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Las críticas de cine de la semana: 'La vida padre', 'Cadejo blanco', 'La chica y la araña', 'Desierto particular', 'Libélulas'...

Fotogramas de 'La vida padre', 'Libélulas' y 'Olga'.

Fotogramas de 'La vida padre', 'Libélulas' y 'Olga'. / ARCHIVO

Quim Casas | Beatriz Martínez | Nando Salvà

'La vida padre' ★★

El maridaje entre cine y gastronomía, entre imágenes en movimiento y fogones, se ha convertido desde hace años en un género en sí mismo como lo son los televisivos programas de cocina. Generalmente en clave cómica, o como mínimo distendida. Es el caso de La vida padre, que juega también a la disputa generacional a la hora de idear y condimentar nuevos platos que sacien la curiosidad de los clientes y, sobre todo, de los críticos gastronómicos.

El punto de partida juega con la pérdida de memoria de uno de los dos protagonistas, el encarnado por Karra Elejalde en uno de esos personajes que parecen escritos desde el primer momento para su lucimiento. Fue uno de los mejores chefs de Bilbao, pero algo que sucedió en el pasado en su restaurante, 30 años atrás, lo desligó del mundo, desapareció de escena, dejó a su familia y, además, perdió por completo la memoria.

De modo que cuando reaparece, justo en el momento en el que uno de sus hijos está a punto de ser reconocido como otro maestro de la cocina, el conflicto es más que gastronómico y generacional. Mikel, el hijo, interpretado por Enric Auquer, se ha acostumbrado a ciertos lujos y demasiadas ambiciones. Su padre, Juan, quien no le reconoce, por supuesto, entra como un auténtico vendaval en su aburguesada existencia. De cualquier comedia pueden extraerse siempre consideraciones más serias, aunque La vida padre no va mucho más allá de poner en duda la ambición desmedida del joven chef en oposición a los planteamientos vitalistas de un padre que quizás, entre fogones, recuerde sus guisos y recupere, con ello, la memoria. - Quim Casas

'Olga' ★★★

Estrenada ahora, en plena guerra entre Rusia y Ucrania, Olga es una película que mira hacia atrás en el tiempo para ubicarse en el momento, 2013, en el que estalló la revuelta ucraniana de Maidán. Pero la propuesta del debutante director suizo Elie Grappe nos sitúa frente al conflicto a partir de la mirada desorientada de una joven gimnasta que, al estallar la revolución en su país, se encuentra en Suiza entrenándose. Ella lo observa todo a partir de las pantallas de móviles y ordenadores, que le devuelven las tan agitadas como esperanzadoras imágenes del conflicto, y las conversaciones que mantiene con su madre, que quizá prefiere la causa al cuidado de su hija, aunque también la protege de los peligros: la escena inicial en el coche cuenta más de lo que parece.

La relación/ausencia de la madre genera varios conflictos de los que se nutre la película junto a la situación también incómoda de la adolescente Olga en su nuevo mundo: compañeras gimnastas con las que no se entiende, problemas idiomáticos, discusiones con el entrenador. Nada explica mejor la situación de Olga que aquellas secuencias en las que se obsesiona en conseguir el Jaeger perfecto, el ejercicio de salto o voltereta en barras asimétricas difícil de conseguir. No lo logra, el entrenador le ordena que pare, pero ella sigue una y otra vez, desafiándose a sí misma al mismo tiempo que desafía la situación que le ha tocado vivir. - Quim Casas

'Cadejo blanco'★★★

La búsqueda que vertebra la propuesta argumental de Cadejo blanco puede entenderse también como una operación de rescate y, quizá, como la manifestación de una necesidad de venganza. Su protagonista es una joven cuya hermana ha desaparecido y que, convencida de que el peligroso exnovio de la chica tiene algo que ver en ello, decide infiltrarse en la banda criminal a la que él pertenece con el fin de encontrar respuestas; lo que no es capaz de entender en ese momento es que, por complicada y arriesgada que la entrada en una de esas organizaciones pueda parecer, lo salida de ellas lo es mucho más.

Sirviéndose de las interpretaciones de los actores -la mayoría sin experiencia previa, y algunos de ellos verdaderos miembros de bandas- como de los diálogos que salen de sus bocas, el director Justin Lerner logra convertir ‘Cadejo blanco’ en un retrato rotundamente verista de la vida en la ciudad guatemalteca de Puerto Barrios, pero al mismo tiempo maneja herramientas dramáticas propias de géneros como el thriller criminal y hasta el western. Combinando todos esos elementos, la película propone una reflexión compleja sobre la lógica que rige el funcionamiento de las bandas callejeras en Guatemala, huyendo de maniqueísmos y dotando de gran capacidad para generar empatía a unos personajes que tienen motivos para sentirse legitimados a ejercer la violencia criminal. - Nando Salvà

'Libélulas ★★★★

La ópera prima de Luc Knowles nos acerca a una realidad y a un entorno poco explorados en el cine español contemporáneo (independiente), el del extrarradio casi como si se tratara de un estado mental. Y es que las protagonistas de este drama adolescente y generacional, encarnadas por unas magníficas Milena Smit y Olivia Baglivi (las libélulas del título) son conscientes de su marginación social, de su precariedad económica y de que no tienen ningún tipo de futuro si se quedan dónde están, en ese no espacio sin nombre, en el que todo se encuentra estancado y suspendido. Por eso quieren escapar y volar lejos.

El director adopta una serie de referentes estéticos que en ningún momento le impiden adquirir una personalidad propia. Entre ellos, el cine de Sean Baker (especialmente The Florida Project), entre el naturalismo descarnado y la poesía visual, colorista, pero al mismo tiempo deprimente.

Libélulas es una pequeña película sensitiva, al mismo tiempo dolorosa y etérea, que dialoga con la cultura millennial de una manera muy fresca, apostando por la espontaneidad y el carisma de sus dos actrices protagonistas. Tiene la habilidad de hacer un retrato de la juventud de las clases menos favorecidas, pero sin tremendismos ni imposturas, sin escarbar en su miseria a pesar de la precariedad, de los problemas domésticos o de la de la de expectativas. Y eso, sobre todo y ante todo, una preciosa historia de amistad femenina. Beatriz Martínez 

'La chica y la araña' ★★★★

El segundo largometraje de Ramon Zürcher, codirigido con su hermano Silvan, transcurre entre dos pequeños apartamentos berlineses a lo largo de dos días, y parte de una premisa argumental aparentemente simple: dos compañeras de piso dejan de serlo. Para desarrollarla, eso sí, el director suizo esquiva convenciones como el desarrollo de personajes, los diálogos explicativos y hasta los mecanismos narrativos más básicos. La película, en cambio, se estructura a partir de anécdotas, recuerdos, impresiones, sueños, miradas fugaces, gestos reprimidos y palabras no dichas, y sabotea el realismo de su planteamiento a través de diálogos e interpretaciones antinaturalistas. Entretanto, Zürcher vuelve a hacer gala de la misma precisión en el manejo del espacio y la misma atención a los detalles que ya demostró en su ópera prima, The Strange Little Cat (2013).

Pese a lo que esa descripción pueda sugerir, La chica y la araña no es un mero ejercicio de experimentación estilística. A través de la sinfonía de imágenes y sonidos que la vehicula, la película transmite abundantes dosis de soledad, deseo y dolor; cada acción y cada interacción entre los personajes, además, están cargadas de una tensión palpable, cuyo origen permanece inexplicado. Y, en su conjunto, ofrece un estudio extrañamente emotivo de la amistad, la rivalidad, la memoria y la marca que dejamos en los demás cuando nos separamos de ellos. - Nando Salvà

'Desierto particular' ★★★

A la vez estudio psicológico e historia de amor queer, Desierto particular funciona también a modo de cuestionamiento de las ideas sobre la masculinidad enraizadas en la sociedad brasileña; sus protagonistas, después de todo, son dos personas atrapadas por las expectativas impuestas por la cultura, la religión y la autoridad política por las que están sometidas.

Mientras contempla a esos dos personajes, el director Aly Muritiba envuelve el relato del tipo de atmósfera propia de un thriller. Primero se fija en Daniel, un oficial de policía que, tras ser suspendido por protagonizar un altercado, decide viajar por todo el país para encontrarse en persona con la mujer de la que se enamoró online; al descubrir que su amada noes quien él pensaba, deberá enfrentarse a los prejuicios machistas que tiene arraigados en su interior. Tras efectuar un cambio de punto de vista, la película pone el foco en Robson, que intenta vivir en consonancia con su verdadero yo en un entorno intolerante que genera miedo y la angustia.

En el proceso, su potencia dramática se ve puntualmente lastrada por cierto agarrotamiento tanto de los diálogos como de las interpretaciones, y porque su retrato de una mujer trans cae en los mismos estereotipos y simplificaciones que los de tantas otras ficciones previas. Sin embargo, su eficacia como argumento contra un ideario cruel y putrefacto resulta incuestionable. - Nando Salvà

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