CONVERSACIÓN CON PREGUNTAS

Mario Gas: "En el teatro se está perdiendo energía para enfrentarse al poder"

El actor y director teatral, reciente Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, se pone ante el periodista para responder preguntas sobre su arte y sobre la vida. Sin querer pecar de excesivamente crítico, echa de menos un sector, el suyo, más comprometido y más unido

El director teatral Mario Gas.

El director teatral Mario Gas. / Alba Vigaray

Juan Cruz

Juan Cruz

Nacido en Uruguay, catalán de la estirpe de Nùria Espert o Adolfo Marsillach, capaz de subir a escena a interpretar Follies, una de sus grandes creaciones, o a recitar poemas viejos y contemporáneos como si estuviera en una boîte de la belle epoque, o a dirigir o a ser dirigido, y dispuesto también a ponerse al frente de teatros que conocieron un antes y un después de su pasión y de su compromiso por hacer de la escena una especie de altavoz del arte y de la vida.

Ese es Mario Gas, tiene 75 años hasta febrero, y se puso ante el periodista a responder preguntas sobre la vida y sobre su arte en un café que hay ante el Teatro Español, en el que acababa esa noche uno de los espectáculos que aquí destaca, París 1940, de su amigo y colega Josep Maria Flotats.

Había visto otro, Aída, de Verdi, dirigida por Bárbara Lluch, en el Teatro Real. De cómo habla de ellos, y de cómo se esconde de sus propios valores, se ha hecho leyenda, y ésta coincide con la realidad. Por méritos como los descritos el Gobierno lo acaba de premiar con una de las Medallas de Oro al Mérito en las Bellas Artes. Viene a la entrevista con su maletita de ir y de volver de Barcelona. En este caso, volvía. Para ensayar con Nùria Espert, entre otros. Ella es un fetiche, de Gas y del teatro.

El director teatral Mario Gas.

El director teatral Mario Gas. / Alba Vigaray

P. ¿Cómo es usted como espectador?

R. Pues… a mí me gusta mucho ver teatro. Además de dirigir y actuar, creo que soy un buen espectador de teatro. No veo tantos espectáculos como yo quisiera, pero… cuando puedo voy. Entonces: creo que soy un espectador que se deja atrapar por lo que ve y que tengo que limpiarme, por decirlo así, de todo mi bagaje teatral para no ser excesivamente crítico y simplemente disfrutar. Veo mucho teatro en Madrid, en Barcelona, en Londres.

P. Ahora en Madrid ha visto dos espectáculos, uno en el Teatro Real y otro en el Teatro Español.

R. Sí. Porque con los dos directores de esos espectáculos me une una amistad. Pero no voy con la sensación de que por eso me tiene que gustar. Yo voy, veo y luego ya analizo. Voy sin prejuicios y dispuesto a que me sorprendan. En el caso de estos dos espectáculos… me han congratulado mucho. Bárbara Lluch es una directora que me encanta, a la que le tengo mucho aprecio, que sé que hace las cosas bien. Ha hecho un espectáculo valiente, bello y sin alharacas ni posmodernidades que consigue conectar la historia con la sensibilidad actual. También es porque tiene un reparto extraordinario. La soprano es asombrosa. El tenor vasco, igual. Y hay un último acto, con una sonámbula, que es fantástico. Y el de Flotats también es grandioso. Es sobre el París ocupado por los nazis… ¡fantástico! ¿Sabes? Me ha parecido un espectáculo muy necesario para estos tiempos.

P. ¿Por qué?

R. Porque es bueno recordar lo que pasó con la invasión nazi, tener memoria. Es que… recuerda que lo que pasa en el teatro muchas veces se convierte en verdad. Uno va al teatro, ve la obra y se conmueve y abre horizontes.

El teatro se está ensimismando y está pendiendo un punto de reflexión sobre la sociedad y sobre la condición humana"

P. ¿Usted ve en el teatro la voluntad de aludir a la realidad?

R. Sí. Ahora la veo poco, eh. Porque creo que en los últimos tiempos se ha perdido un poco el considerar al teatro como un reflejo de la sociedad. Pero no como si el teatro fuera un telediario, sino como un punto referencial. Hoy hay experimentos que son reduccionistas, ¿no? Pero eso es algo opinable. El teatro se pregunta qué nos ocurre como sociedad y por eso luego hay clásicos. Cuando unas Troyanas de Eurípides se entienden todavía hoy, pues… es porque las guerras no han cambiado mucho. Pero creo que hoy el teatro se está ensimismando y está pendiendo un punto de reflexión sobre la sociedad y sobre la condición humana.

P. Usted es de la época en la que la palabra compromiso siempre estaba presente. ¿Ahora sigue habiendo un compromiso intelectual?

R. Se ha diluido bastante. Siempre hay excepciones, pero… A ver: primero hay que estar comprometido con uno mismo, luego con el arte que practicas y luego con la sociedad en la que vives. Yo creo que se ha ido perdiendo la solidaridad, la gente ya está más separada y, en lo artístico, hay una especie de prisa por ser conocido que no permite desarrollarse como se debe. Estamos un poco perdidos. Pero tampoco soy excesivamente crítico, porque hoy hay condiciones de trabajo pésimas, los teatros públicos ya sabemos cómo están económica e ideológicamente. Los privados también. En fin: se están perdiendo derechos, se está perdiendo tranquilidad, se está perdiendo energía para enfrentarse al poder. Entonces, por eso se ha perdido un poco de compromiso. Pero, por fortuna, hay quien todavía está empeñado en hacer teatro como herramienta para desvelar misterios personales y colectivos. Nos falta estar todos más unidos, eso sí.

Yo soy crítico con el procés de Cataluña, pero no soy crítico con la demanda de los catalanes. Creo que todo se ha calmado un poco y que hay que tender puentes"

P. ¿Cómo han ido variando sus preocupaciones políticas?

R. Pues… yo soy crítico con el procés de Cataluña, pero no soy crítico con la demanda de los catalanes. Creo que todo se ha calmado un poco y creo que hay que tender puentes. Por eso digo que los partidos políticos que hoy quieren derribar puentes me parecen antidemocráticos. Lo que hay que hacer es entendernos. Se habla mucho del nacionalismo catalán, pero ¿y el nacionalismo español? La gente piensa que hay que estar con unos y en contra de otros, pero yo pienso que ante todo hay que respetar la opinión del otro.

P. Cuando hizo el montaje de Pedro Páramo, de Juan Rulfo, en el Matadero de Madrid, me dijo que percibía mucho odio alrededor, y era en torno a 2021. ¿Sigue pensando lo mismo?

R. Sí. Yo creo que sigue habiendo mucho odio. Y cualquier acercamiento del Gobierno para intentar desbloquear las cosas es sistemáticamente atacado por lo que yo llamo el odio. Ahora aparentemente todo está más relajado, pero yo sigo viendo mucho odio y mucha manipulación.

P. Es actor, es director. Comprende ambas partes. ¿Cómo es el trabajo de poner firmes a los iguales?

R. Es un reparto de roles. Hay un código: tú aceptas ponerte en las manos de otro y ese otro acepta que tiene en sus manos a otros. La verdad es que a mí me fascina trabajar con otros, crear confianza y ver que ellos y ellas están conmigo muy sueltos, porque saben que yo voy a intentar sacar lo mejor de ellos. Y eso casi siempre me ha funcionado muy bien. En el fragor de la batalla, a veces uno se irrita pero siempre sin faltarle el respeto a nadie. Tampoco podemos tener un cuerpo de porcelana: somos seres humanos y tenemos sensaciones. Pero el esfuerzo es siempre por sacar adelante un gran trabajo.

P. ¿Cuáles considera que son los grandes montajes que ha hecho?

R. ¡Uf! Qué difícil, Juan. Uno sabe qué se le ha escapado en cualquier trabajo. Unas veces más, otras menos. Pero para mí es muy difícil señalar algún espectáculo paradigmático. Porque en todos encuentro algo que me afecta directamente. Incluso hay cuatro o cinco en los que todo ha sido una frustración, pero no los mencionaré.

P. Pero ha dirigido a gente muy importante para el teatro de este país.

R. Sí, pero… es que no quisiera dejarme a alguien y que luego se sintiera menospreciado. Hay mucha gente que me ha gustado, compañeros que son comprometidos y siempre con ganas de crecer en el escenario. De todas formas, si revisas mis montajes, verás que hay nombres que se repiten. Bueno, pues esa es la gente con la que me gusta trabajar más. Podría darte nombres, pero prefiero que no. Porque luego alguno me dirá que por qué no lo he nombrado.

P. ¿Y qué es lo que mejor ha hecho como actor?

R. No soy yo quién para decirlo. Pero sí te puedo decir lo que he hecho peor: no haber actuado más. Porque disfruto mucho actuar. Me gusta estar entre músicos, bailarines, luces… como en Follies.

P. Sí, ahí se le vio muy feliz.

R. Es que ahí había un contacto con el público muy especial. Fue muy gratificante ver cómo el público estaba con nosotros.

P. También ha hecho doblajes. ¿Ha doblado a alguien que se parezca a usted?

R. Yo creo que no. Lo que sí es que el doblaje me ha permitido entrar en personas y personajes muy buenos. Y he aprendido mucho de respiración, cambios de ritmo, de emoción… Como empecé muy joven en el doblaje, he tenido una buena escuela. Es una profesión que a veces está mal vista, yo mismo consumo muchas películas en versión original, pero me encanta mucho hacer doblaje.

Tú ves en Francia, en Inglaterra o en Italia ese cariño por sus artistas y en cambio aquí… Aquí el poder político no presta mucha atención a los artistas"

P. ¿Este país tendría que prestar más atención a los artistas?

R. Sí. A todos los niveles. Tú ves en Francia, en Inglaterra o en Italia ese cariño por sus artistas y en cambio aquí… Es que, mira: aquí el poder político no presta mucha atención a los artistas de su país. Hoy hay menos obras en cartel, las obras se ensayan menos, la burocracia crece… No estamos en un país muy atento a la valoración de sus artistas. A mí me emociona ver el cariño que le tienen en Londres a sus actores, por ejemplo.

P. Bueno, el gobierno de este país ahora lo ha reconocido con la Medalla de Oro de las Bellas Artes.

R. Sí, y he pensado en Shakespeare y Pirandello. 'Así es si así os parece'. O: 'como gustéis'. ¿Pensáis que soy merecedor de esa medalla? Pues estupendo, gracias. Por otro lado dices: ¿no estaré siendo subsumido por el sistema? Pero… es algo muy bonito que alguien piense que he contribuido a desarrollar las bellas artes de este país. Pero lo más bonito es cuando los amigos te felicitan por eso y así compartes el premio con ellos. También me alegra la gente a la que también le han dado la medalla. Y… pienso que esto es un incentivo para pensar que no todo ha sido en vano, y también que hay que seguir.

P. Imagine que su edad es una persona. ¿Qué le diría la edad?

R. Sigue por donde vas. Sigue, sigue. Camina, camina.

P. ¿Y qué sigue?

R. Pues en febrero empezamos los ensayos de una obra que se llama La isla del aire, una versión teatral de una parte de una trilogía novelística que se llama El tiempo que nos une, de Alejandro Palomas. Es un espectáculo con cinco mujeres: Nuria Espert, Vicky Peña, Mercé Montalá, Miranda Gas y Candela Serrat. Mi hija y la de Serrat.

P. ¿Y cuál es mejor: la suya o la de Serrat?

R. Las dos son muy buenas. Las dos.  

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