Opinión

Silencio multitudinario del poeta profundo

El poeta venezolano Rafael Cadenas, galardonado con el Cervantes 2022.

El poeta venezolano Rafael Cadenas, galardonado con el Cervantes 2022. / Miguel Gutiérrez - EFE

Viene de un territorio vocinglero, como el nuestro. Tantos años de poesía, y Rafael Cadenas nunca ha levantado la voz. Su silencio es profundo, como una llamada del hambre de saber, y en sus versos está ese vuelo misterioso de lo que parece decirse y a la vez no se dice.

Un poeta cuya voz obedece a una pasión que surge del silencio. Lo he visto hablar en público, como si estuviera diciéndole al cuello lo que dice su garganta, y también lo he escuchado (al teléfono, en persona) y he sentido que lo que me está diciendo, lo que me dijo, tenía sólo la vocación de ser escrito.

Su poesía es escritura, pues, y por eso justamente es más poeta que los que declaman. Porque la primera vez que lo escuché, y lo traté, sentí que algunas de sus pesadumbres son patrióticas, de una patria que se escapa, como se le escapaba a Machado.

Así que le pregunté por ese personaje que, siendo andaluz, era tan sobrio, tan interior como él, siendo venezolano, que es ser también como del sur del sur.

Le pregunté, pues, por Machado. Parafraseando al poeta de Sevilla, le recordé que él había dicho de sí mismo que era "un intenso vividor del presente", que ha mantenido "el asombro ante lo extraordinario que es todo", aunque la costumbre lo impida. Así que le pregunté, y él luego me envió por escrito, como respuesta, un largo poema en prosa sobre si ese asombro es entusiasmo o constituye la manera de ser de un poema.

De él recibí una larguísima respuesta, de la que dejo aquí sus dos primeros párrafos.

"A veces siento eso que expresa la magnífica frase de Machado, pero nada es permanente, todo es devenir, algo que deben recordar los gobernantes, sobre todo los que se asemejan al que aun no acepta su derrota en Estados Unidos [se refería a Donald Trump, vencido entonces por Joe Biden]. Todo desaparece, se evapora, como decía Rilke. En cuanto al asombro, me sorprende la capacidad de tanta gente para sentirlo. Le daré por ahora un solo ejemplo: sabemos que todo lo produce la naturaleza, sin que nadie la dirija, acaso solo una inteligencia superior a la humana, que aún muchos científicos llaman púdicamente instrucción, lo cual es lo mismo. Hay eso en cualquier semilla que será guiada para formar alguna planta. En nuestro caso, lo que llamamos yo no dirige ninguno de nuestros órganos, y menos mal porque si lo hiciera crearía un lío en el cuerpo. Hasta hay una palabra china que significa ‘se hace por si solo’".

"Se habla también de código genético dando por sentado que sabemos lo que es eso. ¿No le resulta pasmoso lo ejemplificado? Resumo lo central de lo que pienso: lo ordinario es, si bien se mira, extraordinario, pero como esperamos algo grandioso, desvalorizamos lo común. A veces ni lo vemos. Todo ello lo he aprendido mediante lecturas, más que vivencias; estas, a causa de la costumbre, cuestan más. Para tenerlas debemos volvernos como niños. Además de a los antiguos como Heráclito, Marco Aurelio o Epicuro, a los que llamo postmodernos, leo desde hace años a muchos pensadores provenientes de la física cuántica, quienes desembocan en lo que Wittgenstein llamó lo místico, concepto no religioso, sino ontológico. Que el mundo sea, es para él lo místico".