ESCAPISMO JUVENIL

De las 'raves' de las pandillas escocesas a la revalorización de La Ruta del Bakalao: la fiesta electrónica se abre paso en la ficción

Novelas y series de televisión recuperan la subultura de la música electrónica, libertina y democrática, que entre finales de los años 80 y los primeros 2000s se manifestó de las más diversas maneras, desde las fiestas infectadas por la violencia en Glasgow hasta la hedonista 'ruta destroy' valenciana

Imagen de una 'rave' ilegal en Barcelona a principios de los 2000s.

Imagen de una 'rave' ilegal en Barcelona a principios de los 2000s. / Maite Cruz

Los golpes no duelen durante la pelea porque la adrenalina funciona como amortiguador, lo malo llega cuando termina. Una botella de cristal cerrada no se rompe cuando se usa como arma, pero sí puede quebrarse cuando está abierta y rajarle la cara al contrincante. Al caer al suelo, hay que ponerse en posición fetal con los brazos protegiendo la cara y la cabeza para intentar minimizar el daño de las patadas. De nada sirve correr cuando la banda rival está enfrente, mejor ahorrar esa energía para la batalla. Cualquier ataque va a recibir una respuesta, el bucle no tiene fin. Estos son algunos de los consejos prácticos que se ofrecen en The Young Team, la novela de Graeme Armstrong que la editorial Automática acaba de publicar en España traducida por Carolina Santano Fernández.

Su protagonista y alter ego, Azzy Williams, vive a las afueras de Glasgow a principios de la década de los 2000 y pertenece a la banda The Young Team. Su vida se resume en salir los viernes, colocarse a tope, intentar ligar y buscar gresca con la pandilla rival Young Toi Boizz. En un sitio marcado por la precariedad y la violencia, no hay mucho más que hacer. Armstrong no necesitó hacer demasiado esfuerzo para documentarse sobre esa realidad, porque también fue la suya. Pero él consiguió salir de aquel entorno y estudiar lengua inglesa en la Universidad de Stirling en 2009. En sus primeros días de abstinencia en 2013 empezó a escribir The Young Team y consiguió publicarla siete años después. Ha sido Libro del año 2021 en Escocia y hasta el momento ha ganado premios como el Somerset Maugham y el Betty Trask.

Armstrong decidió ser escritor gracias a Trainspotting, el libro de Irvine Welsh que el director Danny Boyle adaptó al cine con gran éxito. Cuando lo leyó tenía solo dieciséis años y tres de sus amigos acababan de morir de sobredosis, así que se vio totalmente reflejado en la historia. “Es difícil no caer en una sensación de desesperanza en el antiguo corazón industrial de Escocia. Se vive una vida dura, hay un antiintelectualismo generalizado y se sospecha de cualquiera que intente tomar un camino diferente”, cuenta a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA. Su experiencia fue más extrema que la del protagonista, porque según explica “la tragedia en la vida real es diferente. Las cosas a menudo no tienen sentido y hubo más muerte y destrucción de lo que cabría en el ámbito de una novela. Pero el dolor y la pasión son las mismas”.

El autor fue también miembro de una pandilla, Young Mavis, y después de que le expulsaran del instituto se unió a Lang El Toi. ¿Qué lleva a un adolescente a entrar en una banda? “Las pandillas por su propia naturaleza son seductoras, ofrecen una promesa de emoción y camaradería. Pero el interior de una banda es menos glamuroso de lo que se percibe desde fuera. Hay violencia y una competencia constante alimentada por el machismo, la necesidad de parecer ultramasculino e indestructible”, explica. Salir de la organización es complicado y para Armstrong la mejor manera de ayudar a los jóvenes es “acabar con los aspectos brillantes e inexactos de la vida de las pandillas y alentarlos a ver más allá”.

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Armstrong (dcha.), con los amigos con los que frecuentaba peleas y 'raves' hace dos décadas./ Cedida


Además de desligarse de su grupo de amigos, Armstrong también tuvo que superar su adicción a las drogas para no acabar en la cuneta. Nunca consumió heroína pero sí mucha marihuana y drogas de diseño de la época, lo que le llevó a rozar la sobredosis en alguna ocasión y a sufrir crisis de salud mental. “Las pandillas y las drogas fueron piedras angulares absolutas de mi identidad como joven escocés. Cuando finalmente desaparecieron ambos en 2013, me sentí increíblemente solo”. Actualmente no toma nada ilegal y lleva seis años sin beber alcohol, pero considera que puede que ese “proceso de curación”, como él dice, no termine nunca. Lo mismo que el sentimiento de necesidad de pertenecer a una banda. “Es un profundo anhelo por la hermandad y la conexión constante que ofrece una pandilla. No importa dónde haya vivido, incluido Londres, una parte de mí sigue buscando una tribu y un lugar al que pertenecer”, declara.

Arriba los decibelios


Armstrong, como su protagonista, fue un entusiasta de la escena rave escocesa del inicio del siglo XXI. De hecho, es el presentador del documental de la BBC Scotland the Rave, que explora la historia de la aquella cultura y la subcultura escocesa PCDJ [integrada por raveros que hacían sus propios remixes caseros con un programa de edición de música imitando a sus DJs preferidos]. “A principios de los 2000, la música trance estaba en pleno apogeo. La electrónica suave sustituyó a las antiguas melodías de piano con divas cantando de finales de los 80 y los 90, e Ibiza se convirtió en La Meca”, recuerda Armstrong. “Ahora los estilos house y techno están de vuelta porque la moda y la música son cíclicas, pero la rave como concepto y estilo de vida llegó para quedarse en Escocia”. Su próxima novela se basará precisamente en este tema.

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El autor, en una foto reciente. / Cedida


Dos décadas antes de que Armstrong empezase a darlo todo en la discoteca, España ya había tenido su propia revolución cultural protagonizada por DJs y público entregado a la fiesta sin límites horarios: La Ruta del bakalao de Valencia. “La juventud moderna valenciana, nutrida por diferentes actores culturales y artísticos, asaltaron la escena de clubs para dotarla de vanguardismo y personalidad. Se fue configurando toda una cultura entorno a la música, el baile y el hedonismo, cargada de tintes contraculturales y alternativos”, explica Luis Costa, autor del libro ¡Bacalao! Historia oral de la música de baile en Valencia, 1980-1995 (editorial Contra, 2016).

Ese fenómeno, denostado durante años, reaparece ahora en obras que lo miran con otros ojos. Desde la música de grupos como VVV [Trippin’ You] –que han colgado a su música la etiqueta de ‘neobakalao’– hasta ficciones que emplazan sus tramas en aquel escenario. Borja Soler es el cocreador, junto a Roberto Martín Maiztegui, de la serie La Ruta que se estrena el 13 de noviembre en Atresplayer Premium. El tema “me interesaba a muchos niveles: estético, musical, sociológico y político”, explica el director valenciano. “Todo esto unido al menosprecio histórico que se le ha dado a la escena hacía que quisiéramos aportar nuestro granito de arena en la revisión del relato de esos años y esa generación de pioneros”, dice.

Una imagen de la serie 'La ruta', que estrena Atresplayer Premium.

Una imagen de la serie 'La ruta', que estrena Atresplayer Premium. / Cedida

Costa también ha detectado esta atracción renovada. “Hay un claro interés por ese momento de libertad, modernidad y autenticidad. Y percibo una mirada fresca y curiosa, lejos de la nostalgia o la retromanía”. Sin embargo, no cree que algo como aquello vuelva a suceder porque la escena de los clubs ya no tiene nada que ver. “Existe un claro predominio e interés por replicar las fórmulas más comerciales que encajen en los modelos capitalistas y la segregación de la cultura VIP, donde el poder adquisitivo marca las dinámicas culturales y sociales de este entorno”, comenta.

La Ruta del bakalao es también uno de los escenarios del libro Los sueños asequibles de Josefina Jarama (Alfaguara, 2022) de Manuel Guedán. Él no la vivió –se nutrió de libros, documentales y podcasts sobre el tema–, pero no descarta que un movimiento como aquel pueda surgir de nuevo en la España de hoy. “No sabemos las condiciones exactas que tienen que darse para que los fenómenos culturales se produzcan, de ahí que no podamos crearlos a conciencia, así que por qué no”, expone. Aunque, como Costa, ve más complicado que el modelo vuelva a ser el mismo. “La ruta nace y crece, entre otras cosas, de un vacío en la regulación de los horarios de ocio. Y nace también de otro vacío: las discotecas querían hacer negocio, claro, pero no con todo ni todo el tiempo”, sostiene. Había conciertos gratis y la gente se quedaba en los parkings, por lo que “se producían muchos espacios informales y accesibles, donde el fenómeno seguía creciendo”, dice.

Por su parte, Soler piensa que el espíritu de la fiesta sigue ahí y que, después de tantos años, sí puede resurgir un fenómeno como el de la Ruta. “Lo creo y seguramente esté sucediendo, lo que pasa es que ya soy un poco mayor para estar enterado del underground y la contracultura de cada ciudad”, comenta. De hecho, recuerda que “en mitad del rodaje en Valencia fuimos a un concierto de [los mencionados] VVV y el ambiente que se respiraba entre el público (cuya media de edad era de veinte años) sí me trasladó muchísimo a la Valencia de finales de los ochenta. Sentí una mezcla de orgullo y envidia”.