RESPÓNDAME | JOSÉ MANUEL BALLESTER

"El arte me permite soportar la existencia, es mi razón de ser"

José Manuel Ballester

José Manuel Ballester / David Castro

Artista plástico no clasificable, Premio Nacional de Grabado y de Fotografía, José Manuel Ballester es una suerte de hurón en el bosque de asfalto de la Conce (barrio de La Concepción, Madrid). Su rutina son las distancias entre sus tres estudios, habitables porque lo normal es que duerma entre bastidores, peines, vitrinas, mesas de luz, colecciones estrafalarias. Y su inspiración, el viaje planetario, entre China y la Patagonia, pongamos. Tiene 62 años y nunca se le ha conocido relación sentimental; confiesa que lo social le sobra, tanto en su vida como en su obra, donde el hombre es apenas una huella. Expone en la Fundación Telefónica de

Madrid

(fotografía mural en torno a la construcción) y en CORPO/Toledo (De Mondrian a Malévich, videocreación, los maestros de la abstracción geométrica en movimiento).

-¿Cómo es posible encontrar tanta belleza en estas obras mastodónticas de la ingeniería (Creación en movimiento, Ferrovial en la mirada de JMB)? ¿Cómo ha de mirarlas?

Siempre me ha interesado observar el ingenio que el hombre empeña en salvar obstáculos y hacerlo con estética, es un desafío inquietante en busca de soluciones: sería como construir un sueño. Un puente bien diseñado y construido irradia belleza, y eso es lo que busco: arte y elegancia al servicio de una solución funcional.

-Porque ¿qué es para usted la belleza?

La belleza está en cualquier acto humano bien hecho, una cirugía resolutiva también puede ser bella. El arte sería la belleza más evidente, y la más inútil, porque solo satisface una necesidad espiritual e intelectual, pero hay otras muchas manifestaciones ocultas de lo bello.

-¿También en la reconstrucción del Bernabéu, que ahora fotografía, encuentra poesía?

Sí, como en los 50 y tantos proyectos que fotografié para esta exposición, para la que recorrí 15 países en un mismo año, 2019; desde la grandes autopistas norteamericanas hasta el Harwood Bridge sobre el río Grande en Australia.

-Nunca en su obra ha habido presencia humana, ¿le gusta retratar el vacío o es que no le gusta el ser humano?

Busco la huella del ser humano, pero su presencia no me aporta nada. Retratar el vacío es hacer visible lo invisible, es ver la realidad a través de sus huecos. El vacío es lo que más abunda en el espacio: es la nada que todo lo abarca y hace posible que los planetas tengan su espacio. La luz, la energía y el vacío son fundamentales en mi trabajo, y pueden convertirse en el asunto de la obra.

-¿Un síntoma de su soledad casi extrema? ¿Es verdad lo que se cuenta, que es usted una suerte de monje casado con la plástica?

Tengo un problema con el ser humano, porque me aterra la decepción que pueda causarme; entonces elijo la soledad como forma de prevenir esa decepción. El arte me permite soportar la existencia, es mi razón de ser y es donde deposito mi energía.

-De modo que rehúye el lado social de la vida a toda costa…

No necesito lo social, que a veces me resulta muy pesado, me da pereza. Me he habituado a vivir así y estoy muy a gusto.

"Somos una generación fruto de ese drama que fue y es la guerra: el componente irracional del ser humano; tal vez solo el arte haya demostrado lo absurdo que es

-Y este hábito ¿cómo, dónde, cuándo, por qué surgió?

Del distanciamiento de mi familia desde niño. A mi padre le dieron 6 meses de vida y lo preparó todo para morirse: nos mandó a los 5 hermanos internos con las monjas de la caridad. Yo tenía 8 años, y resultó muy duro. Pero mi padre no murió, así que transcurridos 6 años pude salir de allí y entré a estudiar en un centro experimental de formación profesional de los padres salesianos, incluso era mixto: fue como pasar de golpe del siglo XIX al XX. Mi padre había estudiado en aquel internado como huérfano de la Guerra Civil; sus padres murieron huyendo del frente de Aragón y conoció a mi madre, sevillana, en la emigración de Madrid. Somos una generación fruto de ese drama que fue y es la guerra: el componente irracional del ser humano; tal vez solo el arte haya demostrado lo absurdo que es. Pero no basta, y se repite.

-Recorrió China en los albores del capitalismo, fotografiando la industrialización y reconversión urbanística del país. ¿Diría que fue un paso adelante o atrás en la evolución humana?

Viajé a China 18 veces entre 2004-2018, y me impliqué mucho en su transformación. China es un país muy atractivo que supo seducir al capital extranjero de una forma inédita y bestial. Gran parte del país vivía en una estructura medieval y, pese a la explotación humana que eso conllevaba, gestionaron muy bien el cambio. Creo que la razón es el peso de su riqueza cultural, fundamentada en tres filosofías, taoísmo, budismo y confucionismo, que supieron aplicar al progreso.

-Un solo árbol en medio de la nada, apuntalado por un andamio, ¿qué nos cuenta esa imagen de China?

El árbol era el superviviente de la deforestación del valle Henan, a orillas del río Amarillo. Yo le añadí el andamio e hice de ello una serie entre 2005-8 con la intención de enviar un mensaje: necesitamos reparar la naturaleza, y para ello es preciso un cambio de actitud vital. El hombre en su arrogancia confía siempre en la tecnología, para hacer el agua potable, por ejemplo, y así ignora conscientemente que la siguiente crisis que padeceremos será la del agua: se está anunciando. ¿Tú sabes que para generar un litro de agua potable se necesitan 5 litros?

-Pues no, pero me parece dramático… Sin ir tan lejos, en las Tablas de Daimiel, Ciudad Real, año 2013, inicia también un estudio sobre la sequía de los acuíferos y la contaminación del agua. ¿Se estaba anticipando a esa crisis que parece ya está aquí, la del agua? ¿Ha concluido la serie con su exposición en el Jardín de Esculturas de CORPO en Toledo?

No, considero este lugar como un espacio mágico, un santuario espiritual, de una belleza tan serena… Me encanta visitarlo y siento la necesidad de explicar por qué es imprescindible, como lugar de paso obligado para las aves en su migración de Europa a África, y de incidir en su fragilidad.

-Ballester, ¿cómo se fotografía la Amazonía desde un estudio en Madrid?

Tengo una relación intensa y muy larga con Brasil, con sus megalópolis, pero nunca en ese intercambio conocí la Amazonía, un espacio que considero una esperanza. Entonces me planteé cómo adentrarme en él sin contribuir a la contaminación, y decidí que, además de documentarme bien, podía hacer usos de recursos más plásticos. Y así descubrí el impresionante valor estético de la iconografía de cada una de sus tribus, y me propuse hacer un abecedario que tiene ya más de 500 piezas pintadas, una instalación que funciona como mapa visual del territorio, siguiendo el curso de los ríos y la ubicación de las tribus. Lo que me gustaría transmitir es que conservar la selva y dejar su gestión en manos de estas tribus que tan estupendamente lo han hecho hasta ahora, es mucho más rentable de lo que se puede obtener con su deforestación. Y esta rentabilidad es lo que un tercer país o poder debiera ofrecerle a Brasil por su custodia.

-A ver si esto lo entiendo, ¿qué relación encuentra entre Fantasía de Walt Disney y El jardín de las Delicias de El Bosco?

La influencia de El jardín sobre Disney es clarísima. Todo el universo Disney está representado en El Bosco, con una lectura tan abierta… Una de las características más sorprendentes del arte es su interpretación, constante y evolutiva. La obra de El Bosco tiene más de 500 años de influencia en el arte, es inagotable. Y nada o muy poco se sabe sobre él y su obra, que es quizá la más enigmática de todo El Prado. Mi interpretación, utilizando el collage digital, es una más: un jardín habitado por todos los asuntos capitales de la historia del arte y dividido en el mundo de las ideas, la realidad y los miedos.