EL PORVENIR DEL PERIODISMO

Gustavo Gorriti: “El periodismo de calidad siempre estuvo amenazado”

El gran periodista peruano, que dirige el colectivo IDL-Reporteros, se refiere en esta entrevista a la salud y a las amenazas de su oficio y, en último término, a los sucesos que pusieron fin en su país al gobierno de Pedro Castillo.

El periodista peruano Gustavo Gorriti.

El periodista peruano Gustavo Gorriti.

Juan Cruz

Juan Cruz

El periodismo de calidad está amenazado, siempre lo estuvo, dice Gustavo Gorriti, periodista peruano de 74 años, director del colectivo de periodistas que, bajo la denominación de IDL-Reporteros, se ocupa desde Lima de lo que sucede en América Latina que merezca la pena contar a los lectores de todo el mundo.

En esta serie de conversaciones que Prensa Ibérica ha ido publicando a raíz del primer aniversario de El Periódico de España, otros colegas suyos, como el argentino Ricardo Kirschbaum o el norteamericano Martin Baron, alertaron sobre la realidad de que el periodismo de papel no se muere, aunque se halle herido de muerte

En esta entrevista, que comenzamos a hacer en Guadalajara, México, en cuya Feria Internacional del Libro contó algunas de sus contribuciones a la investigación periodística latinoamericana, se refiere a la salud y a las amenazas de su oficio y, en último término, a los sucesos que pusieron fin en su país al gobierno de Pedro Castillo.

Gorriti dirige IDL-Reporteros. Ha sido codirector de La República en su país, director adjunto de La Prensa de Panamá, y ha recibido premios como el Maria Moors-Cabot y el Rey de España. En el ejercicio de su oficio fue secuestrado por secuaces del entonces presidente Fujimori en el curso del autogolpe protagonizado por este en 1992. Muy relevantes fueron sus trabajos en torno al escándalo continental Lava Jato y a los crímenes de Sendero Luminoso. En este caso esa investigación suya se convirtió en su libro Historia de la guerra milenaria en el Perú.

Según su criterio, el periodismo siempre ha estado amenazado, pero, en esta crisis como en otras, será salvado por la calidad.

P. ¿Qué posibilidades hay de revertir ahora la crisis?

R. El periodismo de calidad siempre estuvo amenazado. Las respuestas a esa amenaza fueron diferentes de acuerdo con el tiempo y la circunstancia. Cuando ocurrieron las felices conjunciones de dueños y directores ilustrados de medios con periodistas talentosos, los resultados fueron formidables. Desde la revista McClure's a fines del siglo XIX hasta Caretas (en Lima) en la década de los 80 del siglo pasado, esa fórmula siempre produjo periodismo memorable. Pero existió a la vez, en todo tiempo, el periodismo manipulador, sensacionalista, amarillo, desinformador. ¿Qué quedó? El mejor periodismo dejó relatos que perviven como literatura; y el otro periodismo también permaneció como tema de cine o de novela (Scoop, Ciudadano Kane, Conversación en la Catedral)

P. Es interesante observar ahora, en el periodismo mundial, cómo se mira hacia los países de América Latina como lugar común de un gran desconcierto político y económico, pero donde se produce, a la vez, una mayor preocupación por el periodismo como compromiso con la situación de las naciones. ¿Cómo afecta este hecho a la calidad del periodismo? ¿O a su esperanza?

R. Me parece que Latinoamérica produce ahora un periodismo de gran calidad; y a la vez otro periodismo desinformador, de mala o pésima calidad. En términos masivos, el segundo es mucho mayor que el primero, pero en cuanto a su impacto y fuerza, el primero es mucho más importante. Hay un tercer periodismo, de terreno intermedio, que ocupa un lugar importante y cuyo efecto es a veces meritorio y otras deplorable.

P. ¿El compromiso es hoy por el oficio o por las sociedades que sufren?

R. Debe ser por el oficio, siempre. El oficio te lleva a relatar, no cada vez, pero sí con gran frecuencia, las crónicas de las sociedades que sufren y a hacerlo de tal manera que la historia contada fascine, conmueva, despierte y lleve a aflorar emociones. Una furtiva lágrima, una indignación que se hará causa, una botella que se descorcha, y que muchas veces construyen un cambio en las pendientes resbaladizas por las que retrocede, avanza, se accidenta, recupera andar nuestra Latinoamérica del alma.

El periodismo debe relatar la verdad de los hechos; y la verdad trae consecuencias"

P. ¿Qué es un periodista hoy? Eugenio Scalfari, el gran periodista italiano, decía que "Periodista es gente que le dice a la gente lo que le pasa a la gente". Usted lleva muchos años en este oficio, ha hecho de todo, y ahora parece otra vez un joven expuesto a defender una tarea que fue consecuencia de su primera vocación. ¿Sigue siendo para usted una inspiración el periodismo, o es un sacerdocio?

R. Scalfari tuvo razón, en el sentido más amplio: Homero fue periodista y la gente no deja de escuchar lo que le pasó a otra gente dos mil quinientos años atrás. Para mí el periodismo y la literatura son, en esencia, lo mismo. De hecho, la gran novela occidental nació en periódicos y revistas, y los grandes escritores (los pequeños también) pudieron subsistir y crear gracias a la publicación periódica. A la vez, su producción ayudó al enorme crecimiento de los tirajes de las publicaciones en pocas décadas y fue la gran fuente de enseñanza para generaciones de periodistas que quizá ignoren los orígenes pero practican, cuando son buenos, lo que sus genes les demandan.

Pero hay aspectos específicos a la vida de periodista que suelen ser diferentes a la literaria de hoy. El periodismo debe relatar la verdad de los hechos; y la verdad trae consecuencias. Claro que las consecuencias son muy diferentes en los casos, digamos, del periodismo gastronómico y del periodismo de investigación. En este último, y en otras formas de periodismo también, la revelación puede entrañar peligro. Mucho peligro a veces. Si uno afronta uno o varios peligros grandes a lo largo de los años y no ha abandonado el oficio es porque en determinado momento tomó la decisión y cruzó el río sabiendo que no hay retorno y que igual es por uno que por mil; y que aunque a medida que el final se acerca uno pueda pensar que los mejores triunfos fueron efímeros, también pensará que pocas cosas en la vida valieron tanto como esos esfuerzos, como esas historias, y que a veces hasta podrán lograr que lo efímero perdure.

P. ¿Hay maestros a los que tutee? ¿O usted es ahora el maestro? ¿Cuál sería la enseñanza que atesora, recibida por usted o explicada por usted a los alumnos que tuviera?

R. Los maestros que tuve no toleraban otro trato que el tuteo. Y, salvo alguna excepción, no se consideraban maestros. De Enrique Zileri, el gran director de Caretas, aprendí casi todo lo que sé sobre periodismo. Enseñó semana a semana, edición tras edición, con los extremos de trabajo y alquimias creativas de la fatiga extrema; esa que se vive en las fuerzas especiales y en ciertas formas de bohemia. Howard Simons dejó también huella perdurable. Combinaba su presencia protectora con la mayor exigencia; y la consideración con un, a veces, lacerante sarcasmo. Vivía el periodismo como entrega a la verdad (asociada con un gran sentido del humor) en la que nada que no fuera dar lo mejor de uno mismo tenía excusa. Protegía el talento y no toleraba la mediocridad. Ambos, cada cual a su manera, fueron personas de gran valentía y mayor creatividad. Como digo, aprendí de su ejemplo. Si tengo algo que enseñar, trato de hacerlo de la misma manera.

P. ¿Qué valores ha de tener hoy un periodista para hacer creíble su enseñanza?

R. Los de siempre. Sea que se escriba a mano o se componga en una súper computadora, los valores son los mismos: Relatar, con brillo, originalidad y exactitud la verdad de los hechos.

P. Gabo quiso fundar un periódico que se llamara Uno, para ir a un quiosco y pedir que le dieran UNO, como si fuera único. Ahora estamos a punto de tener un solo periódico, o de no tener ninguno. ¿Ve con melancolía, o con naturalidad, aquella voluntad de Gabo de ofrecer un periódico de papel como si fuera una reliquia o ya nos debemos olvidar de aquella pasión y de esta nostalgia?

R. Recuerdo con alguna nostalgia el coro de las máquinas de escribir en los días de cierre. Era el sonido del pensamiento. Pero también recuerdo mis primeras experiencias con los procesadores de palabras y las computadoras personales. Eran muy rústicas pero lo que ofrecían sonaba como magia. Era magia. La vivimos ahora cada día, cada hora. Nuestras publicaciones ya no necesitan papel y llegan a todo el mundo en un instante. Me quedo con la nostalgia mientras vivo con la magia, sus milagros hechos rutina y sus nuevos peligros. No las cambio por el pasado. En el lugar de luz donde se encuentra, Gabo se despierta, prende la pantalla y ve un quiosco infinito de publicaciones. Sabe qué escoger. Quiere salir luego a leer un libro bajo la sombra de un árbol. Toma su lector electrónico que pesa poco más que una pluma, cabe en el bolsillo y contiene bibliotecas enteras con sus miles de libros "siempre abiertos". Echa a caminar, pone un par de hielos en el vaso y sonríe recordando la expresión de don Aureliano cuando le mostró por primera vez la biblioteca mágica.

P. ¿Qué pasión de la vida le llevó a ser periodista y a querer seguir siéndolo ahora que ya tiene los años de un veterano?

R. Me hice periodista porque quería ser escritor. "Vivir para contar" relatos como los que absorbieron mi imaginación y sueños desde la primera infancia en las soledades del campo. No pude hacerlo antes de los treinta años. Quemé naves y me lancé en el camino de mi vocación. La única manera de vivir dedicado a escribir era a través del periodismo. Tuve la suerte de encontrar a Enrique Zileri, que quizá vio alguna promesa en el agricultor y judoka que llegó a su oficina en busca de empleo. Era el Perú en 1981, en pleno fermento. Cuarenta años después, las historias prosiguen fermentando, desafiantes. Y yo sigo aprendiendo a escribir.

Que es perceptible una estrategia global detrás de las protestas, es cierto. Pero de ahí a considerar que la indignación de la gente sea el producto de una gran conspiración, hay la distancia entre la percepción y el disparate"

P. Hablemos de Perú ahora. ¿Cómo cree que el periodismo ha contado o está contando esta historia en torno a la destitución de Castillo en particular?

R. La prensa corporativa y cartelizada ha tenido el tipo de cobertura que hubiera provocado una sombra de rubor (y desdén) en el ciudadano Kane. Esa prensa fue parte central de la coalición negativa que se abocó a la demolición del expresidente Castillo (y a la selectiva ceguera sobre todo lo demás que era necesario investigar y exponer). Luego de la autodestrucción de Castillo no entendieron en absoluto que una parte importante de la indignación de la gente, sobre todo en provincias, fue en reacción a lo que esta percibió como el linchamiento de Castillo por, centralmente, esa prensa. Convirtieron así a Castillo en una víctima y lograron que sus muy reales casos de corrupción quedaran soslayados en medio del mar de protestas. Ahora buscan presentar esas protestas como resultado de una gran conspiración en la que participarían organizaciones vinculadas con Sendero Luminoso. Que es perceptible una estrategia global, con objetivos concretos, detrás de las protestas, es cierto. Pero de ahí a considerar que la rabia, la indignación de la gente sea el producto de una gran conspiración, hay la distancia inmensa que media entre la percepción y el disparate.

P. Desde el punto de vista de Gorriti como ciudadano, ¿cuál es su estado de ánimo en relación con esta crisis?

R. Que a este país le tocan todas las pruebas y muchas de las desgracias. Que mientras no logremos arraigar una democracia basada en los valores de la Ilustración, que incluya, tolere, eduque, proteja y convierta todas las sangres que hacen nuestra nación en un sentimiento de orgullo, de promesa que se cumple y de igualdad real de oportunidades, estaremos condenados a los péndulos perversos, las corrupciones, los escándalos y los demagogos, en una nación que nos refregará una vez y otra también, su belleza, su potencial y su grandeza, si solo tuviera dirigentes y dirigidos capaces de merecerla.