CULTURA

87 años y 11 euros por entrada: el abismo que separa al cine de verano más antiguo de España del más moderno

El Coliseo de San Andrés, en Córdoba, abrió sus puertas en 1935 con el fin de acercar el séptimo arte a los vecinos del barrio y hacerlo a un precio popular. Ocho décadas después ha nacido La Estival, la propuesta de Madrid que multiplica por tres el precio de los tickets y cambia de horizonte: está orientado a turistas

El cine de verano también evoluciona con el tiempo.

El cine de verano también evoluciona con el tiempo. / ARCHIVO

Marta Alberca

Marta Alberca

Comer sandía. Madrugar para coger sitio en primera línea de playa. Quejarse cinco veces por minuto del calor que hace. Poner el ventilador. Apagarlo. Son algunos de los mantras que se repiten cada verano. Clásicos que se mantienen intactos, que no cambian. Hay otros que sí lo hacen. Ahora, ver una película en un cine de verano de Madrid puede llegar a costar 15 euros. Los cines de verano nacieron con el objetivo de acercar el séptimo arte a la población y hacerlo a un precio popular. Cine para todos los bolsillos, ese era el objetivo. El primero de ellos aterrizó en nuestro país en 1935. Se trata del Coliseo de San Andrés, en Córdoba.

Su historia nada tiene que ver con la de otros cines de verano de España. Éste se encuentra en un viejo patio de vecinos situado en el centro de la localidad. Abrió por iniciativa de Antonio Cabrera, un madrileño apasionado del cine que un día decidió cambiar la capital por esta ciudad andaluza y dedicarse a lo que era su ideal: difundir el séptimo arte. Comenzó narrando las cintas de cine mudo y fue abriéndose camino y progresando hasta que vio cumplir su sueño. Edificó esta vieja corrala y creó así el primer cine de verano.

Cine Coliseo de San Andrés. 

El cine Coliseo de San Andrés es el primer cine de verano en España (1935).  / A.J. GONZÁLEZ

A lo largo de su historia solo ha cerrado dos veces. En el verano de 1937 por la Guerra Civil y en el 2020 por la pandemia del coronavirus. Situaciones insólitas que hicieron que durante esos meses la gran pantalla permaneciera apagada. Desde 1986, éste y otros cuatro cines de verano de Córdoba están gestionados por la empresa Esplendor Cinemas. Su gerente, Martín Cañuelo, ha visto continuar el legado de Cabrera durante estos más de 30 años: "Era un espectáculo popular, un arte de masas y había uno en cada barrio". En estas últimas décadas han cerrado casi la mitad de estos establecimientos de Córdoba, una situación que se puede aplicar a casi cualquier ciudad española, e incluso europea. Son algo muy típico de otros países del Mediterráneo como Italia o Grecia y proliferaron mucho a partir de los años 30 con el cine sonoro. Después, en los 40 y 50 vivieron su máximo esplendor.

Lo que es innegable es el cambio que han experimentado. "Los cines de verano evolucionan al ritmo que lo hace la sociedad", señala Cañuelo. Aunque hay algo que se mantiene intacto: el público. "Nuestros principales clientes son las familias, padres y madres que vienen a disfrutar con sus hijos", explica. También se conserva el precio, en la medida de lo posible, para que no se pierda esa seña de identidad de "cine para todos". Esta temporada las entradas cuestan cuatro euros los días laborables y 4,50 euros los fines de semana.

Pero esto no es aplicable a la capital. Si en otras ciudades han cerrado más de la mitad de los cines de verano en los últimos tiempos, en Madrid, han aumentado. Por ejemplo, esta temporada se ha estrenado La Estival, que preside la recién remodelada Plaza de España. Aquí las entradas oscilan entre los siete euros para la revisión de clásicos como Cinema Paradiso, los ocho euros para los estrenos y hasta los 15 euros para las sesiones que se combinan con espectáculos musicales o monólogos.

Cine de verano La Estival.

La propuesta madrileña y más moderna de ver el cine de verano La Estival. / ARCHIVO

El motivo con el que justifica estos precios el director de La Estival, Álvaro Martín, es que los costes de montar algo de estas características en pleno centro de la ciudad son muy elevados. "Ya no solo por el montaje que conlleva, sino por el tiempo con el que se dispone para ponerlo en marcha", señala. Como era de esperar, el perfil de este cine es completamente diferente al de los tradicionales. Como sostiene Martín, en su mayoría son turistas: "Nuestro objetivo es que conozcan Madrid de una manera diferente".

Al margen del precio, otra de las diferencias radica en el propio significado de "cine popular", un lugar de encuentro en el que los vecinos comparten la película y mucho más, pues en ellos el silencio siempre está acompañado de risas o comentarios sobre las escenas. Sin embargo, esto se pierde en el negocio de Plaza de España, ya que los asistentes no tienen por qué compartir el mismo idioma. Por eso, precisamente, la alternativa son los auriculares. De esta manera, con cada entrada se proporciona unos cascos para que los asistentes elijan el idioma en el que quieren disfrutar de la sesión. Sistema que a su vez obliga a los curiosos del entorno a comprar el ticket si quieren enterarse de qué va el filme (nunca mejor dicho).

La gran pantalla de Plaza de España estará en funcionamiento hasta el próximo 10 de septiembre y, por el momento, el balance que hacen desde la empresa Super Ocho, la encargada de la producción, es positiva. Pero si buscan retornar a los cines de verano de siempre, están de suerte porque todavía hay alguno en determinados distritos como Arganzuela o Vicálvaro, que sueñan con mantener intactos los orígenes de esos lugares de encuentro a los que acudir cuando necesitas sentir que el verano no sólo es respirar asfalto.

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