MÚSICA

Nos colamos en el camerino de Jordi Évole y Los Niños Jesús, la banda del barrio para que baile el pueblo

El popular presentador de televisión ha montado una banda de versiones con varios amigos de su barrio

EL PERIÓDICO DE ESPAÑA se cuela entre bambalinas en el quinto bolo de su gira, celebrado en Murcia

Atención: contiene vídeo de Jordi Évole desatado entonando cánticos futbolísticos

Jordi Évole & Los Niños Jesús en la sala Mamba de Murcia

Jordi Évole & Los Niños Jesús en la sala Mamba de Murcia / Anatoliy Hlodan

David López Frías

David López Frías

Son las 8 de la tarde del sábado y una banda de rock está probando sonido en la Sala Mamba (Murcia). Van a dar un concierto en un par de horas. El cantante afina con una versión de Kiko Veneno. Al acabar, el técnico de sonido sale de la cabina y se dirige al escenario para darle al grupo las últimas instrucciones: “Chicos, muy bien. Pero una cosa, Jordi…” apunta, dirigiéndose al cantante. Jordi, el cantante, le acaba la frase: “Jordi… tú no cantes”.

Todos ríen la ocurrencia. El cantante le pregunta el nombre al técnico, que responde que se llama Conan. “Hostia, como el Bárbaro”, replica Jordi. Siguen las risas, cada vez más fuertes. Los músicos de la banda responden con otra broma. El cachondeo va en aumento. El cantante se empieza a reír con más intensidad hasta que, de repente, sufre una especie de vahído y se ve obligado a sentarse, como perdiendo el sentido. Jesús, el batería, se da cuenta de la escena. "Otra vez. Le pasa cuando se ríe mucho", murmura. Se sienta a su lado y le ofrece el hombro a Jordi para que pase esos 30-40 segundos críticos. Transcurrido ese tiempo, el cantante se reincorpora como si nada.

Son las tribulaciones con las que le toca lidiar a Jordi Évole en su nueva experiencia. A sus 48 años, y siendo uno de los comunicadores más prestigiosos del país, ha decidido meterse en un embolao de primer nivel: ha montado una banda de versiones con varios amigos y están saliendo de gira por España. Se llaman Los Niños Jesús y llevan ya cinco bolos. La semana anterior tocaron en la Sala Apolo de Barcelona. Un concierto fácil: la mayor parte del público eran familiares y compañeros de trabajo. Y al escenario subieron amigos famosos de Évole, como Kiko Veneno o el periodista Jordi Basté. Una balsa de aceite.

Jordi Évole & Los Niños Jesús en el camerino de la Sala Mamba 

Jordi Évole & Los Niños Jesús en el camerino de la Sala Mamba  / Anatoliy Hlodan

El concierto de Murcia es otro rollo. Un morlaco. La Sala Mamba ha abierto hace poco y les contrató para que diesen un concierto gratis y promocionar el local. Nada de amigos ni familiares entre el público. Ni siquiera gente que haya comprado una entrada para verlos. A pesar de la fama del cantante, aún no son conocidos en los ambientes musicales. Porque no son músicos de renombre. En contra de lo que suelen hacer otros grandes comunicadores cuando afrontan la crisis de los 50 (Gran Wyoming, Andreu Buenafuente o Woody Allen), Évole también ha montado una banda, pero sin estrellas de la música. Él lo ha hecho con sus colegas del barrio. Jacob, Javi, Jesús, Juan Carlos y Óscar. Unos músicos amateur (o profesionales, pero no de las giras) de Cornellá y Sant Boi con los que ha armado un grupo "sin más pretensiones que la de pasárnoslo bien", resume Jordi, ya recuperado del desvanecimiento.

Ese es uno de los hándicaps que tiene que afrontar el presentador: sufre cataplejia desde hace años. Una especie de narcolepsia; un desorden neurológico que deriva en episodios súbitos de pérdida bilateral del tono muscular. Es como si, de repente, le apagasen los plomos. Le pasó en 2019 durante su visita a El Hormiguero y también a la de El Intermedio. "Últimamente estoy mejor porque me han cambiado la medicación", me explica tras la prueba de sonido. Me ha dejado colarme en su camerino para que pueda contar en EL PERIÓDICO DE ESPAÑA cómo se vive desde dentro la previa y el post de uno de estos conciertos.

Un sofá en escena

"Oye Jordi, ¿y si te da un bajón de estos en el escenario?". Me señala una butaca que han colocado en mitad el escenario: "Han puesto un sillón por si acaso. Si me da, me siento hasta que se me pase", explica. De momento no le ha sucedido encima de las tablas, pero no se puede confiar. Estos ataques suelen aparecer cuando se ríe mucho. Víctor Velasco, mánager de la banda y virtual séptimo integrante de la banda, menciona una anécdota reciente: "Teníamos un bolo en Pamplona. En el concierto no pasó nada, pero luego salimos de fiesta. Y como Jesús y Javi [batería y guitarra respectivamente] son unos cabrones, le hacían reír hasta que se desvanecía. Imagínate la gente, viendo a Évole por la calle desmayándose. Le hacían fotos pensando que iba fatal, pero en realidad era la cataplejia".

Jordi Évole en un momento del concierto en Murcia

Jordi Évole en un momento del concierto en Murcia / Anatoliy Hlodan

Tras la prueba de sonido, picamos algo en el camerino. Nada de lujos. Embutidos, queso y guacamole de una conocida cadena de supermercados. Falta algo más de una hora para el bolo. Comemos mientras vemos en una tablet el Inglaterra-Estados Unidos. ¿Cómo surgió la idea de montar una banda?: "Fue en una barbacoa de pulpo con Jacob", recuerda Évole. En esas sobremesas que se alargan durante horas. Su amigo Jacob, profesor de música en Sant Boi, sacó una guitarra. Évole se arrancó y sonó bien. De ahí a "vamos a montar una banda" sólo hay un paso. Esas efervescentes iniciativas que suelen nacer y morir en la misma tarde, producto de la euforia del momento.

Pero en este caso cuajó. El guitarrista Jacob fue el que lo vertebró todo. Llamó a Javi López, su compañero en las clases de música y benjamín de la banda (33 años). También llamó al más veterano: Jesús Salas (62 años), un mecánico de la Renault que toca la batería y acabó dando nombre al grupo. Al teclado incorporaron a un arquitecto llamado Óscar Huertas. Y al bajo, un diseñador gráfico llamado Juan Carlos Patrón, que también se ha encargado de crear el logo para el merchandising. "Era una locura desde el primer momento. Yo hacía tiempo que estaba retirado, dedicándome al trabajo y a los hijos", cuenta Juan Carlos. "Pero, al final, nos liamos".

"Nos liamos" significa que empezaron a quedar por las noches, después del trabajo. Que fueron 'sacando' canciones para interpretar. Que se lo fueron tomando cada vez más en serio hasta que reunieron a Víctor, mánager profesional, para que les buscase un par de bolos por el País Vasco. Un par que fueron dos más, luego otros dos... y así hasta que les ha quedado una gira entera que acabará en febrero en la Sala Sol de Madrid.

Clases de canto

Falta una hora para empezar y la banda se relaja en el camerino. Javi toca la guitarra. Los demás comentan el set que van a interpretar. Évole, mientras, permanece tumbado en un sofá con una prenda de ropa sobre los ojos. Intenta descansar un poco antes de salir a escena. Pero sus manos, casi hipnotizadas, se mueven el compás de la falseta que toca Javi. "¿Pero tú has cantado alguna vez otra vez a estos niveles, Jordi?"; le pregunto. Dice que no. Que un año estuvo en el coro del colegio y nada más. Aunque, en realidad, este proyecto le ha motivado hasta el punto de ponerse a tomar clases de canto.

"Cuando la cosa empezó a tener forma", recuerda Víctor Velasco, "me llamó Jordi para decirme que quería apuntarse a perfeccionar su voz. Le puse en contacto con Desi, que es una amiga mía que es cantante desde hace mucho tiempo. Ella estaba embarazada de 8 meses y medio. Jordi fue a una clase y tuvo que parar, porque Desi dio a luz". Nunca sabremos cuánta responsabilidad tuvieron los berridos de Évole en que aquel parto se acelerase. Pero él no se rindió y fue derivado a otra profesora, que es la que le sigue perfeccionando la voz.

La banda ha supuesto para sus miembros una segunda juventud. Todos están casados, con hijos... o ambas cosas. Y nunca han rodado con una banda en estas condiciones. Para ellos, la fama, el reconocimiento o que les pidan fotos tras el concierto, es algo inédito a lo que se tienen que acostumbrar. Para Évole, lo que es inédito es subirse a un escenario a cantar. "Y nos gusta que no sea una cosa súper profesional", admite. "A la gente hasta le mola si nos equivocamos. Es todo mucho más natural, es decirle a la gente que ellos también podrían estar aquí tocando esto".

Jordi junto Jacob y Javi, los dos guitarristas de la banda, ambos profesores de música en Sant Boi

Jordi junto Jacob y Javi, los dos guitarristas de la banda, ambos profesores de música en Sant Boi / Anatoliy Hlodan

Los Niños Jesús

"¿De dónde viene el nombre de Los Niños Jesús?". Évole recuerda entonces que fue algo casi improvisado: "Ya teníamos la banda montada y estaba yo en el festival Sonorama, cuando me llamaron desde Radio3 para hacerme una entrevista. Decidí que iba a aprovecharlo para colar lo de que tengo un grupo. Pero es que todavía no teníamos nombre. Llamé al resto un poco antes y acordamos llamarnos 'Los Niños Jesús', por Jesús, que toca la batería y es el más veterano de todos".

"Oye, y aquel coche que te vendí... ¿aún lo tienes?", le pregunto a Évole. Porque, casualidades de la vida, yo le vendí a Évole un Volkswagen New Beetle hace como 20 años. Como la historia es muy larga y ya la he explicado mil veces, la enlazo aquí por si al lector le interesa. Pero desde entonces, siempre que he tenido la oportunidad de hablar con él, le he preguntado por aquel coche. Por primera vez, me da la infausta noticia: "Aún funciona, pero ya no lo tengo. Se lo vendí a un amigo mío para poder comprarme esta furgoneta", contesta. Es (de nuevo) una Volkswagen, pero de 8 plazas para poder desplazarse con toda la banda por España. Ha sacrificado su viejo Escarabajo por una furgo para poder girar por España.

"¿Y quién conduce?". "Nos vamos turnando", responde Jesús. Jordi Évole suele ocupar el puesto de copiloto, donde casi siempre hay un periódico del día en papel para que vaya leyendo. A veces también se pone él al volante: "Pero, en esos casos, Javi y Jesús tienen terminantemente prohibido hacer bromas, porque imagínate que le da un ataque de cataplejia y se duerme conduciendo", apunta el manager del grupo.

Expulsado del grupo

Poco antes de empezar el concierto, regresamos al hotel, que está a 300 metros de la sala. Cada uno coge lo que necesita y espera en la puerta. El último en salir es Évole, que atiende mensajes de su teléfono móvil en el vestíbulo. El resto de la banda bromea en la puerta. "Siempre hay que esperarlo, lo vamos a acabar echando", advierte Jesús. "Pues ya está, a la calle. No lo necesitamos. Fuera Évole. ¿A quién fichamos ahora para que cante, Jesús?", sigue la broma Javi, el guitarrista. Jesús no duda: "A Pablo Motos". Todos reímos la ocurrencia. Menos mal que Évole no está delante, porque ya sabemos lo que pasa cuando le da la risa fuerte. Y el concierto está a punto de empezar.

Caminando por la calle hay que ir parando, porque a gente reconoce a Jordi y le pide selfies. Él atiende pacientemente. Uno de estos admiradores se viene arriba mientras posa para la foto: "¡Hombre, tu cara me suena!", le dice, acompañando el grito de dos tortazos en la cara del presentador. Plas, plas. Évole reacciona abriendo mucho los ojos, flipando. Pero aguanta estoico el selfie. No hagan eso si se encuentran alguna vez a un famoso. Así, como consejo. No se va a llevar un buen recuerdo.

Estamos de vuelta en los camerinos y quedan 10 minutos para que empiece el concierto: "¿Algún ritual antes de salir al escenario?", lanzo. Évole contesta: "Solamente abrazarnos y cantar la de 'Alé, alé, alé". Muchos aficionados al fútbol ya habrán reconocido la tonada. Es esa que comparten, con diferentes letras, la afición del Barça ("Un dia de partit") y la del Real Madrid ("Los años van pasando"). Pero si a usted no le gusta el fútbol y no le dicen nada estos términos, ahí va el vídeo de antes de salir a escena.

Jordi Évole y Los Niños Jesús

El concierto

Sale la banda al escenario. La Sala Mamba está abarrotada por más de 600 personas. Arranca el concierto con 'El fin del mundo', de La la Love you. El público empieza frío. Hay gente de todas las edades y la mayoría ha entrado allí porque hay música en vivo y es gratis. Muchos no se conocen la canción. Évole además se la juega: "Es la primera vez que vengo a Murcia después de haber hecho un programa un poco polémico por aquí": Se refiere al 'Salvados' en el que desveló las irregularidades de una granja dependiente de la empresa cárnica más conocida de Murcia. "Bueno... pues que cuiden mejor a los animales", sentencia.

La gente se empieza a venir arriba cuando tocan 'Tu calorro', de Estopa. También con la de 'Me maten' de C. Tangana, que sirve para ganarse al público más joven. Y poco después, la de "Chas y aparezco a tu lado", de Álex y Christina, con la que ponen a cantar a los espectadores más veteranos. 'Los Niños Jesús' tiene tal vez el público con la horquilla de edad más amplia de todas las bandas españolas. Desde el fondo de la sala, el manager sufre por su cantante: "Es la primera vez que hacemos dos conciertos en un finde y lo veo cansado", apunta. ¿Tendrá que acabar usando Jordi el sillón que le han puesto en el escenario?.

Évole sigue cantando y vacila con eso: "Yo ya sé que la gente viene solamente para ver si me caigo". Con estas bromas, se va metiendo en el bolsillo a la gente, que empieza a animarse y a bailar. El frío público de la sala, que había llegado allí casi por casualidad, acaba pegando botes, interactuando con la banda y hasta cantando una canción en catalán. "Sois el mejor público que hemos tenido en la zona euro", agradece Évole.

Jordi Évole junto a Óscar Huertas, teclista de Los Niños Jesús 

Jordi Évole junto a Óscar Huertas, teclista de Los Niños Jesús  / Anatoliy Hlodan

Acaba el concierto cantando 'Grita', como homenaje a Pau Donés, y dando las gracias (nombre por nombre) a los técnicos de sonido, que es algo inédito. También dice el nombre de los músicos, pero como es una banda de barrio y no de estrellitas, no se marcan un solo de despedida para lucirse. Lo más parecido es Jesús, el batería, dejando de tocar para mostrar sus enormes bíceps de currante de la Renault. Para entonces, la pista está llena de 600 murcianos descontrolados. Saltando y pidiendo "otra, otra, otra". El dueño de la sala había advertido de que cerraría 10 minutos después del final del concierto. Pero ve que la gente está muy arriba y gastándose la pasta en cubatas, así que acaba dejando dos horas más de fiesta.

La banda se va al camerino y gritan descontrolados. Évole está empapado en sudor y tiene la adrenalina por las nubes. Se abrazan y entona otro cántico futbolístico ("¿Cómo no te voy a querer?"). Es cuanto menos curioso ver a un tío que lo ha ganado todo en el mundo del periodismo y que ha entrevistado a personajes de relevancia mundial, desbordado por la euforia tras juntarse a tocar con unos colegas en Murcia. Después vuelven todos a la pista y se mezclan con el público para seguir la fiesta. Del barrio, para el pueblo. El jolgorio no se acaba y, al final, son los mismos propietarios de la sala de conciertos los que nos acaban largando a todos de allí.

Regresamos al hotel con poco tiempo para descansar. Al día siguiente toca desayunar y partir hacia Valencia, donde hay otro bolo. Évole puede estallar en cualquier momento. Está a punto de empezar una nueva temporada de su programa. Teóricamente está hasta arriba de curro y le faltan horas al día. Tiene que combinar todo eso con su tratamiento para la cataplejia y su necesidad de dormir. Pero se le ve realizado. 'Los Niños Jesús' le han dado la oportunidad de evadirse, de juntarse con los colegas y arrancarse a cantar. Igual a la larga le acaba pasando factura. Pero , hasta entonces, "que le quiten lo cantao".