LIBROS

María Elena Morán, escritora: “Cuando te matan los sueños, te matan a ti. Y en Venezuela nos mataron los sueños”

La autora venezolana ganaba el último Premio Café Gijón con 'Volver a cuándo', una novela que retrata a los decepcionados con el sueño que un día supuso la revolución de Chávez y el exilio, no solamente territorial, al que muchos se han visto empujados

La escritora venezolana María Elena Morán, en las oficinas de la editorial Siruela en Madrid.

La escritora venezolana María Elena Morán, en las oficinas de la editorial Siruela en Madrid. / ALBA VIGARAY

Juan Cruz

Juan Cruz

Esperas que sea como una venezolana de Maracaibo, exaltada y feliz como los de aquella tierra, que es, para los que somos de allí, como una prolongación carnavalera de Canarias, desde donde se fue tanta gente a Venezuela para escapar del hambre general de la posguerra española.

Y, siendo tan venezolana como su libro, Volver a cuándo, editado por Siruela y premiado con el Café Gijón del último año, María Elena Morán (1985) es también una mujer sosegada, tranquilizada además por la voz que se ha colado en sus palabras, la voz brasileña, pues vive en Brasil, lejos de su país, expulsada de ese territorio una vez que le resultó imposible combinar su manera de ver la vida, y de vivirla, con las ruinas de una revolución que al final no lo era.

Su novela describe ese mundo que dejó atrás, desde su viaje al exterior, poseída de todos modos por el pasado de aquel país portátil del que escribió con tanta melancolía como agudeza uno de sus más ilustres compañeros de pluma, Adriano González León. Leer esta novela, por otra parte, es acercarse a todos los acentos de América Latina, desde Argentina a Colombia o a Perú. Y, en general, es también acercarse, con respeto, a autores que la han marcado también, como la ha marcado su país. Esos autores son, entre otros, Juan Rulfo o Juan Carlos Onetti, cuya mención fue para ella, durante la entrevista, una razón mayor de reconocimiento y de alegría.

Hablamos en el sosiego de la sala mayor de Siruela, en la parte tranquila del barrio de Chamberí. Su marido, fotógrafo brasileño, nos miraba hablar; luego, cuando nos saludó, supimos de dónde le viene a María Elena Morán el dulce acento con que ahora adorna su español de Maracaibo.

P. ¿Qué sentimientos hay en esta novela?

R. El principal sentimiento es la desilusión. Frustración, fracaso. Uno pensaba que podía llegar a ser algo y, de repente, todo se ve oscurecido por el contexto. Por eso también hay una melancolía y un sentimiento del absurdo, porque aquello en lo que creíamos se volvió una pesadilla. Todo es muy triste. Pero… dentro de eso, está la búsqueda de la esperanza también.

P. El título ya es en sí melancólico, ¿no?

R. Sí. Es la historia de quien no puede llegar a un lugar geográfico y de que ese lugar se va volviendo otro.

P. ¿Qué momentos le dejaron más huella en Venezuela?

R. Cuando la oposición ganó la Asamblea Nacional y, de forma paralela, fue creada una Asamblea Constituyente. Para mí eso fue la decepción de la democracia. Pero, bueno, antes de eso ya se había hecho un referéndum para cambiar la Constitución, en 2006, con cambios muy grandes. Chávez perdió y asumió su derrota, pero poco después convocó otro referéndum únicamente sobre la reelección indefinida. O sea: importaba más el proyecto de poder que el proyecto de país. También hubo el interés de crear un partido único. Y… bueno, si voy más para atrás encuentro muchas cosas así. Pero en el origen estaba que Chávez era un militar, una parte de la izquierda desconfió de eso, pero al final pasó todo lo que pasó.

Hay quien cree que con Chávez no hubiéramos llegado a la ruina total, porque él era diferente: más estratega, más articulado. Yo creo que no. No soy tan optimista"

P. ¿Qué supuso para Venezuela la muerte de Chávez?

R. Pues como todavía estaba en el poder cuando se murió, se creó una especie de aura y hay quien cree que con él no hubiéramos llegado a la ruina total, porque él era diferente: más estratega, más articulado. Yo creo que no. No soy tan optimista. Yo creo que el mito fue creado antes de que él se muriera y era algo en lo que él estaba cómodo. Y era eso: un mito. Nada más.

P. ¿Qué daño le hizo el despotismo de Chávez al carácter de Venezuela?

R. Todo el manual de conducta chavista, o sus actitudes, lo comenzamos a adoptar. Ser maleducado o grosero, como muchas veces era él, era tener grandes rasgos de personalidad. Tal vez era porque eso tocaba alguna fibra de resentimiento del pueblo. Y con Chávez todo era un incendio, un entusiasmo, una furia.

P. ¿Y ahora?

R. Ahora hay una apatía generalizada. En el oficialismo y en la oposición, en ambos lados. El oficialismo sigue con sus discursos inflamados y déspotas, pero sigue con sus riñas internas.

P. ¿Cómo se vio en Venezuela la relación que en un momento dado tuvo la izquierda española con Chávez?

R. Yo creo que tanto con España, como con otros países, teníamos la sensación de sentirnos apoyados. Pero luego vimos que era un apoyo acrítico, porque ya había cosas que no debían ser aceptadas y las dejaban pasar. Entonces pienso que la izquierda internacional tiene cierta responsabilidad en lo que ha llegado a convertirse Venezuela.

P. En la novela dice: “Su allá será siempre Venezuela”.

R. Sí. Me refiero al origen del migrante venezolano. El lugar de la infancia y la adolescencia siempre permanece en todos. Pero ese punto de referencia ya no existe.

P. ¿Usted ya ha interiorizado la palabra exilio?

R. Creo que no. Creo que nunca he llegado a sentirme una exiliada. Yo salí de Venezuela para estudiar cine en Cuba. Ya había un poco de desabastecimiento y la inflación comenzaba a ser alta y el control cambiario se complicaba, pero… simplemente me fui porque quería estudiar cine en Cuba. Y luego a Brasil me fui por un tema personal. Luego… Luego me di cuenta de que ya no era una opción volver a Venezuela y me quedé en Brasil. Pero exiliada no me siento, sólo migrante.

P. En esta novela se repite mucho la palabra 'basura'.

R. Sí. Creo que es, sobre todo, en la escena del incendio del campamento. Es para acentuar la sensación de desprecio que sienten los habitantes de ese campamento. Llegar a un lugar y no ser bien recibido hace que te sientas una basura. No te quieren, sientes que no vales nada y por eso la reiteración de esa palabra.

P. Aquí, en la novela, también hay familias venezolanas, de distintas extracciones. ¿Son representativas de la Venezuela de la que es usted?

R. Representan a una parte de Venezuela. Tal vez la mía, sí. Pero me interesaba tener la visión de otros también. Sobre todo la de gente de la generación de Chávez, una generación que fue muy tocada por la promesa de la Revolución, de la realización de lo que habían soñado. Y entonces dije: ¿cómo será la relación de ellos con el fracaso? Eso me interesó mucho.

P. ¿De qué manera ha integrado la literatura latinoamericana a su obra?

R. Yo siempre me he sentido muy latinoamericana, más que otra cosa. No sólo venezolana, latinoamericana. Porque toda la región tiene mucho en común. Y los principales autores y lecturas con las que me he formado, son de América Latina.

María Elena Morán ha ganado el Premio Café Gijón de Novela 2022.

María Elena Morán ha ganado el Premio Café Gijón de Novela 2022. /

P. Pilar Quintana, la novelista colombiana, habla en la solapa de este libro de la potencia de su escritura. ¿Qué autores le han marcado para tener esa potencia?

R. Pues, Juan Rulfo, que para mí es un antes y un después en la forma tan potente de mezclar vivos y muertos y niveles de realidad. También Gabriel García Márquez y Julio Cortázar. Bueno, estoy diciendo referencias muy canónicas, jajaja. Pero… también hay autoras latinoamericanas que me han soplado un poquito para hacer este libro: Pilar Quintana, Valeria Luiselli, Ariana Harwicz, Mónica Ojeda… ¡ah!, y Toni Morrison.

P. ¿Y cuál es su relación personal o íntima con la literatura?

R. Yo creo que tengo una especie de tensión furiosa con el texto. Siento la constante necesidad de traducir lo que está pasando en la cabeza de mis personajes. Eso lo aprendí de Pilar Quintana, precisamente. En este libro hay furia y catarsis, un lenguaje crudo, simple. Pero… ahora ya estoy trabajando en otro libro y creo que sigo en ese estilo.

P. Aquí hay muchas elipsis también.

R. Sí, aquí las elipsis funcionan en un sentido estructural, principalmente. Es para ir dosificando los efectos emocionales.

P. También habla de la literatura, y la novela es pura literatura.

R. Sí, sí… Hay un personaje, que se llama Raúl, que habla mucho sobre la separación de realidad y el más allá. Eso es muy literario.

P. Y es muy de Rulfo. De hecho, hay una frase que me llama la atención y recuerda mucho a Rulfo: “Esa patria extranjera que es la muerte.”

R. Sí, es que la muerte es el territorio más extranjero posible o el exilio más radical. El personaje de Graciela tiene una imagen muy clara sobre la ruina. De hecho, ella es la que tiene la mirada más nostálgica por sus muertos.

Yo llegué a Brasil en 2012 y les decía que era de Venezuela y me sonreían y les hacía gracia. Pero luego, con el paso de los años, la sonrisa se transformó en lástima"

P. Dice que en muchos sitios a los venezolanos se les ve como la peste.

R. Yo llegué a Brasil en 2012 y les decía que era de Venezuela y me sonreían y les hacía gracia. Pero luego, con el paso de los años, la sonrisa se transformó en lástima.

P. ¿La Revolución de Chávez fue, en realidad, tiempo perdido?

R. Pues… viendo los resultados, sí. Antes teníamos las crisis tradicionales que hay en América Latina, pero luego todo fue muy grave. Mientras las cosas son un sueño, te mueves para conseguirlo. En el momento que te matan los sueños, te matan a ti. Y en Venezuela nos mataron los sueños.