CINE

Si quieren que llores, llorarás: la 'brigada' que compone bandas sonoras para manipular tus emociones

Iván Palomares, Aránzazu Calleja, Julio de la Rosa, Olivier Arsón y Fernando Velázquez se disputan el Goya a mejor música original al tiempo que ponen en valor el 'cine que se oye'

Su trabajo consiste en analizar dónde y cómo puede la música generar un código narrativo. Todo ello en paralelo a la contratación de la orquesta, el alquiler del estudio y el cierre de fechas: "Tiene que ser una traje a medida. Y, como tal, debe quedar entallado"

Iván Palomares, Aránzazu Calleja, Julia de la Rosa, Olivier Arsón y Fernando Velázquez compiten por el Goya a la mejor música original.

Iván Palomares, Aránzazu Calleja, Julia de la Rosa, Olivier Arsón y Fernando Velázquez compiten por el Goya a la mejor música original. / NGESTUDIO

Pedro del Corral

Pedro del Corral

El miércoles era el día favorito de Iván Palomares. Entonces, no lo sabía. Era demasiado pequeño para darse cuenta del poso que le estaba dejando su abuela. A mitad de cada semana, ella le recogía para dar un largo paseo por Madrid. Pero, en el fondo, ambos sabían que eso sólo era una excusa. El cine les esperaba puntual para celebrar una comunión que le dejaría marcado de por vida. “Al regresar a casa, me sentaba al piano a repasar las melodías que había oído. A veces, las continuaba. Otras, las recreaba”, recuerda. Y, de repente, lo que parecía una preciosa rutina terminó convirtiéndose en su razón de ser. Hoy compone bandas sonoras para algunos de los filmes más punteros del momento. Y lo hace a corazón descubierto. En una especie de homenaje a aquel niño que descubrió su pasión gracias a ese empujoncito que sólo dan las yayas.

Este sábado, aspira a ganar el Goya a mejor música original por su trabajo en Las niñas de cristal. Es la segunda vez que está nominado, pero no sufre la presión. Al contrario: es una oportunidad ideal para seguir aprendiendo al lado de Olivier Arsón (As bestas), Julio de la Rosa (Modelo 77), Aránzazu Calleja (Irati) y Fernando Velázquez (Los renglones torcidos de Dios). Los cinco llevan años curtiéndose en el cine que entra por los oídos. Dándole el valor que pocas veces se le ha reconocido. Nadie como ellos para comprender el amor que conforma cada compás. Y que, en cada edición, dedican a quienes creyeron en ellos.

Iván Palomares está detrás de la banda sonora de 'Las niñas de cristal'. 

Iván Palomares está detrás de la banda sonora de 'Las niñas de cristal'.  / NGESTUDIO

“Siempre hay algo que te puede enamorar de un proyecto. En mi caso, le doy mucha importancia al entusiasmo por contar nuevas historias: cuando llego a un rodaje y veo a tanta gente comprometida, inmediatamente se me disparan las ganas por sumarme. Me gusta saber quién está detrás, cuál es su motivación, qué quiere transmitir… Esa pasión es lo que lo vuelve maravilloso. Y lo que te impulsa a dejarte la piel”, explica Palomares, responsable de la producción musical de Litus, El jugador de ajedrez y En las estrellas. Palpar esa conexión es lo que les anima a apostar por un título u otro. El guion y la producción ya llegarán, pero esa electricidad preliminar debe existir para arrancar. Si no, corre el riesgo de no encajar a la perfección: “Tiene que ser un traje a medida. Y, como tal, debe quedar entallado”. Sólo así las notas se convertirán en bálsamos para escenas tristes, en chispas para trepidantes carreras y en alertas para futuras víctimas.

Sin las armonías de John Williams, ¿cómo habríamos gestionado la adrenalina que supura Indiana Jones y la última cruzada? O sin las de Alberto Iglesias, ¿cómo habríamos percibido la búsqueda que protagoniza Emma Suárez en Julieta? Tanto Steven Spielberg como Pedro Almodóvar han confiado en el poder transformador de los acordes. Pues, a veces, el terror, el afecto o la euforia sólo hallan su reflejo en la pantalla gracias a ellos. Si no, ¿qué habría transmitido Meryl Streep en Memorias de África? El tempo pausado que John Barry le imprimió transformó esta aventura en una de las más icónicas del celuloide. Por tanto, la música es un elemento de extraordinaria potencia expresiva para enfatizar cualquier argumento. La clave está en saber utilizarlo.

Crear una banda sonora consiste en sentir el relato. Y, en consecuencia, apañártelas para que los demás noten lo mismo que tú. Para lograrlo, tienes unas armas que debes emplear ingeniosamente”, subraya Julio de la Rosa. Desde 2004, el cantautor ha alternado su carrera en solitario con esta faceta. El séptimo arte le sorprendió con tanto brío que empezó a estudiar Comunicación Audiovisual a la par que salía de gira. Ya en la universidad, entre cervezas y apuntes, le propusieron escribir para 7 vírgenes: esta primera puerta le destapó un mundo que no ha abandonado jamás.

Julio de la Rosa puede llevarse el 'cabezón' por 'Modelo 77'. 

Julio de la Rosa puede llevarse el 'cabezón' por 'Modelo 77'.  / EPE

“Siempre que me enfrento a un pentagrama aparece cierto vértigo. Es como hacer puenting con tus sentimientos. Musicar películas es un trabajo de manipulación. Tienes que engañar emocionalmente al espectador para que sienta lo que tú quieres. Y, para ello, has de tener la tesis muy interiorizada”, continúa De La Rosa, líder del enjambre musical de El hombre de las mil caras, Grupo 7 y Loco por ella. En total, lo ha hecho en 56 cortos, series y largometrajes. De ellos, La isla mínima le permitió levantar su primer cabezón. Encontrar la lógica y la sintaxis precisas para conectar con la masa no es tarea fácil. De ahí que, en la mayoría de ocasiones, esta figura entre en acción en la fase de escritura o de grabación. No sólo por una cuestión temporal, sino también financiera: ambas determinarán las herramientas y los plazos para sacar adelante el material en coordinación con el resto de departamentos.

La 'fuerza' del cine mudo


Desde la época del cine mudo, se entendió que la música formaba parte de este lenguaje de manera clarividente: el público solicitaba acompañamientos melódicos que potenciaran las escenas que estaba viendo. ¿Cómo? A través de pequeñas bandas. O incluso de gramófonos. No obstante, como curiosidad, la realidad es que estas ejecuciones no se realizaban para conducir la acción, sino para paliar el ruido de las bobinas. Así, Vivalvi, Händel o Bach hicieron acto de presencia hasta que llegaron las primeras composiciones específicas.

Este hito tuvo lugar en 1908, cuando Camille Saint-Saëns y Mihail Ippolitov-Ivanov parieron varias piezas para El asesinato del Duque de Guisa y Stenka Razin. “Cada propuesta es distinta. Al menos, así los enfoco yo. Me gusta que cada historia sea un reto. Por ejemplo, en Apagón, me basé en la improvisación con instrumentos fabricados por nosotros. En cambio, en As bestas, me puse de límite un ensemble de 15 intérpretes”, sostiene Olivier Arsón. Sus partituras han absorbido los dramas de Madre, El reino y Cerdita. Aunque su gran oportunidad se la dio Rodrigo Sorogoyen en Que Dios nos perdone. El punto visual de su obra le catapultó a la línea de frente, un lugar del que no se ha movido aún.

Olivier Arsón es el responsable de la música de 'As bestas'. 

Olivier Arsón es el responsable de la música de 'As bestas'.  / GABRIEL PAIS

Si bien el modo de introducirse en el proyecto varía, el objetivo siempre es analizar dónde y cómo puede la música generar un código narrativo. Todo ello en paralelo a la contratación de la orquesta, el alquiler del estudio y el cierre de las fechas. “Hay fases que resultan comunes a cualquier cinta. En lo que a mí respecta, me gusta escribir antes del rodaje para tener más tiempo y libertad”, añade Arsón. En esta cadena, es habitual contar con la opinión de la totalidad del equipo: a través de la visión de los encargados de la fotografía, el vestuario y el maquillaje pueden extraerse conclusiones que iluminen el camino. Un matiz que, en definitiva, abocará a un resultado u otro. Lo que ya nadie pone en duda es que sea cualificado. Esta conquista es de Erich Korngold y Max Steiner, dos de los máximos exponentes de este sector. A ellos se les debe, entre otras cosas, la profesionalización de esta industria.

Tal fue su ímpetu que, en los años 30, los grandes estudios ya contaban con un plantilla de directores de orquesta y arreglistas. Es verdad que, por aquel entonces, las notas no se ajustaban a la acción con precisión. Sin embargo, la irrupción de King Kong transformó el panorama radicalmente. “Dentro del audiovisual, la música está valorada porque se le da espacio. Ahora bien, no se cuida como se debe. Solemos contar con unos plazos y un presupuesto poco acordes al resultado que se espera. Por lo que, aunque se nos premia, el gran problema es que se menosprecia el proceso de creación”, relata Aránzazu Calleja, autora de las bandas sonoras de Akelarre, El hoyo y Cinco lobitos.

En su caso, fue Borja Cobeaga quien apostó por ella casi a ciegas. Se conocieron en la facultad Bellas Artes, donde le habló de su corto Éramos pocos. A los meses, ya estaban colaborando. Su popularidad fue tan grande que empezó a encadenar encargos. Hasta hoy, que atesora 43 títulos. En cada uno se ha plantado el famoso dilema de si la canción debe imponerse a la imagen o no. Pero, lejos de añadir más humo, ella lo tiene clarísimo: “Una banda sonora que se despega en exceso de la historia me hace ser consciente de la trampa que estamos viviendo. Ese truco permite que nadie sepa que le están mangoneando”

Aránzazu Calleja está detrás de la banda sonora de 'Irati'. 

Aránzazu Calleja está detrás de la banda sonora de 'Irati'.  / ELSSIE ANSAREO | ALTER EGO TALENT HOUSE

Ennio Morricone, Hans Zimmer y Danny Elfman engrandecieron un arte que parecía no encontrar techo. En España, Juan Quintero, Manuel Parada y Jesús García Leoz sentaron las bases de un oficio que empezó a atraer a nombres cada vez más modernos, como Augusto Algueró y Waldo de los Ríos. Ellos desarrollaron otro tipo de piezas para las comedias de Alfredo Landa y los musicales de Marisol. Pero la gran renovación llegó con Pepe Nieto, Lucas Vidal, Javier Limón, Nico Casal y Pablo Cervantes. “Alguien me dijo una vez que la música en el cine es una cortina invisible que manipula a la audiencia. Y es una definición que me gusta porque alude a la magia que se vive en un sala”, apunta Calleja, que también ha dejado su huella en documentales y anuncios de publicidad. El único engaño que el espectador consiente a conciencia. Pues sabe que, a pesar del mal trago, compensa. Y mucho.

El gran ‘secreto’

Hacer una banda sonora que la gente pueda recordar en el tiempo no es sencillo. Y no se trata sólo de un asunto económico. Para dejar anidar en el pecho del público, se requiere un extra que casi nadie sabe realmente de qué se trata. “Una buen producto es aquel que no podemos separar de la película. Le da identidad y personalidad. A veces, no es necesario que esté en primer plano, pero eso no significa que no pueda disfrutarse. La meta es alcanzar esa dualidad”, detalla Palomares. A lo que De La Rosa añade: “La emoción siempre tiene que estar presente. Vale cualquier cosa con tal de transmitir lo que se pretende. En especial, en un momento como éste en el que el espectador ya se las sabe todas”. Por esa vía transita también Arsón, aunque con una visión un tanto más precisa: “Hay que aportar algo visceral. Se trata de entender la historia y tener conciencia de la función de la música dentro de ella”. Esa relación que establecen ambos elementos debe ser exclusiva. Lo que vuelve compleja su creación. “Deben complementarse, añadiendo otra capa a la narración. Sin invadir ni subrayar en exceso lo que la imagen ya cuenta”, puntualiza Calleja. “Me gusta aportar algo diferente a lo que veo”.