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Albert Boadella: "Añoro el impulso de protección del género masculino"

Aunque esto que leen les parezca un toma y daca, un “zasca” a toda plana (él me odiará por tan vulgar término), enfadar a Boadella siendo mujer es un imposible: siempre punzante pero educado, mordaz pero galante. La realidad fue una conversación serena y plácida. Publica “Joven, no me cabree”, un diálogo entre el maestro dramaturgo (Barcelona, 1943) y un joven víctima de todos los tics del “buenismo progre” que dice nos ha robado la libertad y, al parecer, también la sensibilidad artística. ¿Y si tuviera razón?

Entrevista a Albert Boadella.

Entrevista a Albert Boadella. / JOAN CORTADELLAS

-¿De usted o de tú?

Eso se lo digo al joven, que me trate de usted siempre. Porque se ha destruido el lenguaje, el protocolo: debemos dar importancia a ciertos signos que sintetizan años cultivando al ser humano.

-Dice que para ser un buen comediante hay que tener “cojones”, como para pedirle a Cayetana Álvarez de Toledo que le prologue esta declaración de principios. ¿Le importa un bledo lo que opinen de usted?

Obviamente. Ya se me ha dicho de todo, hace unos 30 años que me llaman facha, traidor de la nación catalana, otros… Hay cosas que he experimentado en mi vida, apasionantes, divertidas o angustiosas, que me siento obligado a transmitir.

-La derecha se acompleja de ser conservadora, ¿no será porque es sinónimo de egoísmo?

En mi oficio, del que conocemos 2.400 años de historia, la conservación ha sido fundamental: no ha vuelto a haber nada a la altura de Shakespeare, Molière, Esquilo. Y en la vida, me ha posibilitado tener una mujer durante 45 años; amor, amistad, compañía. He vivido siempre en casas antiguas que he conservado y he plantado cerca de 500 árboles. En el futuro no tenemos nada; en el presente, cosas de poco probada eficacia, sobre todo en el arte, ¡en cambio el pasado nos aporta cosas formidables! 

-Boadella, ¿no duda de que tal vez esta “autocensura del buenismo” que padecemos sea menos perjudicial que el patriarcado machista que hemos padecido?

Si algo importante ha sucedido en el siglo XX es el posicionamiento de la mujer en la sociedad. Pero todas las revoluciones están llenas de defectos, y creo que hay asuntos que se deben restituir.

-¿Qué asuntos añora que hoy se consideran machistas?

El impulso de protección que tiene el género masculino. Hay que educarlo pero quizá no renunciar a él, porque esa deferencia hacia la mujer le hace la vida agradable. A mí no se me ocurre empezar a comer antes que Dolors (Caminal, su esposa). La mujer vivía la galantería como cierta comedia. En cualquier relación, en el amor, tiene que haber un ingrediente de ficción. El fondo seguirá siendo zoológico, pero si le ponemos poética resulta más agradable; de otro modo, la vida se convierte en un psicoanálisis.

-¿Duda en cambio del maltrato machista como un hecho tangible y cuantificable?

No, no dudo que existe. Pero la mujer ha ser consciente de las características fisiológicas del hombre, su tendencia a los efectos violentos, porque no conseguiremos extraerle al género los cromosomas de miles de años. Hay que educarlo, y lograr que sea a su vez consciente de la hipersensibilidad de la mujer. Ahí está la atracción de la pareja; sin ello, se quedaría en mero alivio sexual.

Entrevista a Albert Boadella.

Entrevista a Albert Boadella. / JOAN CORTADELLAS

-Cierto que hay menor libertad hoy que hace 20 años, pero ¡¿menos que en el franquismo, tal y como usted sostiene?!

Curiosamente, al final del franquismo, entre 1963 y 1975, vivimos una gran libertad social, porque el incentivo de estar constantemente transgrediendo y tener todos un objetivo común, o correr delante de aquellos polis que estaban fondones… ¡Fue una época fantástica! La edad de la inocencia: estábamos sedientos de todo. La censura era algo tremendo, claro, pero la gente reconocía aquello que la había burlado y se emocionaba. Hoy sufrimos la autocensura de ésta y la anterior generación, que han organizado la vida a base de tabús intocables, como en una nueva religión. Si un cómico bromea sobre la cantidad de nuevos sexos habidos, al día siguiente son las redes sociales quienes lo censuran.

-Pero ¿no suponían la máxima libertad de expresión?

Eso parecía, pero el anonimato las convierte en un importante instrumento de censura.

-“Terroristas del sentido común y el orden mental; frustrados, consentidos, ¡resentidos!, desmemoriados, vagos” son algunos de los calificativos que regala a los jóvenes. ¿Ni una sola virtud?

La virtud de la inocencia, la buena fe. Nosotros éramos más esquinados, porque habíamos pasado por la dureza de una educación que era más una doma.

-Sostiene que el Estado asesina al arte subvencionándolo. ¿Solo le interesa como propaganda política?

El Estado hoy mete sus narices en todas partes, y las artes necesitan un espacio de libertad muy grande. Estos comediantes de la ceja, toda esa trepa, jamás se enfrentará al poder, porque son sus vasallos.

-¿Solo la vuelta al pasado devolvería su función y esplendor a las artes?

Volverán cuando el artista se desmarque de la “fabricación” del arte actual. Hay necesidad de un renacimiento. La vida no es una línea recta ascendente sino que es ondulante.

-Sostiene que las bellas artes murieron después del impresionismo, y que el pionero de esta muerte fue Picasso, “padre del grafiti”. ¿Emocionarse ante un Picasso denota falta de inteligencia y sensibilidad?

Para emocionarte solo necesitas el deseo y el icono emocionable. Yo también me emociono ante Picasso, el de las manos de oro que va a ver a los impresionistas a París. Pero llega un momento en que prefiere el dinero y el éxito frente al arte, y ahí surge el Picasso inhumano, con su deseo de destruir la belleza; y por encima de todo, el genio que puede hacer una obra en 10 minutos. Y así comienza la industrialización de la pintura y la escultura: el arte deja de serlo y pasa a ser una cuestión financiera.

-Según dice, la culpa la tuvo la academia francesa que, avergonzada por haber rechazado el impresionismo, abrazó sin criterio las vanguardias y la abstracción. ¿Es demostrable esta teoría un tanto reduccionista y naif? 

Es pura lógica, la demuestran los hechos: para resarcirse de las duras críticas que recibió, la burguesía francesa abre las puertas a todo lo novedoso; en lugar de alentar a la evolución del impresionismo sale por la tangente y arropa la revolución, que en arte nunca ha llevado a nada. 

-Para las vanguardias no tiene valor repetir lo que ya se ha hecho. ¿Por qué iban a retroceder?

Si así fuera, no podríamos hacer teatro, porque todo está hecho ya. El Renacimiento, ¿qué hizo sino copiar el arte clásico y evolucionarlo?

-Dice que “el cine no es arte porque carece de poesía”, ¡¿perdón?!

Poesía es con lo mínimo llegar a lo máximo. En cine todo es posible por la abundancia de medios, el ingenio que es la manipulación en teatro, en cine carece de poética. Se hacen cosas fantásticas en cine, como en la aeronáutica, que también me maravilla y me emociona, pero no es arte, está en otra dimensión.

-Boadella, ¿le gustaría ver representado o incluso representar usted mismo este diálogo?

Representarlo sería difícil, porque tengo menos memoria, y además yo soy dramaturgo y no he sido buen actor. Pero sí me divertiría mucho dirigir esta obra.