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Daniel Canogar: "Creo que tenemos que dejar de tener hijos y aprender a morir dignamente"

Con él (Madrid, 1964) el existencialismo tecnológico, el algoritmo y el led, la hipnosis mántrica o el no future toman asiento en la Real Academia de Bellas Artes. Es el artista visual español más internacional, con estudios en Madrid y Los Ángeles y 5 galerías que le representan y han expuesto su obra en medio mundo.

Daniel Canogar

Daniel Canogar / AMPARO GARRIDO

La tecnología nos ha cambiado la forma de entender, ser y estar en el mundo, ¿imagina cómo será el hombre a finales de siglo, o si será?

Imagino que la tecnología dejará de ser esta especie de prótesis para ser una genética internalizada. No seremos en cualquier caso lo que somos ahora, y eso no sé si es bueno o malo, pero desde luego distinto.

¿El algoritmo nos ayuda a asumir y procesar la información, como usted sostiene, o nos idiotiza?

Ambas cosas. La muerte de los medios materiales para almacenar información ha significado una explosión vírica online que hace muy difícil distinguir lo importante de lo banal, del residuo y la basura, y ésta es mi idea del algoritmo: el método para filtrar y manejar un flujo informativo que sobrepasa la capacidad humana, y dar sentido al Big Data que si no se convierte en mero ruido que no sabemos interpretar, ayudándonos a buscar soluciones a problemas como el climático. Al mismo tiempo, crea burbujas informativas que solo alimentan lo que ya conocemos y nos engancha, lo que sí nos idiotiza y aísla, y nos hace muy resistentes al conocimiento contrario a nuestros valores. Creo que debemos seguir expuestos a la información que nos resulta ajena e incómoda, y esto está desapareciendo con el uso indebido del algoritmo.

Uso indebido, ¿por parte de las grandes corporaciones?

Efectivamente. Pero yo insisto en el uso artístico del algoritmo. No pretendo iniciar una revolución, simplemente necesito responder a mi realidad, y la herramienta que quiero utilizar para interpretar este mundo es la que predomina en la sociedad contemporánea: la realidad algorítmica. Somos demasiado espectadores de la información, y necesitamos procesarla para no indigestarnos, y la digestión ocurre en el plano tecnológico algorítmico, que en los últimos 15 años ha cambiado nuestra realidad enormemente.

A ver si he entendido, ¿utiliza el proceso algorítmico en su obra para ayudarnos a digerir?

Es un proceso muy íntimo y personal: creo mis obras para ayudarme a mí mismo a procesar el mundo, y espero además ayudar a otros a procesar, disfrutar y entender.

¿Por ejemplo?

Mis recientes procesos generativos están recibiendo datos en tiempo real y a través de un algoritmo que creamos en el estudio: transformamos esos datos en experiencias artísticas que pretenden tomar el pulso a la realidad. Utilizo el arte para ponerle cara a esa virtualización o disipación de la información que maneja nuestras vidas, y que es algo extremadamente intangible. Este proceso generativo tiene vida propia, se comporta en virtud de la información que le llega, convirtiéndose en una performance, una especie de poesía automática: yo pongo el escenario y las obras tienen su propio comportamiento.

¿Podría darme un ejemplo más real y menos teórico?

Sí. Llevaba un año trabajando en la obra Maelstrom, y el mismo día que se presentó al público empezó la invasión de Ucrania, de modo que las formas expresionistas en la pantalla, en virtud del algoritmo desarrollado, se salpicaron de imágenes informativas de la guerra que llegaban en tiempo real. El público se quedó impactado por la rapidez de la reacción a lo que estaba sucediendo, pero no, no era algo que yo hubiera previsto, sino que era la propia obra la que se expresaba así.

Se confiesa “adicto a las noticias”, ¿está de acuerdo con que quien más mira, donde mirar no es leer ni escuchar, más ignorante es de la realidad?

Sí, esta adicción nos hace ignorar la realidad más inmediata, nuestra presencia en el tiempo y el espacio, nos perdemos muchas maravillas. Uno de mis grandes credos es la creación de un diálogo entre la realidad inmediata y la del espacio digital. Prestar atención produce mucho placer. Últimamente, cuando estoy agotado en el estudio, me subo a la bici y doy vueltas fotografiando lo que encuentro, que fue lo que me enganchó con 14 años: salir a la calle con la cámara y dejarme maravillar. No debemos perder la capacidad de atención.

Daniel, ¿qué es lo obsoleto hoy?

Es un paradigma económico, está claro que la obsolescencia es lo que mantiene nuestra economía, pero también psicológico, y esto domina nuestras vidas: la negación del envejecimiento y la muerte. Toda tecnología encierra un secreto de inmortalidad. El acto de quitarle el plastiquito a un móvil nuevo nos hace sentir más jóvenes. El enganche es nuestro: nos da miedo envejecer. Pero si queremos desconectarnos del ciclo de usar y tirar, deberíamos llevar a los niños a visitar los basureros y desguaces, como yo hice durante tantos años, de modo que ahora cuando entro en un centro comercial todo lo que ahí veo para mí es ya basura. Y en segundo lugar, entender este miedo que nos hace negar a la vejez su dignidad. Y debiéramos hacerlo ante todo porque lo que estamos causando es una catástrofe ecológica.

¿Cómo se sintió al tirar su último reproductor de CD´s, o pletina o bafles hifi?

No tiro nada de eso, lo conservo en mi museo de objetos obsoletos o lo convierto en obras de arte. Es un acto simbólico, pero también lo hago porque los admiro como milagros de la ingeniería y son parte importante de mí mismo. La imbricación que tenemos con la tecnología es tal que perder el móvil nos crea una angustia existencial, aunque luego recuperemos los datos en la nube.

Sostiene que la respuesta a este exceso de consumo nos la dará el planeta, ¿cómo imagina que será esa respuesta?

Fulminante: cada vez escucho más voces hablando de la extinción de la especie. Creo que tenemos que dejar de tener hijos y aprender a morir dignamente, porque el planeta no aguanta estos 8.000 millones de habitantes que acabamos de alcanzar. Pero el planeta hará lo que tenga que hacer, tiene una enorme capacidad de regeneración. Me he mudado a vivir en el campo, aquí en El Escorial, para observar esta capacidad y valorarla. Estoy en enorme desacuerdo con lo que está haciendo el ser humano.

¿Por eso no ha tenido hijos?

Sí, por decisión mutua con mi mujer. Y pese a que nos encanta rodearnos de niños y de jóvenes, porque es vida.

Sus creaciones artísticas, incidiendo en el Ruido, el Asalto, Storming (todos ellos títulos), ¿intentan una reflexión frente a nuestra forma de vida tan líquida?

Mis obras no son una crítica al espacio líquido sino una aproximación existencialista. No pretendo posicionarme ni juzgar, sino entender el mundo y aprender cómo reaccionar. Soy un existencialista tecnológico, me interesa explorar el drama, la convulsión que crea este espacio líquido que tanto nos desestabiliza. Además me hacer sentir como un arqueólogo que viene de otro mundo a intentar entenderlo con la distancia de una perspectiva histórica: la realidad virtual se inventó en el siglo XIX con la estereoscopía, que reproduce la realidad duplicada, y de ahí procede la realidad Meta.

Su carrera y su vida, tan líquidas y rutilantes, ¿le permiten por ejemplo saber qué día es y dónde amanece?

Sí lo sé, se ha integrado en mi forma de vida. He descubierto un pájaro que migra del Ártico a la Antártida y tarda dos años en volver, y parte de su fortaleza es aprovechar los vientos. Este pájaro me hace pensar en mi vida, mi aprovechamiento de los recursos. Llevo una existencia claramente líquida, pero cada vez me inspiro más en la naturaleza: intento tender un diálogo entre lo tecnológico y el espacio biológico. El algoritmo estaría basado en la genética, por tanto el espacio tecnológico está empezando a rozar el biológico.

¿Le gusta esa vida tan líquida o es su forma particular de consagrarse al arte?

Del mismo modo que cuando era joven soñaba con volar a lugares desconocidos, irme, ahora lo que deseo siempre es volver, aquí a El Escorial.

¿Consigue a través del arte el sosiego que a otros procura la meditación y la contemplación?

Absolutamente. Desde hace unos años practico la meditación trascendental y esto se ha filtrado en mi obra: las más recientes son hipnóticas, mántricas, repiten ciclos intentando comprender que hay en esto que hemos creado, el Big Data. Siempre desde una aproximación de antropólogo existencial, sin afán de crítica social.

Daniel, la fotografía, su primera vocación, ¿aún recoge la memoria o dispersa la memoria?

Comparto con Joan Fontcuberta la opinión de que la fotografía digital ha dejado detrás ese vínculo con la memoria para disiparse en las redes. Es paradójico: ahora que podemos documentar cada instante de nuestras vidas, las imágenes desaparecen, no permanecen, nunca llegan a tener una presencia física, en un álbum, por ejemplo.

Ha llegado a la Academia pese a ser “el joven Canogar”. Con un padre también académico, artista tan prolífico y longevo, ¿cómo se siente al filo de los 60 años y lo inexorable del tiempo?

A mi padre no lo veo como dices, sino como padre, y tengo una relación con él como la de cualquier hijo. Lo que todavía no sé es cómo pensar en mí como académico. Empecé mi carrera joven, con mucha ambición, ego, fuego y ganas de brillar, pero todo esto deja de tener importancia para centrarme ahora en el acto de crear como uno de los grandes misterios de la vida. Soy consciente de que he de quitarme de en medio para que la creación fluya. Ya no hay más ego, solo obra, y deseo de que el público la disfrute. Y me siento muy afortunado, nunca hubiera imaginado llegar a donde estoy: tengo cinco galerías internacionales y dos estudios, aquí y en Los Ángeles, y para abarcar todos los proyecto que tengo, todo lo que aún quiero comunicar, he aprendido a priorizar los tiempos y a apartar el ego, que tan malo es para la creación. El ego te hace repetir lo que sabes que tiene éxito, pero hay que ser humilde y aceptar el fracaso para seguir investigando. Hay dos tipos de artistas, los que en su madurez se repiten, y otros, que lo mejor lo dan al final: yo espero estar entre los segundos, como estuvieron Louise Bourgeois o Isamu Noguchi.

Daniel, ¿es ya la muerte lo único inmutable que nos queda?

En realidad sí, y es la muerte lo que nos hace crecer y estar activos. Aunque a veces dudo: si la física cuántica existe, ¿por qué no otras dimensiones?