CULTURA

Unos ojos bien abiertos

En una época como la actual, la cultura acoge expresiones cada vez más diversas y muta a velocidad de vértigo, por eso conviene estar atentos. Eso es lo que ha procurado desde su nacimiento este diario 

Rosalía, reina del mundo y punto de encuentro perfecto entre la vanguardia y el mundo del espectáculo.

Rosalía, reina del mundo y punto de encuentro perfecto entre la vanguardia y el mundo del espectáculo. / Ferrán Sendra

Jacobo de Arce

Jacobo de Arce

Un periódico es un organismo vivo. Un amasijo de células en permanente ebullición -en la era internet, 24 horas- donde algunos ven la sección de cultura como un relativo remanso de paz. “Las únicas urgencias en cultura son las muertes”, dijo alguien con cierto humor negro cuando la redacción de EL PERIÓDICO DE ESPAÑA se estaba todavía formando. Y es cierto que las carreras contrarreloj son menos frecuentes en este territorio del diario. Pero eso no significa que sea una sección menos viva.

La cultura refleja cómo respira el mundo, qué le preocupa y cómo se cuenta a sí mismo. Y son tantas y tan vertiginosas sus mutaciones en una época como la actual que más vale no despistarse, porque en cinco minutos se puede haber cambiado de era. El reciente debate sobre la ‘generación tik tok’ burlándose de los ahora ‘viejos’ millennials, que antes de ayer se reían a su vez de los boomers, tiene bastante de chiste, pero da idea de que el mundo y sus expresiones culturales van más rápido de lo que muchos son capaces de digerir. Y una sección como esta tiene que estar atenta para verlo, diseccionarlo y contribuir al relato.

Entre los dramas del Benidorm Fest y la vanguardia sonora que representa una artista como Marina Herlop. O entre el rifirrafe musical que mantuvieron Raphael y Julio Iglesias en los 80 y un viaje al búnker de la Biblioteca Nacional que guarda nuestra memoria. Entre Élite y Albert Serra. La cultura es plural y sus historias infinitas, y han sido muchas las que han tenido cabida en estas páginas, donde los temas de producción propia se han combinado con los que aporta la redacción en red de Prensa Ibérica para generar un contenido diverso que, sobre todo, pretende satisfacer la curiosidad de los lectores y ampliar sus horizontes.

SACUDIDA POST-PANDEMIA

Cuando este diario llegó por primera vez a sus pantallas y quioscos amigos, hace hoy exactamente un año, en cines y teatros eran obligatorias las mascarillas, como lo era utilizarlas en esta redacción recién nacida. Veníamos entonces de un verano en el que los festivales de música habían sido pocos y casi siempre con el público sentado y enmascarado. Las giras de artistas internacionales seguían paradas, y los grupos españoles hacían lo que podían para conseguir algunas fechas para tocar. Teatros y cines iban recuperando algo de público, pero con el susto que la sociedad todavía arrastraba, las salas, si algún día se llenaban, era porque tenían los aforos aún limitados. Los museos, donde la distancia y la profilaxis resultaban más fáciles, mantenían el tipo a pesar de faltarles una parte importante de su público, los turistas. Y las galerías, espacios ya de por sí poco transitados, se desesperaban por la falta de visitas, con su forzada transición a lo virtual mermando lo que deberían ser: puntos de encuentro de aficionados al arte.

Todo lo que tuviera que ver con la cultura como experiencia compartida estaba todavía en un estado de relativa hibernación cuando salió este periódico. En cambio, de puertas adentro, en el confort y la seguridad de los hogares, la producción cultural que se consume en el sofá vivía su mejor momento. La industria editorial registraba cifras récord (en 2021 el mercado del libro creció un 5,6%, el mayor en lo que va de siglo) y las plataformas de televisión bajo suscripción se forraban: si Netflix ganó casi 16 millones de nuevos usuarios en el mundo en apenas unas semanas de confinamientos estrictos, la corriente favorable, aunque menos intensa, todavía daba sus últimos coletazos en el verano de 2021.

Hoy, la situación es casi diametralmente opuesta. Con la caída de las restricciones se desataron las ganas de jaleo y roce al aire libre, y la primera consecuencia fue la erupción volcánica de la música en directo y las actividades culturales al abierto. Hasta tal punto fue exagerada que la cosa degeneró en lo que hemos acabado llamando la burbuja de los festivales de música: ha habido tantos este verano que algunos no han podido ni llegar a celebrarse por falta de recursos y equipos (no había técnicos para tanta mesa de sonido) y otros han acusado el golpe en la taquilla, porque a pesar de la afluencia masiva, tampoco había público para pagar tanta entrada. Aún así, buena parte de estas citas han hecho su agosto, nunca mejor dicho.

En el lado contrario, la vida cultural que se hace bajo techo (cine y teatro fundamentalmente) no ha acabado de superar el bajón de espectadores que les dejó la pandemia, y han tenido que aferrarse a los superhéroes, algunos reales (Santiago Segura y Tom Cruise han salvado las cuentas de muchas salas) para salir adelante. Por su parte, las actividades hogareñas, la lectura y las pantallas, pagaban el regreso de la vida exterior con un ligero descenso.

El caso del libro no es todavía dramático. Se habla de una vuelta a la normalidad prepandémica, aunque en el mundo editorial se empiezan a tensar los nervios, sobre todo por el creciente coste del papel, víctima de la crisis de las materias primas, que sumado a una inflación galopante ha obligado a subir los precios y ha contribuido a la bajada de ventas.

Las plataformas de televisión, al menos las más generalistas, también están viendo cómo algunos de esos nuevos usuarios que habían ganado emprenden la huida: por mencionar de nuevo a Netflix, el gran gigante del streaming perdió en la primera mitad de este año 1,2 millones de clientes en el mundo mientras sufría estrepitosos desplomes en bolsa. Ahora que llegan los meses de frío y que muchas piernas se han cansado de bailar, está por ver si estos sectores se reaniman, aunque el alza de precios y la crisis que parece asomar por el horizonte no permiten buenos augurios.

ASUNTOS PENDIENTES

Las plataformas fueron precisamente las protagonistas de una de las batallas parlamentarias más sonadas en lo que toca a política cultural, aunque en este caso se hablase sobre todo de industria y de dinero y la cosa dependiese de Nadia Calviño y su ministerio. La Ley Audiovisual del Gobierno acabó saliendo adelante, pero con menos apoyos de los previstos y con encendidas polémicas a cuenta de las cuotas de emisión de contenidos en lenguas cooficiales del estado y de la definición de la figura de productor independiente, muy criticada y que Cultura se ha comprometido a mejorar en la futura Ley del Cine. No es la única cuenta pendiente del ministerio de Miquel Iceta. El Estatuto del Artista, que debería mejorar la situación de creadores e intérpretes, sigue encima de la mesa, igual que está parada la nueva Ley de Mecenazgo o la reforma del INAEM que tanto demanda el mundo de las artes escénicas.

Pero también hay buenas noticias para el ministerio de la plaza del Rey. En el proyecto de Presupuestos Generales del Estado acordado por el PSOE con sus socios de coalición, Cultura aumenta su partida para 2023 en un 22,6%, llegando a los 1.513 millones de euros. En ese paquete va lo que se destinará a ampliar el Bono Cultural Joven, la medida estrella del ministerio en lo que va de año: los 400 euros que quienes cumplen 18 años en 2022 podrán invertir en cultura se amplía ahora a 2023, con una nueva generación lista para gastar ese dinero en servicios y productos culturales que van desde entradas para el teatro, cine o conciertos hasta videojuegos y libros.

TRISTEZAS Y ALEGRÍAS

El año de vida de este periódico ha sido el año que ha visto desaparecer a dos de las grandes figuras de la literatura española. Almudena Grandes, que fallecía el pasado 27 de noviembre, era posiblemente nuestra escritora más querida, y Javier Marías, que nos dejaba hace solo unas semanas, el más alabado. La huella de ambos, dentro y fuera de nuestras fronteras, es muy profunda, y la prueba son los reconocimientos que no dejan de recibir, y que seguirán y los mantendrán muy vivos, con la ayuda de sus libros, durante mucho tiempo.

Así ha sido en este diario, donde la incorporación de Juan Cruz impulsó un diálogo más fluido con la literatura, el acercamiento a un gran número de celebrados autores y la creación de un suplemento, abril, que bajo la batuta de Álex Sàlmon se ha convertido en el lugar donde leer en largo sobre libros y donde encontrarse con nuevos autores y reencontrarse con los veteranos o con los que ya no están, como ha sido el caso de Grandes y Marías. Que a sus páginas se haya sumado una voz tan fundamental del periodismo cultural y la literatura reciente de este país como Inés Martín Rodrigo es otra gran noticia para EL PERIÓDICO DE ESPAÑA y para todos los medios de Prensa Ibérica que, de una u otra manera, comparten con él sus contenidos.

PODERÍO FEMENINO

En ese haber de alegrías entran las muchas que nos ha dado la cultura española en este curso 2021-2022 que ahora se acaba, y que se podrían personalizar en tres creadoras, tres mujeres que han demostrado su poderío a escala planetaria. Rosalía se ha consolidado definitivamente como la gran estrella global que merecía ser y lo ha hecho de la mejor manera posible, aunando el riesgo y la experimentación musical con una conexión brutal con públicos masivos. Su Motomami es el disco de una artista femenina con mayor número de reproducciones en Spotify, y todavía hoy sigue siendo el álbum más valorado por la crítica internacional. Lo de ‘disco del año’ tiene ya infinitos argumentos que lo sustenten, y es algo que nunca había sucedido en la música española.

Nuestra otra gran estrella global es Penélope Cruz, y el actual es uno de los grandes momentos de su carrera. No solo por su nominación al Oscar y el premio que se llevó en Venecia por su papel en Madres Paralelas de Almodóvar, ni por el Nacional de Cinematografía recibido hace unos días. También porque este ha sido el año en que se ha estrenado al mando de su propia productora y lo ha hecho con En los márgenes, una cinta muy alejada de los oropeles hollywoodianos en los que tantas veces la hemos visto y que refleja una apuesta arriesgada y comprometida, algo que pocas estrellas de su categoría suelen afrontar. Un riesgo y un compromiso que también están en Carla Simón, que con Alcarrás y su reconocimiento en el Festival de Berlín ha demostrado la pujanza de una nueva y muy potente generación de mujeres directoras que está haciendo más diverso y más fuerte el cine que se produce dentro de nuestras fronteras.

Con sus vaivenes, con sus pérdidas aciagas, el 2021-2022 ha sido un gran curso para la cultura. Quizá todos lo sean, porque el ser humano nunca deja de crear ni de interesarse por lo que otros crean. Pero este ha sido el primero que ha tenido a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA como testigo. Y solo ese hecho ya lo ha convertido en algo excepcional. Seguro que los próximos también lo serán.