QUEMAR DESPUÉS DE LEER

Nancy Campbell, la exploradora ártica que busca palabras

Como Sue Hubbell, la bibliotecaria que acabó convertida en estrella del 'nature writing', Campbell trata de encontrar la armonía con la naturaleza a través del lenguaje, entendido como forma de encajar el misterio, y el resultado es siempre apasionante

Nancy Campbell (izquierda) y Sue Hubbell.

Nancy Campbell (izquierda) y Sue Hubbell. / SARA MARTÍNEZ

Laura Fernández

Laura Fernández

Fue en las montañas de los Ozarks, al sureste de Misuri, Estados Unidos, donde Sue Hubbell, bióloga de formación y bibliotecaria de profesión, se convirtió en la Dama de las Abejas. Hubbell, harta de la vida en la gran ciudad —su biblioteca era una biblioteca universitaria, de la Universidad de Brown, en Providence—, hizo las maletas un buen día y se mudó a los Ozarks. Había encontrado una cabaña con una granja aledaña en las montañas. Su marido se fue con ella. Llevaban toda la vida juntos, pero fue llegar a los Ozarks y decidir que cada uno debía seguir por su lado. Ella se quedó, él se fue. Habían criado a un hijo juntos, Brian, que hacía poco se había ido de casa. Hubbell estaba dejando atrás a la madre que había sido, y buscando otro camino, uno propio, único.

"¿En qué lugar encajamos las mujeres maduras, una vez que la construcción del nido ha perdido su encanto?", se pregunta Hubbell en un momento determinado del fascinante memoir al que empezó a dar forma al partir su marido, Un año en los bosques (Errata Naturae). El libro fascinó al Nobel J. M. Le Clézio hasta el punto de compararlo con la Eneida. Dice que, sin saberlo, andaba buscando un libro que le hiciera "tan feliz como cuando en otros tiempos leía a Virgilio, junto al mar, a la sombra de los olivos", un libro "en el que la poesía fuera como una respiración, en el que el lenguaje nos acercara su música". Y que ese libro era Un año en los bosquesuna historia en la que la calma se instala, y ramifica, en el lector, como si fuese él, y no Hubbell, quien habitase su cabaña.

La visita de la serpiente

Hubbell, que había nacido en 1935, murió en 2018, a los 83 años. Publicó su primer libro, Un año en los bosques, a los 51, y hasta su muerte publicaría otros siete, entre ellos, En esta colina (Errata Naturae), y el famoso A Book of Bees: And How To Keep Them El libro de las abejas, y cómo cuidarlas—. Durante todo ese tiempo, formó parte de su entorno. Se acopló a la naturaleza como si su destino fuese acabar formando parte de ella, como lo formaban la infinidad de arácnidos —incluidos los ácaros rojos—, anfibios —contempló plagas de ranas, y tuvo a una rana como inquilina—, pájaros, reptiles —acabó acostumbrándose a la visita de una serpiente los viernes a la que llamó Viernes—, mamíferos y, por supuesto, los insectos con los que convivía.

La armonía que Hubbell construye en esa cabaña, la manera en que contempla e interviene sin pretender invadir, existiendo como aquella que recoge la miel sobrante de una cantidad enorme de panales —miel que luego vende en Nueva York, en su única incursión en la gran ciudad una vez por año—, podría haber dado pie a su propio idioma. "Al ser humana, soy una gran entrometida: manipulo, altero, modifico. Esto no es ni bueno ni malo, solo humano, de la misma manera que la serpiente que come ratones y mosqueros solo es serpentina. Pero, al ser humana, tengo un tipo de mente que permite reconocer que cuando manipulo y altero cualquier parte del círculo hay repercusiones en el conjunto", escribe. Es esa conciencia la que da sentido a la odisea de la exploradora Nancy Campbell.

El misterio del hielo

Nancy Campbell (Exeter, 1978) no es exactamente una exploradora. Podría decirse que explora significados. Pero que, para hacerlo, se cubre de infinitas capas de abrigo y viaja hasta Groenlandia, una y otra vez. El año 2019 publicó La biblioteca de hielo (Ático de los Libros), un apasionante ensayo que conseguía convertir el hielo en un misterio aún mayor del que es, rastreando desde su primera hasta su última aparición en algún tipo de escritos, y por supuesto, nuestra relación con él. Sí, en qué sentido, y desde cuándo, nos ha sido útil, pero también qué hemos pensado de él en todo este tiempo. No tuvo suficiente. Porque ¿de qué manera el hielo, el frío, la nieve, cubren, de distinta forma, hasta el idioma —y la cultura— de aquellos que conviven con ellos?

El resultado es un híbrido entre el libro de viajes y un diccionario histórico cultural tan apasionante como su predecesor. Cincuenta palabras para decir nieve (también en Ático de los Libros) utiliza el lenguaje, las palabras —en letón, cachemir, groenlandés, escocés, italiano, coreano, español, sí, en 50 idiomas— para entender de qué forma el ser humano ha encajado, aquí y allá, el misterio del frío. Se diría que Campbell, que aparece y desaparece del paisaje helado, sigue los pasos de Hubbell. Observa. Solo que ella lo hace desde el papel, al abrigo de lo que el ser humano ya ha manipulado. A través de aquello con lo que nombra y se sitúa en el mundo: la lengua. Algo tan en constante evolución, certifica, como la infinidad de compañeros de cabaña de la Dama de las Abejas.