Los imprescindibles de Apertura Madrid Gallery Weekend

Afortunadamente, el comienzo de curso de las galerías madrileñas viene repleto de propuestas interesantes. Parece que hemos dejado atrás las exposiciones de fondo de armario, con las que nos contentamos en los estertores de la pandemia. Tras una primera visita, queremos recomendar estas cinco:

La exposición reúne una colección de juguetes fabricados por Joaquín Torres García (Montevideo, 1874-1949), uno de los actores más relevantes de la vanguardia latinoamericana. Dispuestos en vitrinas y construidos con bloques de madera coloreada, el visitante encontrará coches, conejos, gatos, patos, jirafas, pingüinos, avestruces, elefantes, manadas de leones, inspectores con levita gris, alfabetos, vecindarios y personajes de todo aspecto y oficio. La muestra se completa con algunas pinturas de pequeño formato, dibujos y bocetos.

El arte del juguete nos permite disfrutar de un cuerpo de trabajo poco conocido de un artista de referencia, un aspecto jovial y lúdico de su producción donde, con elementos sencillos e infantiles, se reivindica una práctica artística despreocupada y hedonista.

En esta reentré disfrutamos de varias exposiciones dedicadas al legado de artistas históricos: por ejemplo, Lucio Fontana en la galería Helga de Alvear, Joel Shapiro en Cayón o Adolfo Schlosser en Elvira González. En Parra & Romero se nos presenta una ambiciosa selección del trabajo de Dadamaino (Eduarda Maino, Milán, 1930 – 2004). Así, encontramos trabajos en los que explora las posibilidades espaciales del lienzo, intentando subvertir su superficie plana y bidimensional agujereándola y generando volúmenes. También, sus investigaciones ópticas sobre el color (obras de pequeño formato donde se alternan líneas con distintos degradados de una familia cromática), sobre la forma (patrones que producen efectos ópticos o grandes superficies donde se repite el mismo gesto obstinadamente) y sobre el soporte, como las grandes planchas de plástico traslúcido instaladas como una cortina a medio desplegar.

Luis Vassallo (Madrid, 1981) revisita los clásicos en su última exposición individual. A través de una curiosa síntesis entre la figuración y la abstracción, el pintor descompone grandes escenas de la pintura occidental en sus elementos formales esenciales. A través de esta reducción, las obras muestran cómo unos mismos elementos se perpetúan a través de los mitos que el arte representa una y otra vez: Sísifo sube al monte como Cristo sube al Gólgota.

En Mitemas, Vassallo expone la madurez de su lenguaje plástico con unas pinturas realmente atractivas que nos permiten revisitar otra vez y de otro modo obras maestras que ya dábamos por sabidas.

La galería estrena su nueva sede en la calle Beneficencia con una exposición dedicada a Joan Brossa (Barcelona, 1919-1998). Artista polifacético y destacado poeta, Brossa colaboró con los artistas más relevantes de su tiempo y su obra mantiene, pasados los años, un fuerte espíritu contestatario. La muestra reúne una serie de piezas cargadas de inteligencia e ironía: un reclinatorio cubierto de confeti, una escalera con sus peldaños primorosamente apilados a sus pies, un busto de sastrería para un modelo jorobado, una vitrina llena de los documentos que una persona necesitará al cabo de su vida (desde la partida de bautismo hasta el acta de defunción), un insecto reposando sobre un boleto fechado el día del inicio del Proceso de Burgos, una azada llena de condecoraciones militares o una tarántula que ha anidado en un sombrero eclesiástico.

Charlie Billingham (Londres, 1984) tiene 38 años pero está obsesionado con el siglo XIX. Sirviéndose de una extensísima recopilación de grabados y publicaciones satíricas de la época georgiana y de la Regencia, el pintor crea una galería de retratos sardónicos pintados con un trazo rápido y violento y sirviéndose de una paleta histriónica. A lo llamativo de la mezcla de estas imágenes con estos colores se le añade la socarronería con la que están inmortalizados sus protagonistas: un señor calvo al que, al estornudar, le sale la peluca disparada, o un propio con librea y peluca al que se le ha clavado un obús en las posaderas.

Billingham expone sus cuadros sobre un patrón de olas que obstinadamente se repiten, como un alicatado, por la pared, generando un espacio muy singular en el que el espectador unas veces se siente dentro de un tebeo y otra como protagonista de un folletín.