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'Gángsters maricas': el crimen organizado es cosa de hombres

Tradicionalmente, la crítica cinematográfica ha sido reacia a las relecturas 'queer' de los clásicos del cine. Una actitud que no ha hecho más que perpetuar la represión que guionistas, directores y actores han sufrido por su condición sexual. El ensayo 'Gangsters maricas' rompe con esa tendencia y desvela el subtexto gay presente en las películas de cine negro

Páginas del ensayo 'Gangsters maricas', que se presenta en formato periódico.

Páginas del ensayo 'Gangsters maricas', que se presenta en formato periódico. / Cedida

"Cuando le contaba a la gente que estaba escribiendo sobre gangsters maricas, me preguntaban: ‘¡Ah!, ¿pero hay?’”, recuerda Juan Dos Ramos. Y vaya si los había. Este escritor, programador y crítico de cine acaba de terminar Gangsters maricas, un ensayo ilustrado por Álex Tarazón que analiza, con un punto de vista inusual, el que puede ser calificado como el género masculino por excelencia. Un trabajo en formato periódico, el soporte favorito de los criminales, que verá la luz dentro de unas semanas, cuando concluya su fase de financiación a través de una plataforma de micromecenazgo.

"Habitualmente, los estudios sobre cine negro han estado en manos de teóricos que responden un poco a esa imagen de tertuliano de los programas de José Luis Garci. Señores con puro que, a la hora de hacer sus lecturas de estas películas, obvian temas que resultan muy evidentes", comenta Dos Ramos, que pone como ejemplo la relación que mantiene el personaje de James Cagney en Al rojo vivo (Raoul Walsh, 1949) no con la mujer que suele acompañarle, sino con el nuevo compañero que llega a la banda.

James Cagney  (dcha.) y Edmond O'Brien en Al rojo vivo.

James Cagney (dcha.) y Edmond O'Brien en Al rojo vivo. /

"Cuando afirmo esto, no solo me remito a todos los detalles de la película que demuestran esa relación, sino a la carrera del propio Cagney que, cuando rodó Al rojo vivo a finales de los años 40, ya había hecho mucho cine de gangsters en los 30 y no quería repetirse. Quería algo nuevo y ese toque queer le pareció bien. El problema es que esos críticos prefieren no verlo porque les cuesta aceptar que esos actores que son role models para muchos de ellos puedan tener relaciones homosexuales", explica Juan Dos Ramos, que recuerda el caso de Richard Dyer, crítico y profesor que, cuando sugiere en sus clases que en Gilda existe una relación homosexual entre los personajes interpretados por Glenn Ford y George Macready, sus alumnos suelen protagonizar encendidas discusiones que, en ocasiones, han llegado casi a las manos.

"Ese tipo de actitudes y rechazos demuestran, no solo una actitud homófoba, sino una tendencia a canonizar determinados clásicos del cine que, a partir de ese momento, se convierten en intocables y a los que ya no se puede mirar ni con ironía ni con una visión que sea novedosa. En mi opinión, eso es una pena porque, en el caso de la homosexualidad, esa característica aporta a los personajes una profundidad mucho mayor y los hace más interesantes", comenta Dos Ramos, que pasa a referir algunos detalles que sustentan esa lectura queer de la película de Charles Vidor.

"Si atiendes a los códigos, el primer encuentro entre los personajes de Glenn Ford y George Macready se produce en el puerto, que es una zona de cruising de manual. Además, es un lugar que no parece propio del personaje interpretado por Macready, que es un señor elegante que lleva un bastón de cuyo extremo, cuando se encuentra con Glenn Ford tirado en el suelo, sale de repente un estilete. Además de que el cuchillo es de por sí un elemento fálico, esa forma de aparecer la hoja es claramente una erección. De hecho, si atiendes a los símbolos, la escena puede llegar a ser un poco pornográfica".

Burlar la censura

En contra de lo que sostienen los detractores de los análisis queer, desentrañar el elemento homosexualidad de las producciones de Hollywood no responde a una moda, sino a sacar a la luz algo que siempre ha estado ahí, pero que no se podía mostrar abiertamente debido a sistemas de censura y autocensura como el Código Hays.

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Uno de los capítulos del ensayo. / Cedida


"En el cine de nominado pre-code, hay un montón de escenas muy gratuitas de actrices cambiándose de ropa, muy semejantes a las que aparecerían posteriormente en el cine europeo. Además, en esas películas se abordaba con total normalidad temas como la infidelidad, las drogas, la homosexualidad y otras situaciones que no gustaban a los miembros de las ligas por la moralidad, especialmente a William H. Hays, político republicano que redactó una suerte de mandamientos de lo que era admisible o no en el cine y consiguió que fuera suscrito por las productoras", relata Dos Ramos.

El Código Hays, como posteriormente haría la Comic Code Authority con los tebeos, provocó una rebaja importante en el grado de atrevimiento de las películas. En el caso concreto de la homosexualidad, por ejemplo, no se permitía mostrar personajes gays y, en caso de aparecer en un filme, tenían que ser siempre individuos locos, pervertidos y cuya vida acababa trágicamente.

El Código Hays hizo que todo lo que no se podía decir abiertamente , se empezó a sugerir. [...] Eso hizo que el arte cinematográfico se enriqueciera, porque las referencias eran más elegantes y ocurrentes"

"A pesar del celo y rigidez moral de esos censores, los guionistas y directores consiguieron burlar la prohibición con inteligencia. El propio código, que aunque se abolió a finales de los 60 solo tuvo efectos reales hasta finales de los 50, acentuó aún más la ambigüedad del cine negro y me atrevería a decir que incluso le benefició. Todo lo que no se podía decir abiertamente, se comenzó a sugerir, del mismo modo que sucedía durante el franquismo con el cine de Berlanga. Eso hizo que el arte cinematográfico se enriqueciera porque las referencias, que eran entendidas por cualquier espectador atento, eran más elegantes y ocurrentes", comenta el autor de Gangsters maricas, que en su ensayo también cita ejemplos un poco más gruesos y evidentes.

"En The Big Combo (Joseph H. Lewis, 1955), por ejemplo, aparece un gangster que se queja de la comida diciendo “no puedo comer más salami”, a lo que su compañero de banda le responde: “es todo lo que hay”. En esa misma película, otra línea de diálogo dice “la policía nos buscará hasta en los armarios”, lo que demuestra que los guionistas, animados por lo evidente del subtexto gay que tenían entre manos, no se privaron de salpicar los diálogos con irónicas expresiones que rozan lo ordinario".

Una escena de 'The Big Combo'.

Una escena de 'The Big Combo'. /

Cultura y sexualidad

Hablando de salamis, Gangsters maricas hace un interesante análisis sobre cómo la cultura y las creencias religiosas también influyeron en la forma de representar la sexualidad de estos hampones. Como señala el autor, no es lo mismo que los personajes procedan de una tradición protestante y calvinista a que sean gangsters italoamericanos o asiáticos.

"Me interesa mucho el cine asiático, en el que también hay muchos ejemplos de gangsters maricas. El realizador Takashi Miike, por ejemplo, ha incluido gangsters gays en varios títulos sobre la yakuza, pero como tenía que acotar el estudio de alguna manera, decidí centrarme en el cine anglosajón. Sin embargo, al analizar estas películas, me he dado cuenta de que es fundamental separar entre el gangster anglosajón y el italoamericano porque la forma de entender la sexualidad es muy diferente. En Los Soprano, por ejemplo, hay un gag que me hace mucha gracia sobre un personaje al que todos los demás consideran amanerado porque se corre la voz de que les hace sexo oral a las mujeres, algo que, por otra parte, un gay no haría en la vida. Ese prejuicio demuestra cómo el gangster italoamericano tiene muchos tabúes que se derivan de su educación católica, mientras que el anglosajón y protestante es más abierto. Eso sucede tanto en Estados Unidos como en Inglaterra, un país donde siempre ha habido cierta tendencia hacia los gangsters raros, posiblemente por su vinculación con el dandismo y, más tarde, con el Swingin’ London. La ambigüedad, David Bowie y el glam rock, les vino muy bien a personajes como los hermanos Kray, dos gangsters de la época, uno de los cuales estaba claro que era gay".

El ocaso de un icono

Gangsters maricas concluye su repaso al mundo del hampa haciendo referencia a las producciones cinematográficas del siglo XXI y certificando la muerte del personaje, al menos como se ha entendido tradicionalmente.

El gángster ha mutado y se ha convertido en un hombre de negocios. Por eso no es casual que Scorsese hiciera 'El lobo de Wall Street'. Los nuevos gángsters tienen ese perfil, gente chanchullera o 'brokers' salvajes"

"La figura del gangster, no solo la del gangster gay, se ha evaporado del mismo modo que sucedió con el cowboy. Aunque seguirá estando ahí porque es un icono, ha mutado y se ha convertido en un hombre de negocios. Por eso no es casual que Scorsese hiciera El lobo de Wall Street. Los nuevos gangsters tienen ese perfil, gente chanchullera o brokers salvajes", reflexiona Juan Dos Ramos que, para finalizar la entrevista, invita a los lectores a acercarse a su ensayo sin prejuicios y con ganas de disfrutar de esta nueva lectura del género.

"Siempre ha habido un culto a los criminales porque todos tenemos ese impulso por romper la ley o entrar en un banco y atracarlo. En ese sentido, el gangster marica es rizar el rizo de lo marginal porque, no solo va contra la ley, sino que se acuesta con hombres, que es algo que, hasta hace poco, estaba mal visto. De hecho, creo que a esa gente que le molesta que sus estrellas sean maricas porque rompe su idea de la masculinidad, debería entender que el gangster gay es muy liberador. Para el hombre común, que siempre se ha sentido presionado para mantener esa actitud de macho, está bien darse cuenta de que no hay que ser John Wayne todo el rato. En ese sentido, Gangsters maricas es una celebración que puede ser disfrutada por todos los aficionados al cine negro sean o no gays".