TEATRO

Tiago Rodrigues, director del festival de Avignon: “El español será uno de los idiomas invitados del festival”

El director y dramaturgo portugués cierra el Festival de Otoño con una obra sobre trabajadores humanitarios y lleva al Teatre Lliure su pieza ‘Catarina y la belleza de matar fascistas’

El nuevo director del Festival de Avignon, Tiago Rodrigues, que estrena en pocas semanas dos de sus propias obras en España.

El nuevo director del Festival de Avignon, Tiago Rodrigues, que estrena en pocas semanas dos de sus propias obras en España. / Filipe Ferreira

Entiende el teatro como asamblea humana en la que compartir tiempo, ideas y vínculos, un lugar que concibe como espacio de creación horizontal y colaborativa en el que persigue una poética capaz de intervenir y transformar la realidad. Nacido en Lisboa en 1977, Tiago Rodrigues es actor, director y dramaturgo, creador de obras como By heart, Bovary, Antonio y Cleopatra o Sopro, autor también de ensayos, poemas, guiones de cine y televisión. En 2021 dejó la dirección del Teatro Nacional D. Maria II de Lisboa, que ocupaba desde 2015, para convertirse en el primer artista no francés que dirige el Festival de Avignon, cargo al que se incorporó el pasado mes de septiembre.

En unos días, este creador que apuesta por la esencia y una complejidad que suele revestir de sencillez, desembarca en España con dos piezas. La primera de ellas, Dans la mesure de l'impossible, con la que cerrará el Festival de Otoño el próximo 26 de noviembre en los Teatros del Canal, una historia sobre hombres y mujeres que trabajan en misiones humanitarias. La segunda, Catarina y la belleza de matar fascistas, una pieza sobre la confrontación entre fascismo y democracia que llega el 21 de diciembre al Teatre Lliure de Barcelona. Tiago Rodrigues habló con este diario sobre ambos montajes y de sus planes al frente del Festival de Avignon, en una entrevista telefónica la semana pasada.

El germen de Dans la mesure de l'impossible (En la medida de lo imposible) nació, explica su director, de una curiosidad alimentada tras mantener en Ginebra, antes de la pandemia, conversaciones con miembros de Cruz Roja Internacional y Médicos Sin Fronteras. Hijo de un periodista y una médico, Rodrigues y sus actores hicieron, de alguna manera, el trabajo de su padre para hablar del de su madre y entrevistaron a profesionales de organizaciones humanitarias desplazados en distintos países. Y ese material real, fundido con la ficción, es el que alimenta la dramaturgia de esta obra que no quiere ser teatro documental, “sino teatro documentado”, explica su director.

En una carpa de plástico, junto a un músico que toca la batería, los cuatro actores de esta obra van hilvanando, capa sobre capa, relatos sobre su trabajo, pero “no es una obra solamente sobre las historias que han vivido ellos”, dice Rodrigues, “es, sobre todo, una obra sobre la manera cómo ellos cuentan sus historias y sus experiencias, una especie de Mil y una noches”. El director portugués también pone el foco en “el pudor con el que comparten sus historias, su sufrimiento es secundario cuando están en presencia del sufrimiento de aquellos a quienes ayudan”.

El reparto de 'Dans la mesure de l'impossible'.

El reparto de 'Dans la mesure de l'impossible'. / Magali Dougados

Rodrigues, que dice alejarse de la imagen idealizada y romántica que convierte en héroes contemporáneos a estos profesionales, cree que viven una experiencia compleja entre dos mundos, “uno, el de la paz y los derechos humanos, y otro mundo en el que no están garantizados”. Sin embargo, el director se revuelve cuando le preguntamos si lo que lleva a escena es una mirada unidireccional y fundamentalmente blanca y europea que prescinde de la de quienes viven en esos países y sufren el drama de la guerra, el hambre o las catástrofes naturales: “No estoy de acuerdo con la premisa de la pregunta porque das por hecho que solo sufre el otro y que, además, no tiene voz. No es verdad, en la ficción siempre hay más testigos de quienes sufren, no de los trabajadores. Un trabajador humanitario está en la frontera, no está necesariamente en ese lugar muy siglo XX de hombre suizo, blanco y con caballo blanco que va a salvar al otro como un colonizador y, además, yo no estoy haciendo una tesis sobre el fenómeno del trabajo humanitario, no hablo de todo el bosque, sino de algunos árboles. Esta es una cuestión que discutimos en el equipo y que nos interesa, pero no me apetece amplificar un discurso dominante, sino hacer visible un discurso invisible”.

DEMOCRACIA VS FASCISMO


Tras cerrar esta edición del Festival de Otoño de Madrid, Rodrigues llegará en diciembre al Teatre Lliure de Barcelona con Catarina y la belleza de matar fascistas, una pieza mucho más vinculada a la conversación política actual, en tiempos de ascenso de la ultraderecha. Situada en 2028, narra la historia de una familia cuyos miembros, siguiendo una tradición de décadas, se dedican a matar fascistas y se reúnen para celebrar que la joven Catarina se va a estrenar asesinando a un juez. Todos se llaman Catarina, no solo la joven, porque Tiago Rodrigues se inspira en el caso real de Catarina Eufémia, una campesina de 26 años asesinada en 1954 en el Alentejo portugués, cuando reclamaba a su patrón que le pagara lo mismo que a los hombres que segaban el campo como ella. La mató un gendarme de la Guardia Nacional, de varios disparos, con su hijo pequeño en brazos, y su asesinato se convirtió en un símbolo feminista y de resistencia antifascista.

¿Debemos mantener nuestro esfuerzo dentro de un contexto democrático de diálogo o frente al fascismo no hay alternativa que no sea la de contestar también con violencia?”

En esta obra, que vincula la violencia del fascismo con aquella “que el machismo ha ejercido sobre las mujeres a lo largo de la historia”, Rodrigues se pregunta cuál debe ser la respuesta de la democracia: “¿Debemos mantener nuestro esfuerzo dentro de un contexto democrático de diálogo o frente al fascismo no hay alternativa que no sea la de contestar también con violencia?”. Y esas preguntas son las que nutren el conflicto de esa joven Catarina antes de matar a su primer objetivo en esta obra que no va tanto sobre la violencia o el fascismo, sino “sobre la duda que puede vivir hoy una demócrata en un contexto de extremismos nacionalistas de inspiración fascista, muy conectados con la violencia física y simbólica contra la mujer”, explica el director.

Dice Tiago Rodrigues que el montaje termina con la victoria del fascista, que sobrevive y pronuncia un discurso de media hora, “de retórica extremista, nacionalista, fascista, patriarcal y homófoba, eso que nosotros desafortunadamente conocemos en Portugal, España, Francia o Italia, un discurso que comienza hablando del derecho de la mayoría a su libertad”. Palabras que han provocado todo tipo de reacciones encendidas entre el público en las distintas ciudades donde se ha representado la obra –“ha habido tentativas de agresión al actor, tumultos…”- y que colocaron a Tiago Rodrigues y su equipo en la diana del partido ultra de Giorgia Meloni, que pidió públicamente la cancelación del espectáculo cuando se estrenó en Italia, antes de que Fratelli d’Italia ganara las elecciones el pasado mes de septiembre.

AVIGNON EN ESPAÑOL


Cuando este diario conversa con Tiago Rodrigues, este se encuentra en Francia trabajando desde hace varias semanas en la que será su primera edición como director del Festival de Avignon, cuya programación presentará el próximo mes de marzo. Rodrigues ha hecho público ya que el festival tendrá cada año un idioma invitado y en 2023 será el inglés, pero le preguntamos si el 2024 será el año del español en Avignon: “El español será un año la lengua invitada porque el teatro y la danza tienen una extraordinaria diversidad y calidad en los países donde se habla el idioma y porque, además, es una lengua que tiene una enorme capacidad de invención y puede contar muchísimas historias sobre la historia colectiva de la Humanidad. Entre el patrimonio de la lengua española y su presente hay una especie de obligación de elegir el español como lengua invitada en el Festival de Avignon, y a mí eso me daría también la oportunidad de hablarlo un poco mejor”. Además de un idioma invitado, el director portugués también seleccionará un “artista cómplice” cada año, “que estará junto al equipo de programación y presentará sus obras, pero también invitará a otros artistas para imaginar una exposición, la comunicación del festival o los espacios de convivencia”.

Aunque Rodrigues no anunciará hasta marzo los artistas y compañías que estarán presentes el próximo verano en el festival, comparte con entusiasmo sus grandes líneas de trabajo. Además de aumentar la responsabilidad ecológica del certamen, el portugués apostará por una programación en la que convivan “el futuro y la memoria”, un combo que, dice, marcará sus cuatro años al frente de Avignon con “obras que estén en relación con el pasado pero que experimenten e innoven hacia el futuro”, con propuestas artísticas “exigentes y complejas” que lleguen a una mayor cantidad y diversidad de público.

Vamos a obsesionarnos por las primeras veces de todas esas personas que no han venido nunca al Festival de Avignon, ese es nuestro público y el que vamos a ir a buscar a su casa si es necesario"

“Vamos a obsesionarnos por las primeras veces de todas esas personas que no han venido nunca al Festival de Avignon, ese es nuestro público y el que vamos a ir a buscar a su casa si es necesario”, explica el portugués, que vincula esa idea a la vocación de “servicio público” del certamen “porque trabajaremos, por supuesto, con los teatros de la ciudad, con artistas franceses e internacionales, pero también con otras instituciones como la prisión que está más próxima a Avignon y sus presos, o con la residencia pública de mayores y las personas que viven allí”. A ello se suma el proyecto de descentralizar el festival y llevar obras de pequeño formato a los pueblos cercanos “para entrar en ese territorio donde hay una población que se siente a veces abandonada, no solamente por el sistema político, sino también por el sistema artístico y cultural”, explica Tiago Rodrigues, “no hay que esperar solamente que esa gente venga hacia nosotros, sino ir nosotros hacia ellos”.

Con la búsqueda de ese público de primera vez, la descentralización del festival y la apertura de nuevos diálogos con otras instituciones, lo que su nuevo director parece perseguir es rebajar esa pátina elitista que ostenta Avignon desde hace años y convertirlo en un festival más popular y más conectado con la sociedad. El portugués lo tiene claro: “Avignon es, desde 1947, una utopía de teatro popular, y el hecho de que hoy sea mirado como un festival elitista, de manera justa unas veces e injusta otras, es un error que hay que cambiar porque no es el espíritu con el que fue fundado por Jean Vilar. Además de esa libertad artística que defendemos con intransigencia hay una misión que es también política y que se traduce en una mirada sobre las posibilidades transformadoras del arte en la sociedad y en hacer que sean accesibles a todas y a todos. Decir que ahora tenemos un discurso un poco más popular no es una acción de comunicación o de propaganda, es convertir el Festival de Avignon en eso que ya soñaba Jan Vilar: sentar al patrón y al trabajador en las mismas sillas, a la misma hora, para ver la misma obra, y dejar que sus diferencias se evidencien después de la obra, cuando discutan, pero no en el teatro, donde son iguales en cuanto público”.