RESPÓNDAME | María Pagés

"Estamos embrutecidos en lo que es nuestra educación sentimental y emocional"

La coreógrafa y bailaora María Pagés en la balconada del Gran Teatre del Liceu con motivo del estreno en Barcelona de ‘De Scheherazade a Yo, Carmen’.

La coreógrafa y bailaora María Pagés en la balconada del Gran Teatre del Liceu con motivo del estreno en Barcelona de ‘De Scheherazade a Yo, Carmen’. / JORDI COTRINA

Es Premio Princesa de Asturias de las Artes, compartido con Carmen Linares. Antonio Gades la quiso en su compañía. Ha colaborado con Saramago, Niemeyer o Barishnikov hablando “el lenguaje de las emociones”. Está entusiasmada con su Centro Coreográfico de Fuenlabrada, en Madrid. Defiende el empoderamiento de las mujeres en el flamenco. Y se define como “una sevillana del mundo”.

-A los cinco años ya se subió a un escenario. Bailaba desde los cuatro. ¿Al nacer en vez de pañales le pusieron una bata de cola?

Pues prácticamente literal, vaya. En la primera foto que tengo con un vestido [de flamenca] tenía seis meses.

-Y cuando habla del compromiso social de la danza y de que los políticos apuestan poco por la cultura parece tener los faralaes bien puestos.

O por lo menos lo intento. De la experiencia se extraen muchísimas cosas, y algunas importantes, como intentar mantener el compromiso con el mundo al que perteneces y desarrollarlo.

-Ha hecho Sherezade este año en Madrid, Granada, el Festival de Mérida. Y en otoño, en Bilbao y San Sebastián. ¿Por qué le atrajo el personaje?

Porque es universal. Nos ha llegado después de cientos de años y sigue simbolizando el papel de esa mujer que, aplicando su inteligencia y la palabra, consigue vencer al mal y la violencia. Mi Sherezade es un trabajo cocreado con El Arbi El Hardi [su compañero de vida y obra], hispanista y conocedor de la literatura y la poesía. De su dramaturgia son importantes dos cosas: extraer la simbología siempre actual de ponderar la palabra, a través de la cual podemos comunicarnos, entendernos y resolver dificultades y conflictos; y sincretizar otros personajes que han marcado historias femeninas, como Medea, Safo o la Bernarda de Lorca.

-El sultán desposa una virgen cada noche y la manda decapitar al día siguiente. Sherezade hace que al soberano se le quiten las ganas de asesinar. ¿No hay que taconear mucho para propiciar ese cambio en un hombre?

Bueno [ríe], ella taconear no sé si taconearía. Pero el arte, la danza tiene esa capacidad de cultivar las emociones. Nos educan siempre en los valores más técnicos, más prácticos, nos instruimos en el conocimiento y en desarrollar nuestra capacidad intelectual, pero no nos educan las emociones. Estamos embrutecidos en lo que es nuestra educación sentimental y emocional.

-¿Hay algún sultán en su vida?

Bueno, mi sultán es El Arbi. Compartimos la vida, la creatividad. Tengo una relación muy intensa. Es un buen sultán.

-¿Y tiene usted rollo para mil y una noches?

Yo creo que, a estas alturas, con 59 años, aprendes que los rollos no solo están de noche [ríe]. ¿Para mil y una noches? A estas alturas, no. No sé para cuántas noches o para cuántos días. Pero ahora estamos en un momento muy intenso para nuestro Centro Coreográfico en Fuenlabrada, un proyecto precioso, cuatro mil metros cuadrados dedicados a la danza, donde acogemos a compañías, creamos nuestras obras, vienen a crear otros muchos y buscamos espacios de convivencia.

-Fue a ver su espectáculo la familia real. ¿Piensa que Felipe VI tomó nota?

Lo importante es que fueron, como unos espectadores más. Y que eso lo deberían hacer con más asiduidad, aunque tienen una agenda apretadísima. Está bien dar ejemplo.

-¿Quién cree que tiene en esa familia más poderío: el sultán o Sherezade?

Yo creo que cada uno tendrá su papel, y confío en que lo harán bien.

-Y que nadie corte cabezas al día siguiente.

Jajaja. No les conviene.

-“Todo ayuda a que los astros se recoloquen. Todo es producto del destino”. Usted, que tiene orígenes catalanes, ¿piensa que por allí se recoloca más Marte, mitológico dios de la guerra, o Venus, diosa del amor?

Yo creo que hay tiras y aflojas, y siempre pienso en el entendimiento humano y en el diálogo. Puedo ser utópica, lo soy. Pero creo firmemente en eso por encima de todo, y confío en que será así. Cada vez que hablan de Cataluña tengo la imagen de mi abuela en Sevilla hablando catalán. Mi abuela vivió toda la vida en Sevilla y a los ochenta años, cuando su cabeza decidió ir por otro lado, empezó a hablar en catalán a todo el mundo. Ya antes hablaba todas las tardes en catalán con su hermana, mayor que ella. Y tenía un azulejo en Triana, hecho allí, que ponía Déu vos guard. En mi educación sentimental están muy presentes Cataluña y el catalán, su comida, mi familia. Y todo esto pasaba en Sevilla. Así que creo profundamente en el entendimiento y en el diálogo como instrumento de resolución de conflictos, como hace Sherezade.

-De pequeña escribía sus vivencias diarias: ¿Ha revisitado la página donde más o menos debería poner: Querido diario: Me voy a comer el mundo?

Fíjate, yo no soy ambiciosa, y creo que nunca lo he sido, o todavía no me he dado cuenta de que lo soy. Sí soy curiosa y me interesa todo, me encanta aprender. Con estos mimbres me podría comer el mundo, pero no por la ambición de comérmelo. El resultado de mi trabajo es el producto de esa curiosidad, de ese amor por lo que haces, de tener fe en tus capacidades. No tengo otra aspiración que sentirme bien por lo que he hecho y pensar que mi trabajo ha valido la pena.

-Porque al escenario se subió a los cinco años. Pero no se piensa bajar.

Claro que me pienso bajar. Cuesta mucho subirse, cuesta mucho bajarse, pero hay que ser objetivos y acompañar a la vida, a tus años, a tus carnes, no luchar contra ellos. Creo que para estar en un escenario hay que tener un nivel de excelencia. Dependerá de mi capacidad para mantener esa excelencia y de ser muy clara y honesta conmigo misma.