MÚSICA

Flores, hadas y trolls embrujan a 40.000 personas: la fórmula del Jardín de las Delicias para sortear la burbuja festivalera

Tras meses atestados de conciertos, la última cita del verano saca músculo con una propuesta alternativa en la que mezcla música, gastronomía y 'performances' 

No acusa el desgaste gracias a un cartel desprejuiciado que ha abierto el abanico etario de extremo a extremo: Leiva, Rozalén, Miss Caffeina, Sidonie e Izal, entre sus protagonistas 

Artistas de primera línea y espectáculos audiovisuales se dieron la mano en el festival.

Artistas de primera línea y espectáculos audiovisuales se dieron la mano en el festival. / JARDÍN DE LAS DELICIAS

Pedro del Corral

Pedro del Corral

Al Jardín de las Delicias hay que reconocerle su mérito: tan sólo lleva dos ediciones a sus espaldas y ya se ha convertido en un imprescindible de la agenda madrileña. Le ha venido bien el sambenito de ser el último festival del verano, sin duda. Ahora bien, bajo este nombrecito hay algo más: su celebración es la despedida de una etapa que a todos entusiasma por igual y que, al mismo tiempo, provoca una melancolía peculiar. Sí, odiamos las olas de calor eternas… Pero, cuando llega el otoño, la mirada no deja de virarse hacia atrás en busca de algún recuerdo que nos devuelva la efervescencia estival. Quizá, ahí resida la clave de su éxito. Ha sabido mezclar esa morriña con un concepto de lo más tentador: artistas de primera línea, descubrimientos musicales, espectáculos audiovisuales, propuestas gastronómicas… y mucha, mucha, mucha nostalgia.

40.000 almas abarrotaron (entre el viernes y el sábado) el Campus de la Universidad Complutense de Madrid una semana después de que el DCODE protagonizara la misma hazaña. A pesar del traspiés que sufrió el Brillante entonces, que se volvió gratuito por vender pocas entradas, la burbuja festivalera parece no tocar techo. Al menos, en cuanto a los que resisten. Es verdad que ha habido fechas que se han cancelado por cuestiones burocráticas, pero fuera de esos casos la realidad es bien distinta. Por eso, el del Jardín de las Delicias resulta tan llamativo: tras meses atestados de conciertos, su tercera edición ha sabido enamorar a una masa que ha recibido su algarabía con bastante ímpetu. Todo ello a pesar de que la acústica no fuera su fuerte y de que las colas, en ocasiones, parecieran interminables.

No obstante, su gran acogida no ha dependido sólo de la fecha de celebración. Su cartel también ha influido bastante: Leiva, Rozalén, Miss Caffeina, Nil Moliner, Sidonie, Izal… Un puñado de nombres completamente desprejuiciado. A diferencia de otras citas, ésta no se ha autoimpuesto un género o un target. Al contrario: ha reunido lo más potente del pop con lo más sugerente del indie. Lo cual no le ha restado carácter alguno, pues su fortaleza reside en el universo que ha sabido crear en torno a sus dos escenarios: luces, flores y animales se repartieron por un perímetro que, lejos de desbordarse, gestionó bien la inmensa afluencia. Aun así quedaron pendientes aspectos clave como la rapidez en el acceso a la mayoría de servicios o la relajación en los sistemas de pago. Algo que, de cara al futuro, tendría que solucionarse para que la experiencia de los asistentes sea totalmente satisfactoria.

Eso haría que su público se diversificase aún más: éste no es un festival pensado en exclusiva para cuasi-adolescentes, a ellos se sumó anoche una amplia muestra del abanico etario. No hubo sesgos ni espacios acotados para unos y otros, aquí todos formaron parte de una multitud que llegó dispuesta a bailar.

Entre trolls y hadas, la magia se impuso desde el primer segundo. Pero no en un sentido figurado: los trajes, las alas, los fuegos y las máscaras de la compañía de Pablo Méndez dieron a la velada el punto justo de misticismo que requería. De hecho, organizaron distintas perfomances que transformaron el recinto en un sucedáneo optimista del famoso cuadro de El Bosco. Mucho color y mucha diversidad. Se impuso el brillo en las dos noches que duró la fiesta. Y se celebró la vida por encima de todo. Rebequita mediante, por supuesto. Pues el eco de la lluvia trajo consigo alguna que otra brisilla. Una ventaja de quienes se arriesgan a cerrar la temporada. Algo bueno debía tener la temida rentrée.

Rozalén manda


En lo musical, Rozalén marcó la segunda jornada. La cantante tiene el don de involucrar a cualquiera en su particular concepción de la música. Se mostró dicharachera y cilíndrica. Ilusionó. Tocó el corazón. Y lo mejor: sus canciones rebosaron la cantidad perfecta de adrenalina como para mantener el pie en constante movimiento. Incluidas aquellas que, con más temple que zapateo, relataron distintas causas sociales. Así, más allá de sus populares La puerta violeta y Girasoles, resultaron clave en su repertorio Agarrarte a la vida, Este tren, Vivir y Que no, que no. Lo bueno de tenerla siempre en un festival es que, por muy mal que se dé, ella es capaz de levantar a hasta el más pesado del planeta. 

Previamente, Nil Moliner y Dani Fernández calentaron el ambiente gracias a su pop desenfadado. Con mención especial a Veintiuno, que abrieron la tarde con un buen chute de energía. El grupo liderado por Diego Arroyo lleva dos temporadas en estado de gracia: su manera de conectar con las nuevas generaciones lo ha catapultado a una cima de la que no está dispuesto a bajarse. Algo similar a lo que Miss Caffeina ha experimentado desde la publicación de su tercer disco. Tanto es así que los temas de Detroit siguen siendo los que marcan sus conciertos.

El plato fuerte estuvo reservado para la despedida de Izal, que se bajará de los escenarios de manera indefinida el 29 de octubre en el WiZink Center de Madrid. Mikel y los suyos cumplieron con el pronóstico: desarrollaron un directo potente y dinámico en el que destacaron, sobre todo, Copacabana y La mujer de verde. Es cierto que un halo de nostalgia les rodeó durante su actuación, pero eso no hizo más que enfatizar la garra que tanto les caracteriza. Aunque no fueron los únicos: una de las grandes virtudes del Jardín de las Delicias está en su apuesta por nuevos talentos. Su escenario Bosque resultó una plataforma ideal para descubrir (o consolidar) a Ainoa Buitrago, Maren, Alex Wall o Adrián Lozano. Quizá, en algunos años, sean ellos quienes encabecen el cartel.