ENTREVISTA

Manolo Valdés: "El arte hace pensar, pero curar a la gente o crear riqueza es más importante”

Con más de seis décadas de carrera a sus espaldas, el pintor y escultor sigue buscando inspiración en las calles y los museos y acude a diario a su estudio en Nueva York para producir esculturas y pinturas como las que este septiembre expone en París

Manolo Valdés en su estudio de Nueva York.

Manolo Valdés en su estudio de Nueva York. / Galería Ópera

Voro Contreras

Manolo Valdés (Valencia, 1942) inaugura el próximo 15 de septiembre en la galería Ópera de París, situada frente al Elíseo en la calle Faubourg Saint-Honoré, una exposición para la que el propio Valdés ha elegido 20 esculturas monumentales y 22 pinturas de gran formato. “París es una ciudad muy querida para mí porque es el sitio al que viajaba de joven para asomarme a lo que era Europa. Valencia entonces era una ciudad muy diferente a la de hoy, mucho más pobre culturalmente, y París era una meta. Allí descubrí la libertad. Después he tenido ocasión de hacer allí muchas cosas, exposiciones en las calles, en distintas galerías. Pero exponer de nuevo tiene esa alegría y esa tranquilidad que me da pensar que ha pasado mucho tiempo pero el vínculo sigue vivo”, dice.

P. ¿Por qué esta obsesión suya en los últimos tiempos por los grandes formatos?

R. La verdad es que no lo sé. No sé cómo entran en mi cabeza esas ganas de hacer algo de un formato especial ni cómo salen después. Pero tengo en estos momentos las ventaja de poder hacerlo y de permitirme este lujo de hacer estas obras que no son prácticas.

P. ¿Cambia mucho una obra entre exponerla en una galería o en una calle?

R. Mucho. Cuando alguien va a ver tus obras a una exposición, ha elegido ir a verla, hay un vínculo. La calle es diferente porque pasa gente que no te espera, que no ha ido a verte. Y es muy excitante ver cómo se reacciona. Además, las esculturas de la calle varían según el sitio en el que estén. No es lo mismo que estén en Park Avenue de Nueva York o en los Campos Elíseos que en las Noches Blancas de Finlandia. Cambia la luz, cambia todo, se escapan de tus manos y tienen una vida propia.

P. Y, además del paisaje, cambia también la cultura del espectador que las observa.

R. Exacto. Y las interpretaciones son muy diversas y eso es muy bonito. Y también la relación que tienen con el entorno. No es lo mismo que estén rodeadas de coches pasando que en un jardín en calma. Es muy curioso. Esas exposiciones de las calles son muy gratificantes porque sabes que al mes o los dos meses las quitan y no vas a molestar a nadie.

P. Hay pocas cosas más pop que una escultura en una rotonda. ¿Se sigue usted considerando un artista pop como cuando estaba en el Equipo Crónica?

R. Para mí el pop tiene una gran importancia, pero también las otras tendencias que he ido aprendiendo en todos estos años. Pinto meninas de Velázquez desde la época del Equipo Crónica pero cada vez que lo hago introduzco cosas nuevas que he ido aprendiendo. Del pop he aprendido que se pueden hacer grandes formatos que impacten. Y de la pintura matérica que dentro de mis cuadros puedo poner materias y que no hay que quitar las manchas porque Pollock me ha enseñado que las manchas también son bonitas y que puedo poner cuatro ojos en una cara porque Picasso me abrió ese camino. Al final mis cuadros reflejan todos esos pasos.

P.  ¿Cuando concibe una obra monumental piensa en que de alguna forma podrá transformar su entorno o solo en que la verá mucha gente?

R. Transformar un entorno no es fácil y no soy tan ingenuo de pensar que puedo hacerlo. Y me gusta la provisionalidad. Que una obra mía se quede en un mismo sitio para siempre me parece muy pretencioso. El encuentro y el diálogo con gente diferente es lo que me gusta y para mí es importante el placer de ver una obra mía en distintos entornos. Una escultura en una galería la verás siempre con la misma luz y el mismo fondo, pero en la calle cambia constantemente: la luz, la gente que pasa, pasan las estaciones, llueve, nieva… En la calle la escultura se escapa de tus manos hasta convertirte tú mismo en espectador.

P. ¿Usted se inspira más en los museos o en la calle?

R. Hay una continuidad. Recuerdo que una vez pinté un bodegón con unos frascos de perfume después de ver unos frascos griegos expuestos en el Metropolitan. Me quede solo con la sensación pero después salí a la calle, en Madison Avenue, y empecé a ver escaparates con frascos de perfume en los que nunca antes me había fijado. Lo mismo me pasó con las mariposas: la imagen de unas mariposas en un biombo japonés que vi en el museo me entró en la cabeza y cuando salí al Central Park me encontré con una señora que tenía unas mariposas revoloteando en la cabeza. Me obsesioné con esas mariposas y las puse en mis esculturas.

P. La obra del Equipo Crónica, al que usted perteneció durante dos décadas, tenía un compromiso político bastante claro. Pero, ¿qué ideología tiene ahora la obra de Valdés?

R. Hay que acordarse que en esos momentos España vivía en una anomalía que era la dictadura y que los artistas queríamos que esa anomalía se viera en el resto del mundo. Era una obligación moral trabajar en esa dirección y, afortunadamente, lo hizo mucha gente. Recuerdo que en ese momento, el Equipo Crónica y la mayoría de fuerzas culturales trabajábamos en esa dirección. Pero ahora estamos en una situación completamente diferente. La gente que ha nacido en democracia puede dedicar parte de sus esfuerzos en otra cosa. Cuando veo noticias de gente joven veo que están más preparados de lo que estábamos nosotros y son menos ingenuos. Ojalá hubiese tenido yo su punto de partida.

P. Usted que siempre ha tomado el ejemplo de los clásicos para desarrollar su obra, ¿se ve siendo ejemplo de esos nuevos artistas?

R. No, no. Hay muchos más ejemplos a seguir. Sería un estúpido de pensar que lo que hago yo es lo que hay que hacer. Si yo sigo hablando de lo que hablaba entonces es porque mi mirada sobre esos artistas clásicos no ha parado de cambiar. Yo no miro a Velázquez a los 80 años igual que lo miraba a los 15. En la medida en la que he evolucionado trato de dar una lectura diferente.

P. ¿Con 80 años sigue trabajando por inspiración, costumbre o porque el mercado tira mucho?

R. Yo, cuando no vendía un cuadro trabajaba igual que ahora, que sí los puedo vender. Eso no ha cambiado. Sigo con la misma ilusión y el mismo ímpetu porque afortunadamente mi salud no es mala. Sigo yendo al estudio a las ocho y media de la mañana y acabo a las seis y vuelvo a casa con las mismas preocupaciones y con un bloc en el que voy dibujando las cosas para el día siguiente.

Me importa un pimiento el mercado, pero he podido reunir el capital suficiente para crear esculturas que no son baratas de producir”

P. ¿Las leyes del mercado hacen a los artistas prisioneros de una imagen de marca?

R. No. Yo cuando llego al estudio me olvido de eso. A lo largo del tiempo evolucionas y a veces el público te exige esa evolución y otras no. Yo he visto a Miró y a otros artistas emblemáticos a los que les importaba un pimiento lo que decía el mercado. Y a mí me pasa igual. Pero yo hoy tengo suerte de tener el capital suficiente para producir esculturas de gran tamaño, fundidas, que no son baratas de producir. Eso me da libertad. Los medios también sirven para eso.

P. ¿A aquel joven Valdés que iba a París en busca de libertad le hubiera sorprendido la posición que ha alcanzado a los 80 años?

R. Tampoco hay que exagerar. He tenido un cierto éxito pero no saquemos las cosas de su lugar. Hay mucha gente por encima de mí. No es fácil, también lo sé, hay que tener un poco de suerte y mucho trabajo. Y si yo trabajo es porque para mí trabajar no es una maldición bíblica, es una pasión, casi una obsesión.

P. ¿Un artista ha de ser un obseso de lo suyo?

R. El otro día estaba hablando de eso con (el cardiólogo) Valentí Fuster, que es vecino mío. Y tengo que decir que esa obsesión no es solo de los artistas, la he visto en investigadores como él, por ejemplo, o en un empresario valenciano que ha creado Mercadona y tiene la misma obsesión con lo suyo que yo con lo mío. Y el trabajo que hacen estas personas, los que crean empleos y los que nos curan, es más importante que el de los artistas. Los que escriben o los que pintamos o los que hacen teatro hacemos pensar, pero crear riqueza o curar a la gente es mucho más importante.

El único arte que no acepto es el que, para poder entenderlo, necesito leer una explicación”

P. ¿Qué opina del arte digital y de los NFT?

R. No es mi mundo, así que me interesa moderadamente o poco. Pero no voy a ser tan tonto de pensar que son cosas estúpidas. ¿Quién soy yo para condenar nada? Uno solo tiene pena por lo que no entiende. En arte, la única cosa que no acepto es cuando tengo que ver un cuadro y necesito una explicación. La pintura y la escultura tienen su especificidad y tienen que contarse a partir de ella y no apoyarse en la literatura u otras artes complementarias para entenderlo. Yo no soporto ir a un museo y que tenga que leer para entender la obra.

P. La Dama de Elche, la reina Mariana y la infanta Margarita, la odalisca de Ingres, las bañistas de Picasso, la Clio de Botticelli… Casi toda su inspiración artística viene de la figura femenina. ¿Por qué?

R. Pues tampoco lo sé aunque la respuesta más sencilla es que la historia del arte está llena de mujeres. Una vez el director de un museo en el que tenía una exposición que ocupaba tres plantas me hizo esta misma pregunta y le pregunté yo: ¿por qué tú has puesto las obras con mujeres en las salas importantes y los bodegones y los paisajes en las otras salas? Tampoco me supo responder.

P. Ahora se empieza a reivindicar a la mujer no solo como “musa” sino como artista y se pone en valor muchas carreras que se habían ocultado o ninguneado.

R. Siempre que aparece un movimiento así lo hace con mucha fuerza y extremo y luego se va calmando. Esa importancia que tiene cualquier problema que aparece y se trata de solucionar tiene ese aspecto más exagerado. Supongo que sí es necesaria esa reivindicación. Seguramente es que si está ahí es porque hace falta.