales, cuando funcionan como pronombres. Es increíble”, añadía Álvarez de Miranda, “la capacidad de la gente para manejar la brocha gorda, para no enterarse bien de las cosas en cuanto estas presentan alguna complejidad, para prescindir de los matices. Pues es completamente inexacto que esas palabras tuvieran obligatoriamente que llevar tilde antes de 2010”.

La Ortografía de 2010, subrayaba el académico, “además de hacer una serie de consideraciones al respecto (…), establece esto: 'A partir de ahora se podrá prescindir de la tilde en estas formas, incluso en casos de doble interpretación'”.