TEATRO

Celebrar la vejez y la vida en un escenario

El Teatro Español estrena ‘Celebración’, una obra documental que rinde homenaje a la generación de actores mayores de 70 años

La obra, que se estrenó ayer en el Teatro Español, está dirigida por Álvaro Lizarrondo y Luis Luque.

La obra, que se estrenó ayer en el Teatro Español, está dirigida por Álvaro Lizarrondo y Luis Luque. / CORAL ORTIZ

El más joven acaba de cumplir 70 años y el más mayor, 80. Son seis y entre todos suman más de 300 años dedicados al mismo oficio, ese que descubrieron siendo críos, en aquella España en la que la radio funcionaba como una ventana abierta a la imaginación en medio de aquella pobre realidad de posguerra. Cuando era un chaval, Paco Racionero encendía el transistor y jugaba a interpretar en el salón de su casa las historias de los seriales infantiles, mientras alguien a su lado decía que el niño estaba "agilipollado". Después empezó a trabajar en la Casa de la Moneda e hizo la mili, pero un día se plantó y dijo en casa que dejaba todo aquello porque quería ser actor. Estuvo tres días dando vueltas por las calles, hasta que su padre le dijo: "Ven a casa, haz lo que quieras". Racionero, actor de clásico y zarzuela, alcanzará una fama importante gracias a su trabajo en los programas infantiles La mansión de los Plaff, Gente menuda o Barrio Sésamo.

El padre de Amparo Pamplona era director de Informativos de RNE y, como era mala estudiante pero tenía buena voz, intentó colocarla como locutora en los diarios hablados. Luego comprobó que a su hija sí le gustaba estudiar, pero no las asignaturas del colegio, sino las de la escuela de teatro. Pamplona se convertirá, años después, en una actriz indispensable para directores como José Tamayo y en la reina de los Estudio 1 de Televisión Española. La madre de María Luisa San José, trapecista en el Circo Price, la llevaba al cine Olimpia o al de la Encomienda y ella llegaba a casa, se disfrazaba y montaba obras con los niños de la corrala en la que vivía. Empezó a trabajar en el departamento de revelado y montaje de los laboratorios Madrid Film, después como aprendiz de locutora en Radio Intercontinental y, más tarde, como modelo publicitaria. Trabajará con Narros y Marsillach, con Eloy de la Iglesia y Saura, y en los 70 se convertirá en una de las actrices más populares del cine de destape.

Pamplona, San José y Racionero son tres de los seis actores que protagonizan Celebración, una obra de teatro documental que comienza con el relato de su infancia y el primer encuentro con ese oficio que comparten y les une, una obra que transita por toda su vida sobre las tablas y que forma parte del proyecto La Sénior, creado por el Teatro Español para reivindicar la aportación y el legado de nuestros actores y actrices mayores. Dirigida por Luis Luque, que también firma el texto junto a Álvaro Lizarrondo, la obra se acaba de estrenar en las Naves del Español en Matadero y supone, para muchos de ellos, su reencuentro con el escenario.

Marzoa, Montesinos, Pamplona, Racionero, Ribó y San José, durante los ensayos.

Marzoa, Montesinos, Pamplona, Racionero, Ribó y San José, durante los ensayos. / VIRGINIA ROTA

A ellos tres se suman Ana Marzoa, que pasará de ser una niña tímida que soñaba con ser bailarina a ganar el Premio Nacional de Teatro de 1986 y a meterse en los hogares de media España con su trabajo en series como Anillos de oro o Segunda enseñanza; Guillermo Montesinos, que debutará en el teatro con 12 años, se convertirá en el inolvidable taxista de Mujeres al borde de un ataque de nervios, de Almodóvar y trabajará a las ordenes de Berlanga en La vaquilla o con Cuerda en Amanece que no es poco; y el más joven de los seis, Juan Ribó, que se convertirá en una estrella gracias a su trabajo en el musical Godspell, su desnudo integral en la obra Equus (uno de los primeros desnudos en un teatro español) y su papel en series como El pícaro, de Fernán Gómez.

Varios años sin trabajar

"Yo estaba dando un paseo por el campo y me llama Luis Luque y me dice que quiere verme. Pensé que era una broma de mal gusto porque yo no le había visto ni había hablado nunca con él. Le dije que me dejara tranquilo, que no tenía ganas de perder el tiempo. Pero él insistió y nos vimos a los cuatro días en el Teatro Español. Yo estaba en el limbo, llevaba años sin trabajar", cuenta Paco Racionero. A excepción de Amparo Pamplona y Ana Marzoa, que siguen trabajando de forma habitual, todos llevaban varios años sin subir a un escenario. Y todos están jubilados, aunque aseguran que un actor no se jubila nunca.

"No quería una obra de anécdotas porque a mí las batallas me aburren, quería que todo eso fuera un desencadenante de la gran reflexión sobre la vida"

Después de conformar el reparto, Luque y Lizarrondo iniciaron con ellos tres talleres en los que fueron planteándoles preguntas sobre cómo era trabajar en el franquismo o con la censura, preguntas que sirvieran para traer al presente unas experiencias vitales y profesionales que alimentaran la dramaturgia: "Lo que tenía claro es que no quería una obra de anécdotas porque a mí las batallas me aburren, quería que todo eso fuera un desencadenante de la gran reflexión filosófica sobre la vida, qué significa hacerse mayor y qué supone el paso del tiempo, y esa es la parte que más me hace de espejo: cómo voy a ser yo de viejo, qué me va a pasar, si voy a estar aferrado a lo que fui o si voy a sentir que mi mejor momento es ahora. Creo que ser mayor es estar en crisis con la nueva vida, con tus límites físicos, con el olvido, con que ya no te llaman y ya no eres importante", explica el director del montaje.

Los actores y actriz, durante un instante de 'Celebración'. 

Los actores y actriz, durante un instante de 'Celebración'.  / CORAL ORTIZ

"Vocalizad, por favor"

Estamos en la Sala Madera, en la nave 10 de Matadero, en un ensayo días antes del estreno de la obra. Entre el público, cerca de 20 alumnos de primer curso de Interpretación de la RESAD observan cómo Guillermo Montesinos cuenta que lo mismo hacía papeles grandes que pequeños y actuaba por la mañana en un infantil, por la tarde en el Teatro Nacional y por la noche en el cabaret. A María Luisa San José hablar de las proposiciones "ajenas a lo artístico" que le hizo el entonces director de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, Adolfo Marsillach, para mantenerla en la compañía o de cómo a las actrices del destape las consideraban "unas guarras". A Paco Racionero contar cómo Lina Morgan le contó un día, llorando, que estaba harta de hacer revista pero que solo así se sentía querida y que los sábados jugaba al parchís con su hermana y su criada y la dejaban ganar. A Juan Ribó, explicar cómo su desnudo integral en Equus logró salvar la censura o cómo Narros le tuvo una mañana entera repitiendo una única frase. O a Amparo Pamplona recordar cómo en una cena con Fernando Fernán Gómez, Emma Cohen y el ministro Juan Alberto Belloch terminaron buscando a Roldán colocando un péndulo sobre un mapa.

Esos jóvenes estudiantes que tienen entre 17 y 25 años les escuchan contar cuáles son sus ritos en el camerino antes de entrar en escena, hablar de su admiración por Fernán Gómez, Bódalo o Berlanga, y de cómo en febrero de 1975, en un pulso al régimen franquista, pararon durante una semana los escenarios de todos el país con la primera huelga de actores y actrices de la historia de España, con la que reclamaban un día de descanso y cobrar los ensayos. Asisten, sin pestañear, a la confesión coral de cómo son conscientes de haber sido testigos de una dictadura, de la llegada de la democracia, de la caída del muro de Berlín, del nombramiento de unos cuantos papas, del nacimiento de la era digital. Actores y actrices a los que hoy ofrecen "60 euros por bailar, cantar y actuar en un musical" y a los que estos estudiantes no conocen de nada. 

"Somos jurásicos", sostiene Paco Racionero en un momento de la obra, y quizá tenga razón, pero también son un nexo de unión entre esa generación de grandes como Bódalo, Rodero o Fernán Gómez y esa otra formada por actores y actrices como Penélope Cruz, Mario Casas o Irene Escolar. Eso sí, no saben quién es Angélica Liddell o Jan Fabre y dan a todos los jóvenes que empiezan un único consejo: "Vocalizad, por favor". Quino, uno de los jóvenes, dirá al terminar el ensayo: "Viéndolos actuar y hablar sobre su vida, yo, cuando sea mayor, quiero llegar ahí, quiero tener ese sentimiento de haber vivido de lo que me gusta y que no he malgastado el tiempo".

Más fiesta que testamento

Hay más fiesta que testamento en Celebración, una obra que se resiste a ser nostálgica y que pone sobre la mesa asuntos que tienen que ver con el presente, con el ahora: cómo ha evolucionado el oficio de actor, cómo se ha profesionalizado el sector, cómo sigue habiendo episodios de maltrato en algunos procesos de trabajo, cómo jubilamos unilateralmente a los actores mayores porque ya no tienen cabida en los escenarios o, si la tienen, es para interpretar muchas veces a personajes enfermos o dependientes. "No se escriben [obras para ellos] porque no nos interesa", dice Luis Luque a este diario. "Nos acordamos de ellos porque hay una pandemia que les ha arrasado o para hacer cosas políticamente correctas que puedan gustar a todo el mundo", añade. Además, Celebración nos interroga sobre la mirada. La nuestra: ¿los observamos con condescendencia, con paternalismo, como viejas glorias que ya no tienen mucho que aportar? Y también cómo ellos se observan a sí mismos: ¿con qué dosis de fragilidad e inseguridad afronta alguien que lo ha sido todo (y ya no) volver a aprenderse un texto y poner en pie una obra cuando ni tu cuerpo ni tu memoria son las mismas que hace años?

"Estamos temblando porque el montaje tiene bastantes dificultades y requiere una atención que no es propia de nuestra edad"

"Para sobrevivir hay que tocar fondo y para mí, [este trabajo] ha sido terapéutico, me he reencontrado con el actor que quería ser", dice Juan Ribó, que confiesa que le llamaban y decía que no: "Buscaba excusas, es una inseguridad completa cuando tienes 70 años sin comerlo ni beberlo y la gente te jubila". Montesinos reconoce que "estamos temblando porque el montaje tiene bastantes dificultades y requiere una atención que no es propia de nuestra edad, la obra es complicada, queremos que tenga ritmo, que la gente lo pase bien". Marzoa asegura que "hacer algo en lo que hablas de ti misma te hace pensar a quién le interesa, pero mi experiencia ha sido un descubrimiento maravilloso".

Sobre cómo ha cambiado su trabajo a lo largo de los años, María Luisa San José cree que ahora hay "más dignidad, con las leyes, los días de descanso y ahora hay escenas de desnudos en cualquier película, pero antes eras una puta aunque luego hicieras un Shakespeare, y ahora estás más en pelotas pero tienes un coach". Amparo Pamplona señala que ahora "tienes un camerino y antes hacías bolos y no sabías ni dónde te tenías que vestir" y Ribó explica que también se ha dignificado el trabajo de los técnicos: "Antes el gordo Rodríguez ponía los focos y ahora hay alguien que diseña las luces o el espacio sonoro". Dice Racionero que hoy "hay buenos directores que tienen generosidad, respeto y cuidado con los actores", pero Amparo Pamplona le recuerda que hace poco “un compañero que estaba de público paró un ensayo general porque no consintió que el director, que ese día se creía Peter Brook, estuviera insultando a una actriz”.

'Celebración' está dirigida por Álvaro Lizarrondo y Luis Luque.

'Celebración' está dirigida por Álvaro Lizarrondo y Luis Luque. / INÉS SÁNCHEZ GONZÁLEZ

Precariedad económica

Y es Guillermo Montesinos, en esta conversación a seis bandas que mantenemos tras el ensayo, quien apunta un asunto que afecta a toda la profesión, la incompatibilidad del cobro de la pensión con trabajos como este, algo que los escritores sí lograron gracias a un Real Decreto de 2019, pero que para los actores sigue siendo complicado: "Los jubilados trabajamos en unas condiciones infames porque la Seguridad Social me cobra por día más de lo que cobro por ensayos, me cuesta dinero venir aquí", dice. Luis Luque, que además de dirigir el montaje es director adjunto del Teatro Español, explica que, para compensar esas pérdidas, el teatro eleva el caché a los seis actores durante los días de exhibición. La situación afecta a muchos profesionales, explican desde AISGE, que tiene censados aproximadamente 2.000 socios que superan los 65 años y, de ellos, unos 400 se benefician de ayudas económicas que proporciona la entidad a través de un fondo asistencial al que la actriz Penélope Cruz acaba de donar la tercera parte de la dotación económica de su Premio Nacional de Cinematografía

Iván Arpa, coordinador del área asistencial de la sociedad de gestión, explica que los mayores viven "un problema de precariedad económica" porque las cotizaciones a lo largo de su vida se traducen en muchos casos en pensiones bastante bajas y "hay quien no consigue jubilarse, aunque quiera, porque con trabajos tan marcados por la intermitencia no han logrado acumular los 15 años de cotización". Arpa suma, a la económica, la precariedad emocional: "Ellos no se jubilan nunca porque quieren seguir, pero no les llaman, y el retiro de su profesión es más forzado que voluntario. La gente ya no les conoce y hay muchos productores que tampoco. Sienten soledad, desamparo y que les han abandonado".

TEMAS