Berlinale

Joan Baez, una vida marcada por los trastornos mentales, el insomnio y, quizá, el abuso sexual

"He sentido que tenía que compartir toda mi historia antes de estar postrada en una silla de ruedas”, afirma en Berlín la cantante

Joan Baez posa ante las cámaras en el Festival Berlinale.

Joan Baez posa ante las cámaras en el Festival Berlinale. / EFE

Joan Baez se erigió en icono de la música ‘folk’ gracias a su cautivadora voz de soprano, la precisión de la que hacía gala al combinarla con su guitarra y esa presencia escénica que derrochaba confianza y serenidad. Sin embargo, esa fachada ocultaba encarnizadas luchas internas que ni siquiera seis décadas después han dejado completamente de librarse. Algunas de ellas son exploradas en ‘Joan Baez: I Am a Noise’, documental que la cantante neoyorquina acaba de presentar en la Berlinale y en el que reexamina su vida con el fin de hacer las paces con ella. 

En él, por ejemplo, confiesa sufrir insomnio, ataques de pánico y un trastorno de personalidad múltiple desde los 15 años, y explica que a causa de ello llegó a sentir que la vida “no era vivible”; también asegura tener grabada en la memoria una imagen en la que su padre aparece tumbado con ella en la cama, aunque es incapaz de asegurar que abusara sexualmente de ella. “No puedo probar nada”, reconoce en la película.

En el certamen alemán, en su encuentro con un grupo de periodistas, añade: “He trabajado duro para eliminar todo resentimiento de mi corazón. He llegado a comprender que seguramente mi padre sufrió una experiencia parecida cuando era niño, porque de otro modo no habría hecho lo que hizo. Era un buen hombre, por eso he necesitado esperar a que él y mi madre ya no estuvieran entre nosotros para contar mi historia”.

Sentimiento de inferioridad

Codirigida a seis manos por Karen O’Connor, Miri Navasky y Maeve O’Boyle, la película incluye solo un puñado de interpretaciones de la música por la que Baez se hizo famosa. Su eje vertebrador es la gira de conciertos de despedida que la artista inició en 2018, a los 79 años, y finalizó poco antes de que estallara la pandemia, y a partir de él va viajando hacia momentos decisivos de su vida.

Nos transporta a sus años de infancia, junto a sus padres -él mexicano, ella escocesa- y sus dos hermanas -Pauline, mayor que ella, y Mimi, la menor-, y detalla sus primeros problemas emocionales derivadas de sus sentimientos de inferioridad. Recuerda cómo, en 1959, Joan fue invitada a actuar en el Newport Folk Festival e inmediatamente se convirtió en una estrella. “Resultó que, por algún motivo, yo tenía la voz más adecuada para ese momento preciso”, afirma e el documental. Esa fama repentina afectó a su familia; sus hermanas sentían celos por la atención que recibía, y su padre no encajó bien que ella ganara más dinero que él.

Al Baez, por otra parte, se desvivió por inculcar en sus hijas el sentido de la justicia social y la conciencia sobre las desigualdades económicas. Y esa influencia es una de las principales explicaciones de la posterior implicación de la cantante, durante los años 60, en el movimiento por los derechos civiles de los negros; el otro es su presencia entre los espectadores del célebre discurso que Martin Luther King pronunció en Washington en 1963 -”Tengo un sueño”-, tras el que inició entabló amistad y colaboración con el activista. “Por entonces tuvieron lugar avances sociales extraordinarios, y por eso resulta muy doloroso contemplar el caos racista en el que mi país se halla inmerso actualmente”, lamenta ahora. “No sé cuántos otros niños negros asesinados a manos de policías harán falta para que las cosas vuelvan a cambiar para bien”.  

Basada en buena medida en el exhaustivo archivo personal de la propia Baez, compuesto de vídeos caseros, diarios, dibujos y grabaciones tanto de sesiones de terapia como de cartas de voz que solía mandar a su familia durante sus giras, la película una parte generosa de su metraje a explorar su relación con Bob Dylan, a quien conoció en 1961 y con quien no tardó en empezar una relación sentimental.

Por entonces, Baez se estaba convirtiendo en símbolo de su generación, pero Dylan no tardaría en tomar el relevo. Un viaje a Londres en 1965 resultó ser crucial para el destino de la pareja; él empezó a alcanzar una fama estratosférica, y en las entrevistas que dio en la época pretendió no tener ningún vínvulo romántico con ella. El asunto aún sigue doliendo. “Dylan rompió mi corazón”, lamenta Baez. 

“He sentido que tenía que compartir toda mi historia antes de estar postrada en una silla de ruedas”, afirma en Berlín la cantante. Entretanto, explica, sigue combatiendo con sus demonios; en su día a día alterna momentos de euforia con vertiginosos descensos a territorios muy oscuros, y siente preocupaciones que no la dejan dormir. “El calentamiento global, la extinción de especies animales y la deforestación del planeta” son algunas de ellas. ¿Conseguirá esta película aligerar el peso que Baex carga sobre la espalda, y que logre conciliar de una vez por todas el sueño? “Ese es el motivo por el que la he hecho”.