ENTREVISTA

Paco Martín: “En Rock-Ola no pasó nada porque Dios no lo quiso”

Nombre clave de la música española de los 80 y 90, Martín tuvo un papel decisivo en hitos como la fundación de Rock-Ola o el éxito de Hombres G, pero también estuvo muy cerca de historias trágicas como la de Antonio Vega. Un pasado de claroscuros del que habla sin tapujos

El A&R Paco Martín, en un parque de Madrid.

El A&R Paco Martín, en un parque de Madrid. / Alba Vigaray

Carlos H. Vazquez

Llega Paco Martín (Santaella, Córdoba, 1953) en coche a un centro comercial del noreste de Madrid. Es por la mañana, hora del café. El histórico A&R de la industria discográfica española hace menos de un año que ha publicado Ráfagas (Círculo Rojo, 2021), su segundo título tras El niño que soñaba con ser músico (Huerga & Fierro, 2015). Durante la conversación, Martín recorre con la memoria pasajes tan gloriosos como perversos de su historia. A día de hoy, el artífice del despegue comercial de Hombres G vive apartado de lo que un día fue su pasión y su trabajo en las discográficas. “La gente que maneja la industria ha trabajado conmigo, bajo mi responsabilidad, y te puedo asegurar que a la gran mayoría no le daba ni dos días de profesión”.

P. ¿Para qué le ha servido escuchar tantas canciones?

R. Es una práctica que es necesaria para ir aprendiendo la profesión. Yo siempre me he guiado por las canciones, por la calidad; no por los artistas que las componían. He tenido una facilidad increíble para saber lo que puede ser un éxito y lo que no. No te digo que haya acertado siempre, pero he acertado más que la gran mayoría.

P. En su momento se fue de Polygram diciendo -lo cuenta en Ráfagas- que llegó a la conclusión de que todo era una pérdida de tiempo en Polygram. Nadie creía en Los Secretos cuando usted los propuso.

R. Yo a Polygram llevé a Los Secretos, Mamá, Radio Futura, Nacha Pop... Llevé a todos y al final cogieron a Los Secretos y a Mamá, que en aquellos momentos era el grupo más poderoso y más fuerte, más que Nacha Pop. Me salí de Polygram porque no me entendían. Estaba todos los días en Tablada25 [unos locales de ensayo de Madrid], invertía en grupos; sabía que venía algo importante, un cambio generacional de la música. Madrid se estaba convirtiendo en la ciudad de moda en toda Europa. Realmente no es que existiese mucha calidad, eran grupos que empezaban y tenían muchas limitaciones (en el sentido musical), pero en poco tiempo pudo más la fuerza de voluntad y la ilusión que una canción buena.

P. ¿Por qué montó MR?

R. Porque me ahogaba. Llevaba a todos los grupos a Polygram, no me hacían caso y se reían de mí. A mí eso me molestaba, así que le eché valor y dejé la compañía estando casado, con un hijo y sin un futuro por delante, con muy poquito dinero. Trabajamos mucho en MR. Invirtiendo en la música... invertíamos en ilusión. Hoy vas tú a cualquier compañía y lo que falta es ilusión.

P. ¿Se acabó la ilusión con MR?

R. Todo lo contrario. MR fue el principio de meterse en una carrera independiente. En aquellos momentos podía haber entre 80 y 90 compañías independientes. Luego, evolucionamos y salió Twins [el sello discográfico que fundó en 1984]. Nadie lo esperaba. El primer grupo que sacamos fue Hombres G y llegamos a medio millón de discos, pero nunca esperé llegar a esa cifra. Sí estaba convencido de vender 13.000 ó 14.000 copias, pero vendimos 500.000.

Hombres G eran horrorosos. Pero tenían algo que no tenía ningún grupo: picardía, letras diferentes… Musicalmente no aportaban nada, pero sus letras aportaban muchísimo y eran más frescos que ninguno"

P. A pesar de que cuando los vió en la sala Autopista le parecieron horrorosos...

R. Es que eran horrorosos. Pero tenían algo que no tenía ningún grupo: picardía, letras diferentes… Musicalmente no aportaban nada, pero sus letras aportaban muchísimo y eran más frescos que ninguno. Pero del amor al grupo que surgió en ese momento, se pasó al odio en seis meses. En el momento en el que llegaron las fans del fenómeno Hombres G, fueron rechazados por la sociedad musical vanguardista de este país. Fueron injustamente tratados. No he visto en mi vida a nadie que se le haya tratado peor que a Hombres G. No hay un grupo que, después de 45 años, llenen estadios de 30.000 por todo el mundo. Dime uno español que lo haga.

Hombres G, en una foto de los años 80.

Hombres G, en una foto de los años 80. / ARCHIVO

P. ¿Héroes del Silencio?

R. Una etapa. Bunbury, sí. Pero llevas razón. Creo que Bunbury es el último gran artista que ha salido de este país. Con el primer single yo tenía fichados a Héroes del Silencio, antes de E.M.I. Los llamé y vinieron. Entonces los llevaba Gustavo Montesano, de Olé Olé, y Roberto Azorín, que era un tío que estaba de jefe de programación de una emisora de radio. Estaba todo hecho, pero por la tarde Azorín me dijo que si le daba nueve millones de pesetas se venían conmigo. Yo le dije: “Doy nueve millones de pesetas, pero que lo sepa el grupo y tu socio”. Y él me respondió: “No, si no me lo das, me lo da E.M.I.”. Desde entonces no me hablo con Roberto Azorín. Al día siguiente los fichó E.M.I.

Los grupos te juran fidelidad hasta el fin de tus días, y el fin de tus días es el momento en el que son número uno. Ahí cambian absolutamente todos"

P. ¿Sería ingenuo pensar que entonces nadie sabía nada de nada de la industria?

R. Hombre, sabíamos... Lo que pasa es que nosotros éramos muy románticos. No dábamos importancia a los contratos. Después, con el tiempo, fui aprendiendo que eso no tiene que ser así, que se tienen que hacer contratos, porque esa confianza te la da el grupo, que te jura fidelidad hasta el fin de tus días, y el fin de tus días es el momento en el que son número uno. Ahí cambian absolutamente todos los grupos. Posiblemente Hombres G fueron los únicos que me respetaron ese contrato. Les ofrecieron unas cantidades enormes. Te hablo, en aquellos tiempos, de más de un millón y medio de dólares por irse a C.B.S., que ellos los rechazaron para seguir conmigo.

P. Pero en Nueva York los vendió por un millón de dólares que luego se quedaron en 600.000. Aunque también dice que los hubiera vendido por 5.000 euros.

R. Claro. Yo estaba en el límite en Perú. En aquellos tiempos estaba muy intoxicado. Fue un momento malo, de sentirme solo y abandonado. Consumía mucha droga y estaba sin dinero para regresar a España. Toqué fondo en el límite absoluto. Yo venía del consulado, porque había gestionado un billete de vuelta, cuando me llamó Augusto Sarria (director general de C.B.S. en España): “Te tienes que marchar mañana para Nueva York. Sales esta noche”. De estar pasando hambre y durmiendo en el suelo pasé a un hotel de cinco estrellas.

P. Vende Twins a D.R.O. por 150 millones, pero perdona los últimos 50 millones. ¿Por qué?

R. Los perdoné porque no tenían dinero. Se encontraban en una crisis muy grande. Después de la salida de Servando Carballar, una pieza fundamental dentro de D.R.O., tomó el mando otra gente: Miguel Ángel Gómez, Charlie Sánchez... que dieron un cambio radical a lo que era la compañía. Finalmente descubrí, al año, que yo no tenía nada que ver con ellos. Yo era mucho más romántico, más de la parte de Servando Carballar que de Miguel Ángel Gómez. Había gente que no me gustaba dentro de aquella compañía. Me llevaba muy bien con Charlie y nada más. Era el último mohicano dentro de la industria discográfica.

P. Servando cuenta en Pequeño circo. Biografía oral del indie en España, de Nando Cruz, que cuando sus socios estaban trabajando en otra dirección antes de la fusión con Twins, miraban la lista de yates que se iban a comprar con el dinero que les iban a pagar. Dijeron que no tenían dinero para pagarle los últimos 50 millones, pero sin embargo estaban mirando yates.

R. Me sentí engañado por Miguel Ángel Gómez, exclusivamente. Y por la gente de G.A.S.A. (Grabaciones Accidentales Sociedad Anónima). Nunca por Servando ni por Charlie. Me arrepiento absolutamente, y ahora más que nunca, de haber perdonado ese dinero. Ha sido uno de los grandes errores de mi vida. Desde entonces no he tenido muy buenas relaciones ni con Miguel Ángel ni con la gente de G.A.S.A.

P. ¿En la vida hay que tener claro qué hacer con el dinero que se va a ganar?

R. Yo creo que depende. Vuelvo a lo de antes: todo lo que ganaba era para invertirlo en la compañía. Era feliz haciendo discos. Lo que me daba la vida era crear y ganar dinero para seguir haciendo discos.

P. ¿Está de acuerdo con Julián Ruiz en que “la movida nunca existió”?

R. Claro que existió. ¡¿Qué dice Julián Ruiz?! No existió para él, que hacía producciones porque se las encargaban. Él trabajaba en Radio Madrid y vendía que, disco que hiciera él, disco que sería disco rojo. Y de eso vivió Julián Ruiz siempre. Tuvimos que darle obligatoriamente la producción de Danza Invisible, del primer disco que grababa Ariola, en contra del grupo y mía, porque para sonar en 40 Principales era casi obligatorio darle la producción a Julián Ruiz.

Martín, el día de la entrevista.

Martín, el día de la entrevista. / Alba Vigaray

P. Pero él dice que nunca pinchaba discos suyos, sino que lo hacían sus compañeros.

R. Me pillas ahí. Es muy posible... Pero a mí no me gustó nunca Julián Ruiz. Creo que soy el único profesional que no ha trabajado nunca con él. En una fiesta de 40 Principales en el Retiro, me preguntó: “¿Por qué me odias tanto?”. Y yo le dije: “No te odio, si no me has hecho nada. Simplemente no me gusta tu forma de trabajar y no voy a trabajar contigo nunca”. Y no trabajé nunca con él, porque lo de Ariola se lo dio a Manolo Díaz Pallarés [productor].

P. Pero a pesar de lo que cuenta, Julián Ruiz sí fue a Rock-Ola.

R. Al Rock-Ola iba todo el mundo. Había tres o cuatro lugares que eran los puntos de encuentro. El día comenzaba en Polygram, luego me iba a Tablada25. En Tablada25 estábamos con mis grupos, los ayudaba con los instrumentos... Y después, a escuchar a Manolo Fernández o a Gonzalo Garrido a Onda 2. De allí, a las ocho y media o nueve de la noche, nos íbamos todos para el Penta, nos tomábamos la segunda en La Vía Láctea y la tercera siempre en el Suzie Q.

P. Miguel Ángel Arenas “Capi” contaba que el dueño de Rock-Ola era un pied noir argelino relacionado con la O.A.S. (Organización del Ejército Secreto; paramilitares franceses de ultraderecha), que Rock-Ola había servido como centro de reclutamiento para la guerra sucia contra E.T.A. (los G.A.L.) y que tenía relación con Juan José Rosón, ministro del Interior. “No fue casualidad que cuando la guerra sucia terminó, Rock-Ola tuviera los días contados”. Así citaba Alejo Alberdi el libro de Arenas en Jot Down.

R. Eso es una auténtica barbaridad. Rock-Ola surge de una idea mía con Mario Armero. Yo a Jorge González lo conocía porque era dueño de una sala que se llamaba entonces Top-Less. Mario y yo le planteamos el tema mientras comíamos en el restaurante que había en Torres Blancas que se llamaba Ruperto Nola. Todos sabíamos que Jorge estaba perseguido en Francia por el tema de la O.A.S. Jorge y yo nos llamábamos cada mes. Él incluso quería hacer una rueda de prensa para dejar claro que el inventor de Rock-Ola era yo y no Lorenzo Rodríguez, que era mi ayudante y un traidor. En ningún momento hubo ningún tema político en el tiempo que yo estuve en Rock-Ola. Sí que Jorge era un hombre que había estado en la O.A.S. y en Argelia en la guerra, que estaba perseguido por el gobierno francés... Pero la decadencia de Rock-Ola no vino por el tema del G.A.L., vino porque mataron a un chico y aquello se complicó muchísimo y llegó un momento en que ya no evolucionó. Yo ya no estaba en el Rock-Ola, evidentemente; lo dejé porque ya no me gustaba cómo estaba la situación. La opinión pública decía que había que cerrar el local, luego pasó lo de la discoteca Alcalá 20... En Rock-Ola no pasó nada porque Dios no lo quiso. No había ni puerta de salida y había entre 50 y 60 personas más en cada concierto de lo que permitía la ley. Fue un milagro que no pasara nada, pero nada que ver con el tema político, absolutamente.

P. ¿El éxito te puede volver gilipollas?

R. A todos. Los humanos, solemos perder la cabeza por el éxito la gran mayoría y eso forma parte de la vida, del día a día. Nadie se comporta igual teniendo mil millones que no teniéndolo. La gente te ve más guapo aunque seas horroroso. El dinero vuelve gilipollas a todo el mundo. Es muy difícil mantener los pies en el suelo, sobre todo si vienes de una infancia dura donde no has tenido nada. Es duro asimilar el éxito. Un poco me pasó a mí, entre comillas. En un momento de mi vida gané mucho dinero y lo invertí en música, pero lo primero que se me ocurrió fue comprarme un Mercedes descapotable de 24 millones.

P. De un artista no debes fiarte nunca ni creer en su palabra”, ha dicho.

R. Así es. Los únicos artistas en que yo confío son: Hombres G y Manolo García.

Antonio Vega era una de las personas más sensibles que te puedas imaginar. Pero cuando se tiene ese bichito dentro es muy complicado tener una vida social normal"

P. ¿De Antonio Vega se podía fiar uno?

R. No, es otra liga. Antonio tenía un problema muy poderoso y era muy duro el día a día. Antonio era de un talento tan brutal... Era de las personas más sensibles que te puedas imaginar. Pero cuando se tiene ese bichito dentro es muy complicado tener una vida social normal con esa persona. Todo se limita a que hay que ayudarle y la única forma es consumiendo, y cuando eso ya no puede ser, eso se agota. Un día dices “¡basta!” y te conviertes en un hijo de puta.

Antonio Vega (a la dcha.), con el resto de miembros de Nacha Pop.

Antonio Vega (a la dcha.), con el resto de miembros de Nacha Pop. / ARCHIVO

P. Usted estuvo cerca de cinco años consumiendo, ¿no?

R. Más. Yo me metía tanto como ellos, por eso no es criticable. He vivido esa parte oscura de mi vida junto a ellos [Antonio Vega y Enrique Urquijo], pero he podido salir y ellos no. Las consecuencias: ellos están muertos y yo estoy vivo... de momento. No me siento para nada orgulloso. Me siento orgulloso de haber salido pero me apena mucho cómo vivimos esos momentos, lo que hicimos.

P. Compraba la cocaína en bolsas de un kilo, tengo entendido...

R. Eso fue en otra época. Tenía para consumo propio dos o tres gramos diarios, que era un dinero. No sabía ponerle freno a la cocaína. José María Cámara (C.B.S.) buscó una clínica en Israel y me llamó: “Que sepas que en un mes te vas a la clínica, está en Sinaí. Es la más cara del mundo. Ya hemos dado un dinero para que estés tres meses”. Me quedé sin palabras. Dos semanas más tarde sufrí una crisis con Cámara y le dije que no iba a ir a la clínica y que iba a salir por mis cojones. Me fui a Galicia, a Mondariz. Estuve un tiempo allí, subiendo montañas, pasando tiempo en el río... Y al final dejé la cocaína. No tuve que ir a Israel ni nada de eso.

P. Walter Yetnikov, jefe de C.B.S., decía que la coca avivaba su ego y que, en su época más desmadrada, llegaba a su despacho por las mañanas y se metía la segunda o tercera raya del día.

R. Esa me la sé yo, porque algo parecido me ha ocurrido a mí. Pero no quiere decir que todo el mundo fuera así. Son casos muy puntuales de cada persona. En el tema de la droga, casi todo el mundo miente. Si te tomas dos rayas o te tomas 40, dices que te has metido tres. Mientes continuamente. La droga de la mentira es la cocaína.

P. ¿Se ha devaluado el éxito?

R. Es una forma diferente de entender la música. Hoy en día se consume la música en YouTube, las redes sociales… No es como antes; el soporte físico no existe. Lo que me apena es que el talento de gente como Joan Manuel Serrat o Joaquín Sabina, por ponerte un ejemplo, la nueva generación de chavales de 18 ó 19 no los conozca.

TEMAS