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Las críticas de cine de la semana: 'Avatar, el sentido del agua', 'Aftersun', 'El pequeño Nicolás', 'EO'

Una escena de 'Avatar: el sentido del agua'

Una escena de 'Avatar: el sentido del agua'

Un delicado homenaje animado a la creación artística

El pequeño Nicolás es una curiosa cinta de animación infantil que mezcla la adaptación de la obra gráfica original con la génesis de esta, ideada hacia 1955 por René Goscinny y Jean-Jacques Sempé, primero en formato cómic y después como relatos ilustrados. Goscinny aún no había creado con Albert Uderzo sus personajes más populares, los irreductibles galos Astérix y Obélix, y de hecho el pequeño Nicolás y su familia y amigos fueron imaginados principalmente por Sempé y organizados a través de la escritura de Uderzo.

Todo resultó tan sencillo como lo es esta película de trazo delicado y colores de acuarela. El filme cuenta en primera persona historias de este niño alegre de siete años, con un imaginario infantil que no rehúye conflictos de la sociedad adulta. Y relata también cómo lo crearon Goscinny y Sempé en la terraza de una brasería parisina, cómo empezaron a describirlo y, en un rizo literario, narra la relación que el personaje de ficción establece con sus creadores.  

En varias escenas es el niño inventado el que le proporciona a Uderzo ideas para que explique su vida, y también le sugiere a Sempé maneras de dibujarlo. El filme se alzó con el premio a la mejor película en Annecy, el festival más importante de cine de animación, y es un galardón justo para una propuesta animada que sabe rendir homenaje a los creadores del personaje en cada uno de sus bellos planos. Quim Casas

'El pequeño Nicolás' ★★★

Dirección  Amandine Fredon y Benjamin Massoubre

Estreno 16 de diciembre de 2022

Un alucinante espectáculo visual sin nada que contar

No importó que, relativamente poco después de que perder colectivamente la cabeza por Avatar (2009), el resto del mundo pareciera dejar bien claro que no había ninguna necesidad de revisitar el planeta Pandora; el director James Cameron decidió que era necesario elevar la película a la categoría de Universo Cinematográfico, y esperar hasta que existiera la tecnología necesaria para hacer justicia a la idea que de él tenía en mente. Ahora, El sentido del agua demuestra que Cameron ha trabajado sin descanso en ese desarrollo técnico; es un escaparate del 3D más inmersivo y la imaginería digital más realista que uno pueda imaginar -sí, los Na’vi también tienen sarro-; ha trabajado tanto, de hecho, que en 13 años no ha tenido tiempo de darle a los 192 minutos de metraje de la película ninguna otra utilidad.

Lo cierto es que se hace difícil hablar de su peripecia argumental o sus personajes, porque apenas existen. Los héroes de la primera entrega carecen por completo de hondura, durante buena parte del relato su única función es ejercer de padres de quienes, se supone, serán los héroes en entregas futuras; las motivaciones de los villanos son ridículas, y hay alrededor de una decena de personajes que se pasean por un segundo acto interminable sin tener nada verdaderamente interesante que ofrecer.

Las imágenes y sonidos que los envuelven, eso sí, resultan cautivadores -obviamente, en unas salas de cine más que en otras-, pero la evidente desconexión entre la brillantez formal y la tosquedad narrativa hace que por momentos uno tenga la sensación de estar contemplando escenas de un videojuego más que una ficción cinematográfica.

Durante su prolongado clímax, que deliberadamente recuerda al que Cameron rodó para Titanic pese a que aquí no hay aristócratas neoyorquinos sino extraterrestres azules, la película ofrece una lección tanto de sentido del espectáculo visual como de ritmo coreográfico, y ese alarde no hace sino subrayar hasta qué punto, a medida que se dejaba fascinar más y por la tecnología de la narración, Cameron ha ido perdiendo cada vez más el interés en tener algo sustancioso que narrar o con lo que estimular intelectualmente al espectador.

Sí, El sentido del aguatontea con un mensaje anticolonialista, pero es demasiado simplista como para tenerlo en cuenta; y, sí, como su predecesora es un alegato ecologista pero, en última instancia, nada tan aparatoso y desmesurado como Avatar puede resultar convincente acerca de la necesidad de dejar la menor huella posible. Nando Salvà

'Avatar: el sentido del agua' ★★★

Dirección: James Cameron

Intérpretes: Sam Worthington, Stephen Lang, Zoe Saldaña, Sigourney Weaver, Kate Winslet

Estreno: 16 de diciembre de 2022

Los asnos somos nosotros

El nuevo largometraje de Jerzy Skolimowski es una película propia de un hombre mucho, mucho más joven, y quizá el mayor riesgo artístico que el polaco octogenario ha afrontado en sus seis décadas de carrera. EO se inspira en Al azar de Baltasar (1966), la obra maestra de Robert Bresson, pero no es un remake sino una relectura adaptada al tiempo presente; ambas películas contemplan la odisea existencial de un asno que en su deambular experimenta sucesivos maltratos a manos de los humanos pero, en lugar de narrar en base a la rigurosa austeridad típicamente bressoniana, Skolimowski opta por un estilo visual expresionista cuyos efectos oscilan entre lo onírico y lo alucinógeno.

A diferencia de tantas otras películas protagonizadas por animales, EO logra que nos identifiquemos con su équido héroe sin necesidad de antropomorfizarlo, y a través de representaciones rotundamente intrépidas de su punto de vista como acrobáticos movimientos de cámara, distorsiones de lente, primeros planos abstractos, agresivos efectos cromáticos y estruendos sonoros. Y, entretanto, Skolimowski renuncia a los intereses espirituales simbolizados en su día por el burro de Bresson no solo para atender preocupaciones más apremiantes —el nacionalismo, la migración forzosa, el cambio climático-, sino también para sugerir una explicación al porqué del amor que los animales nos despiertan: vemos en ellos un alma, y eso nos ayuda a ubicar la nuestra. Nando Salvà

'EO' ★★★★

Dirección Jerzy Skolimowski

Intérpretes Sandra Drzymalska, Mateusz Kosciukiewicz, Lorenzo Zurzolo, Isabelle Huppert

Estreno 16 de diciembre de 2022

Recuerdos de un estío filmado

Aftersun es una insolentemente madura película sobre las relaciones paternofiliales. La debutante Charlotte Wells, cineasta escocesa de 35 años, parece evocar parte de su memoria en este filme tan sutil sobre el recuerdo, la ausencia, el descubrimiento y el reconocimiento. Breves escenas de la protagonista hacia los 30 años se intercalan, a modo de contrapunto no exento de tristeza, en el relato que se sitúa dos décadas antes, cuando la adolescente Sofia compartió unas vacaciones estivales con su padre. Hija de matrimonio divorciado, Sofia observa el mundo con agudeza y curiosidad, que es más o menos lo mismo que hace con su cámara la directora del filme: curiosidad por lo que piensa la niña, por cómo vive la separación de sus padres, que espera en estos días lánguidos y dulces de estío, aprendiendo a conocerse a la vez que conoce a su padre, quizá por primera vez en su vida.

Formalmente atrevida, aunque parezca una película de puesta en escena calmada, Aftersun –idéntico título al de un filme catalán igualmente muy interesante, más experimental, realizado por Lluís Galter este mismo año– se construye a partir de las imágenes de aquel verano en Turquía registradas por una videocámara, cuando no existían Instagram ni otras redes sociales para capturar y reproducir nuestras imágenes cotidianas. El recuerdo, 30 años después, avivado por lo que aquella cámara inocente capturó. Quim Casas

'Aftersun' ★★★★

Dirección: Charlotte Wells 

Intérpretes Francesca Corio, Paul Mescal, Celia Rowlson-Hall

Estreno 16 de diciembre de 2022

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