LIBROS

'La alegría de las pequeñas cosas' y la nueva tendencia literaria del pensamiento positivo que huye de la autoayuda

¿Qué tienen estos ensayos que huyen de la autoayuda pero tienen la capacidad de reconfortar a quien los lee?

Unas sábanas limpias, ¿el secreto de la felicidad?

Unas sábanas limpias, ¿el secreto de la felicidad? / Pixabay

En 1941, en plena Segunda Guerra Mundial, las mujeres británicas recibieron una orden gubernamental que no tenía nada que ver con la línea del frente o los servicios de enfermería. La revista Vogue publicó un llamamiento muy claro a sus lectoras: beauty is your duty (la belleza es tu deber, en una traducción literal al castellano), que tenía el apoyo de Winston Churcill, primer ministro del país en aquel momento. El político –quizá el más citado de la historia reciente– entendió que los pequeños detalles relacionados con la vida anterior a la contienda subían el ánimo. Así que, mientras otros productos de primera necesidad se racionaban, los pintalabios rojos se repartían con alegría entre la población femenina. La iniciativa era sin ninguna duda machista, pero su efectividad acabó demostrándose con el tiempo: en periodos de crisis, las ventas de la industria cosmética no caen e incluso pueden aumentar.

Precisamente, uno de los capítulos del libro La alegría de las pequeñas cosas de Hannah Jane Parkinson está dedicado a la capacidad de empoderar que tiene el rouge. “Es el equivalente labial a presidir una reunión o a entrar en una fiesta bien erguida y sacando pecho. Es también una dosis de glamour asequible y que está al alcance de todos”, dice. La escritora publicó esta reflexión en una columna que escribió desde 2018 hasta 2021 en el periódico The Guardian, y que ahora se ha editado en formato libro. Círculo de tiza lo acaba de lanzar en España traducido por María Campos Galindo y Sandra Chaparro.

La periodista británica Hannah Jane Parkinson autora de 'La felicidad de las pequeñas cosas'

La periodista británica Hannah Jane Parkinson autora de 'La felicidad de las pequeñas cosas' / Círculo de Tiza

Como explica en la primera entrega de la sección –que también es el prefacio de la antología– el libro Delight, del británico JB Priestley, le dio la idea para su proyecto. En 2018, las noticias negativas (verídicas y falsas) estaban minando los ánimos en todo el mundo y Jane Parkinson decidió inspirarse en esa obra de 1949 para aportar un poco de positividad a la actualidad. “Me pareció que si un señor gruñón de Yorkshire se había tomado la molestia de sentarse a documentar sus placeres cotidianos yo, que por defecto tiendo al cinismo desenfadado, podía hacer lo mismo, por mucho que a mi alrededor el mundo se estuviera desmoronando”, esclarece al empezar el volumen.

Eva Serrano, directora y editora de Círculo de Tiza, explica a El Periódico de España que decidieron publicar este trabajo porque les parecía necesario en una época de noticias apocalípticas. “Durante la primera etapa de la pandemia, teníamos preparado un libro de Jesús Terrés titulado Nada importa, pero dudábamos sobre si era adecuado sacar algo sobre el optimismo con lo que estaba pasando. Y precisamente acabamos lanzándolo por ese motivo, porque hacía falta subir los ánimos”.

Pese a centrarse en aspectos positivos que se pueden extraer del día a día, Parkinson no obvia lo negativo. Trata tanto su trastorno bipolar como la precariedad de la vida en Londres marcada por los precios de la vivienda o la adicción a las redes sociales como un mal presente en su cotidianidad. “El libro no es para nada blandito, nada felicidad ‘Mr. Wonderful’. Creo que alguien que haya estado cerca del dolor, lo detectará bien”, afirma Serrano. “Ella es una persona con mucha capacidad no de hablar con humor, sino con esa ironía inglesa tan sutil que me parece muy elegante”.

Bordear el filo de la autoayuda


Gracias a su libro, Hannah Jane Parkinson entraría en una especie de club de escritores que han practicado el ejercicio de la observación de lo positivo. Uno de sus miembros sería el mencionado JB Priestley, autor de Delight, pero también estarían Philippe Delerm gracias a El primer trago de cerveza y otros pequeños placeres de la vida (1998), Francesco Piccolo con Momentos de inadvertida felicidad (2010) y, a su manera, la escritora y periodista Marta D. Riezu por Agua y jabón (2021). Justo ella describió La alegría de las pequeñas cosas como “un inventario de deleites y hallazgos, una energía febril de niño que te toma de la mano y te señala los tesoros del camino”.

Marta D. Riezu, en el confort de su casa.

Marta D. Riezu, en el confort de su casa. / Ricard Cugat

¿Qué tienen estos ensayos que huyen de la autoayuda pero tienen la capacidad de reconfortar a quien los lee? “Sirven de recordatorio y de ejercicio de gratitud. Reconocemos lo bello, pero cuando estamos demasiado ocupados lo pasamos por alto, tenemos demasiada prisa”, dice Marta D. Riezu. “Si unes esos momentos menudos ‘en los que la realidad resplandece’, como dice Piccolo, la suma da algo mucho más grande que su pequeñez”. Al contrario de lo que sucede con la autoayuda, este tipo de libros son “ligeros pero nunca bobos, y el lector avanza por ellos sin presión, arropado por los recuerdos. Esas ‘pequeñas cosas’ del título siempre nos remiten a alguien a quien queremos, a familia y amigos, a una red benevolente”, afirma.

En los títulos mencionados no hay mensajes alentadores del tipo “si tu quieres, puedes”, “deja de darle vueltas a todo y sonríe” o “sin dificultad no hay éxito”. Eva Serrano jamás habría publicado un ejemplar de dicho género. “En la autoayuda y todos esos libros del pensamiento positivo se empeñan en decir que no pasa nada, que nada es feo, duro o desagradable –sostiene la editora– pero lo que te dice Hanna es que todo eso está y no se va a ir”. Para ella, la línea divisoria entre el optimismo y lo motivacional está en la inteligencia. “En reconocer las propias miserias y tener una pequeña capacidad para mirar porque esta escritora, desde luego, en ningún momento te dice si quieres puedes, sino todo lo contrario”.

Placeres compartidos


Aloma Rodriguez, escritora y periodista –su último libro es Siempre quiero ser lo que no soy (Editorial Milenio)– conoce bien la obra de Francesco Piccolo. Lo que más le gusta de su trabajo es lo que tiene de otro autor: Georges Perec. “La disciplina de mirar, también las cosas que no solemos mirar por darlas por conocidas. En los libros de Piccolo –sostiene– se da una curiosa mezcla de hastío y espacio para que suceda algo que me parece muy complicado de lograr, y que es además crítica”.

También ha leído el libro de Philippe Delerm, aunque hace más tiempo y no lo tiene tan fresco en su memoria, pero lo recuerda como “más árido”. Para ella, el atractivo de este tipo de libros está en que “de algún modo atrapan la vida, como si detuvieran el tiempo. Se produce además una cosa curiosa: desde lo particular consiguen que quien lee se sienta identificado; despiertan en el lector su propia colección de momentos de inadvertida felicidad”.

Curiosamente, los propios autores comparten algunos de esos momentos brillantes de la vida cotidiana que señalan en sus obras. Por ejemplo, Francesco Piccolo admira “Los gestos automáticos y rápidos de los farmacéuticos cuando envuelven los medicamentos”, igual que Hannah Jane Parkinson afirma que “mis farmacéuticos me conocen bien. Bromeo con ellos; cuando me llevo un paquete de pastillas súper bien envuelto les digo: ‘¿Te encargas también de envolverme los paquetes de Navidad’?”. Otro placer comunal es uno cotidiano pero quizá no tan evidente como salir a cenar fuera de casa, reírse de una broma privada con un buen amigo o encontrarse dinero en el bolsillo de una chaqueta abandonada. O la célebre cama con sábanas limpias.

“Hay algo más reconfortante que una escapada a un spa de lujo o que te hagan un masaje. (...) Algo que te alivia el dolor de huesos y (apenas) te cuesta dinero, te pone de buen humor, ayuda a que las noches sean más llevaderas y te hace sentirte mejor por la mañana. Sábanas recién puestas: sábanas limpias y estiradas, almohadas mullidas, la señal de haber estado doblada de una funda nórdica que acabas de poner”, escribe la autora de La alegría de las pequeñas cosas. Marta D. Riezu hace referencia a ello en Agua y jabón cuando afirma que “vestir una camisa blanca recién planchada remite al placer de entrar en la cama con las sábanas limpias aún rígidas”. Y Eva Serrano sostiene que: “yo cambio las sábanas los lunes y ese día, estoy de mejor humor”. Cuántos se habrán sentido identificados. Y reconfortados.