UNIVERSO PROPIO

María Medem o la sensorial revolución de color que cautiva al cómic

La dibujante sevillana de 28 años se consagra con 'Por culpa de una flor’, monumental viaje por la soledad, la nostalgia y el descubrimiento del otro

María Medem, este jueves en Barcelona.

María Medem, este jueves en Barcelona. / ÁNGEL GARCÍA

Brindando amplia sonrisa y naturalidad, llega a la entrevista una María Medem que parece emerger de las viñetas de Por culpa de una flor: peto de un cálido amarillo y una chaqueta reversible en negro y azul eléctrico con estampado de grandes flores que evocan sin atisbo de duda a la que da título a su nuevo y ambicioso cómic. Son 340 monumentales páginas convertidas en una explosión de color que lo inunda todo y transmite un cúmulo de sensaciones -visuales, olfativas, auditivas y táctiles- que consagran a esta dibujante sevillana de 28 años, que hace cuatro despuntaba como una de las nuevas voces del medio. No en vano, gracias a Cénit (Apa Apa 2018) ganó el premio Emergente de la Asociación de Críticos y Divulgadores (ACDCómic) y el de Autora revelación del Cómic Barcelona.   

En una cuidada coedición de Apa Apa y Blackie Books, Por culpa de una flor, que promete ser uno de los cómics del año, "sugiere que hay otros mundos posibles, es una invitación a abstraerse, a frenarse, a tomarse las cosas con más calma y vivir de forma más lenta. A cuidar de las flores y escuchar las tórtolas", detalla Medem, fogueada en el mundo de la autoedicion y los fanzines -este fin de semana participa en el festival GRAF- e ilustradora en The New Yorker, The Washington Post o The New York Times. Es una de las nueve autoras de la imperdible exposición Constelación gráfica del CCCB (hasta el 14 de mayo), y suyas son la animación del videoclip Vision Of Self, de Rival Consoles, y la portada del último disco de Bombay Bicycle Club.

Páginas de 'Por culpa de una flor'.

Páginas de 'Por culpa de una flor'. / ARCHIVO

Marca de la casa son los paisajes yermos, desolados -"lugares sin gente, como los cuadros de [Giorgio] De Chirico"-, como la aldea en ruinas donde la protagonista vive solo acompañada de lagartijas, perros o tórtolas, una imagen que surgió de un encargo para ilustrar un tema sobre el último superviviente de una tribu amazónica. "Al principio la desespera la soledad y teme desaparecer y estar sola en el mundo. Está obsesionada con su pasado y la memoria, ese de dónde venimos, pero también con los recuerdos del día a día, de los detalles y momentos contemplativos que disfruta a diario". Quiere lograr que esa flor especial que encuentra un día, tan solitaria y nostálgica como ella y que parece reaccionar a sus estados de ánimo, se multiplique.  

Páginas de 'Por culpa de una flor'.

Páginas de 'Por culpa de una flor'. / ARCHIVO

"La protagonista proyecta sus obsesiones en la flor, que le sirve de excusa para emprender un viaje cuando un día recibe una visita e impulsivamente se deja llevar y echa a andar. Me gustan esas decisiones que pueden cambiar radicalmente tu vida -apunta-. Primero teme que la vean y su primer instinto es esconderse, pero vence la desconfianza, el recelo y el prejuicio que le provoca el prójimo y descubre la necesidad del contacto humano. Tiene un espíritu melancólico, triste y algo pesimista y llega a un pueblo donde se produce un choque de culturas, donde al principio se siente fuera de lugar, pero luego ve que la comunidad hace que su vida sea mejor y solucione su problema con la flor. Si hay empatía, hay entendimiento".  

"Me he esmerado en que el lector perciba la atmósfera, en estimular los sentidos potenciando el dibujo y el color, en transmitir experiencias mías, que me voy apuntando a diario para recordarlas, y que son sensaciones universales, como ante los atardeceres anaranjados o en el final del verano con el canto de las cigarras, o el sonido del afilador o el olor a romero". O del flamenco que escucha a diario y que se filtra en versos y cadencias, igual que "el entorno, el clima y la naturaleza, que seguro que los andaluces reconocerán".  

María Medem, este jueves en Barcelona.

María Medem, este jueves en Barcelona. / ÁNGEL GARCÍA

Medem crea un mundo un punto onírico, poético, mágico, donde una interminable paleta de colores sólidos lo invade todo. No hay lugar para el blanco. Cada escena tiene un color de fondo sobre el que se apoyan las viñetas y que se trasladan al lomo del libro, dándole personalidad añadida. "Es mi manera de dibujar, con colores poco realistas, que son perfectos para añadir esa capa sensorial. Los realistas nunca me salían bien cuando estudié Bellas Artes, así que colorear como yo quería y hacerlo en cómic fue una liberación. Ya no tenía reglas que cumplir".

Por culpa de una flor pensó al inicio que tendría menos páginas de las 112 de Cénit. "Pero me lie a dibujar, añadiendo detalles de la atmósfera y cuidando mucho los detalles. No conté las páginas hasta que acabé el dibujo a lápiz, hace un año...". Fácil imaginar la cara de su editor, Toni Mascaró, ante el desafío que suponía para la pequeña Apa Apa. Pero, como siempre, confió en ella y halló la solución de coeditar con Blackie.

Opina Medem que "en los últimos años, además de que encuentras cómic también en las librerías generalistas, hay más gente joven que lee cómic y que ha perdido los prejuicios que algunos mayores tenían respecto al medio". "Si a la gente le cuentan una buena historia da igual si es a través del cine, el cómic... La gente confunde género y medio. Sería como decir que no te gusta el cine porque no te gusta el de acción", constata la autora, que logró atraer a la causa de la viñeta a sus padres regalándoles canónicos como Maus y Persépolis pero también los de compañeras de generación, como Conchita Herrero o Begoña García-Alén. 

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