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La mentira, el elemento necesario para el triunfo del fascismo

El historiador Federico Finchelstein analiza el papel que la mentira y la desinformación tienen en el origen y auge de los movimientos fascistas pasados, presentes y futuros.

Una imagen de propaganda de la Alemania nazi de los años 30. Archivo General Región de Murcia

Una imagen de propaganda de la Alemania nazi de los años 30. Archivo General Región de Murcia / Archivo General Región de Murcia

"Te pondré un ejemplo que, no por patético, es menos ilustrativo. Se trata de ese político de Vox que, con motivo de una enfermedad vírica, hablaba en términos xenófobos sobre un virus chino que estaba siendo combatido en su interior por los anticuerpos de la nacionalidad española. Dado que era evidente que lo que contaba no tenía nada que ver con la realidad, cabe preguntarse hasta qué punto los fascistas confunden la metáfora con la realidad", comenta Federico Finchelstein, doctor en Historia y profesor en la New School for Social Research y en el Eugene Lang College de la New School de Nueva York, que acaba de publicar en castellano Breve historia de la mentira fascista (Taurus, 2022).

El ensayo de Filchenstein es un análisis tan riguroso como ameno sobre el fenómeno de la mentira como elemento clave para el auge del fascismo en el que, además, se derriban muchos mitos sobre el tema. Sin ir más lejos, aquel que sostiene que Joseph Goebbels, ministro para la Ilustración Pública y Propaganda del Tercer Reich, afirmó que "una mentira repetida muchas veces se convierte en verdad".

"Es interesante preguntarse por qué se repite tanto esa frase que Goebbels nunca dijo, pero más interesante aún es intentar averiguar qué es lo que los fascistas consideran una mentira y qué es para ellos una verdad. Mientras que la idea más extendida de verdad se refiere a aquello que se puede confirmar con datos, para los fascistas la verdad tiene dos acepciones. Por un lado, una verdad limitada, que es esa que todos los demás entendemos como verdad, y la otra, la suya, que es un postulado ideológico que establece que, si bien lo que ellos dicen no es comprobable con hechos, es decir, no es verdad, sí debería serlo. Es justamente ese concepto tan particular de verdad el que hace que no es que se crean sus propias mentiras, sino que hacen todo lo posible por convertirlas en realidad".

El académico Federico Finchelstein, autor de Breve historia de la mentira fascista.

El académico Federico Finchelstein, autor de Breve historia de la mentira fascista. / Cedida

Retorcer la realidad

Durante los años 30 y 40 los nazis extendieron entre la población alemana la idea de que los judíos eran intrínsecamente sucios y contagiosos, razón por la cual debían ser exterminados. Para justificar esa premisa falaz, comenzaron por hacinarlos en guetos insalubres en los que no tardaron en surgir enfermedades que, ahora sí, se revelaban como peligrosas para la salud del conjunto de la sociedad.

Los fascistas no son personas que estén ciegas ante la realidad, pero sí la consideran maleable para distorsionarla en beneficio de su ideología y de las necesidades del líder"

"Los fascistas poseen una capacidad innegable para manejar aquello que Adorno y Horkheimer denominaron 'la razón instrumental'. En otras palabras, son personas capaces de reconocer la externalidad, de darse cuenta de que esas cosas de las que hablan no son tal y como las cuentan pero, al mismo tiempo, demuestran una voluntad irracional para conseguir que sean así. En definitiva, no son personas que estén ciegas ante la realidad, pero sí la consideran maleable para distorsionarla en beneficio de su ideología y de las necesidades del líder", explica Finchelstein, que pone sobre la mesa otro de los elementos que articulan la mentira fascista: la figura de un líder carismático capaz de dilucidar cuál es esa verdad y transmitírsela a sus seguidores.

"El fascismo no es fascismo sin estos liderazgos tan verticales y sin el culto al líder. Es un liderazgo que, volviendo al tema de la mentira y la verdad, se basa en la fe y vincula el movimiento con el mundo de lo sagrado, hasta el punto de apropiarse de la idea del profeta o del ser divino encarnada en la figura del líder. Esto hace que los fascistas terminen creyendo en la infalibilidad del dirigente y afirmen, como decía el fascismo italiano, que 'Mussolini siempre tiene razón'. Cualquier persona se preguntará ¿pero cómo puede ser eso posible? y, de vuelta, la idea que surge es que todo lo que dice el líder, si no es cierto, debería serlo».

El enemigo inconsciente

En 1933 Freud firmó un ejemplar de uno de sus libros para Mussolini con una dedicatoria en la que le calificaba de "héroe". Como explica Finchesltein en Breve historia de la mentira fascista, el italiano no captó la ironía del austriaco, que recelaba de los héroes modernos por entender que estaban al servicio y fomentaban la necesidad que tenía el pueblo de una autoridad vertical, con todo lo que ese fenómeno tiene de renuncia a las libertades individuales. Sea como fuere, el fascismo no tardó demasiado en darse cuenta de que Freud no era precisamente un simpatizante, sino un enemigo de los movimientos autoritarios. "Cómo hemos progresado. En la Edad Media me habrían quemado a mí: ahora se conforman con quemar mis libros", ironizaría el padre del psicoanálisis, cuyas teorías resultaban una amenaza frontal a las aspiraciones de nazis y fascistas.

"El psicoanálisis sostenía que era importante observar la fuerza del inconsciente con objeto de moderar su dimensión irracional y potencialmente agresiva. La pulsión de muerte, esa tendencia humana hacia la violencia, era vista por Freud como un problema que había que identificar y encajar en normas o en la cultura. Sin embargo, los fascistas defendían todo lo contrario. Para ellos, lo que procede del inconsciente es una versión más verdadera de la realidad que aquella que podemos observar. Esto, que en términos políticos es antidemocrático y potencialmente genocida, era visto por ellos como una fuente de verdad. Cuando Freud advirtió que ese sentimiento derivaría en una violencia extrema, se convirtió en un enemigo para los fascistas».

El legado de los movimientos anti-Ilustración de países como España o Francia, por ejemplo, fue esencial para la aparición de un fenómeno tan irracional y antidemocrático como el fascismo"

Ese elemento inconsciente y emocional presente en el fascismo hace pensar que, si bien es un movimiento político articulado en las primeras décadas del siglo pasado, habría hecho acto de presencia, bajo una u otra forma, a lo largo de la historia de la humanidad. "Aunque el fascismo surge como movimiento y eventualmente como régimen en los años 20 y 30 del siglo veinte, es cierto que le precede un pasado autoritario e irracional. El legado de los movimientos anti-Ilustración de países como España o Francia, por ejemplo, fue esencial para la aparición de un fenómeno tan irracional y antidemocrático como el fascismo que, por otra parte, se valió también de medios que no existían en otros tiempos para informar y hacer propaganda. Entre ellos, la radio e incluso los aviones, que permitían a sus responsables estar en diferentes lugares con rapidez y facilidad", comenta Finchelstein, que advierte cómo las nuevas tecnologías están siendo aprovechadas por los fascismos de hoy en día para transmitir sus mentiras y llegar al poder.

Trump con Antony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de EEUU, principal objetivo de las burlas y el menosprecio del presidente durante la crisis del coronavirus.

Trump con Antony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de EEUU, principal objetivo de las burlas y el menosprecio del presidente durante la crisis del coronavirus. / Mandel Ngan

"A pesar de todo, es interesante señalar una diferencia entre fascismos como el de Trump o Bolsonaro y el de Vox que, a diferencia de los otros dos, aún no ha llegado a gobernar. De hecho, un dato que explica las derrotas de Trump y Bolsonaro es justamente la mentira, porque una cosa es mentir desde la oposición, donde es más fácil distorsionar la información, que hacerlo cuando se es gobierno. Bolsonaro, por ejemplo, negó la realidad de la pandemia, calificó al coronavirus de simple gripezinha y restó eficacia a las vacunas, lo que contribuyó a que Brasil se convirtiera en uno de los tres países con más muertes de coronavirus. A raíz de eso, mucha gente se dio cuenta de que el emperador estaba desnudo y que mentía", comenta Finchelstein, que recuerda que la mejor manera de luchar contra el fascismo es combatiendo sus falsedades. Una tarea en la que resulta imprescindible "defender el acceso a la información y la prensa independiente y no recurrir a esos pseudo medios surgidos a raíz del nuevo paisaje mediático que, en realidad, no son más que canales de propaganda. Después, por supuesto, no hay que votar ni apoyar a este tipo de candidatos, sino participar de la democracia y defender las libertades, especialmente las de manifestación y opinión que nos permiten mantener charlas como esta".

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