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Isabel Coixet: "Hay mucho pasado de hombres con poder que desde su cargo confundían la seducción con el abuso"

Amanece en Nueva York donde la cineasta pasa estas semanas “de consorte”, acompañando a Reed (Brody, activista de derechos humanos) con su nuevo libro, y llenando su recámara para próximas historias. Cuenta sobre El techo amarillo (en cines el 16 de diciembre), un documental en el que sincera sin melodrama a las alumnas que sufrieron abusos sexuales sistemáticos a manos del profesor Antonio Gómez en el Aula de Teatre de Lleida. El caso, sobreseído, se ha reabierto a raíz de la película, que se previamente se estrenó en el Festival de San Sebastián.

La directora de cine Isabel Coixet, en una imagen de archivo.

La directora de cine Isabel Coixet, en una imagen de archivo. / LAURA GUERRERO

-Pregunta: Antes se le llamaba “pasar por la piedra”, ¿se acuerda?

-Respuesta: Sí, hay mucho de pasar por la piedra y de confundir las cosas; mucho pasado de hombres con poder que desde su cargo confundían la seducción con el abuso. Es necesario concienciar a las nuevas generaciones para que esto no vuelva a suceder.

-P: ¿Cree que los novísimos lo tienen claro?

-R: No, no tienen una identificación clara de dónde está el abuso, mientras que las mujeres de 30 y pico sí han identificado esas conductas malsanas.

-P: Alguna vez se ha visto en una situación que pueda asemejarse a estas que relata?

-R: Sí. Sí, sí, dime una sola mujer que no se haya visto en una situación así. Nos ha pasado a todas las mujeres en el mundo.

-P: E incluso hay mundos donde el abuso es el patrón, pongamos África o la cultura árabe: ¿la mujer ahí es una mercancía?

-R: Sí, es un patrón universal en muchas latitudes.

-P: ¿Lo que diferencia este caso de tantas y tantas situaciones similares en este mundo de aquí es la sistematización del abuso?

-R: Sí, se trata de un hombre muy hábil (Antonio Gómez) que escaló en el poder de la institución, una escuela de 900 alumnos, la mayoría mujeres. Lo que quiero contar es cómo en una pequeña comunidad se crean estas redes de silencio. Como dice la abogada del caso, “nos parece que si hablamos destruimos la paz social”, entonces te dicen pasa página, no hay para tanto. Hay heridas no cerradas que lastiman la vida de estas personas, que no están traumatizadas, se han recuperado, pero que necesitan hablar; y eso fue lo que me movió: las ganas de hablar con ellas ahora que tienen claro lo que pasó, y qué hacer para esto no vuelva a ocurrir.

-P: Lo que frena la respuesta a una aberración de este tipo es la “neutralidad”, dice. La escuela, en este caso, ¿fue cómplice con su silencio? Porque todo esto se sabía.

-R: Hubo casos de profesores que dejaron la escuela cuando vieron lo que allí sucedía, pero todo se barrió debajo de la alfombra, y claro, la suciedad seguía ahí. No se trata de puritanismo, pero cuando ves las obras de este “profesor” que se suponía sabía cómo enseñar, y eso le confería el poder, te das cuenta de que el 90% eran una sexualización absoluta. Yo nunca he pedido a un actor que se masturbe: se trata de representar, y esa es la magia de las artes escénicas. Hay métodos menos humillantes y más eficaces que pedir a un alumno que se masturbe de verdad en público.

-P: Ha dicho que este trabajo le ha revelado lo peor de la naturaleza humana, ¿tan perverso es el hombre por naturaleza?

-R: Lo peor no, pero hay aquí muchas cosas que me obsesionan y que constituyen la temática de mi cine y de mi vida: ¿cómo una comunidad es capaz de engañarse a sí misma, de torcer la cara ante sucesos de este tipo, de decir a otras víctimas cómo tienen que comportarse? Denunciar significa pasar horas delante de gente que no conoces, como jueces y abogados, reviviendo asuntos que prefieres olvidar. En los casos de malos tratos, este paso es terrorífico, y se les exige a las víctimas que sean perfectas en su denuncia, porque si no lloran lo bastante no les creemos.

-P: ¿Malo por naturaleza hay que ser para algo así?

-R: Es una pregunta que me hago con frecuencia, ¿por qué en el caso de unas gemelas abusadas una deriva en la psicopatía y la otra, no? Creo que hay gente básicamente mala, que ha venido al mundo para hacer el mal y solo así vive, y hay corazones con patas.

-P: ¿Una mujer sería capaz de algo semejante?

-R: Supongo que sí, aunque como historiadora puedo decirte que las mujeres que han actuado de este modo, ha sido siempre por respuesta a crueldades anteriores. Las estadísticas nos dicen que entre los casos de psicopatía un 95% corresponde a hombres.

-P: ¿Está de acuerdo con la teoría del sexo líquido que sostiene que no hay masculinidad ni feminidad?

-R: Siempre ha habido sexualidad líquida, ocurre que ahora es más visible; no tengo por supuesto nada que objetar, pero sí me sorprende que se convierta en el centro del debate. Tengo la fortuna de estar rodeada de gente tan diversa que solo diferencio el mundo entre los seres buenos, sin sobreactuación, abiertos a la duda y a equivocarse, y aquellos otros del canon y el dogma.

-P: El peor castigo para estas víctimas del abuso es el que les inflige la sociedad, dice, con los consabidos argumentos de la minifalda y el consentimiento. ¿Qué es el consentimiento?

-R: Un concepto bastante feo. Consentir es aprobar tácitamente una conducta sexual, pero ¿dónde queda el placer si una de las dos actitudes es pasiva? El sexo tiene que ocurrir cuando dos lo desean, y ahí no figura el consentimiento. Se habla de consentimiento cuando hay una situación de poder de uno sobre el otro, pero no se puede establecer una relación sexual desde el poder.

-P: Las víctimas se atreven por fin a afrontarlo y denunciarlo, año 2018, pero la fiscalía decide que el caso está sobreseído a no ser que se presenten nuevas denuncias. ¿Cómo es posible que ninguna víctima más reciente haya levantado la voz?

-R: Sí se han presentado nuevas denuncias a raíz del documental, y el caso y la investigación se han reabierto a petición unánime del Ayuntamiento de Lleida.

-P: ¿Continuaban sintiéndose culpables, sucias, esas víctimas que callaron desde el 2018 hasta el visionado de El techo amarillo?

-R: Seguramente. Incluso algunas de las más jóvenes que intervinieron en el documental, gracias al círculo (el Nou Cercle) creado por las denunciantes, han revisado su “culpabilidad” y han resuelto que no, no son culpables.

-P: La justicia lo deja marchar pero ¿y la ciudadanía, en un lugar tan pequeño como Lleida, le ha castigado la ciudadanía?

-R: Él tenía muchos partidarios, gente que confiaba tan ciegamente en él que no podía creer a las víctimas. Yo les pedí que no exageraran sus testimonios en lo más mínimo, que la solidaridad no se busca con las lágrimas.

-P: El caso es que él marcha impune y no se esconde, sino que sigue siendo un personaje público en Brasil…

-R: El se va hace 3 años, a raíz de la denuncia, y con una indemnización de 60.000 euros de la escuela.

-P: … ¿Le llegará ahora el castigo, gracias a la proyección del documental? ¿Era eso lo que perseguía, además de dar voz a las víctimas?

-R: Yo buscaba justicia para las chicas, un reconocimiento real y efectivo de lo que ocurrió. Yo quiero lo que ellas quieren, y estamos empezando, con la inclusión de más chicas en el dossier legal, con lo que se ha reabierto la investigación. En todo el proceso ha sido fundamental el apoyo de Dones A Escena y su grito: ¡Esto no es teatro! Ojalá sea un aviso porque lo que ha sucedido sigue repitiéndose en muchos otros lugares.

-P: ¿Esa línea de los abusos es más fácil traspasarla en el mundo de las artes escénicas que en otros oficios y profesiones?

-R: No debería, no es fina esa línea que hay que traspasar para llegar a una situación de abuso.

-P: Grandes actrices como Carmen Maura o Concha Velasco cuentan cómo hasta sus familias las repudiaron porque el de actriz era un oficio de putas, coristas, meretrices. ¿Esto sigue pasando?

-R: No, hoy la profesión de intérprete tiene otros estatus. No, no era entonces un oficio respetable, tampoco para los hombres.

-P: Isabel, ¿usted emplea alguna técnica que evite que los actores se sientan intimidados o violentados en una escena de sexo?

-R: He rodado muchas escenas de sexo de todo tipo, y siempre me las he planteado de forma muy sana. Especifico mucho en el guión, con palabras, lo que me gustaría ver en la pantalla; y siempre digo a los actores que paramos cuando quieran. Todo pasa por la honestidad, hay que desmitificar. A mí me costaría rodar una masacre porque nunca he estado en medio de una guerra, pero follar, follo, y no es ningún tipo de ritual satánico. Es como enseñar el cuerpo en una playa, tengas o no tengas lorzas: es cuestión de olvidar falsas vergüenzas. En el cine hay muchas maneras de hacer las cosas, y las mejores escenas de sexo no son precisamente las que muestran más desnudos.

-P: Seamos ambiciosas, ¿el Nou Cercle (plataforma de denuncia creada a raíz de este caso) podría llegar a ser un nuevo #Metoo?

-R: Lo importante de las consignas es el movimiento que desatan, la sensación de tener permiso para contar. Si al ver el documental la gente identifica patrones, sentiré que hemos conseguido mucho. Las consignas funcionan pero actualmente hay un retroceso de las aspiraciones feministas en Estados Unidos: ¿cómo es posible que el gran debate sea sobre el derecho al aborto? Nos obstinamos en juzgar y por ahí…. Por ahí no vamos bien.