ENTREVISTA

'Sapo', el ladrón de los cuadros de Esther Koplowitz: “Siempre es mejor no usar una pistola”

El robo de importantes obras de arte del domicilio de Esther Koplowitz convirtió a Juan Manuel Candela Sapiella, 'Sapo', en uno de los delincuentes más famosos de la historia española reciente. Dos décadas después, y cuando ya lleva una vida dentro del sistema como comerciante legal de armas, asesor de las fuerzas de seguridad y negociador en secuestros como el del Alakrana, un libro y un documental repasan su trayectoria al margen de la ley.

Juan Manuel Candela Sapiella, más conocido como 'Sapo'.

Juan Manuel Candela Sapiella, más conocido como 'Sapo'. / Alba Vigaray

Eduardo Bravo

"Es mucho más divertido que cualquier otra cosa que haya hecho en mi vida". Juan Manuel Candela Sapiella, alias 'Sapo', no se anda con rodeos cuando se le pregunta por qué decidió convertirse en delincuente. "Soy adicto a la adrenalina. Nado con tiburones, hago salto base, esquí extremo y ahora, cuando acabe la entrevista contigo, me voy a saltar en paracaídas", confiesa este hombre, educado en un elitista internado suizo, que habla nueve idiomas –varios de ellos, dialectos africanos–, que estuvo en la Legión extranjera y en la Armada francesa –en su forma de hablar hay un fuerte acento galo–, que siempre ha gozado de un buen nivel de vida gracias a sus negocios con gobiernos de todo el mundo y que acaba de contar su experiencia como delincuente en el libro Por amor al arte (Gong ediciones) y el documental Sapo, S.A. Memorias de un ladrón, que estrenó hace unos días Amazon Prime Video y que se podrá también ver en abierto desde este miércoles en Cuatro.

"Necesito toda esa adrenalina, pero adrenalina semejante a la de robar un banco, nunca la tendrás porque, un salto de paracaídas, ¿cuánto dura? ¿Dos minutos? ¿Dos minutos y medio? Robar un banco son dos o tres días. Pensar si va a venir la policía, la tensión cada vez que escuchas una sirena, cuando te dicen por radio que está pasando un coche patrulla…", recuerda Sapo, que no cambia de opinión ni cuando se le mencionan las graves consecuencias que se pueden derivar de esas actividades: "La vida es un riesgo. Si no lo quieres asumir…".

Viejo conocido de las policías de diferentes países, Sapo se convirtió en un delincuente popular para el gran público a principios de los 2000, cuando trascendió su implicación en el robo del domicilio de Esther Koplowitz, del que se llevó varias esculturas y diecinueve lienzos —entre ellos, El columpio de Francisco de Goya, Las Tentaciones de San AntonioBrueghel y Niña con sombreroLeonard Foujita—, cuyo valor total rondaba los trescientos millones de euros.

Durante varios meses, Sapo trajo de cabeza a la policía española e incluso al FBI, gracias a un plan de una factura casi perfecta en el que resultaron imprescindibles su talento para el delito, sus conocimientos sobre arte, varios automóviles no fichados por la policía, el empleo de teléfonos indetectables por los cuerpos de seguridad, el dominio de las técnicas de contraseguimiento, los disfraces, los testaferros y las empresas instrumentales destinadas a, entre otras cosas, alquilar el piso de lujo en el que fue depositado el botín que, curiosamente, permaneció todo el tiempo a unos pocos metros del lugar donde se produjo el robo. En definitiva, una compleja estructura que hizo que, tan solo los gastos del robo, ascendieran a más de doscientos cuarenta mil euros. Una vez descubierto, Sapo fue capaz de negociar una salida favorable a cambio de devolver las obras que todavía mantenía escondidas, consiguiendo una pena leve de cárcel y no tener que devolver el dinero que había recibido de diferentes coleccionistas o cuerpos policiales interesados en los cuadros durante las negociaciones.

"Por eso se llama 'crimen organizado'. Si no lo haces así, sería crimen desorganizado", comenta Sapo entre risas. "Para tener éxito, debes planear las cosas. Si no piensas y no inviertes, no hay negocio. Además, tienes que pensar en el antes y en el después. Porque las cosas pueden salir bien, mal o medio bien. Te pueden coger, pero una cosa es que te cojan a ti y otra que cojan el botín", puntualiza.

¿Cómo surge la idea para un robo como el de los cuadros de Esther Koplowitz?

El mundo es un mundo de información. Manejas información, la comparas con los datos que puedes tener y, entonces, lo pones en práctica y, luego, lo abandonas o no. En varias ocasiones, he pensado lo que quería hacer, lo he planeado, he invertido tiempo y dinero y, al final, lo abandoné y pasé a otra cosa.

Para poder llevar a cabo esos golpes planificados hasta el último detalle, es imprescindible ser una persona responsable, sin adicciones, en buena forma física, con estabilidad emocional… Sin embargo, muchos de sus colaboradores no cumplían con esas exigencias.

Los Torrentes, como yo los llamo… Encontré muchísimos Torrentes en mi vida. Pero yo no voy a permitir a nadie estropear un negocio por sus vicios si yo no los tengo. Si yo los tuviese, tal vez tendría que admitirlos, pero si yo no lo hago, no voy a admitir a nadie que lo haga. Nunca.

¿Qué hizo cuando se encontró con ese tipo de personas?

Los fui eliminando de una forma u otra…

Me da pudor preguntar más detalles sobre el método empleado.

Uno, por ejemplo, se fue a ver a Alá más rápido de lo que tenía pensado…

¿Solía ir armado cuando daba sus golpes?

Soy un pacifista moderado, hasta que me tocas mucho los cojones. En todo caso, siempre es mejor no usar una pistola. Entonces, ¿para qué voy a ir armado cuando sé que no voy a utilizarla?

¿Por qué está tan seguro de eso?

Los tiros duelen y duelen mucho, te lo garantizo, porque tengo algunos en varias partes del cuerpo. Además, la violencia engendra violencia y, si voy armado, tengo más posibilidades de que me disparen, incluso de que los aprovechen para quitarme de en medio y así evitarse los problemas que les provoco después. Aunque eso es lo menos malo porque, si me disparan, también puedo quedarme inválido en una cama y eso no mola. Por otra parte, yo disparo bien y si te disparo, te mato. Eso me sale muy caro porque voy a pagar mucha cárcel. Si fuera mal tirador, te dejo inválido y me va a salir carísimo porque voy a tener una responsabilidad civil de la hostia, así que tampoco me sirve de mucho. Después están las condenas: si hacía un butrón, antes el delito era robo con fuerza en las cosas, con una pena de uno a tres años. En medio hay tentativas, que baja un grado o dos la pena. En ese caso, puedo tener una condena de un año y medio y no entraré en la cárcel. Si me coges en el lugar y voy desarmado, ni siquiera es robo, es tentativa o allanamiento de morada, depende del material que tenga conmigo en ese momento. En ese caso, no pasa nada porque me arrestan, me ponen en libertad y me juzgarán o haré algún arreglo para que nunca me juzguen. Si llevo una pistola, o algún idiota de los que van conmigo lleva alguna pistola, son doce años porque ya es un atraco. Ya no hay libertad provisional inmediata y, posiblemente, me pondrán fianza. Pasaré tiempo en la cárcel y me condenarán, seguro, a doce u ocho años, de los que me comeré tres años o tres años y medio de cárcel. ¿Para qué quieres que vaya armado?

¿Dónde se aprenden todas esas cosas?

Es observación.

¿Nunca ha pensado que todo ese conocimiento podía ser utilizado para otro fin que no fuera la delincuencia?

Me estás dando una idea: crear una universidad de criminalidad y hacerme catedrático. Al final me van a dar un doctorado.

Me refiero a formar a aquellos que lo perseguían.

Una de mis ocupaciones siempre ha sido negociar secuestros en diferentes puntos del mundo con narcotraficantes, terroristas, bandas criminales… De hecho, si actualmente vivo en Kenia es a raíz de mi colaboración en el rescate del pesquero Alakrana. Llegué a Kenia para diez días y llevo ya doce años porque me pidieron volver allí para encargarme de negociar más barcos. Como no tenía nada que hacer, acepté. Eso se me da bien porque tengo la ventaja de que puedo pensar como criminal o como un policía y entiendo muy bien al terrorista. No quiere decir que no lo mate si me pagan para hacerlo o está en mi camino y me molesta, pero lo entiendo perfectamente.

¿Todo es cuestión de dinero?

No, hay mil cosas que no hago porque el dinero solo es dinero. De hecho, me interesa más el reto de hacer un proyecto difícil que el dinero que pueda obtener. En ocasiones, me han pagado muy bien por resolver cosas que parecían muy complicadas y que he resuelto muy rápido. Aunque también ha habido otras que parecían más sencillas y que no he podido resolver.

Negocié la condena, rebajé la pena y, gracias a esos pagos, me llevé doce millones de euros. No era lo que quería, pero puedo vivir bien con ello. No tengo gustos muy caros"

Uno de esos retos que no salieron bien fue el robo de los cuadros de Esther Koplowitz. Sin embargo, y a pesar de que lo detuvieron, consiguió que aquellos que estaban interesados en las obras, desde coleccionistas privados al FBI, le adelantasen un dinero que luego nunca pudo ser localizado.

No haber venido, yo no te invité. Si tú me lo das, lo puedes perder. ¿Qué quieres, que llore por ellos? Negocié la condena, rebajé la pena y, gracias a esos pagos, me llevé doce millones de euros. No era lo que quería, pero puedo vivir bien con ello. No tengo gustos muy caros. Mi plato favorito son huevos fritos y tortilla de patatas, así que me puedes dar millones de dólares que no voy a cambiarlo. Lo que sí tengo son necesidades caras. Tengo helicópteros, tengo casas, pero todo lo que tengo me da beneficios porque, cuando no lo estoy utilizando, lo alquilo. Mi coche, en el primer año, me lo reembolsé con alquileres. No malgasto el dinero.

Una de las claves del caso de los cuadros de Esther Koplowitz fue que uno de sus colaboradores, el guardia de seguridad del domicilio de la empresaria, reconoció su participación y que las lesiones que había sufrido eran parte del plan. Así el robo fue calificado como hurto, en lugar del más grave robo con violencia. ¿Es habitual esa lealtad?

Hay veces que la gente asume su responsabilidad. Cuando eso no sucede, se olvidan de que todo es cuestión de tiempo. Si tú me denuncias y voy a la cárcel, ¿de verdad crees que me voy a olvidar de ti? No me olvido ni de ti ni del caniche de tu abuela. Soy muy rencoroso, vengativo y me puedo enfadar mucho. No tomo nada como algo personal, pero…

¿Hay diferencia entre hacer un butrón en un banco o robar a una persona con tanto poder como Esther Koplowitz?

Todo el mundo detesta a su banco. El policía odia a su banco, la cajera odia a su jefe, el tipo que pasa por la calle los odia porque no le dan crédito o porque el cajero no funciona y se queda la tarjeta… Todo el mundo odia al banco.

Yo también les mandé una cesta de Navidad a cada policía a su casa, para que tuvieran claro que, igual que ellos saben dónde estoy, yo también sé dónde están"

Me refiero a la hora de que se ponga más interés en resolver el caso. Usted cuenta que el encargado de la investigación acabó trabajando en el servicio de seguridad de Koplowitz y que ella solía mandar cestas de Navidad a los policías del caso para agradecerles su dedicación.

Yo también les mando cestas de Navidad. Les mandé una a cada uno a su casa, para que tuvieran claro que, igual que ellos saben dónde estoy, yo también sé dónde están. En todo caso, por supuesto que hay diferencias cuando se trata de gente con tanto poder. Lo que también es cierto es que, más allá de ese poder, la señora Koplowitz, que es una mujer encantadora, extraordinariamente inteligente y muy paciente, pensó lo mismo que yo: que solo era dinero.

'Sapo' se hizo célebre con el robo de valiosas obras de arte en casa de Esther Koplowitz.

'Sapo' se hizo célebre con el robo de valiosas obras de arte en casa de Esther Koplowitz. / Alba Vigaray

Usted cuenta que una de las razones que hizo que el robo de los cuadros fracasase fue el atentado de las Torres Gemelas y el cambio en la situación política mundial.

Eso lo cambió todo y ahora con el COVID todavía más. El control de la humanidad es total. Antes había menos control. Ahora te controlan tu cuenta bancaria, pero no solo en España, en el mundo entero. Es mucho más complicado hacer cualquier cosa.

Entonces, aquellos que siguen delinquiendo qué son, ¿desinformados o locos?

Ahora hay que ser excesivamente bueno o estar preparado para lo peor en menos tiempo porque, delinquir y tener éxito a largo plazo es muy complicado. Hoy en día, gracias a la tecnología, se mira lo que he hecho antes, se sabe hasta cómo pienso y se puede saber qué voy a hacer después. Por eso, aunque pasar tres mil kilos de cocaína es muy fácil, porque es como vender pan, al final te van a coger. No por esos kilos, sino por el delito continuado y el rastro del dinero.

Acaba de publicar el libro 'Por amor al arte' y se ha estrenado el documental 'Sapo, S.A. Memorias de un ladrón'. ¿Le da miedo que alguien pueda verle como un ídolo e imitarle?

Inténtalo. Cada uno hace con su vida lo que le da la gana pero, si quieres problemas, sigue mi camino y ya verás lo que son problemas. Mejor continúa trabajando de albañil, estarás más tranquilo y comerás huevos fritos, tortilla de patatas, igual que yo.

¿Qué hace ahora? ¿Realmente se ha retirado de la delincuencia?

Me dedico a proteger a inocentes, preparo a las fuerzas armadas en lucha antiterrorista, hago negocios con armamentos, con drones, pero nada ilegal. Fíjate que aparqué el coche y hasta pagué el parquímetro. No solo no hago nada ilegal, sino que no hago delitos pequeños porque te dan los mismos problemas que los grandes, solo que con menos beneficio. Además, pago todos mis impuestos porque nadie da más problemas que un inspector de Hacienda. Tenía un amigo inspector en el gimnasio Abasota y le decía: eres más peligroso que cualquiera de mis matones rusos. Si yo mando a mis matones contra alguien, le romperán las piernas, los brazos, los dientes, le arrancarán una oreja, pasará dos o tres meses en un hospital, pero se levantará y volverá a vivir. Sin embargo, un inspector de Hacienda puede hacer que jamás te vuelvas a levantar.