CINE

Luis Zahera: "Galicia es un país que intenta suicidarse y no lo consigue"

'As bestas', lo nuevo de Rodrigo Sorogoyen y su guionista Isabel Peña, es un soberbio relato de violencia y dignidad en la Galicia rural. Una mezcla de ‘thriller’ y ‘western’ con una de esas historias de amor más grandes que la vida y la España vaciada de fondo. Hablamos con Luis Zahera y Diego Anido, los ‘malos’ del asunto, del espinazo gallego, pero también universal, de la película

Luis Zahera (izda.) y Diego Anido, los hermanos Xan y Loren Anta en la película.

Luis Zahera (izda.) y Diego Anido, los hermanos Xan y Loren Anta en la película.

Jacobo de Arce

Jacobo de Arce

La Galicia rural arrastra una leyenda negra de la que le es difícil librarse. Un historial oscuro y violento que se nutre de pugnas por la tierra y por esas ‘cuatro perras’ que, en la mayoría de los casos, se pueden sacar de ella. La gallega es todavía hoy una comunidad dominada por el minifundio, ese fenómeno que convierte incluso al más humilde de los vecinos en propietario de un pedazo de terruño que se defiende con uñas, dientes y a veces -cada vez menos- con escopetas. As bestas, la nueva película que dirige Rodrigo Sorogoyen y que éste coescribe con Isabel Peña, quizá el más fértil y engrasado tándem director-guionista del cine español desde Berlanga y Azcona, retrata una de esas historias de odios que se cocinan durante años entre lindes de huertas y bosques. Un relato que tiene una base real, el suceso que en 2010 acabó con la muerte del holandés Martin Verfondern en una aldea remota de la montaña orensana a manos de una familia vecina.

En As bestas, Luis Zahera y Diego Anido interpretan a los dos hermanos, Xan y Lorenzo Anta, responsables del crimen. Los actores cuentan durante una entrevista exprés en Madrid que Sorogoyen y Peña quisieron poner cierta distancia con la historia real. “Teníamos la indicación de no entrar en ella, sobre todo por respeto a la mujer [del holandés], que sigue viviendo allí. Y me pareció muy sensato ese camino”, explica Zahera. Su personaje, Xan, es cerebral y violento. Loren, el hermano pequeño y con una discapacidad mental, hace lo que dice el mayor. El despliegue interpretativo de Zahera es, como siempre, descomunal. Pero Anido, un actor con menos trayectoria, encaja también muy bien en un papel que le llegó de rebote. Compostelanos ambos, su uso absolutamente natural del gallego es una de las grandes bazas para construir la verdad que desprende la película. Los dos apuntalan la galleguidad de la historia. Esa que en la comunidad no ha gustado tanto, por la sombría imagen que transmite de sus ambientes rurales. Quizá por eso los actores se ponen también a la defensiva en cuanto se aborda este tema.

Sí, supongo que esta historia es típicamente gallega. Igual que podría ser típicamente catalana, o de otro sitio”

— Luis Zahera

“Sí, supongo que es típicamente gallega. Igual que podría ser típicamente catalana, o de otro sitio”, dice Zahera cuando se le pregunta si hay en esta historia algo de intrínsecamente galaico. “Yo creo que es típicamente ubicable en Galicia. ¿Por qué? Por los tópicos, aunque todos sabemos que no es así y que esto puede pasar en cualquier parte”, responde Anido. “Pero es verdad que allí hay una mezcla de bosques, de zonas internas que no se penetran habitualmente, un carácter pelín cerrado debido al clima y equis motivos sociológicos que entran en juego. A nosotros nos parece muy bien que la historia se ubique ahí, porque si fuera en Extremadura habrían hecho la peli dos extremeños. Pero es una historia muy potente que se cuenta en nuestra región y, bueno, lo que diría que no es típicamente gallego es el momento chungo de la peli, sino típicamente humano”.

Es cierto que lo que sucede en As bestas podría pasar en cualquier rincón del planeta: el desembarco de unos personajes urbanos y cosmopolitas en un entorno rural muy cerrado, donde se dan de bruces con la comunidad local, y el estallido de violencia en el que deriva. Un conflicto que ya han retratado obras maestras del cine como Deliverance o Perros de paja.

La historia originaria es la de una pareja de holandeses algo hippies que, tras dos años viajando por Europa, una mañana se despiertan en la aldea remota y casi abandonada de Santoalla, en Ourense, y descubren el paraíso natural que estaban buscando. Allí deciden hacer realidad su sueño: una granja autosuficiente que atraiga un turismo sensible y sostenible a la zona. La cosa empieza bien, pero cuando la única familia que convive con ellos en la aldea empieza a poner problemas al proyecto, la relación se tuerce. Todo empeora en el momento en que Martin y Margo, los holandeses, reclaman su derecho sobre los montes comunales del pueblo y la parte de beneficios que se obtienen de su madera. Martin desaparece, y su cadáver solo será encontrado cuatro años después.

Los molinos de la discordia

En la película, la pareja protagonista la forman dos franceses, Antoine y Olga, unos soberbios Denis Ménochet y Marina Foïs, y el conflicto es la venta de terrenos para instalar unos molinos de energía eólica. Los lugareños quieren hacerse con ese dinero para abandonar la vida esclava de un campo del que ya se han ido todos. Pero los franceses no están dispuestos a vender su sueño para que se beneficie una empresa noruega. Toda la primera parte de la película es un western en el que el forastero, Antoine, se ve confrontado sin descanso por el villano local, Xan, en los campos y en una taberna. Pero las escenas de tensión están tan bien escritas que el espectador llega a entender al ‘malo’. “En eso Rodrigo e Isabel son unos magos con sus guiones -comenta Zahera-. Esa cosa poliédrica que tienen los personajes, los hermanos Anta que viven allí y de repente aparece un elemento exógeno, el matrimonio francés, que no ven lo precioso, el futuro que supone lo eólico. Ellos que huelen a mierda, que se quieren largar de allí para manejar su taxi en Ourense… Claro, es difícil no posicionarse con ellos. En ese duelo de western en el bar yo creo que los dos tienen razón. Como dice mi personaje, ‘ojalá te hubieras despertado en otra aldea, colega’”.

Normalmente, la gente que se va de la ciudad al campo tiene seis meses o un año de enamoramiento, un hostiazo bueno al segundo y, si lo superan, se convierten en alguien diferente a la persona que llegó"

— Diego Anido

As bestas es inteligentemente imparcial frente a la idealización post-pandémica del campo y esa España vaciada en la que transcurre la acción. El espectáculo natural de montañas y bosques es apabullante, y se entiende su poder de seducción. Pero también queda claro lo difícil que es habitar un entorno que por momentos da miedo. Anido vive en él. “Miedo no da. Pero sí es menos bucólico de lo que muchos creen. Normalmente la gente que se va de la ciudad al campo tiene seis meses o un año de enamoramiento, un hostiazo bueno al segundo y, si lo superan, se convierten en alguien diferente a la persona que llegó. Sus amigos van a visitarlo y dicen: has cambiado. Porque te cambia el ritmo, te cambia el físico… te cambia todo”.

Zahera y  Denis Ménochet, en una de las tensas escenas de la taberna.

Zahera y Denis Ménochet, en una de las tensas escenas de la taberna. /

Seguramente sin intención, la cinta de Sorogoyen y Peña también incide en otro cáncer que corroe a Galicia -a España- desde hace décadas: además del vaciamiento del campo, la propia colaboración de sus habitantes y gestores al deterioro del territorio, tantas veces manifestado en forma de feísmo urbanístico, incendios intencionados o, como aquí, la invasión de montes por unos molinos de ecología dudosa. Se entiende el deseo de una vida mejor, lejos de las cuadras y la azada. Pero se comprende menos que no importe nada lo que pase con la tierra que se deja. En este punto Zahera y Anido sí que muestran un cabreo común a muchos compatriotas. “Galicia es un país que intenta suicidarse y no lo consigue. No recuerdo de quién es la frase, quizá de Valle Inclán, pero estoy convencido de que es así”, apunta Zahera. “Es un problemón, es verdad. Galicia es un lugar maravilloso, súper verde, súper fértil, y está todo hecho una mierda. El bosque es postizo, de eucalipto, hay minas, contaminación, incendios… ¿Ese paraíso, cómo está tan mal cuidado? Las políticas parece que son a favor y van en contra. Hasta que pase algo realmente catastrófico, ahí no va a haber un cambio”.

La estructura de la película se compone de dos partes que conviene no desvelar demasiado, aunque la historia en la que se basa sea conocida. Mientras la primera es ese western violento que se dirime fundamentalmente entre hombres, la segunda tiene un giro femenino en el que prima otro tipo de fortaleza. "Rodrigo e Isabel dicen que lo que más les llamó la atención del crimen fue la persistencia del personaje femenino real, que sigue en el lugar en el que pasó esto. Esa lealtad a su marido, al proyecto, a la vida y a la dignidad. Eso fue lo que les animó a escribir", cuenta Anido. Y lo confirma Zahera. "Yo creo que la protagonista de la película es, sin duda, ella". Al fin y al cabo, la cinta está dedicada a Margo, la holandesa.

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