ARTE
Volver al servicio militar obligatorio, ¿una fórmula para acabar con la masculinidad tóxica?
Esta es la provocadora cuestión que se plantea Matilde Duarte en su nuevo proyecto artístico, a la que responde con humor, ironía y los testimonios de quienes la vivieron

El comedor de un cuartel lleno de reclutas del servicio militar. /
"En una primera aproximación, podría parecer que el servicio militar obligatorio fomenta una imagen belicista del mundo. Sin embargo, la mili supone una experiencia deconstructiva de primer orden. Lejos de fomentar un carácter que se ajuste al estado de guerra, encamina a los hombres hacia la pacífica virtud de la masculinidad no tóxica. De hecho, el verdadero estado de guerra es aquél en el que se encuentran los hombres que no han realizado la conscripción", comenta Matilde Duarte que, después de definirse como "ensucia tuberías y gasta oxígeno" o "cuerpo que habita espacios atravesados a su vez por otros cuerpos entre coreopolíticas futuribles, archipiélagos de no-lugares y visibilizaciones de arquitecturas transversales de reapropiación ecosistémica", acepta, a petición del entrevistador, sintetizar sendas definiciones en un concepto más escueto: artista.
Uno de los últimos proyectos de Duarte es La mili como experiencia deconstructiva (Homo Velamine, 2022), un ensayo en forma de fanzine en el que la autora reflexiona sobre cómo el servicio militar obligatorio, lejos de exaltar la masculinidad más agresiva, beligerante y carpetovetónica, fue lo más cerca que ha estado el español medio al sendero de la virtud. En opinión de Duarte, la mili habría sido una experiencia semejante al camino del zen o a las vidas de los místicos, cuyo último peldaño no sería el encuentro con Dios, sino esa sana fraternidad con los compañeros de reemplazo que perdurará durante toda la vida.
"Efectivamente, mi trabajo está planteado como una suerte de camino. Hay un primer momento de depuración, con la añoranza y la soledad, de borrado de la vieja masculinidad que coincide con la aparición de determinados miedos. Después hay un segundo momento de perfeccionamiento, de completitud a partir del desarrollo de nuevas sensibilidades y, para que quedara bien bonito y geométrico, hice coincidir los miedos y las sensibilidades a partir de tres de los trascendentales del ser: la bondad, la belleza y la verdad".
Aunque es consciente de que su tesis puede resultar sorprendente, el planteamiento del trabajo de Duarte tampoco es tan original. Como ella misma se encarga de recordar, no es más que una reinterpretación del objetivo que dio lugar a la creación del propio servicio militar recogido en la ley Ley 55/1968 de 27 de julio y que definía la mili como "un instrumento para la formación espiritual, física y cultural y para la promoción social de la juventud española".

El fanzine de Matilde Duarte, en el lugar adecuado.
Fuentes primarias
Nacida en 2000, un año antes de la abolición definitiva del servicio militar obligatorio, Matilde Duarte no ha podido desarrollar su investigación echando mano de sus recuerdos personales de la vida castrense, como hizo en su momento Antonio Muñoz Molina para escribir su Ardor guerrero, Remarque en Sin novedad en el frente, Junger en Tempestades de acero o Fogwill en Los Pichiciegos. En su caso, los materiales con los que modela su obra son los testimonios que conscriptos veteranos comparten con frecuencia en Facebook. "Di con los materiales tras horas y horas de investigación no subvencionada. Por otro lado, no me quejo, fue un lujo. Esos foros son verdaderos safe spaces donde cada cual expresa libremente sus ideas y en los que se generan debates enriquecedores que espero haber sabido recoger en mi ensayo. De hecho, lo más difícil fue sintetizar y dejar fuera otras muchas muestras de virtud".

Páginas del libro en las que se recogen testimonios de antiguos reclutas en Facebook.
Entre los materiales que Duarte ha incluido en su publicación están abundantes anécdotas sobre la estética castrense ("En Ferrol, en el 93, a un chaval que le tocó delante de mí, se lo cortaron al 0. Un brigada se lo dijo al peluquero, el chaval llevaba una melena larga, lloró lo que no está escrito"), sobre el peculiar y tal vez insalubre —¿hay algún médico en la sala?— proceso de vacunación ("Uno te untaba con una brocha el brazo de yodo, otro te clavaba la aguja, caminabas hasta el siguiente que te metía el líquido y otro te quitaba la aguja, y no nos hemos muerto; y eso, 5000 diarios"), sobre las novatadas ("a mí me mandaron a la cocina a por la máquina de pelar gambas, a mi compañero a que fuese al pabellón de oficiales, preguntara por el capitán Trueno y le pidiera la llave de la pista de aterrizaje"), la distribución del trabajo ("pidieron los que sabían escribir a máquina y nos largaron sendas escobas…") o la selección musical que sonaba por los altavoces de los cuarteles y en la que destacan dos grupos, a mucha distancia de cualquier otro: Camela y Triana.
Además, La mili como experiencia deconstructiva recoge una extensa lista de apodos, muchos de ellos relacionados con el aspecto físico o el origen geográfico del recluta, como el Oreja, el Yayo, Cordobita, el Paella, Aspirino, Yony, el Largo, el Enano, el Vallecas, el Murcia, el Anguila o el Ballena.
Cualquiera podría pensar que todas estas vivencias son un ejemplo flagrante de abuso y humillación fomentada por el Estado. Pero Duarte lo explica de otra manera. "Como decíamos, la mili supone una etapa de instrucción en la virtud. De hecho, recoge lo mejor de la paideía [transmisión de valores] y de la agogé [educación espartana]. Al terminar el servicio militar, los reclutas se ven obligados a desarrollar distintas actividades productivas para vivir, que no tienen como fin en sí mismo la consecución de la virtud. Sin embargo, las enseñanzas adquiridas durante el servicio militar les permiten llevar una vida examinada que, como diría Sócrates, 'valga la pena'. Esto, junto con el hecho de que cuando una evoca los tiempos pasados se recuerda más joven, sana y bella, converge en cierta nostalgia", aclara Duarte, siempre en el filo de la ironía. Las historias que recoge también dibujan una realidad incontestable: la de que muchos reclutas salían de la mili habiendo cocinado, limpiado o ejercido algún tipo de cuidado respecto a sus compañeros, habilidades y valores a los que en la mayoría de los casos habían sido ajenos antes de pisar un cuartel.
La Eva castrense
Noticias relacionadasEn 1988, la mujer fue autorizada a incorporarse al Ejército español que, hasta ese momento, era un reducto exclusivo de los hombres. Esta decisión podría ser considerada por muchos la culminación de esa des-masculinización de la vida castrense, una interpretación que Duarte no elude cuando se le pregunta al respecto: "a esta capciosa pregunta, que parece querer responderse a sí misma con su propia enunciación, le contestaré con esta imagen sacada de uno de los grupos de amigos de la mili", comenta la autora para, a continuación, mostrar al entrevistador una fotografía en la que aparece Patricia Ortega, la primera general de la historia de España, acompañada del siguiente texto: "Hay varias maneras de ser feminista… Unas se pasean desnudas y hacen pis en iglesias… Otras luchan y se convierten en las mejores en lo suyo, inspirándonos a los demás".
Sin entrar en mayores diatribas, lo que es un hecho probado es que, en el año 2001, Federico Trillo, experto en tragedias, sean estas las de Shakespeare o la del Yak-42, abolió, en calidad de titular de la cartera de Defensa del gobierno del Partido Popular encabezado por José María Aznar, el Servicio militar obligatorio. La decisión, reclamada durante años por colectivos sociales, objetores de conciencia e insumisos, sorprendió a buena parte de la población, que nunca entendió que esa decisión llegase de la mano de un partido de derechas, heredero directo del franquismo. "¡Cuidado! De haber gobernado entonces el PSOE también habría abolido la mili. No hay diferencia sustancial entre el PP y el PSOE —puntualiza Matilde Duarte—. Lo que es 'inexplicable' y lo que debemos preguntarnos es: ¿Por qué el Ministerio de Igualdad no ha manifestado todavía su intención de restituir el servicio militar obligatorio? Bueno, la 'astucia de la razón' se toma su tiempo. Espero humildemente que mi ensayo ayude a desplegar el espíritu convenientemente".