PREMIO TUSQUETS DE NOVELA

'Mira a esa chica': alta literatura a partir del infierno de una violación múltiple

La escritora Cristina Araújo ganó el Premio Tusquets 2022 por esta novela que nos adentra en el trauma que supone ser víctima de una agresión sexual a través de una prosa adictiva que nos revela la voz de una profunda personalidad literaria

La debutante Cristina Araújo.

La debutante Cristina Araújo. / JORDI OTIX

Solo un 16% de las agresiones sexuales que sufren las mujeres se denuncian. Es uno de los tristes datos que descubrió Cristina Araújo Gámir mientras se estaba documentando para escribir Mira a esa chica, su impactante y absorbente debut como novelista que le ha valido el Premio Tusquets de 2022. Después de la resonancia mediática de casos de violación múltiple, la escritora quería centrarse en la víctima, en el cúmulo de sentimientos contradictorios que sufre después y que derivan en trauma y graves trastornos psicológicos, entre los que se mezclan el miedo, la rabia y la culpa. También la siempre temible y juzgadora mirada de los otros, de aquellos que cuestionan y y que se encargan de poner de manifiesto la fragilidad del testimonio de una mujer dentro del sistema patriarcal en el que vivimos. 

La protagonista de Mira a esa chica es Miriam, una adolescente repleta de complejos (la llaman la Gorda, la Bufi, la Zampa) que intenta gustar a los que tiene a su alrededor, y que precisamente por esa razón, por su necesidad de agradar, de encajar en un entorno que se ha encargado de humillarla por tener un cuerpo no normativo, se convertirá en un blanco fácil para los abusadores. 

Aráujo nos introduce en sus pensamientos, antes y después de la agresión, también durante, cuando sufre un bloqueo y queda en estado de shock, adentrándonos en su espacio más íntimo, en el que habita el reproche constante y el peso de la auto condena. 

El germen de la novela surge de un artículo que leí en el que se explicaba el protocolo médico por el que tenían que pasar las víctimas de violación. Además de toda clase de pruebas, de exploraciones por todas partes, de preguntas incómodas, en los meses siguientes hay que pasar por tratamientos de todo tipo, entre ellos los antirretrovirales para no contraer el VIH. Me impresionó que además de además de lidiar con las secuelas psicológicas, también estaban las físicas”. Un camino largo y duro que parece no tener fin y al que hay que añadir el juicio, más explicaciones, las polémicas mediáticas y las habladurías del propio entorno. Quizás por esa razón el porcentaje de denuncias, ese 16%, sea tan bajo. Pero como dice la autora, es un tema que está presente en nuestro día a día y quizás por esa misma razón se convierte en una especie de tabú, porque probablemente la persona que tengas a tu lado, haya sido agredida y lo sufra en silencio

Mira esa chica nos recuerda inevitablemente al caso de La Manada (de hecho, algunos fragmentos que se recogen proceden de algunas de las declaraciones y de documentos extraídos a los implicados, como los mensajes de texto que se mandaban entre ellos), pero en ningún caso se recurre al sensacionalismo. La escritora tiene la capacidad de sumergirnos en la historia de una manera extraordinariamente empática, acercándose a las relaciones entre los jóvenes desde una proximidad casi táctil, nunca autocompasiva pues también encontramos dosis de afilado mordiente a través de una prosa adictiva repleta de capas, tan directa y analítica en algunos casos como profundamente sensible a la hora de captar las luces y las sombras de los personajes. “De alguna manera siempre tuve muy presente a la hora de escribir mi propia adolescencia. Por alguna razón, tengo esa época muy presente, quizás porque todo se vive de una manera muy intensa y apasionada, ya sea para bien o para mal”, explica Araújo.

En la adolescencia de Cristina no había redes sociales, pero en Mira a esa chica se convierten en un elemento fundamental acorde a la ansiedad digital de nuestro tiempo. La escritora quería que se integraran de forma intuitiva. Ahí están los WhatsApps que esperas con ansia que sean contestados, las aplicaciones para ligar o la cultura de la imagen que prevalece en Instagram. Porque, al fin y al cabo, estamos ante una novela sobre el microcosmos de un instituto que termina por revelarnos algunos de los males de la sociedad actual que se perpetúan entre los jóvenes.

En cuanto a la estructura, Araújo quiso experimentar a través del uso de la segunda persona, pero también con la combinación no solo de voces, sino también de estilos y texturas, de manera que podemos encontrar transcripciones del juicio, declaraciones de los acusados, pensamientos de diversos personajes, exposiciones explícitas del proceso médico al que se enfrenta Miriam, de forma que la novela va expandiéndose en forma de crisol sin perder nunca la perspectiva de lo que cuenta. “Me inspiró mucho el libro de Carol Joyce Oates Hermana mía, mi amor, que ficciona el caso de asesinato de la niña Jon Benét Ramsey, que fue reina de la belleza. Nunca se descubrió quién la mató, Oates usa ese estilo a modo de collage en cada capítulo y me di cuenta de que esa forma de contar la historia me ayudaba a introducir muchas capas sin perder el foco de atención, me simplificaba las cosas. Reconozco que es algo que nunca había probado, que se aleja de mi forma de escribir y que quizás no utilice jamás, pero era una herramienta a favor de este relato”. 

En cuanto al uso de la segunda persona, cita como referencia Luces de neón, de Jay McInerney. “Cuando lo leí hace muchísimo tiempo creía que lo había leído en primera persona, y resulta que no, eso me llamó mucho la atención. Para mí fue una forma de acercarme al personaje, con cierta distancia, pero sin la lejanía de la tercera persona. Quería estar en ese término medio que también me permitía hablar de la disociación que su identidad tras la violación”.  

Mira a esa chica no solo nos descubre una voz nueva, la de Cristina Araújo, sino que se convierte en un clásico instantáneo de la novela contemporánea de nuestro país. 

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