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Cristina Morales: "No se puede esperar del Estado que provea bienestar, porque es un sostenedor de las condiciones de opresión que él mismo crea"

'Lectura fácil' le hizo ganar el Premio Herralde y el Nacional de Narrativa en 2019. Ahora se ha hecho una obra de teatro y una serie de televisión que ella considera banal y propia del fascismo machista que nos gobierna

La escritora Cristina G. Morales.

La escritora Cristina G. Morales. / Robert Ramos

Llega de buena mañana alzada en su bici y sus botas rojas carrer d'Olzinelles arriba, barrio de Sants, Barcelona. Dispuesta a la fiesta diaria o la revolución por la libertad, feliz. Morales (Granada, 1985) ganó el Herralde y el Nacional de Narrativa en 2019 con Lectura fácil (Anagrama), una crítica feroz y lúcida contra la castración de los considerados “discapacitados” por el sistema. De la novela se ha hecho una obra de teatro (Alberto San Juan) y también, una serie de televisión (Anna R. Costa) que ella considera banal y propia del fascismo machista que nos gobierna. Sus opiniones son como puñetazos necesarios: la escucho sin parpadear.

-¿Se considera una escritora con sentido del humor?

Diría que sí.

-El humor es lo que más nos diferencia de los animales, pero ¿quién establece los límites morales del sentido del humor, y de la normalidad?

Wow, no lo sé, demasiado calado. Estoy escuchando a un trapero, Bello FiGo Gu (antes Gucci, hasta que la firma se lo prohibió), que tiene la puntería de parodiar todos los puntos sensibles de la sociedad italiana con un sentido del humor desternillante, muy duro y ácido. En sus letras canta que desde que llegó a Italia procedente Ghana ha tenido casa, coche, sueldo y mujeres blancas, porque todo se lo da el Estado. Hasta Meloni le ha recibido, para recriminarle que la culpa de la pobreza europea la tienen ellos, los negros que vienen en patera. Y él, claro, se ríe, y lo canta, poniendo en la cara del poder todos sus miedos. Para mí es un maestro del humor.

-Ha dicho que la directora de la serie basada en su Lectura fácil ha ridiculizado el personaje y el discurso de Nati, la “discapacitada” antisistema. El personaje que más comparte con usted, sospecho. ¿Se ofende si le digo que me he reído con la novela y que la serie me parece una buena comedia?

Me parece una broma pesada banalizar las condiciones de opresión de las personas estigmatizadas con la “discapacidad” y, en general, de las víctimas de la violencia machista, que se encarnan especialmente en el personaje de Nati. La serie es una ridiculización en general de todo lo que cuenta la novela, y su punto de vista no es el de las sometidas al sistema capacitista, sino el de las trabajadoras sociales. Yo no me planteé hacer una comedia ni una tragedia, y cuando la risa emerge no procede de mi deseo sino del contraste entre el mundo institucional y el real. Yo también me reí escribiéndola, pero la ética de la novela no es riámonos de las opresiones, sino todo lo contrario: ataquémoslas para revertirlas. A lo mejor es cierto que ella se propuso hacer reír, pero de temas muy serios, haciendo un producto pacificador, que es lo que buscan todos los opresores. Es una vergüenza pro sistema.

-Cristina, la radicalidad, en cualquier sentido, ¿no es un dogmatismo?

Sí, naturalmente que puede caer en un dogmatismo, pero sin irnos a un espacio ghuettizado, la primera radicalidad es la de la mujer bella, pongamos la depilación; o levantarse temprano para soportar al patrón, obedecer y consumir. Eso para mí son los dogmas, la necropolítica y la necrovida, como dice Paul B. Preciado. Para radicalidad la del poder, que te quiere asesinar. Luego el pensamiento hegemónico llama radicalidad a la acción de grupúsculos, cuando radical es el presidente del gobierno, español, catalán o andaluz, o el del código penal: no hay manifiesto político más dogmático.

Para radicalidad la del poder, que te quiere asesinar"

-¿Hay algo que celebraría del sistema respecto a la diversidad, alguna consideración que éste tuviera hacia lo diverso?

Sí, podrían dejar de hacer, porque cada vez que hacen algo la cagan. Pero el Gobierno, como empresa electoral que es, se mide por su productividad legislativa. Pues yo le pediría que, en tanto que no es abolido, deje de hacer. Lo explica muy bien Yasnaya Aguilar, una filóloga mixe, que solo pide al Estado mexicano que deje en paz a su comunidad: no metan aquí sus escuelas, sus hospitales y sobre todo su policía y sus armas. Y en cuanto a la discapacidad, el Estado bien podría hacer desaparecer la carrera de trabajo social de su universidad.

-Las condiciones de vida se precarizan al mismo ritmo que el Estado reparte limosnas, ¿cómo lo interpreta?

Es lo único que el Estado puede hacer, porque es una máquina de muerte y de control. No tiene capacidad ni voluntad de otra cosa que no sea dar limosnas, porque sería su inmolación. No se puede esperar del Estado que provea bienestar, porque es un sostenedor de las condiciones de opresión que él mismo crea junto al mercado, que son la misma cosa.

-Un radical está considerado como un incapacitado social, porque no es absorbible, pero… a usted no le ha ido tan mal socialmente ¿no?

Hemos de ser más precisas en los términos: una persona crítica no con lo superficial, o sea no un partido político que necesita al Estado, sino con los cimientos del estado de las cosas, ¿es una discapacitada? Pues revisemos también esta palabra, no la normalicemos. Para el Estado, una persona que hace crítica sistémica de la “bondad” del mercado, de su existencia, es una terrorista o una tarada. Algo mal ha de haber en tu cabeza si no amas al Estado y al capital y no entiendes que esto es una orgía.

-Cristina, ¿cómo se asume el segundo mayor galardón de las letras hispanas desde una casa okupa, como fue su caso con el Nacional de Narrativa 2019?

No puedo hablar de mis condiciones de vida, no porque sea indigna ni mucho menos, pero no quiero que se publique nada al respecto.

-Pues ¿cómo sentó el premio en la asamblea de okupas de Sants donde seguro usted será muy popular?

Las asambleas no son un Estado, no son un lugar de referencia política, no deciden sobre la vida de sus integrantes. Es una comunidad de amigos que nos cuidamos y nos vamos de fiesta; donde claro que celebramos que a un colega le premien.

-¿No lo interpretó como una forma de integrarla?

Eso es un pensamiento muy retorcido propio de la derecha que no consiente la promoción social de los pobres. Es lo que decía Costa: que solo puedo hablar de lo que he cobrado por los derechos, que he vendido mi trabajo y por tanto, mi silencio. Es un pensamiento elitista: el trabajador que vende su fuerza, vende su alma al diablo; es típico de patrón fascista, y es también lo que expresó la portavoz del Gobierno ante mis declaraciones.

Es un pensamiento elitista: el trabajador que vende su fuerza, vende su alma al diablo; es típico de patrón fascista"

-¿Se refiere a las que celebraban desde La Habana no solo el premio sino las barricadas y el fuego en las calles de Barcelona?

Fue un momento de protesta social generalizada, de epifanía única. Y ¡solo faltaba que yo no me alegrara porque me dieran un premio por mi trabajo! Es que nos quieren ver muertas, pauperizadas, enfermas. Efectivamente, el Gobierno no da premios gratis, pero ¿¡qué coño esperan!, que les vote, que me calle? Yo no me he presentado a ningún premio, me lo han dado.

-A la directora de la serie la ha llamado nazi…

No es cierto, es que nadie se ha leído el artículo que publiqué. Parafraseando a Irvine Welsh, decía: “Si te gustó el libro, te encantará la serie”. Y llamaba a mi libro Lectura Nazi, que se convertía en una serie titulada Nazi, como el grupo Sex Pistols se había convertido en una serie llamada a secas Pistols. Una sátira en la que criticaba muy duramente la serie, sí, claro. Pero cómo le voy a llamar nazi a ella, si me da igual: lo que critico es su trabajo profesional.

-Lo digo porque usted debiera tener muy claro el concepto de quiénes y en virtud de qué locura asesinaron a su abuelo en Mauthausen, ¿o acaso no es una leyenda urbana esto de su abuelo?

No, no, en Mauthausen mataron a mi bisabuelo, que marchó a Francia a luchar como partisano contra el nazismo después de combatir aquí por la República.

-Ella en su descarga critica que el lenguaje de sus personajes es “inverosímil”, ¿cómo lo rebate?

No puedo entender por qué hace una serie basándose en una novela cuyo lenguaje le parece inverosímil, a no ser que su objetivo sea surfear el éxito del libro, y hace muy bien, pero es de una tremenda soberbia decir que viene a simplificar el lenguaje de una novela dificilísima, a arreglarla.

-En cambio le ha gustado mucho la adaptación teatral de Alberto San Juan, ¿por qué?

Porque tiene un espíritu mucho más combativo, es muy cabrona la pieza, hace llorar, y su punto de vista sí es el de las sometidas al sistema de la discapacidad. He participado en la coreografía con mi colectivo, Iniciativa Sexual Femenina. Costa dice que ella no podía retratar la maldad de unas trabajadoras sociales porque eran mujeres, y esto me parece el submundo de la inteligencia, un feminismo que pretende la desaparición de la inteligencia de las mujeres. ¡Es que nos han desposeído hasta del derecho a pelarnos, a la discordia! Eso sí que es un punto de vista machista, pongo en cuarentena la palabra mujer. Ahí no me van a encontrar, en esa especie de feminismo ministerial del que ella es representante, ¡pero cómo no voy a poder analizar el trabajo intelectual de otra mujer! ¡Eso sí que es un gesto de fascismo machista! Ni todas somos una ni somos iguales.

¡Cómo no voy a poder analizar el trabajo intelectual de otra mujer! ¡Eso sí que es un gesto de fascismo machista! Ni todas somos una ni somos iguales"

-Sostiene que Lectura fácil es una novela clásica en su estructura, ¿qué coctel molotov lleva preparando estos cuatro años?

Acabo de empezar, tengo tanto trabajo literario, pero en Navidad me meteré en capilla. Estoy pensando en algo epistolar, los formatos en los que hoy se escribe, nos pasamos el día escribiendo mensajes… Ignacio Echevarría decía en un artículo que el amor ha desaparecido como motor o cataclismo que ordena los personajes de una novela, y esa reflexión me ha interesado mucho: qué gatillos disparan la aventura en una novela y por qué el amor ya no es uno de ellos. Estoy en plena investigación: ¿ha desaparecido el sentimiento del amor o nunca fue universal como creímos?

-¿Se lanzará a lo ilegible que al parecer tanto desea?

Siempre deseo llegar a la maravilla de lo ilegible, que acaba siendo legible por el lector. Es un juego.

-El de los dadaístas principalmente, pero como se dice en su novela sobre la Bauhaus, ¿no es ya toda vanguardia algo burguesmente aceptado?

En el diseño, sí, claro, pero es mucho más difícil absorber el dadaísmo literario, que nos ha hecho mejores lectores.

-Sabido es que la felicidad no da buena literatura, ¿tampoco es bueno aquello que no incomoda?

Si lo que leo no me incomoda, no me azuza, lo dejo. Felizmente no tengo ningún pudor en abandonar un libro en la página 2, no tengo responsabilidad hacia nadie en el acto de la lectura. Y quisiera escribir como aquello que me gusta leer: lo que pone sal en la herida, como Houellebecq, que hace que te interese la vida de un matrimonio que vota a Le Pen. Eso es un magisterio.

-Y a usted, ¿qué tanto le incomoda de la vida, qué tanto le duele?

Yo diría que no soy una persona incomodada, me considero serena, estoy muy bien rodeada y tratada por personas muy amables e inteligentes. Yo me levanto tranquila, las batallas son siempre laborales, escribir y publicar lo que quiero son mis trincheras. La lucha revolucionaria no tiene que ser una categoría estanco, como dice María Galindo, sino un lugar donde te quedas a vivir. Yo me levanto cada día pensando en la ejecución del ejercicio de la libertad, no como profesionalización de la cosa, sino como parte de la vida. Es una lucha diaria, pero como una fiesta, no como un fuego que quema. Claro que esa lucha no se puede librar en soledad, se necesita una comunidad de afinidad, de amor por el bienestar y la libertad de todos. Con un objetivo: hacernos la vida comunal más fácil y echar a los fascistas del barrio, y en este sentido, la migración nos salva.