Los discos de la semana: Lagartija Nick, Little Simz, Leïti Sene, José Carra y Sílvia Comes

Hay que ver cómo les atraen a los señores de Lagartija Nick las tinieblas, el apocalipsis y la abstracción de la realidad, y cómo saben convertir todo eso en belleza convulsa. Así, tras hacer turismo (catártico) en Los cielos cabizbajos (2019), los granadinos bucean a placer en la poesía más delirante, la de Luis Buñuel, a costa de su poemario de 1927 titulado El perro andaluz (con artículo determinado, a diferencia de la película, tan célebre por el tremebundo corte de navaja de un globo ocular).

Su nuevo álbum viene de lejos, de cuando, en 2017, el festival Abycine, de Albacete, programó un homenaje a Buñuel al que ellos aportaron cinco temas. Tirando del hilo laboriosamente, ve ahora la luz El perro andaluz, plasmación musical de esa faceta poética, poco prodigada, del cineasta aragonés. Material de agudos ángulos surrealistas, que echa a andar apuntando a “la puerta” en la que “pende un ahorcado que se balancea sobre el abismo cercado de eternidad, aullando de espacio”. Tal que así arranca Palacio de hielo, bienvenida del disco, entre voces dobladas, un órgano eclesiástico y sintetizadores cósmicos.

El cancionero cuaja y se crece a cuenta de un rock titánico marca de la casa, con su bajo pospunk y sus capas de electrónica, relamiéndose en esa narrativa críptica, a veces sofocante, compensada con el celo melódico. Novedad es la incorporación de un aventurado tándem, David Soler-Marcel Bagés, que tutelan una producción abierta al arreglo orquestal (de David Montañés) y que integra préstamos de la tradición popular (la fanfarria que cierra Polisoir milagroso) y de músicas propias de los años 20, como el charlestón que anticipa Pájaro de angustia. Tema este con guitarra flamenca y guiño a Lorca, quien en su día podría haberse sentido molesto por un apelativo, perro andaluz, al que el grupo da la vuelta y convierte en halago.

Otras fuentes de sonido acentúan el calado del álbum como peliculón tramado para trasladarte al mundo onírico: las campanadas de Bacanal, los tambores evocadores de Calanda en Al meternos en el lecho y la propia voz del realizador, sampleada y convertida incluso en patrón rítmico. Impresiona ese diálogo con Max Aub en el que divaga sobre la muerte (o no) de sus padres.

Lo último que oímos, en un fundido en forma de bucle, es a Buñuel hablando de despertarse tras su sucesión de sueños en los que, según dice, se le aparece la virgen, le merodean las fieras y se practica una autofellatio. Clímax en espiral con el que Lagartija Nick completa un ejercicio intrincado, el de convertir en canciones las visiones de una mente asombrosa. Otro hito a anotar al historial de un grupo doctorado en sueños, que ya hace más de dos décadas, a propósito de la obra lorquiana y de la mano de Enrique Morente, levantó la catedral de Omega. Jordi Bianciotto

Publicar un disco a mediados de diciembre equivale a quedar fuera de las listas de lo mejor del año. Una injusticia que resulta especialmente flagrante en el caso del quinto elepé de la rapera londinense, que supera con nota muy alta el reto de darle continuidad al enorme y exitoso Sometimes I Might Be Introvert (2021). Lo hace con una nueva lección de carisma y flow, entre arreglos gloriosos, producción tirando a noventera (Inflo, de nuevo) y textos autoconfesionales de brillo lacerante. Rafael Tapounet

El catalán Leïti Sene publica nueva mixtape cargada de ese sonido experimental que le caracteriza y que en esta ocasión reúne estilos como el afrobeat o el dancehall y lleva a un lugar realmente especial. Con un título apocalíptico, así ve un poco el mundo el artista, expone su sueño utópico de vivir aislado de todo ruido pero siempre rodeado de sensualidad. El álbum reúne a perlas ya conocidas (como el sencillo lanzado en julio con el rapero Trueno o Bitcoin) y otras nuevas, como la excelente colaboración con La Zowi en la canción que da título al disco. Ignasi Fortuny

Solapándose con el centenario de la poeta y pintora Felícia Fuster (1921-12), la cantautora barcelonesa (excómplice de Lluís Llach; formó tándem con Lídia Pujol) presentó en concierto este repertorio que ahora luce con su elaborado acabado de estudio. Textos que deslizan cavilaciones en torno a la soledad y a los abismos interiores, que realza con su conocida hermosura vocal y combinando el tacto de madera y la electricidad, en una forma de canción adulta con tensión, atmósferas y hondura. J. B.