EN CASA DE MIGUEL ÁNGEL ARENAS

Los secretos de 'Capi', el 'padre' de Alejandro Sanz y Mecano: "En España somos unos analfabetos"

El productor musical desvela las claves de su carrera: desde el auge de Los Pecos gracias a Adolfo Suárez hasta su relación con Salvador Dalí

Miguel Ángel Arenas descubrió a Alejandro Sanz, Mecano o Pecos.

Miguel Ángel Arenas descubrió a Alejandro Sanz, Mecano o Pecos. / IMAGEN CEDIDA

Carlos H. Vázquez

Entre lo barroco y lo versallesco, el salón principal de la casa de Miguel Ángel Arenas Capi bien podría recordar a las estancias de un palacio. El starmaker de la industria discográfica que descubrió a Alejandro Sanz, Mecano o Pecos, entre otros muchos, reina por estos lares con la melena suelta. Capi mesa su pelo con los dedos, fuma y habla. En breves aparecerá su biografía y una serie-documental después. Darán para mucho, desde luego.

A sus espaldas, la sala empieza a oscurecerse por culpa del sol de la tarde. Al fondo, una puerta queda iluminada y de ella sale un olor a incienso. Capi charla de la industria discográfica que vivió, de sus personajes, como Tomás Muñoz, fundador de C.B.S. y fallecido recientemente: “Cuando el Capi estornuda, la industria vive una década”, dijo una vez Tomás. “Es que han sido unas pocas décadas”, ríe el entrevistado con ironía. Capi trabajó con Tomás Muñoz entre cinco y seis años. “Siempre se habla de Julio Iglesias, pero Tomás Muñoz ayudó a muchos más: Gloria Estefan, Víctor Manuel, Mecano, Pecos... Fue vicepresidente mundial de Sony. Era un talentazo, un católico-apostólico y comunista. Conoció a Mao Tse-Tung, fue a Rusia, su tío lo plantó en Nueva York y en el 75 ya se pudo venir a España. Era un melómano”. Recuerda (y cita) Capi a Tomás en un viaje en Nueva York: “La música son siete notas; la palabra es infinita”.

P. ¿Hace falta ser melómano para trabajar en esta industria?

R. Yo, más o menos, siempre he sido una persona bastante melómana.

P. Que tuvo a los 18 un triple disco de platino con los Pecos...

R. El tema de Esperanzas, en aquel momento, vendió 300.000 singles. Eso quiere decir tres discos de platino, sí.

P. ¿Lo que cantaban Pecos era para el pueblo?

R. Más que para el pueblo, cantaban para los nuevos jovencitos; nadie se había preocupado de ellos. Yo siempre me había criado con americanos (mis primas lo eran) y conocía lo que había fuera de aquí. A la misma vez que con mi tío estaba metido en el Circo Price y el folclorismo. Vi que las canciones que cantaron estos chicos (Pecos) eran canciones de sus propias vivencias en un mundo que inauguraba la libertad. Hasta entonces no habían tenido voz, porque Camilo Sesto, que era un poco anterior, era la grandiosidad de la voz y de situaciones muy adultas. Pero no había jóvenes que cantasen a su propia juventud.

P. ¿Cuál es esa historia del auge de Pecos gracias a Adolfo Suárez?

R. Rosa de Alba, la mujer del cómico Chicho Gordillo, había ayudado a Suárez con la primera campaña y me dijo que fuéramos a verlo. Yo estaba encantado, ¿sabes? Adolfo Suárez nos recibió, vio el cuadro y... (Risas) Yo siempre he sido muy excéntrico y muy disparatado. Llegamos hasta el vestíbulo de la Moncloa. Suárez nos dijo que fuéramos a ver a su hermano, que estaba en la sala Longplay, y nos echó con muy buena educación. En ese momento yo le dije: “Usted tiene un problema. Está usted haciendo una constitución y se está olvidando de los que tienen 14, 15 años... Además, si usted es listo y los pone en las portadas de las revistas de opinión general (Triunfo, Cambio16...), va a haber gente que se ponga muy contenta al ver los cambios que hay”. ¡Yo estaba improvisando! Pues a la semana y pico todas las revistas de España sacaron a Pecos en sus portadas. Ellos eran dos hermanos de familia humilde, con una madre que se había quedado viuda muy joven y que tenía que fregar oficinas para sacar a la familia adelante... ¡Y encima Pecos tenían una canción que decía “...en mi vida solo quedan esperanzas...”!

P. ¿El talento es el único patrimonio que tienen las discográficas?

R. Exactamente. Y la fuerza. Yo no tendría esa fuerza hoy en día. Un día, paseando por Central Park, Tomás Muñoz me dijo: “Con que aciertes un 20%, ya es un éxito”. Pero hoy en día, como falles un 20%, eres un fracaso.

P. ¿Por qué esa diferencia?

R. Porque antes se vendía manufactura. En aquella época, Sony o Hispavox, por ejemplo, tenían 600 trabajadores en fábrica, en distribución, en vendedores, en contabilidad... Era una empresa.

P. Cuando vas a producir Esperanzas, hablas con Juan José García Caffi y le pides que suene a “pop barroco”.

R. Sí. En esa época, Teddy Bautista (Los Canarios) hizo Las cuatro estaciones de Vivaldi. Con 14 años, me iba a escuchar cosas imposibles de Tomás Marco en el Auditorio Nacional, que me encantaba. También me gustaban The Carpenters, que tenían pasajes de cuerdas muy bonitos. Quizá yo no sabía lo que era, porque en aquel momento se llevaba el rock de barrio, la canción protesta, los grandes cantantes... y de América había llegado la música disco. Igual no me había explicado. Yo dije barroco porque me entusiasmaba. También era barroca la trompeta de Penny Lane (The Beatles). Luego estaba la blandura y la pegada de Juan Pardo, que era un profesional. Yo, si hubiese seguido, me habría estrellado, porque no tenía los conocimientos. Soy, más que un productor, un descubridor de estrellas. Cuando vi que no tenía nada que ver allí, me fui a Barcelona.

P. ¿En qué año?

R. En el 79. Me habían echado de la mili por enfermo mental. Era una técnica que existía en aquella época. Pero me lo pasé muy bien en el psiquiátrico, era un poco “orgiástico”.

P. ¿Se follaba mucho en el psiquiátrico?

R. ¡Bueno! Era una cosa increíble. A veces nos dopaban tanto que nos quedábamos con una sobredosis... Venían a verme todos los días Joaquín Luqui, Alfredo Mañas... Creo que me venía a ver porque le inspiraba muchísimo. Yo era un personaje bastante sui géneris, no era una persona al uso. Primero le saqué medio millón de pesetas al ejército en esa época y luego estuve tres meses en el Gómez Ulla viviendo mi película, vestido de loco, rodeado de locos... Era una cosa estupenda.

Yo soy amante de Pink Floyd, de Genesis, de Barbra Streisand, de Pretenders... Soy ecléctico. Me gusta la música y la gente que tiene originalidad

P. ¿Qué sucedió en Barcelona?

R. Mi madre me pagó un billete de avión. Esa misma tarde, en Las Ramblas, vi unas revistas del Papus y otra que se llamaba Pacha Pop que llevaba en la portada a los Pecos. Entonces cogí la revista y llamé a la redacción: “Mire, soy el productor de los Pecos y tengo una idea pasa ustedes”. Me fui corriendo para allá en un taxi mientras me preguntaba qué podía decirles a esos señores. Entonces se me ocurrió hacer el concurso Se busca una estrella desde la revista. ¡Joder! Me pagaron 200.000 pesetas al mes y estuve un año. En el 79, 200.000 pesetas era como ganar 7.000 u 8.000 euros hoy en día. También me escuché 14.000 cintas, ¿eh?

P. ¿Y encontraste a alguien?

R. Al final no encontré a nadie. Me lo tuve que inventar y cantar yo en un playback con unos chicos que bailaban, que se llamaban Goma de Mascar, y con el doble de John Travolta.

P. Te escuché decir que la ópera era el único sitio en el que podías permanecer callado durante dos horas.

R. Exactamente. Yo soy amante de Pink Floyd, de Genesis, de Barbra Streisand, de Pretenders... Soy ecléctico. Me gusta la música y la gente que tiene originalidad. Y me gustan las arias, lo que pasa es que hasta que entras en ese mundo de la ópera, no te enteras. Si voy a un concierto, no estoy para ver al artista; me muevo, hablo con uno, con otro... Pero en cambio en la ópera no. La ópera me relaja, me hace pensar sin poder comunicar, porque mi mente va muy rápida. Es un poco terapéutico. Y luego, claro, es el espectáculo de los espectáculos. Cuando voy a los países del Este a ver ópera me encuentro a gente joven yendo a la ópera, porque en esos países no le tienen miedo a la música. Y luego a lo mejor se van a bailar reggaeton o se ponen a escuchar a Bruce Springsteen, por ejemplo. Tienen un respeto enorme a la música, no por vieja, sino por música.

P. ¿Y en España no se le tiene respeto?

R. En España somos unos analfabetos. Venimos de un mundo rural, de unos años de una dictadura que luego se convirtió en una especie de teocracia donde el concepto “clásico” era para gente muy elevada. Pero como este es el país del sol y del alegría, el arte está en todas partes; en todos los bares hay alguien que canta. Yo creo que es problema de la temperatura. A mí me gusta mucho ir a Rumanía, porque la ópera allí tiene una compañía fija y una cantera: ves chicos y chicas de 14 años que se arreglan y que van a la ópera y disfrutan y luego se van a un bar a escuchar otra cosa. La música nunca es vieja; se renueva y a veces hay que mirar hacia atrás para poder mirar hacia delante.

P. ¿Nos hemos saltado aquí la ópera y hemos ido directamente al after punk? Te hablo de finales de los 70 y primeros 80.

R. En las sociedades existen unas proporciones -en aquellas épocas- de gente más ignorante y menos ignorante (ahora estamos en una ignorancia absoluta). La música clásica siempre ha estado presente, en monarquías y en dictaduras, lo que pasa es que el siglo XX cambió mucho, se inventó la radio... En ese sentido tecnológico, este país estaba muy atrasado. No creo que existiese una máquina de grabación en España hasta unos años más tarde. Aquí se grababa todo en conjunto y se pasaba por un magnetófono común. España no es que haya sido carente, porque hemos tenido grandísimos músicos, pero tuvieron que irse fuera, pero no por política, sino por su crecimiento artístico: Manuel de Falla, Francisco Tárrega... Toda esa gente tuvo que salir, porque aquí, para escuchar música, había que tener la predisposición de saber escuchar.

P. Contaba Paco Martín que, en aquel entonces, a la hora de “repartirse” los grupos, Hispavox fue la más rápida. Tenían a Alaska y Los Pegamoides, Radio Futura, Ejecutivos Agresivos...

R. Sí. Nosotros cogimos a Ejecutivos Agresivos después de verlos en El Escalón. Yo llevaba a veces una cámara de fotos Polaroid y hacía fotos a uno que era más guapo, a otro que era no sé qué... Y estos, que tenían una canción que se llamaba Mari Pili, me parecieron rarísimos. Antes, la industria ganaba muchísimo dinero, entonces se reinvertía. Aunque todavía era incipiente, había gente de mediana edad que venía de la canción protesta y de la música francesa y empezó a aparecer la figura de los productores, como Julián Ruiz. A Radio Futura, cuando los ficho, les querían dar un tres por ciento de royaltis, y a mí eso me daba mucha vergüenza, porque eran amigos míos. Lo que se daba era el siete por ciento de la venta al mercado. Fue una época donde se invirtió en estudios y se fue creando una industria. Y apareció Paco Martín, que está un poco loco, pero yo también lo estoy; aquí estamos todos locos y no tenemos ningún problema. Paco había sido el pinchadiscos de MM y se hizo rico de la noche a la mañana. Fue de los primeros que empezaron a tener un sello discográfico. Pero, claro, era tanto el éxito, que cuando iba con él por la calle me decía que le estaba dando algo.

P. ¿Ansiedad?

R. Claro. Yo también la he pasado. Es la resaca de la “borrachera de éxitos”, pero es normal. Pero Paco hizo muchas cosas. Él fue quien grabó El sitio de mi recreo (Antonio Vega), por ejemplo, trabajó con Rosendo... Tocó todo.

P. ¿Qué te ha enseñado a ti Alejandro Sanz?

R. Muchas cosas, humanamente. A respetar su mundo, lo que le gusta y lo que no... Pero lo que más me enseñó fue cuando me mostró una canción y yo le dije que era muy bonita. “¿Que es bonita? Esto ayer no existía y ahora existe”, me respondió. Esa es la mayor lección que me ha podido dar, que es el esfuerzo de crear algo que no existe. ¡Fíjate si he aprendido de ese señor!

Yo quería ser productor y necesitaba el éxito y aprender del éxito. Era bastante criticado, aunque he estado más alto que muchos

P. Y a ese señor, ¿se le tiene infravalorado?

R. No, no... Lo tienen valoradísimo. Lo que pasa es que este es el país de la envidia. Desde su juventud, ha sido muy serio con el trabajo que ha hecho, porque siempre es trabajo. ¿Sabes esa frase -creo que de Picasso- que dice que la musas te pillen trabajando? Pues es la filosofía que tiene él. Además, si no trabaja, se vuelve loco y hace cosas que no debe hacer. Hay seres que no es el tiempo lo que les ha hecho trabajar, pero hay otros que necesitan ponerse a trabajar para seguir viviendo.

P. Da la impresión de que hay dos Capis...

R. ¡Ah, sí! Yo soy como Mae West: por la mañana trabajo para la Paramount y por la noche para la Fox (Risas). Creo que en esa época yo necesitaba ser alguien en la vida, pero no ser alguien en la vida ahora, sino ser algo en ese momento. Yo quería ser productor y necesitaba el éxito y aprender del éxito. Era bastante criticado, aunque he estado más alto que muchos.

P. ¿Es la persona la que hace al genio?

R. No te sabría decir... Yo he tenido la suerte de conocer a dos genios de verdad: Dalí y Paco de Lucía. Con Dalí yo era muy jovencito y solo me fijaba en su bigote y en las señoras que había a su alrededor. ¡Qué modernidad! ¡Me encantaba! Luego conocí a Paco de Lucía, otro genio, y la persona era maravillosa, con sus defectos y virtudes. Pero si la persona es el genio, yo creo que los genios suelen ser personas mucho más humildes y mucho más humanas, porque para ser genio primero hay que ser humano. La genialidad no es una cosa que al genio le importe, porque el genio sufre muchísimo; siempre esperan más de él. El genio se hace. Para que te llamen genio debes tener una obra que avale todo eso. En la movida se decía “¡qué genial todo!”. Pues sí, pero es como quieras ver tú la genialidad. La Concha, que era de la pandilla de Fabio McNamara y mía, tiene un verso que decía: “Llega hasta a mí con un par de caídas azul Francia. ¡Ay, querido! Pretendías ser una estrella y te quedaste en un lucero sin brillo”. A mí eso me parecía genial. 

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