QUEMAR DESPUÉS DE LEER

Mary Gaitskill: despiadada y cruel, pero no maldita

El regreso de Gaitskill con la publicación de su primer libro de cuentos revive la ferocidad de su visión del mundo y de aquello que también nos hace humanos: la maldad, y el deseo que se entiende por perverso porque es propio, y único, no establecido

MARY GAITSKILL

MARY GAITSKILL / Sara Fernández

Laura Fernández

Laura Fernández

El año es 1988. Mary Gaitskill tiene 34 años. Mary Gaitskill es escritora. Nació en Lexington, Kentucky, en 1954. Dijo en una ocasión que decidió hacerse escritora al cumplir los 18 porque "había demasiadas cosas en el mundo que no me gustaban y sentía que tenía que decir algo al respecto". En 1988, el año en que se publica su primer libro, un libro de cuentos espinoso, aún no se ha publicado 'American Psycho', de Bret Easton Ellis, pero está a punto de hacerlo. Cuando lo haga, Gaitskill, y su crueldad, pero también y sobre todo, su postura, incómoda y expansiva, sin límites, ante el deseo femenino y sus perversiones, quedará indefectiblemente eclipsada por la barbarie del capitalismo aplicado al consumo de cuerpos, y vida, del clásico, nada femenino, de Ellis.

De hecho, el libro de Gaitskill tardó cuatro años en encontrar editor. Los cuentos que lo conforman —nueve, como en otro clásico, el de J. D. Salinger— se internan, brillante y desacomplejadamente, en el embarrado terreno de las relaciones no necesariamente sentimentales entre hombres y mujeres. Disparan, sí, contra la idea de lo romántico, pero en realidad hacen algo más. Mucho más. Acaban con ella, la desmiembran y no, no tratan de reconstruirla de ninguna de las maneras, simplemente exponen los pedazos que han quedado de ella. No hay culpables en los relatos del oportunamente recién rescatado 'Mal comportamiento' (Random House), ni siquiera hay un mal comportamiento propiamente dicho, solo universos que desean y se topan unos con otros.

La mente del sadomasoquista

Por ejemplo, hay en Mal comportamiento una disección de lo que ocurre en la mente del sadomasoquista. Dos, en realidad, si contamos con 'Secretaria', el cuento que se convirtió en película en 2004, una pequeña pieza de culto que protagonizó Maggie Gyllenhaal. Pero centrémonos en lo que ocurre en el relato que lleva por título 'Un fin de semana romántico'. Hay algo en él de Raymond Carver, pero un Carver en el que el alcohol hubiese sido sustituido por el deseo. Un deseo de invasión por parte del hombre —un tipo casado que únicamente piensa en someter y destruir- y de exploración de los límites por parte de la mujer, alguien que, en la búsqueda frontal de aquello que podría gustarle, no piensa abandonarse a sí misma.

En la manera en que Gaitskill aborda la relación entre dos personas, sea hombre y mujer, o dos mujeres —el relato dedicado al par de amigas, Susan y Leisha, es canónico en lo que a etapas en cualquier amistad femenina se refiere— hay siempre cierto aire de batalla. Se levantan muros. Intentan derribarse. El interior de uno y otro se protegen y se exponen en un parpadeo tan íntimamente inalcanzable que resulta casi insoportable. Como narradora es despiadada y cruel —todo tiende a ser feo cuando lo describe, y su postura, de un nihilismo feroz—, pero no maldita. Gaitskill no romantiza a sus personajes ni se apiada de ellos, solo los muestra. Existen, está diciéndole al lector. Y tú también, le dice a continuación. Seas como seas.

Pasado oscuro

Leer por primera vez a Gaitskill es, en ese sentido, toda una experiencia. Yo lo hice en 2007, cuando se publicó 'Veronica', su novela sobre el mundo de la moda. En realidad, su autopsia de otra amistad femenina, tan quirúrgica y salvaje a la vez que la sensación es la de estar pisando un terreno vedado. Todo lo que has visto no es todo lo que hay, te dice la obra de Gaitskill. Contempla al hombre casado que cree que puede comprar otra vida saliendo con una prostituta. Contempla a la escritora que se aburre y se acuesta con tipos por dinero. Sumérgete en cualquiera de los dos un rato y descubre hasta qué punto no hace otra cosa que pensar en sí mismo. Y se está usando para usar al resto. Algo así ocurría en 'Esto es placer', su última 'nouvelle'.

A sus 68 años, Gaitskill, que cambia de escritores favoritos todo el tiempo, pero que siempre, dice, admirará a Vladimir Nabokov, ha abandonado su tímido aislamiento —tuvo un pasado oscuro que no esconde, en el que hizo cosas parecidas a las que hacen sus personajes, y se mantuvo alejada de los focos todo lo que pudo, sin escribir otra cosa que sus cuentos y sus novelas—, y ha empezado a publicar una columna en Substack —una plataforma de 'newsletters'— llamada 'Out of It. Fue en una de ellas donde definió su propia obra como algo "con un punto de vista contundente pero moralmente ambiguo (léase: realista), con énfasis en la naturaleza emocional extraña y granular —esto es, compuesta de infinidad de pequeños mundos— de la experiencia humana". Y sí, así es.