LIBROS

El 'Boom' y sus derivados actuales, a examen en Madrid

La revista 'Ñ', suplemento cultural del diario argentino 'Clarín', organiza en el marco del Festival Eñe un debate sobre la literatura latinoamericana actual muy marcado por el pasado

De izda. a dcha., Matilde Sánchez, Martín Caparrós y Juan Cruz durnate el acto de este martes en el Instituto Cervantes de Madrid.

De izda. a dcha., Matilde Sánchez, Martín Caparrós y Juan Cruz durnate el acto de este martes en el Instituto Cervantes de Madrid. / Sebastián Bejarano

Jacobo de Arce

Jacobo de Arce

Más de medio siglo después, el célebre ‘Boom’ de los años 60 sigue siendo un eje del que es difícil desligarse cuando se habla de literatura latinoamericana. Este martes, en la sede central del Instituto Cervantes, en Madrid, el Festival Eñe celebraba una charla que tenía por título Al calor de la joven novela latinoamericana, pero quienes participaban eran más veteranos que alevines, y se acabó hablando, sobre todo, de ese ‘Boom’ y de sus consecuencias en lo que se escribe y se publica hoy en día. 

Antes tocaba presentar un acto que era también una celebración, dos semanas antes que en Buenos Aires, de los mil números de Ñ, el suplemento literario del diario argentino Clarín. "La ñ no es un pariente pobre de la n, sino un símbolo de resistencia y de singularidad idiomática", explicaba Ricardo Kirschbaum, editor de Clarín. La virgulilla, seguía, "es ese trazo que nos permite decir ‘año’ sin embarazo, o distinguir ‘sana’ de ‘saña’", señalando además que su sonido es imprescindible en idiomas como el quechua o el aimara. Una genealogía en la que también entraba el escritor y periodista argentino Martín Caparrós, que recordó con sorna que la ñ fue fruto "de unos monjes perezosos que se cansaron de escribir enes dobles y decidieron ponerle un signo", como descubrió investigando para su libro de crónicas Ñamérica (2021). 

Fue Matilde Sánchez, directora de la revista Ñ y moderadora del acto, la que preguntó lo que había que preguntar. Cómo definir el presente de la narrativa latinoamericana a partir de los dos grandes momentos que significaron, en los años 90, lo que parecía el entierro definitivo del ‘Boom’: esos dos movimientos, McOndo y El Crack, que buscaban nuevos derroteros para una literatura ahogada por el realismo mágico. Caparrós empezó explicando que "uno de los grandes méritos del ‘Boom’ es que armó un mapa en el que todo estaba claro, cada lugar tenía su escritor. Luego eso comenzó a disolverse: por problemas políticos, literarios... Entonces hubo un sector del ‘Boom’ que siguió haciendo aquello que les había salido bien, y otros como Carlos Fuentes quisieron buscar más allá, pero se dieron cuenta de que no encontraban un más allá". 

En esa disolución, continuó Caparrós, algunos españoles "hartos de que la literatura que se escribía en castellano fuera latinoamericana" encontraron cierto alivio. Y en América, los que trataron de ir más allá y buscaron en la vanguardia, fracasaron. Por eso llegaron esos grupos críticos que, según el escritor, lo que intentaron fue repetir la mecánica, "ser el nuevo ‘Boom’". Y esas fueron las penúltimas tentativas de hacer se pueda hablar de una literatura latinoamericana. Porque la última, que no es voluntaria sino fruto de circunstancias políticas, sociales o culturales, sería el auge de las autoras, la hegemonía de las mujeres, añadió Caparrós. 

Juan Cruz, veterano periodista cultural canario y también novelista, recordó que el concepto de ‘Boom’ fue acuñado por un profesor, Luis Harss, en un libro encargado por una editorial estadounidense, y también que hubo una época, en los 80 y parte de los 90, en que los escritores latinoamericanos no despertaban demasiado interés en los medios españoles. Precisamente para eso se creó un premio en la editorial que él dirigía por entonces. "El Alfaguara se hizo para que Argentina, Colombia, México, Nicaragua... tuvieran un premio en España", señaló Cruz. 

Si Caparrós se quejó de que le parecía que lo que definía a la literatura latinoamericana actual era "su falta de riesgo, estéticamente", Cruz le respondió lo contrario: que sí lo encontraba en autores como Selva Almada, Samantha Schweblin o Alejandro Zambra. Caparrós también mencionó a sus favoritos: "Alan Pauls, Juan Villoro, Daniel Guebel...". "¿Y alguna chica?", le inquirió Sánchez, a lo que el escritor respondió con la mexicana Guadalupe Nettel. Si los sumamos a las Cristina Rivera Garza, Claudia Piñeiro y Gabriela Cabezón Cámara que aportó la responsable de Ñ, un nuevo canon latinoamericano acababa de ser dibujado en una lluviosa tarde madrileña cualquiera.