EL UNIVERSO DE LOS PRIVILEGIOS

Ricos: por qué amamos tanto odiarlos

Esta temporada coinciden un buen puñado de ficciones que nos adentran en el universo de los privilegios para escarbar en sus miserias. De 'El triángulo de tristeza' a 'El menú', pasando por 'The White Lotus' o 'Puñales por la espalda: El misterio de Glass Onion'

Una escena de 'El triángulo de la tristeza'.

Una escena de 'El triángulo de la tristeza'. / ARCHIVO

En esta temporada de premios han coincido dos películas que parten de una misma idea, la de poner en evidencia a las clases privilegiadas sacando a relucir sus miserias. Se trata de El triángulo de la tristeza, la segunda Palma de Oro para Ruben Östlund y que cuenta con tres nominaciones a los Oscar y El menú, de Mark Mylod, que se coló en dos candidaturas a los Globos de Oro correspondientes a sus dos principales actores, Ralph Fiennes y Anya Taylor-Joy. 

En ambas accedemos a un microcosmos snobista únicamente reservado para aquellos que pueden pagarlo. En el primer caso, un crucero de lujo, en el segundo, una experiencia culinaria gourmet. Y en ambas, se encierra a los personajes en un espacio del que no pueden salir para convertirse en una especie de zoológico repleto de especies que simbolizan lo peor de nuestra sociedad. De alguna manera, las dos películas también se erigen como sátiras en torno al capitalismo y de qué forma se pone en evidencia su sistema fagocitador. 

Pero todavía hay más. Puñales por la espalda: el misterio de Glass Onion, también plantea un escenario parecido a través de una intriga criminal en la que se pone de manifiesto la decadencia del triunfo y el dinero a través de la superficialidad y la estulticia al himno del sálvese quien pueda. A estos ejemplos habría que añadir las dos temporadas de la miniserie The White Lotus, ambientada en un resort, en la que encontramos un buen puñado de personajes neuróticos y pretenciosos que se convierten en reflejo de una sociedad enferma de ego y lastrada por la cultura de la imagen.

¿Es anecdótica esta coincidencia o de alguna forma nos están queriendo decir algo estas ficciones? Siempre han existido las historias de ricos en cine o televisión, ya sea Dinastía, Los Bridgerton o Successiony siempre ha generado una cierta fascinación acercarnos a ese mundo clasista ya sea para admirarlo o despreciarlo. Pero en estos casos no se trata solo de eso, todas tienen un punto en común interesante: parecen un reality

Sin duda, el formato de telerrealidad ha llegado en los últimos tiempos a cuotas de desvergüenza inusitada, en la mayoría de los casos introduciéndonos en la vida de las celebrities a través de una extraña mezcla entre la impostura y el impudor. Y, en ese mismo sentido, aquellos que adquieren un formato grupal se asemejan de forma reveladora a estos relatos en lo que importa es quitar la máscara de las apariencias y escarbar en la hipocresía de unos seres que se convierten en el reverso oscuro del mundo en el que vivimos simbolizando todos sus males: el egoísmo, la falta de empatía, la frivolidad, en definitiva, el vacío de humanidad. 

En todas ellas la lucha de clases se encuentra presente, algunas desde un cinismo mayor que en otras, así como también la reflexión en torno al dinero y la forma de conseguirlo. En El triángulo de tristeza, hay un oligarca ruso que afirma que se ha convertido en multimillonario gracias a fabricar mierda y en Puñales por la espalda: el misterio de Glass Onion encontramos a un trasunto de Mark Zuckerberg o Elon Musk, que se cree con la impunidad de decidir sobre la vida de los demás. Es algo así como si accediéramos a un espejo deformado de la realidad que, sin embargo, a pesar de sus dosis de caricatura, resulta inquietantemente cercano. ¿Estamos hartos de aquellos que manejan los hilos, de la cultura del materialismo, del vacío moral de las redes sociales o simplemente necesitamos, de vez en cuando, reírnos de todo eso?

El caso de Östlud es curioso ya que ha planteado prácticamente toda su filmografía en torno a la representación cínica de las élites culturales y económicas (a las que él mismo pertenece). En The Square (2017), su primera Palma de Oro, se acercó al mundo del arte como símbolo de los vicios de una Europa sumida en el ensimismamiento. Ahora, en El triángulo de tristeza realiza una operación similar a la hora de hablar de lo que significa el privilegio en nuestra realidad actual, en perpetua crisis, a través de figuras que simbolizan las distintas clases de poder: el de la imagen, a través de la influencer, el de los nuevos ricos, el del dinero corrupto, el de la antigua burguesía, la de las herencias y las fortunas amasadas gracias a las nuevas tecnologías. A través de ellos, el director configura un panorama decrépito ante el que solo cabe sentir náuseas y vomitar. Y eso harán todos en una escena memorable, regurgitar toda su podredumbre moral para que, por una vez, podamos reírnos de ellos sin miedo, casi con regocijo, como si se tratara de una experiencia catártica para el espectador (pobre). 

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