CINE

El último proyeccionista: el hombre que vivió como el protagonista de ‘Cinema Paradiso’

Antoni García, el proyeccionista de las salas de la Filmoteca de Catalunya desde 1981, se jubila este mes. Él conoce como pocos los secretos del arte de proyectar celuloide.

Antoni García, el último proyeccionista de la Filmoteca, fotografiado este jueves 2 de marzo.

Antoni García, el último proyeccionista de la Filmoteca, fotografiado este jueves 2 de marzo. / RICARD CUGAT

Quim Casas

Quim Casas

Antoni García ha estado en la cabina de proyección de las distintas sedes en Barcelona de la Filmoteca de Catalunya durante 41 años. Podríamos decir que es el último proyeccionista, sin nostalgia. El hombre que colocaba suavemente rollos y rollos de celuloide en los proyectores y vigilaba que el haz de luz fuera el adecuado al rebotar contra la pantalla blanca de la sala. Como el protagonista de Cinema Paradiso, pero de verdad. Por sus manos han pasado millares de películas en soporte químico y, en los últimos tiempos, los archivos digitales para proyectar tanto clásicos como filmes modernos. Empezó como proyeccionista en Filmoteca en noviembre de 1981 y se jubila el próximo 10 de marzo. ¿El fin de una era?

Empezó muy joven, a los 14 años, "en casa, con mi padre, él llevaba una pequeña filmoteca en el Instituto Alemán, proyectaba, organizaba actos, exposiciones", recuerda García. Saltó al cine profesional a los 17, como aprendiz en la sala que entonces tenía Filmoteca Española en la calle Mercaders de Barcelona, cerca de la Catedral.

Antes y después de realizar el servicio militar proyectó en la Fundació Miró algunos pequeños ciclos como el consagrado a Pier Paolo Pasolini, en una programación realizada juntamente con la filmoteca. Estuvo también una temporada en el cine Atlántida de Sant Andreu y colaboró con Drag Màgic –cooperativa de cine fundada en 1971– proyectando películas por toda Catalunya.

Cuando se realizó el traspaso de competencias con la filmoteca española, "me ofrecieron ser jefe de cabina aquí", y hasta la fecha no ha habido otro proyeccionista en la cinemateca catalana. Estuvo en el cine Padró, en la sala de Travessera de Gràcia, después en el Aquitania y finalmente en la sede del Raval.

La pregunta surge sola. ¿Le gusta Cinema Paradiso, el filme de Giuseppe Tornatore centrado en la relación entre un niño fascinado por el cine y el proyeccionista de la sala del pueblo? "Sí, claro. Plasma muy bien el sistema antiguo de proyección, la linterna de arco de carbón, el trabajo con los nitratos…". García recuerda que "durante toda la etapa en la sala de Travessera utilizábamos las lámparas de carbón. La luz la hace el proyeccionista, no la cámara. Controlas la altura y la deriva del espejo para dar la mejor iluminación posible a la pantalla".

¿Problemas de proyección? Muchos, pero sobre todo con las películas en blanco y negro. "Es mucho más difícil trabajar con el celuloide en blanco y negro que con el color", nos comenta García. "Según como proyectabas, había zonas que podían verse azuladas o marrones, ya que la luz de la linterna se ve afectada por el positivo de la copia. Con el color no se notaba tanto".

Circula la idea romántica de que los proyeccionistas cortaban fotogramas de las películas y se los quedaban. "No lo hacía, pero si guardo un fotograma de una copia magnética, muy rojiza, de 2001, una odisea del espacio. Las copias con sonido magnético son inusuales, ya que tienen perforaciones diferentes". Precisamente fue la odisea espacial de Stanley Kubrick la primera película que proyectó nuestro héroe de la sala oscura en un colegió del barrio barcelonés de Tres Torres. Lo hizo con su hermano mayor, aunque este cambio pronto de gremio y se dedicó a la ingeniería.

La llegada de lo digital

Tras décadas operando con soporte fotoquímico, llegó el digital, con sus pros y sus contras. "Se produce al venir a la sala del Raval. Pensábamos que el fotoquímico duraría unos años más". Pero no fue así. García explica que “al poco tiempo nos informaron que las majors ya no harían copias en 35 mm de sus películas”. ¿Inconvenientes? "La carga del cartucho", dice enseguida García. "Lo has de cargar en el servidor del proyector. Es un proceso muy lento. Si la película dura dos horas, has de estar dos horas cargándola en el disco duro. Y después la comprobación es más compleja. Por el contrario, una copia en 35 mm no necesitas probarla, la preparación es más intuitiva, ves rápido el estado, los subtítulos, la banda de sonido".

Pocos cineastas tienen hoy la posibilidad y el derecho de rodar en celuloide de 35 o 70 mm. Solo Quentin Tarantino, Christopher Nolan y pocos más. Para García, "el cine digital es como si vieras un cuadro, muy higiénico y artificioso. En cambio, la película se desliza en el soporte fotoquímico, cuando la luz calienta el fotograma hay pequeños, imperceptibles movimientos".

Tras tantas sesiones colocando, preparando y proyectando películas de lo más diverso, ¿de cuáles guarda un mayor recuerdo? “Muchas de John Ford, del cine negro, La jungla de asfalto, la cualidad fotográfica de los filmes de Ingmar Bergman, los de Chaplin, cuanto más clásicos mejor, pero también 2001, Alien, Blade Runner".