EL PASO A LA 'INMORTALIDAD'

Vargas Llosa en la Académie Française: “La novela salvará a la democracia o se sepultará con ella y desaparecerá”

Con una ceremonia solemne, el Premio Nobel hispanoperuano ha dado hoy el paso definitivo para su ingreso en la más alta institución de las letras francesas, ante la presencia, entre otros, del rey emérito Juan Carlos de Borbón. Flaubert, la novela y el papel decisivo de ésta para constituir sociedades democráticas han centrado su discurso

Mario Vargas Llosa, antes de la ceremonia de ingreso en la Academia Francesa

Mario Vargas Llosa, antes de la ceremonia de ingreso en la Academia Francesa / Reuters

Juan Cruz

Juan Cruz

Mario Vargas Llosa, escritor peruano, ingresó este jueves, a punto de cumplir los 87 años, en la Académie Française. Lo hizo con un discurso en el que reclamó para la novela, el arte que lo llevó al premio Nobel en 2010, un papel decisivo en el pasado y en el futuro de la humanidad. Flaubert fue su espejo y en este acto fue su impar acompañante. 

A cinco pasos, o seis sillas, se situó a escucharle el rey emérito, que tuvo interés en hacer este viaje desde Abu Dabi, donde reside, para asistir a este homenaje al escritor al que, como señaló el autor de la laudatio, debe, con Felipe González, la nacionalidad española desde 1993. 

Ante las autoridades de la principal institución literaria del país que adoptó como su referencia de escritor en 1959, y ante su familia al completo, aquel Zavalita que le sirvió para mezclar experiencia y ficción en Conversación en La Catedral expresó su pasión por la novela como elemento consustancial de la democracia

Es la primera vez que la familia Vargas Llosa acude en pleno a una actividad oficial del Nobel desde que hace ocho años dejó su casa para mantener una relación con Isabel Preysler. En la misma línea que el monarca emérito estaba por el principio Patricia Llosa, la madre de los hijos de ambos, así como nietos y parientes. 

Antes de la ceremonia el interés mayor se centró en la llegada del emérito. Se acercaron a él, primero tímidamente, representantes académicos o políticos de la excursión española al homenaje a Vargas Llosa. Allí estaban el presidente de la Academia Española, Santiago Muñoz Machado, o el presidente del Teatro Real, Gregorio Marañón, y además el embajador de España, que fue la primera personalidad en ir a darle la mano al emérito. Éste departió muy brevemente con todos, en esa primera fase del reencuentro con algunos, pero no podría decirse que estaba con muchas ganas de ampliar el espectro del diálogo. En el momento en que el embajador Victorio Redondo le dio la mano, Don Juan Carlos aprovechó para decirle: "Es la primera vez que un embajador de España viene a darme la mano", seguramente aludiendo a los desaires recientes que, según parece, recibió por diplomáticos españoles en su actual lugar de residencia.

El rey emérito Juan Carlos I acompañado de su hija, la infanta Cristina, en la ceremonia solemne de la Académie Française.

El rey emérito Juan Carlos I acompañado de su hija, la infanta Cristina, en la ceremonia solemne de la Académie Française. / J.C.

Una vez acabada la ceremonia el gentío se dividió entre el Nobel y el emérito. Aquí, en este caso, el besamanos se tornó franqueza y risas, porque el emérito estaba de buen humor, habló con todo el que quiso abordarlo, se inclinó a ser más informal con todos, se interesó por lo que hiciera cualquiera y se permitió algunas confidencias. Por ejemplo, no está contento fuera de España, pero volver lo tiene como una esperanza lejana. Estaba feliz de participar en un acto cultural de esta naturaleza, y dejó clara su gratitud cuando el académico que hizo la laudatio de Vargas Llosa recordó que fue él quien le dio a Mario no sólo el marquesado sino, también, cuando era un prófugo de Fujimori, dictador de Perú, la nacionalidad española.

Vargas Llosa, que en el coctel posterior se abrazó al rey emérito y departió con él en medio de un gentío en el que se confundieron ambos protagonistas de las distintas dimensiones de la jornada, estaba feliz sin lágrimas, pues en ocasiones así, en el pasado, se le escapó alguna rememorando a los suyos, en especial, como ocurrió cuando hizo su discurso de Nobel, en 2010, rememoró todo lo que debía a su mujer (su prima) de entonces, Patricia Llosa. Ahora Patricia estaba allí con los hijos de ambos, a siete sillas de su exmarido y a un pasillo del emérito.

Fue recibido Vargas con honores institucionales y literarios, como si la propia república francesa de las letras le estuviera agradeciendo que se fijara en este país para pasear por el mundo su admiración de escritor enamorado de la literatura creada en esta lengua. Quien se encargó de hacer su elogio, Daniel Rondeau, dijo que Vargas Llosa representa una figura literaria singular que jamás "ha soltado el hilo de sus formidables aventuras novelescas". Su decisión de intervenir en la política de su país, un acto fallido que lo atrajo de nuevo a la literatura y, además, a París, significó un gesto de generosidad. Pero "ese día en que aceptó dar ese salto usted tocó en la puerta de la desgracia", como se dice en una de las páginas más brillantes de uno de sus escritores preferidos, Albert Camus, en El extranjero. 

Carta de batalla por la literatura

El nuevo inmortal efímero, el peruano que también es español, dio su carta de batalla por la literatura que allí se celebraba, como hace decenios dio la batalla por Tirant lo Blanc, con la misma pasión también con la que se ocupó de Juan Carlos Onetti o William Faulkner, en el territorio y la imaginación que lo cautivó desde antes de 1956 y hasta ahora mismo.

Alternando sus referencias a los héroes franceses de su juventud y de siempre (Gustave Flaubert, Victor Hugo, Jean Paul Sartre, Albert Camus…), y después de haber situado en la historia de la literatura a Michel Serres, narrador al que sigue en el sillón que le corresponde en la docta institución, Vargas Llosa se puso el traje del novelista y el del periodista a la vez y explicó en este párrafo el doble compromiso que ha marcado su vida: la literatura y la democracia. Dijo el escritor peruano: "La novela salvará a la democracia o se sepultará con ella y desaparecerá. Quedará siempre, cómo no, esa caricatura que los países totalitarios hacen pasar por novelas, pero que están allí, solo después de atravesar la censura que las mutila, para apuntalar las instituciones fantasmagóricas de semejantes caricaturas de democracia de la que es ejemplar la Rusia de Putin atacando a la infeliz Ucrania".

El Nobel peruano se refirió al actual episodio de guerra en Europa subrayando la valentía con la que Ucrania resiste, pese a la "superioridad militar" rusa, "a sus bombas atómicas y a sus ejércitos multitudinarios". Cronista y novelista a la vez explicó su visión del momento que vive el país acosado: “Como en las novelas, aquí los débiles derrotan a los fuertes pues la justicia de su causa es infinitamente más grande que la de estos últimos, los supuestamente poderosos”.

Su gratitud a Gustave Flaubert alcanzó en su discurso el tenor de una autobiografía. En una semana publica Alfaguara Un bárbaro en París, el discurso entero de Vargas Llosa. Es, según él, el más importante discurso de los suyos, acaso el más emocionante y, sin duda, el más literario pues abarca todas sus pasiones, incluida la del amor a Francia.